☆8☆UNA INTERVENCIÓN A TIEMPO.
Khristen
Ese dicho que asegura que la vida pasa ante tus ojos cuando estás a punto de morir es cierto. No ocurre con cada vivencia, pero sí te llegan flechazos rápidos de los momentos importantes. Me llega el día que mi madre me compró la primera bicicleta. Era de segunda mano y un poco vieja, pero yo me sentí la niña más dichosa del mundo. Me llega también la vez que me hice un corte con una de las espinas del rosal de Daysi; ella me vendó con delicadeza y se empeñó en que no saliera de casa hasta que se me cortara el flujo de sangre. Yo me sentía bien, y apenas me dolía el pinchazo, pero ella insistió tanto que obedecí. Y finalmente me llegan recuerdos de tartas de arándanos, de las canciones que cantábamos las tres por la noche mirando las estrellas y los momentos más divertidos que pasé junto a Lilly.
Ya no escucho ni veo, me voy asfixiando dentro del torbellino negro cuando de repente, este se detiene. Puede que haya una conmoción a mi alrededor, pero no soy capaz de presenciarla. Siento que alguien me sujeta y dejo que me cargue atormentándome un poco el fuerte olor a loción masculina. Pero apenas puedo mover mis extremidades; apoyo la cabeza en el pecho y dejo que mi consciencia se apague.
—☆—
Abro los ojos incorporándome donde me han dejado acostada. Es un diván con botones que destaca por su confort. El reposabrazos artesanal tallado y acabado en pan de oro le da otro toque de clase. Tiene un escrito bordado en el extremo, "Inmuebles O'Brien". El diván está acolchonado en alta calidad, como el resto de los muebles de la habitación.
Sé que sigo en Howlland por el escudo gigante con corona y alas de búho que reposa en una de las paredes. No es una habitación muy amplia, pero está acomodada de tal modo que todo encaja perfecto. Pruebo levantarme y una corriente en el sistema nervioso me recorre de la pierna a la punta de los dedos, pero puedo sostenerme en pie.
El lugar tiene un mini balcón al que decido asomarme para probar aire fresco. Al parecer he dormido por horas porque la posición del sol es propia a la del mediodía. La vista es preciosa, mostrando uno de los jardines laterales de la Academia. A lo lejos distingo un grupo de jóvenes jugando fútbol, destacando un delantero alto de piel blanca y cabello oscuro que consigue meter un gol. Después de esto un grupo lo carga y ovaciona su nombre «Mateo», «Mateo», gritan.
Cambio la dirección de mi mirada y veo otros chicos entrenando con estacas o algo parecido, también hay algunos cabalgando que se alejan en el horizonte y otros chicos entrenan cerca de un estanque rectangular levantando ¿agua? ¿con movimientos de sus manos?
Me arrasco los ojos y alguien se aclara la garganta detrás mío.
—¿Disfrutando la vista?
Me vuelvo y encuentro a Arthur arrecostado a la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Solo tomaba aire fresco. —Entro a la habitación.
—¿Cómo te sientes? —pregunta acomodándose en el diván.
«Y a este qué bicho le habrá picado.»
—Bien gracias —respondo confundida por su amabilidad.
—¿Estás consciente de lo que ha pasado?
—Pues que escogí el pupitre equivocado, eso de seguro —resoplo—. Lo otro no lo tengo muy en claro.
—Estabas morada cuando yo y mi padre entramos al salón. Si él no hubiera intervenido ahora estarías muerta.
Trago grueso recordando el desesperante momento que mi cerebro ha querido bloquear desde que desperté. Estarse asfixiando definitivamente está entre mi lista de maneras con las cuales no quiero morir. Al final, le debo la vida a Alioth y a Arthur; de este último jamás lo hubiera imaginado.
—Gracias. —Bajo la cabeza jugueteando con mis dedos.
Nos quedamos un rato en silencio y considero sentarme en una de las sillas de madera qué están al otro lado del cuarto. Pero por alguna razón no quiero pasar frente a Arthur y acomodarme; él mueve el pie inquieto y sé que quiere decirme algo.
—¿Otra cosa más?
—El director... está esperando por ti en su oficina. Me pidió que te trajera para que descansaras y me mantuviera expectante a cuándo despertarías.
—Espera —lo interrumpo— ¿Tú me cargaste hasta aquí?
Arthur desvía la mirada tragando saliva; cuando lo hace su venita en la frente reluce por unos segundos.
—Pesas más de lo que cualquiera hubiese apostado —Tuerce los labios y estoy convencida que a su enorme ego de millonario le cuesta reconocer que cargó a la plebeya por los pasillos de Howlland.
—Este lugar no parece ser parte de una escuela —añado para cambiar de tema.
—Es mi alcoba privada. Vengo aquí a veces para practicar cuando debo exponer algún ensayo en clases.
—¿Todos tienen alcobas privadas? —Abro los ojos.
—Solo yo. Los demás tienen habitaciones con camas pero la mayoría prefiere quedarse en hoteles de Beverly Hills o los alrededores. A veces se quedan entre semana a estudiar en grupo cuando tenemos exámenes.
Estoy a punto de preguntar otra cosa cuando Arthur se pone de pie y abre la puerta.
—Anda, el director te espera.
Salgo caminando y él detrás mío. No cruzamos palabras hasta llegar a la oficina de dirección. Abre la puerta y dentro no solo me está esperando el señor Kane. Comienzo a temblar de nuevo, es el efecto que ese par provoca en mí. No quiero verlos, mucho menos estar en el mismo lugar cerrado con ellos.
—Adelante Khristen —indica Alioth pero mis pies no reaccionan.
—¿Estás sorda? —réplica Arthur y la rabia que siento ante su actitud consigue que deje el temor por los gemelos a un lado.
Arthur siendo Arthur. La amabilidad le ha durado cinco minutos.
—Bien ya la he traído —le dice a su padre cuando entramos—. Ahora me voy al comedor, están sirviendo el almuerzo.
Alioth asiente con la cabeza y su hijo se marcha cerrando la puerta. Frente a la mesa están sentados los que casi consiguen matarme. Hay una tercera silla que me rehúso a utilizar.
—Aquí estás segura —insiste Alioth señalándola.
Le dedico una mirada recelosa a los gemelos y me siento. El aire de momento se vuelve más denso, y no precisamente por obra de sus manos.
—Como se imaginan estamos aquí para resolver la grave situación que ocurrió en la mañana.
—Ella empezó —gruñe el que reconozco como dueño del pupitre.
—Silencio cuando yo hablo Theo, por favor —regaña Alioth—. Como decía, no importa quién empezó, la cuestión Dónovan es que han desobedecido la estricta regla de la Academia de usar sus habilidades fuera del Campo de Entrenamiento. Así que recibirán un castigo por eso.
—No somos los primeros que lo han hecho ni seremos los últimos —se defiende el chico.
—No, no lo son. Pero si son los primeros en atentar contra la vida de una compañera dentro de estas paredes y eso es un delito sumamente vergonzoso que requerirá otro castigo severo. Theo y Timothy Dónovan, están suspendidos esta semana y los puntos ganados en destreza les serán retirados.
—¡¡¡Qué!!! No puede hacer eso —protesta uno.
—Estamos en evaluaciones esta semana y hemos conseguido posicionarnos en la cabecera de la tabla —explica el otro abriendo las manos evidentemente molesto.
—Las reglas son las reglas. —Se cruza de brazos el director—. Y ustedes las han incumplido al límite. —Me señala.
—Ella está bien —resopla un gemelo—, ni siquiera usamos toda nuestra fuerza.
—No pensábamos matarla —se defiende su hermano.
—Y ahora creo que la aquí presente señorita Allen merece una disculpa.
Theo se muerde el labio inferior adoptando un rostro irritado, sus cejas se acercan tanto que parece que están a punto de unirse. Su gemelo al lado, Thimoty, mira al techo apretando los puños.
Alioth exhala cansado.
—Sino quieren que la suspensión se les alargue dos semanas...
—Disculpa —habla el primero sin mirarme siquiera. Su tono es tan escalofriante que hubiera preferido no recibir la disculpa. En vez de dejarme tranquila, me produce más inquietud.
Su hermano lo imita y espero que Alioth no les haga repetir, es obvio que no conseguirá de los Dónovan más que eso.
—Listo. —El directo abre un cajón sacando unos archivos.
—Señor Kane, reconsidere lo de quitarnos el puntaje de destreza —vuelve a insistir el que se había quejado al respecto.
—No tengo más que decir, la decisión está tomada. Y alégrense que no cite a su padre por el episodio. Así que por favor. —Les señala la puerta y ellos se levantan resoplando.
Sé que me conviene bajar la cabeza cuando lo hacen, pero soy tan idiota que les sostengo las miradas las cuales lanzan una fría amenaza.
Este es el principio de un curso muy turbulento. Se me seca la garganta solo de pensarlo.
—Espero que te encuentres mejor Khristen.
—Sí señor Kane —contesto con esfuerzo.
—Te prometo que este infortunio no se repetirá —asegura.
«Sí claro, usted no ha visto la cara que me han mostrado esos dos.»
—No quiero retrasarte el almuerzo, debes tener hambre. Solo te llamé para alertarte sobre ciertos linajes de este lugar. Aunque yo sea el director y uno de los dueños hay cosas que no puedo controlar.
—Si se refiere a los Dónovan tenga por seguro que no volveré a dirigirles la palabra.
—Los gemelos son los más controlables de los Dónovan —alega suspirado, sus palabras no me tranquilizan—. Cuando les pedí a ti y a tu madre firmar el acuerdo de confidencialidad me aseguraba que no se les ocurriera buscar una vía para demandar.
—¿Demandar?
—Lo siento Khristen pero yo sabía que te enfrentarías a problemas en la Academia. Quizás no al punto que casi murieras el primer día pero...
—Se lo dije —lo interrumpo irritada—, le dije que me enviara a una escuela común. Y si le era mucho gasto ya me las arreglaría para recibir las clases por internet. Pero usted se rehusó.
—Por favor, entiende que esta es una oportunidad muy grande y...
—¡No me interesa! Con todo respeto señor Kane, puede reservarse las alabanzas de su estupenda Academia a quién le impresionen. A mí nunca me causó alucinación Howlland, nunca quise mudarme a Los Ángeles y nunca pedí entrar aquí. Si me levanto todos los días, comparto el auto con su atípico hijo, y vengo sin rechistar a este lugar es por mi madre, porque de verdad necesita este empleo y yo no quiero que sacrifique una oportunidad por mí. Pero no me pida también que muestre una sonrisa de oreja a oreja y finja que me la paso bien porque nunca será el caso —Me pongo de pie— ¿Puedo retirarme?
Alioth permanece mudo ante mi desahogo emocional. Reconozco que me he pasado un poco. A él no le importan los sentimientos de la hija de la ama de llaves, solo quiere hacer su trabajo sin interrupciones y con la tranquilidad que yo no vaya por ahí divulgando sus extraordinarios poderes.
《Genial Khristen, capaz te expulsen también una semana》
—Puedes retirarte —es lo único que responde.
Me dirijo a la puerta y antes que la abra lo escucho hablar.
—Lo que ocurrió en la mañana... bueno será mejor sino le dices a tu madre.
Veo que está un poco nervioso al respecto y empiezo a pensar que era preferible que me expulsara una semana, me haría un favor.
—Descuide, soy una tumba —repito lo de anoche y salgo por la puerta.
Camino sacando el mapa de la Academia tratando de encontrar el comedor. No soy muy hábil interpretando estas cosas pero mi sitio de destino tiene el nombre con letras muy grandes en el papel e indicaciones sencillas, así que no paso trabajo en encontrarlo: es el último piso de arriba. Una vez llegado al elevador, marco el piso correspondiente. Ya no me sorprende como mezclan lo clásico con lo moderno. Después de todo es Howlland y las cosas descabelladas cobran sentido aquí. Cuando salgo de la caja metálica, lo primero que veo es la puerta del comedor.
El estómago me gruñe, pero solo de imaginarme que la escuela entera está allá adentro el apetito se controla. Si han necesitado un piso completo para esta área, es porque cada interno viene a comer a la misma hora. Trago grueso y abro la manilla...
En shock, esto no me lo esperaba. Los comedores de escuelas deben parecer eso, comedores de escuela. Lo que veo son mesas buffet con cantidades exorbitantes de comida, cinco en total. Al lado de estas, hay una puerta doble de cristal que muestra la cocina donde un número desconocido de chefs trabajan sin descanso preparando más platos. Paseo la vista por el resto del comedor viendo la cantidad de mesas que están repartidas; no están llenas por completo pero la cantidad considerable de estudiantes debe ascender a trescientos. Meseros uniformados andan de aquí para allá llevando por toda la zona platillos y bebidas pero aún así, algunos comensales comienzan a notar mi presencia.
Vuelvo a tragar saliva, solo quiero ser invisible.
—Disculpe señorita ¿está esperando algo? —Uno de los meseros se me acerca.
—Tan solo quería coger un plato —pido al ver que lleva uno vacío.
—Por favor vaya a su mesa y yo le llevaré lo que desee.
—¿No puedes dejar que me sirva yo misma y ya? —tanteo planeando mi escape.
Si me sirvo yo misma, puede que los chicos no reparen en mí. Así puedo salir corriendo del comedor y almorzar en paz en algún rincón de afuera.
El mesero se echa a reír sin creerse mi petición.
—Es usted muy graciosa. No se preocupe la atenderé rápido, vaya a sentarse.
—Hablo en serio.
—Pero señorita, mi trabajo es servir.
—A mí no tienes que servirme, tan solo dame el plato y ya. —Le extiendo la mano.
Él abre los ojos perplejo, luego recupera la compostura.
—Lo siento no puedo hacerlo. —Sostiene más fuerte el plato temeroso que se lo arrebate.
—De verdad lo necesito. —Trato de agarrarlo.
—Que no puedo dejarla hacer eso. —Forcejea conmigo—. Me despedirán por su culpa.
—Nadie va a enterarse. —Halo más fuerte.
—Que no.
—Que me lo des.
Cada uno arrastra el dichoso plato hacia sí y en un momento de desatino, se resbala y estrella en diez pedazos contra el suelo. Lo que quería evitar, es justamente lo que ocurre. Cientos de caras curiosas se vuelven a nosotros.
—¡Qué sucede aquí! —inquiere alarmado uno de los chefs que en ese momento ha salido a dejar un pavo entero sobre la mesa buffet más cercana.
Es un tipo obeso con bigotes enroscados al estilo francés. Habla con el acento típico y posee una papada que le cuelga de la cara regordeta.
—Lo siento Pierre, lo que pasa es que esta señorita...
—¿Escuché bien? —interrumpe el chef en un claro tono de regaño.
—Decía que esta señorita...
—¿Quieres perder tu puesto Freddy?
—No señor. —El mesero se para firme.
—Entonces preguntaré de nuevo ¿Qué sucede aquí?
—Nada Pierre —contesta Freddy—. Ha... ha sido mi culpa.
—Eso está mejor. Ahora vete a fregar los platos que dejé en el lavavajillas. —El chef le señala la puerta doble con el pulgar.
—Sí, con permiso.
El mesero Freddy se va cabizbajo y después de todo siento pena por él. Si tan solo me hubiese dejado servirme ahora no tendría que fregar los trastes.
—Me disculpo por cualquier molestia que le pudo causar el mesero, no volverá a pasar. Siéntese la atenderé personalmente.
—Es que soy nueva y no tengo mesa —digo con la esperanza que me dé un plato—. Si deja que me sirva...
—En ese caso siéntese con su linaje —dice como si nada esperando que me vaya.
«Muévete Khris, no tiene caso.»
—Claro... mi linaje...
Empiezo el trayecto a la zona de los comensales evitando entrar también en una discusión con el chef Pierre. Finalmente, tendré que sentarme entre la realeza...
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