☆70☆HÉROE
Khristen
Los pies me tiemblan con cada paso, pero no me detengo. Casi estoy adentro del elevador cuando siento como la persona de la cual huyo me agarra por el brazo para impedir que escape.
—¡Suéltame! —Pataleo en el lugar en un intento por zafarme.
—No puedo dejar que te vayas así —Él me inmoviliza son sus brazos—. No hasta que me escuches.
Ni siquiera puedo voltearme, por lo que siento su corazón agitado en la parte trasera de mi cabeza.
—Por favor, déjame... —hago un último intento, con la voz apenas audible.
La sensación de llanto se me ha quedado estancada en la garganta, debe existir alguna razón para que no salga por completo, pero yo no la defino. Estoy entre un sentimiento que junta el impacto y la alerta. Todo se confunde en mi cabeza y ya no sé en quién confiar.
—Escúchame Khris —dice, todavía con su pecho contra mi espalda—. Eso que vistes... pensaba contártelo.
—¿En serio? —vuelvo alterarme— ¿Pensabas contarme que eres un lunático acosador?
No escucho debate alguno.
—¡Estuviste intimidándome por semanas! —grito—. Primero con el cuadro, luego con la... —Me llevo la mano a la muñeca y me doy cuenta que no la tengo.
Entonces, Adrián me suelta.
Me giro a mirarlo, también miro al elevador. Si me apuro puedo desaparecer. Pero otra invisible fuerza me lo impide. El muchacho mete la mano en el bolsillo frontal de su chaqueta negra y saca un paño color oro. Lo desenvuelve frente a mí para que contemple la fina manilla de platino.
—¿De dónde la has sacado? —increpo todavía tocándome la muñeca.
—Se te cayó —se limita a responder y da dos pasos al frente.
Retrocedo hasta que mi espalda choca con la puerta de otra de las habitaciones. Contraigo la respiración cuando Adrián me toma la mano y me abrocha la manilla. Se queda mirándola complacido.
—Ahora está donde debe estar.
Debería decirle algo, pero no puedo hacerlo. Todo es muy confuso, como generalmente sucede con él; un manojo de hilos amarran mis sentidos, y cada hebra tiene estampado su nombre.
—Eres... eres demasiado importante para mí Khris —Levanta una mano para tocarme la cara, pero se arrepiente antes de hacerlo—. Desde el primer día que pusiste un pie en Howlland, desde que mi primo Arthur te sacó cargada a su alcoba, desde que entraste al comedor, desde que eras Khristen Allen... —confiesa y se moja los labios—. Te he estado amando en silencio y a las sombras durante muchísimo tiempo. Tu alegría, tu fuerza de voluntad, tu coraje. Yo no me fijé en ti por ser daynoniana, yo me fijé en ti por lo que eras desde antes: una chica común de diecisiete años que a pesar de las vueltas de la vida, seguía levantándose cada mañana para asistir a una Academia donde era repudiada. Y eso muñeca, es el sentimiento más puro que puede existir.
Trago saliva.
Suspiro profundo.
Como invariablemente ocurre, Adrián Bénjamin Kane ha perforado las barreras de mi alma, llegando al más intrincado rincón, dejándome indefensa ante sus insondables palabras.
Ahora sí que acaricia mi rostro, deslizando la punta de sus dedos por mis facciones. Baja hasta el mentón, y con los nudillos recorre mi mandíbula, cuello... Estoy por advertirle del vapor que va cociendo mis reacciones desde adentro, cuando de forma abrupta se separa.
—Ya puedes irte —susurra triste y desaparece por la abertura que da a la azotea.
Parpadeo. Me tomo unos minutos antes de seguirlo. Estoy en un trance desconocido. Acabo de enterarme de algo bien potente y de una retorcida manera. ¿Cada vez que desaparecía, aquí era donde estaba?, ¿observádome en solitario y hablando con mi pintura? Da bastante grima. No obstante Adrián nunca ha parecido un pervertido, todo lo contrario. Siempre me ha respetado, siempre me ha comprendido.
No puedo irme, necesito hablar con él.
Me sacudo mentalmente y empiezo a mover mis pies. La azotea es preciosa, llena de plantas ornamentales y bonsáis medianos. Incluso se aprecia una casita de aves con una fuente. Hay una mesa de cedro con seis sillas y un muro rectangular que rodea la zona, permitiendo la vista del Campo de Entrenamiento a lo lejos. Y apoyando sus codos en el muro está Adrián, sereno.
Me acerco a él y me siento en el muro. Sabe de mi prescencia, pero no me mira. Sin embargo yo sí me deleito admirando el suntuoso perfilado que tiene; con esa nariz ideal, labios carnosos y lunares adornando la piel lisa. Este es el mismo chico sin gota de arrogancia que ha estado enamorado en secreto, calmando mi ansiedad cuando más lo he necesitado y motivándome a vencer mis miedos. Es el chico que en contra de todo pronóstico, se ha situado en mi corazón de una manera extraña, pero intensa. Así que inspiro, y pruebo de nuevo.
—Siento haberte llamado lunático acosador.
—Tal vez lo sea —contesta, poniéndomelo más difícil.
—¿No vas a decir más nada?
—Ya he dicho todo Khristen, puedes irte, ¿no era eso lo que querías?
—Pero... ¿no intentarás justificarte al menos?
—¿Qué quieres? —Se endereza partiéndome en dos pedazos con la simple fuerza de sus ojos grises—. ¿Que me siga humillando? Te he expuesto mi mayor secreto. No hubiese querido que fuera de la manera que ha sucedido, pero ya está, así pasó y no puedo revertirlo.
—¿Y de qué manera hubieses querido? —Apoyo los pies en el suelo pero como es mucho más alto que yo y la acción pierde relevancia.
Sacude la cabeza.
—Tan solo vete. —Vuelve a mirar el horizonte—. Ni siquiera sé porqué has venido, no debías descubrir eso... —Aprieta los puños—. No debías.
—Quería verte —respondo con la verdad y omito, "por última vez"—. Solo que no estaba preparada para ver... Trato de hallarle lógica a lo del cuadro pero no...
—No lo entiendes —Se tensa completo, muerde su labio inferior y vuelve acercarse—. Estoy obsesionado contigo y no hay más explicación para eso —musita a centímetros de mi cara en una especie de reto—. Lo que siento es demasiado fuerte Khristen.
Roza mis labios y el contacto crea chispas tal como si se tratase de un circuito eléctrico defectuoso.
—Es adictivo, es enfermizo... —evidencia en un susurro.
Siento que se me aprieta la garganta, apenas puedo respirar, ¡apenas puedo apartarme! Pongo mucha fuerza de voluntad para formular una frase completa:
—¿Por qué lo ocultaste tanto tiempo? Nunca te acercaste hasta la noche de la reunión —interrogo con un ascenso de adrenalina por el miedo de sus palabras.
La pregunta consigue que se separe, y es cuando me percato que también había estado sujetando mis brazos. Ahora que ya no lo hace, la ausencia del calor agradable se hace latente y en cambio un frío me circunda.
—¿Hubiera hecho diferencia? Sé sincera y dime si hubiese cambiado algo nuestra relación el que te lo hubiera contado antes.
—Bueno...
Sonríe melancólico y se pasa las manos por su sedoso cabello.
—Siempre supe que esos ojos jamás me observarían a mí como lo observan a él.
Conciso y verídico.
¿Cómo vencer a una persona? Sácale las verdades que no puede rebatir.
Sin embargo hay una cosa que Adrián no sabe.
—Quizás te equivocas. Quizás... quizás me gustas —la revelación me pone al descubierto pero no me siento mal por ello.
Niega, colocándome un cabello detrás de la oreja.
—Solo estás despechada Khristen. Y dolida, y necesitada de afecto —Sus ojos se cristalizan—. Quiero ser todo para ti, pero cuando estés preparada para desprenderte de tu tormento.
—¿Mi tormento?
—Arthur —declara sin tapujos y siento una punzadita, ahí en el lado izquierdo del pecho—. Él es el tormento que aún no eres capaz de soltar —suspira—. Te quiero, de una forma retorcida para ti, extraña para el mundo, y dañina para mí mismo, pero sigue siendo real. Y como te quiero de verdad no puedo permitir que confundas las cosas.
—Pero sí que es verdad Adrián. Yo no puedo entenderlo, o encausarlo de la mejor manera, pero de que siento algo por ti, lo siento —insisto, sin comprender muy bien porqué quiero dejárselo claro.
Puede ser, que diciéndolo en voz alta se esclarezca el remolino de hilos que enmarañan mis propios sentimientos.
—¿Te acuerdas cuando te pedí subir al helicóptero?
—Cómo olvidarlo.
—Además de la lección necesaria, quise arriesgar nuestras vidas en un desesperado intento por acrecentar otra cosa. Me escudé en aquello que vencieras tus miedos, pero la principal razón es que quería ir cultivando dependencia.
—Lo has hecho —me apresuro afirmar—. Desde la noche en el cuarto abandonado, de alguna manera creaste una dependencia. A partir de ahí quise, y quiero, sentirte a mi lado en momentos de necesidad.
Su cara de angustia se afloja un poco, pareciendo ahora más satisfecho.
—Tal vez también me equivoqué con eso. Pero se siente bien ser algo para ti, aunque ese algo se limite a representar un refugio.
—Mira Adrián... —vacilo si contarle o no—. Hay una cosa que...
No termino la expresión, porque ver los ojos marchitos de él me crea un conflicto con lo que está bien y lo que debe pasarse por alto para evitar dañarlo más de lo que está. Antes guardé mis inseguridades para no confundirlo. Hoy, en vista de la despedida saqué lo que llevo dentro.
Adrián tiene razón, no se merece ser segundo plato o conformarse con migajas. Es un chico magnífico, bastante raro pero sensible. Nadie se merece un amor a medias.
Me surge una idea hipotética: A lo mejor cuando el tiempo curara las heridas que me dejó Arthur yo fuese capaz de volverme abrir para Adrián, así todo adicto y maniático, porque en realidad no somos tan diferentes. Yo también soy sumamente nociva para cualquiera que se me acerque.
Y ahí, en la inconsistencia de ambos está nuestra compatibilidad.
Pudiera dejar que con el pasar del tiempo, fluyeran las cosas y llegáramos a ser imprescindibles el uno para el otro. Pero eso sería una historia alterna de Adrián y Khristen, porque en esta, la futura emperatriz de Irlendia ya ha tomado una decisión, y la misma es inquebrantable. Por eso me dejo llevar ahora, porque será la última vez, y al menos esta 'última vez' con el otro Kane debe terminar memorable. Ya no dispongo de más tiempo que las horas que quedan hasta que el Sol se oculte.
—Vi unos poemas en la habitación, ¿los escribiste tú?
Asiente un poco avergonzado.
—¿Son sobre mí?
—Desde que te vi, tú te volviste mi máxima inspiración.
—Quiero que me los leas.
—¿Ahora?
—¿Por qué no? Debo irme antes que oscurezca del todo, y quiero llevarme un buen recuerdo de la visita que te he hecho.
—Pero nos veremos esta noche, se decidirá finalmente lo de la propuesta a los enemigos.
—Claro. De todos modos, quiero tener un buen recuerdo de este día.
Se lo piensa unos instantes.
—¿No te da miedo?
—No si prometes quitar las flores y las velas alrededor de mi cuadro —dejo a chiste y consigo que él sonría.
—Las velas son relajantes, y el aroma de las flores exquisito.
Arqueo una ceja.
—De acuerdo —promete—. Espera aquí.
Se encamina al pasillo y yo aprovecho y me siento a la mesa de madera. Me concentro en unas camelias rosadas luciendo radiantes y pomposas. Varias plantas florecen en Noviembre, y esta es una de ellas. Adrián no tarda, pero en vez de los poemas, aparece con la guitarra en mano.
—Oh vaya... —Abro la boca asombrada.
—Estuve soñando con este momento demasiadas noches.
—¿Soñabas conmigo? —Me sonrojo.
—Ups, ¿he dicho eso en voz alta?
Se muerde el labio inferior y yo quedo más descolocada.
—Sabes muñeca —Saca una silla y la coloca al frente—. No soy un Legendario; tal vez no pueda ayudarte a escapar siempre que quieras huir; y a lo mejor la mayoría de las veces no escojo las mejores palabras. Pero hay un atributo del que me quiero adueñar para ti y voy a luchar cada día de mi vida para que suceda.
—¿Cuál? Cuéntame, quiero saberlo —me empeño con el corazón latiéndome rápido.
Porque es que este Kane cuando habla, con su voz ronca y tono sutil, conquistando los límites del mar del deseo, acariciando frases que colindan con las nubes, te derrite en tu firme posición y te obliga a escucharlo como si fuera el único ser que tuviese relevancia.
—Te lo cantaré. —Guiña un ojo y me estremezco.
En verdad esta familia es eurítmica en exceso.
Toma la guitarra, empezando a tocar las cuerdas con una emoción cautivadora, creando una melodía que rasga las paredes que generalmente mantiene de escudos. Al abrir la boca, el sonido encandila hasta mis entrañas:
I'm no superman
(No soy superman)
I can't take your hand
(No puedo tomar tu mano)
and fly you anywhere you wanna go
(y volar a donde sea que quieras ir)
I can't read your mind
(No puedo leer tu mente)
like a billboard sign
(como un cartel publicitario)
and tell you everything
You wanna hear, but...
(y decirte todo lo que quieras oír, pero...)
I'll be your hero.
(Seré tu héroe).
Las lágrimas, como ya es habitual en mis ojos, corren sin restricciones cayendo en las comisuras de mis labios, que se han curvado formando una sincera sonrisa.
¡Por el universo paralelo! Si esto no es que te guste muchísimo una persona cada segundo que pases a su lado, no sé que más puede ser...
¿He dejado de amar a Arthur? No, no puedo, todavía está ligado a mí, inherente y sin comparación. Pero entonces, ¿qué es esto tan demoledor que me ata a Adrián? Sí que estoy confundida, enrredada en espesas telarañas ¿Estoy enamorada de los dos? Para eso no tengo respuestas, porque princesa y todo lo demás, sigo teniendo dieciocho años, y me han atrapado las redes de los Kane.
El lazo de los Kane es tan fuerte, que una vez que te amarra uno es imposible zafarse.
Cause I, I can be everything you need
If you're the one for me
Like gravity I'll be unstoppable
(Porque yo, yo puedo ser todo lo
que tú necesitas. Si tú eres lo primero
para mí, como la gravedad yo seré
imparable)
I, yeah, I believe in destiny
I may be an ordinary guy
With heart and soul
(Yo, yo creo en el destino.
Y quizás sea un chico ordinario
con corazón y alma)
But if you're the one for me
then I'll be your hero.
(Pero si eres lo primero para
mí, entonces seré tu héroe)
I'll be your hero, I wan to be your hero.
(Seré tu héroe, yo quiero ser tu héroe)
—☆—
La oscuridad se presta para paralizar a las personas. En mi caso, nunca me ha gustado y desde que ingresé en la Academia Howlland se convirtió en mi pesadilla. Pero ahora, como ya no tengo nada que perder, el terror ha disminuido. Supongo que ocurre cuando estás muy segura que tus enemigos, esos que se aprovechan de la oscuridad para atentar contra tu vida, dejan de usar el método al ver que les facilitas las cosas. Claro que desde que entré en el perímetro de Jasper, sus secuases han dado la voz de alarma. Pero ninguno se ha abalanzado sobre mí. Deben estar tan impactados por mi aparición como yo misma de estarlo haciendo.
Me ha fortalecido la marcha las vivencias con Adrián. Cuando terminó de cantar, se quedó tentándome con sus destellos plateados. Seguían cristalinos por el sentimiento que lo abarcaba, y parecía como si una porción de la luna misma se hubiera depositado en las cuencas. Juro que quise confesárselo todo, pero me obligué a mantenerme firme, aunque ya no pude seguir sostendiéndole la mirada.
Me levanté de la silla en dirección al muro, y me afinqué al mismo deseando con potentes ansias que no tuviera que terminar así. Que no tuviera que estar condenada bajo las garras de una decisión, que solo pudiera, por un mísero día completo disfrutar como cualquier chica cautivada por lo que estaba compartiendo con un chico extraordinario. Pero como dije, para poner fin a un ciclo que ha permanecido por más tiempo de lo permisible en dos universos, solo una decisión es posible. Y esa decisión ha comprendido que le diga adiós a todos.
Adrián, siempre cauto e intuitivo, se acercó por detrás y sorprendiéndome, me rodeó con su brazos. Apoyó el mentón en mi hombro, y como si fuéramos una pareja de verdad, entrelazó sus manos con las mías, permaneciendo estas apoyadas arriba del muro. Lo lógico era apartarlo pero era la última vez; la última vez quería pasarla unida a alguien, sintiendo algo más aparte de mis miedos. Su loción de afeitar indujo a mi nariz a indagar también en el olor de su piel, que recuerdo al detalle, olía fresca y anisada.
—No te vayas —pidió a mi oído, besando el lóbulo de la oreja.
—Debo hacerlo, se está haciendo tarde —respondí ignorando la deliciosa corriente que empezaba a crearse.
—Regresaremos en mi coche a la mansión, cena conmigo, iremos a donde tú quieras.
—No puedo. —Contuve un sollozo y agradecí que no estuviera de frente para verme la cara.
—¿Si te pido de rodillas que te quedes?
—No lo hagas más difícil de lo que ya resulta. —Tragué grueso, recordándome las razones del porqué mi decisión era la correcta.
No podía ser egoísta.
—Bien. Te llamaré un taxi para que vuelvas. —Escuché que suspiró inconforme y un tanto abatido.
—De acuerdo —me presioné a responder con el corazón en la garganta.
Cuando se separó de mí sentí por segunda vez ese frío mordaz y un vacío inminente que no sería llenado. Me arreglé la ropa y tomé con él el elevador que nos dejó en el primer piso. Me acompañó hasta las afueras de Howlland y estuvo hasta que llegó el taxi que había pedido.
Esto fue una ventaja, que llamara a una persona cualquiera y no a Jackson o a Eddy, porque no hubiera podido decirle a ninguno a mitad de trayecto que se desviara por otro camino, como sí hice con el taxista. Sin yo preguntar, Adrián alegó que ellos debían tener bastante con la locura de la Fortaleza en ruinas y la falta de personal.
Y esto es otra de las cosas que me encantan de ese muchacho: se te olvida que es un heredero multimillonario con el mundo a sus pies. Hace las horas amenas y sencillas.
Ya he llegado al portón de hierro. Del otro lado se levanta el espeluznante castillo, con árboles de ramas secas ofuscando la mayoría de las divisiones y la luz de las estrellas derramándose en las espantosas gárgolas que permanecen arrodilladas en la cavidad superior. En fila, hay faroles que en vez de bombillos, tienen llamas de fuego para brindar cierta luminosidad.
—Salga cualquiera de ustedes, sé que me están mirando —grito hacia los arbustos que todavía mantienen follaje.
Los receptores no se hacen esperar, y empiezan a salir como un enjambre de insectos de sus posiciones. Empiezo a contar diez, veinte, treinta...
—O eres muy valiente o innegablemente estúpida —Me dirije la palabra el italiano que reconozco como portador del cuchillo en el placete ruso—. Acabas de firmar tu sentencia de muerte.
—Lo sé. —Bajo la saliva que hay acumulada en mi boca—. Pero he venido a entregarme con una condición.
Se ríe irónico.
—¿Crees que tienes derecho a exigir condiciones? Ya no hay alternativa, haremos lo que querramos contigo sin cumplir ninguno de tus términos.
Pero esta vez, yo sonrío también.
—En eso te equivocas heredero Di Marco —Los ojos se me prenden en dos llamas y los demás descendientes retroceden—. Será con mis términos o se quedarán sin energía Oserium.
He dejado que la electricidad traspase las capas de piel, y he llamado al aire que ha acudido sin demora. De modo que mi cuerpo chispea, un remolino devastador se forma esperando que le dé la orden y por si no es suficiente, la tierra empieza a temblar.
—Escuchen lo que quiere —ordena una voz desde la penumbra.
Es la voz de Jasper.
Hacía bastante que no lo escuchaba, pero esa sensación de correr y esconderte solo la transmite una voz como la suya. Escalofriante igual que una serpiente de cascabel; bífida y rasgada.
Todos bajan la cabeza a medida que él va pasando. Nadie le mira el rostro, nadie quiere asomarse a los pozos sin fondo que representan sus ojos negros; siendo estos los más impresionantes que existen. Impresión de la mala, de la que te hace sudar pánico, claro.
—¿Qué quieres sucesora Daynon?
—Quiero que liberen a Lilly y a Forian —digo concisa.
Jasper no parece molesto con mi pedido, mas en ese rostro sepulcral carente de expresión es difícil asegurarlo.
—Por mí no habría problema —avala—. Pero lastimosamente, mi compañero cree que son necesarios para sus experimentos.
—Me va a tener a mí —grito por encima del batir del viento que he agitado—. Eso es más que suficiente que cualquiera de ellos. Libérenlos y me entregaré sin resistencia.
Jasper mira a un australiano, y este corre a una velocidad inaudita perdiéndose en la noche. No han transcurrido diez minutos cuando está de nuevo a la vista, pide permiso para acercarse a Jasper y él se lo permite. Le dice algo al oído pero el semblante del rumano se mantiene sin variaciones.
—Él accederá —declara e inconscientemente deshago el remolino—. Pero solo uno. Debes escoger uno de los dos.
No.
Imprecado sea el que lo ha planteado.
—Eso no fue lo que pedí.
—Es eso o nada. Tómalo como una oportunidad. Si te niegas, nos quedaremos con ellos, iremos a por los demás en la Fortaleza y de todas maneras terminaremos atrapándote. ¿No querías ofrecerte como ofrenda de paz? Yo lo acepto, porque eres lo único que me interesa. Él también está dispuesto, pero con su propuesta.
Y ha llegado el momento crucial, el momento que traté de evitar a toda costa. Si vine hasta aquí ignorando mi voz interior que me pedía encarecidamente que no lo hiciera, fue para salvar vidas, todas las vidas de quienes amo, todas las vidas a cambio de la mía. Todavía puedo conseguirlo, pero tengo que sacrificar otro junto conmigo. ¿Cuál decisión tomar ahora?
Por un lado está mi mejor amiga, indefensa a pesar de contener un poder suficiente para terminar con seis personas en un pestañeo. La que me ha acompañado en el transcurso de los años, la que compartió mis primeros secretos, alegrías y temores. La que tienen retenida por mi culpa.
Y por el otro lado, está mi fiel guardián. El que fue capaz de ir en contra de su propia naturaleza para salvarme de las garras de la muerte. El que ha estado rescatándome cada ocasión, el que ha conectado conmigo de una manera tan especial que ni siquiera Aaron, Arthur o Adrián han conseguido.
—No tenemos toda la noche Khristenyara —apremia Jasper.
Un nombre. Solo debo decir un nombre.
Apago la llama de mis ojos, regreso a su lugar todas las chispas amenazadoras y separo mis labios para anunciar mi decisión.
—☆Notas☆—
¡¡¡OTRA DECISIÓN!!! Y esta ya no es sobre ella misma 😬.
Ok, dejemos eso para el siguiente capítulo. Vengo a dejar el anuncio corto que estén al tanto en mi canal de YouTube preparé para ustedes la canción que le dedicó Adrián a Khris 😭 "Hero" (Héroe). Escucharán la melodía y leerán el resto de la letra. ¿No aman a esta cosita Kane? Porque yo sí 🥺 Aunque esté un poquito afectado del coco por amor😅 Aunque, ¿quién que verdaderamente ama no lo está?
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[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
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