Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

☆57☆ REUNIÓN KANE

Khristen

—Buenas noches Haru Nakamura, no sabía que estabas aquí.

Escucho decir a Arthur desde la puerta corrediza que divide la terraza de la cocina. Pero sigo enfocada en mi plato, muy enfocada. Es un plato bonito...

—B-Buenas noches... señor Kane —responde el chico manga.

—Necesito llevarme a Khristen —le dice como si yo no estuviese presente.

—Yo ya me iba señor. —Haru se pone de pie.

—No has terminado. —Señalo toda la comida que queda en su plato—. Ni yo tampoco —agrego si girar la cabeza—. Además eres mi invitado.

Tres segundos, y de una zancada tengo el envolvente aroma Hugo Boss penetrándome hasta por los ojos. No puedo ver al portador de dicho aroma, pero siento su cálida presencia a mi espalda. Arthur apoya una mano en el brazo del sofá y la segunda en el espaldar, inclinándose, pegando su cara a mi oído. La calidez que desprende cruza la distancia ínfima que nos separa y se va colando por mis poros, inmovilizándome. No puedo hacer nada más que no sea tragar grueso y sufrir los revoloteos de las mariposas de mi estómago.

—Vas a venir conmigo ya mismo, mi familia está impaciente por conocerte.

—Estoy comiendo... —Vuelvo a tragar saliva, pero el nudo de mi garganta se empeña en quedarse. Ignoro las chispas en mi garganta y las cosquillas que me produce en el cuello la respiración masculina.

—No me obligues a obligarte —susurra bajo y aprieto mis puños.

¡Se va a enterar! ¿Quién se creé para ordenarme? Con Arthur todo es paz y armonía mientras hagas lo que él dice pero de lo contrario se vuelve un controlador insoportable. Dejo el plato en la mesa de al lado y me pongo de pie para decirle unas cuantas...

Silencio. Ni un mú sale de mis labios.

—¿Entonces? —Se mete las manos en los bolsillos del pantalón esperando que lo acompañe.

Yo no puedo hablar. Arthur está guapísimo. Yo no puedo hablar.

《¡Reacciona!》

—Te i-iba a decir q-que...

Traje satinado gris, camisa negra, cabello peinado hacia arriba, accesorios de oro blanco y la mirada más potente del mundo.
Respiro, concentrándome. ¿Qué era lo que le iba a decir? Ah ya...

—La gente normal pide las cosas de por favor —atino y me siento orgullosa de mí misma.

Entonces él se muerde el labio inferior y finge que se piensa algo. Reprime una sonrisa y se acerca a donde estoy parada. Grito ayuda desde adentro pero al estilo de hámster mojado que me sale siempre.

—Pero tú y yo sabemos que no soy normal —dice mirando mi nariz, luego la boca, el mentón...

Intento separarme pero con rapidez sube la mano hasta mi espalda, impidiéndolo.

—No obstante, como has hecho algo especial esta noche... —Sus ojos recorren mi figura y por todos los cielos de Irlendia, vuelvo a sentirme expuesta, débil e incapacitada—. Te cumpliré el pequeño capricho...

Empiezo a contar cerditos con pijamas rosados para evitar que el volcán que se ha desatado en mi interior alcance la epidermis y lo queme a él y al vestido. Le doy un vistazo a Haru que está muerto de vergüenza en su lugar. La escena que damos Arthur y yo debe parecerle bastante privada.

—Acompáñame a presentarte a mi familia —repite y centellas le amplian las pupilas—, por favor.

La voz grave con la que ha dicho esta última frase, la cercanía, su perfume... todo está preparado para que yo como una tonta asienta y me deje guiar por su mano al interior de la casa. Balbuceo a Haru que me espere con la esperanza que haya entendido.

—Por cierto bonita manilla. ¿De dónde la has sacado? —inquiere mientras caminamos sin dejar de mirar al frente.

—Es un regalo.

—¿De quién?

—De alguien —me limito y entonces él me mira serio. No obstante su orgullo le impide seguir insistiendo y no averigua más nada.

Pasamos la cocina y veo a Jackson en una esquina hablando por teléfono; aparto la vista apenada cuando mira divertido como su señor al que yo me negué a obedecer, me hala del brazo a su antojo. Antes de llegar a la sala principal me animo a preguntarle:

—¿Se puede saber que es eso especial que según tú hoy he hecho para que accedieras a decir la espinosa frase 'por favor'?

—Peinarte —dice sin más y arrugo la nariz.

Llegamos a la sala donde están los Kane reunidos y aunque ya los vi minutos atrás, la densidad del aire que se respira en la zona evidencia lo que todos ya saben: los reyes de este universo se hacen notar con la mera prescencia.

Mi madre también está ahí sosteniendo una bandeja con copas de vino.

—Damas y caballeros —anuncia Arthur—, me complace presentarles a la Legendaria princesa , Khristenyara Daynon.

Saludo con la cabeza ante sus miradas penetrantes, y vaya que atraviesan mi organismo, como si tuvieran rayos láser en vez de ojos. El primero en ponerse de pie es el tío, con su galantería tipica llega hasta nosotros y ya sé de quién aprendió Arthur que los frascos de perfume son para bañarse y no atomizarse dos veces. Alker me toma la cara entre sus manos y me besa la mejilla. Me quedo inmóvil por el gesto de confianza.

—Vaya ¡si es una preciosidad! —alaba y me llega el aliento mentolado de su chicle—. Esos ojos como caramelo me enloquecen —Hace un guiño y me sonrojo. Luego se separa para admirar el vestido—. Veo que mi sobrino te ha atendido bien —Coloca su brazo derecho en los hombros de Arthur y le palmea el pecho.

—El señor Alioth y sus hijos han sido muy buenos conmigo —aclaro con un hilo de voz.

—Oh... entiendo. Mi hermano es buen anfitrión, pero no puedo decir lo mismo de este trozo de piedra —Le hala un cachete a Arthur y este hace una mueca—. Quiero saber tu secreto para sacarle más de dos palabras que no sean órdenes —pide jocoso.

—Bueno... yo...

—Ya basta Alker, no comprometas a la joven —interviene Asella, la mayor de los Kane—. Debes disculpar a nuestro hermano Khristenyara, lo dejaron caer por la cabeza cuando nació.

Todos se ríen menos ella. Hasta a mí se me escapa una risita.

—Soy Asella y ella es mi hija Altaís —presenta y la muchacha saluda con la cabeza sin muchas ganas.

—Mucho gusto —le digo sin respuesta.

Esa niña lo que tiene de hermosa lo tiene de engreída.

—Y estos son mis bebés, a quien debes haber conocido en la Academia. —Alker señala con brazos abiertos a sus hijos.

—Papá... —resopla Anira molesta en tanto su padre llega hasta ella y se sienta en el brazo del mueble.

—No le gusta que lo diga, pero tengan la edad que tengan siempre serán mis bebés —Besa a la chica en la cabeza—. Y este es Ánssel, ¿a que es guapo?

—Em... —vacilo si contestar.

—Y mucho más agradable que acá su primo el ermitaño —Señala a Arthur y alguno de los presentes vuelven a reírse, incluso Alioth.

Alker tiene una gracia natural, coqueta y atractiva que te amarra a no separarte una vez que lo conoces. Además con su apariencia y billetera tiene todas las condiciones reunidas que lo vuelven irresistible para las mujeres.

—No espantes a la chica recién la conoces —dice Alioth tomando una copa de la bandeja que carga mi madre.

—Bah —Alker hace un ademán de poca importancia—, a las nenas les encanta mi forma de ser. ¿No es cierto caramelito?

—No me incomoda —confieso sonriendo por el apodo en alusión a mis ojos.

—Bueno, mi nombre es Adara —toma la palabra la otra mujer—. Y ellos son mis hijos Alissa —Levanta la copa en dirección—, y Adrián, a los que también conoces de Howlland.

—Hola de nuevo Khris. —Alissa agita la mano y le devuelvo el saludo.

Saludo también a su hermano, pero para mi sorpresa se pone de pie y se acerca a nosotros. Recortando la distancia, bajo la luz eléctrica, puedo apreciarlo mejor. Algunos chorongos le caen en la frente y se acomoda el sombrero mientras camina. Tiene como su primo Ánssel, lunares repartidos por toda la cara, cuello y el empezar del pecho... Subo la vista y me enfoco en su cara, su cara esculpida con rasgos curvos y suculentos. Hace una leve inclinación de cabeza y me toma la mano derecha, inclinándose a besar el dorso.

—Es un honor querida —exclama sin soltarme la mano, sin apartar sus ojos metálicos de mis ojos—. Adrián Benjamín Kane, para servirte —se presenta con una voz ronca y baja.

—El honor es mío —sonrío por sus maneras nobles a pesar que viste como un artista pop bohemio.

—Nunca será tan grande como el mío —asegura.

Siento la mano de Arthur afincarse en mi cintura y moverme contra sí. Adrián me suelta.

—Bueno ya que todos se conocieron, daré la orden que empiece el banquete —gruñe.

—¿Tan pronto? No tenemos mucho apetito —dice Alker.

—Yo sí —reposta Arthur y sin soltar mi cintura, me guía a la mesa.

—Ábner aún no llega con Maya —hace notar Alissa.

—Hubiera estado a tiempo —habla Arthur abriéndome una silla para luego sentarse al lado.

Sus parientes comiezan a levantarse y nos acompañan en breve, así que no me da tiempo de decirle lo descortés que ha sido eso último. Los empleados de la mansión no se hacen esperar, trayendo primero los entrantes, luego la ensalada y el plato fuerte. Dentro, la calefacción artificial consigue un ambiente agradable y Alioth ha pedido que se ponga acompañamiento musical en volumen moderado para hacer más deleitable el momento.

Comer con los Kane no es lo más sensacional del mundo; empezando porque sus temas son respecto a negocios, el balance de las acciones y lo voluble del mercado de valores según la temporada. Las conversaciones transcurren en un perfecto inglés pero mi mente lo capta todo en chino. Traen a colación también el preocupante tema de Aaron y las teorías que ellos mantienen respecto a los agujeros negros. Algunos piensan que si él lo decidió ya encontrará una manera de volver y no hay que preocuparse en exceso. Otros debaten que sin energía Oserium no hay forma. Y así prosiguen dando su opinión al respecto y con cada nuevo punto de vista, noto que el rostro de Alioth refleja más angustia que el anterior.

—Existe una manera de cruzar a Irlendia—habla de repente Adrián y todos lo miran con asombro, incluyéndome.

Es de esas personas de las que olvidas su prescencia. Es precioso, pero como una sombra.

—¿Qué estás diciendo? —Arthur no cabe en sí de la perplejidad.

—Ordena que se vayan. —Adrián señala a los sirvientes que han permanecido toda la cena de pie por si los señores necesitan cualquier cosa.

—Déjennos solos —ordena Arthur impaciente.

Estos se esfuman ante el mandato y solo nos quedamos los de la mesa. La mayoría de los trabajadores de Mansión Fortress saben qué tipo de humanos son sus jefes porque la suma que se les paga es desorbitante. Quedan algunos externos que no interactúan directamente con los Kane y por tanto no tienen ni idea. Pero los internos sí, por lo que me preocupo que Adrián haya pedido que los sacaran; lo que debe decir es de alta confidencialidad.

—La solución está delante de sus ojos y no se han dado cuenta —dice con su tono arrastrado como un viejo profesor minimizando un complejo cálculo.

El silencio que abarca se hace más latente con el correr del reloj.

—¿Qué esperas?, ¿el redoble de tambores como en la tele? —se exaspera Arthur—. ¡Habla maldita sea!

—Khristenyara Daynon —anuncia traspasándome con esos ojos metálicos

Arthur arruga la frente más desconcertado y vuelve a reinar el silencio.

—Tiene lógica —lo rompe finalmente Asella la mayor del patriarcado—. Ella recogió toda la energía Oserium que guardaba la caja, por tanto es el canal entre universos.

Adrián reservado en palabras se limita a asentir y los demás dejan sus suspiros de comprensión.

Según ese planteamiento la única alternativa soy yo.

—¿Estás diciendo que Khris puede conseguir abrir un portal entre universos? —interroga Alioth.

—No suena tan descabellado si unimos los razonamientos —apunta pensativo Alker.

—Un momento, un momento. —Arthur se aprieta las sienes—. Khristen apenas tiene control sobre acciones simples, ¿de qué manera va a lograr una anomalía?

—Puedo intentarlo... —musito y todos me miran—. Por Hoyuelos haría cualquier cosa.

—Ustedes saben que se ha organizado secuestros para Khris. Dentro de Howlland no son pocos los que quieren matarla.

—Estamos conscientes —expresa Adara con tranquilidad tocándose su collar de perlas—. Cada descendiente sabe lo importante que es esta criatura y el papel que cumple en la profecía. Por su culpa inició la gran Guerra Roja y es comprensible que algunos razonen que acabar con su vida sea una buena venganza.

—Eso es estúpido —interrumpe Anira—, los Legendarios jamás se enterarían, ¿qué importa si está viva o muerta? Ellos están literalmente en otro universo.

—No estés tan segura —toma la palabra Altaís, la hermosa hija de Asella y me sorprende la voz recia que posee.

—Explícate —se irrita Arthur.

—Están convencidos que si matan a Khristenyara tendrán nuevamente contacto con sus ancestros. Ellos ambicionan conocer el universo paralelo, y entregarle el sacrificio a los Legendarios es la única manera.

—Define «ellos» —exige.

—Jasper Dónovan —declara Altaís y un frío seco se apodera de mi cuerpo—, él y sus aliados.

—¿Qué sabes tú de Jasper? —inquiere Arthur—. Entró a la Academia cuando cursabas el último grado y que yo sepa no es de los que hacen pijamadas.

—Todos sabemos quién es él y que viene de Irlendia. Fue concebido por un Legendario y no cualquiera, sino uno de Balgüim.

—Eso no importa —habla Ánssel—. El signo de interrogación es Legendario y que yo sepa no quiere matar a Khristen. ¿No? —inquiere hacia mí.

—Forian jamás me haría daño —aseguro.

—Lo que es curioso, siendo un destroyador ¿no te parece? —pone en duda Altaís.

—Él no presenta peligro para ella —se mete Alioth—. Estuvo años ocultando su origen hasta el secuestro de la princesa por mano de los rusos. Fue el que la encontró, la sacó de allí y la trajo sana y salva.

—Pues ahora todos confirmaron que es un auténtico destroyador aunque fingen que no —aclara Ánssel—, y es cuestión de tiempo que lo saquen del medio. He escuchado cosas por los pasillos...

—¿Acaso es el único que puede protegerla? —Se altera Arthur.

—Hijo...

—¿Nosotros qué pintamos? —sigue él—. Tenemos sangre de acero suficiente para acabar con esos parásitos rusos, alemanes y escachar a todos los rumanos. —Se pone de pie apoyando las manos en la mesa—. ¿Tan solo saben las ganas que les tengo?

—Calma sobrino —Alker se saca un chicle del bolsillo del traje—. Yo te acompañaría gustoso a patearles el trasero, pero como descendiente de guerreros sabes que lo más prudente es pensar y preparar una estrategia —Se mete el chicle en la boca.

—Cada minuto que pasa ellos nos superan en planes y estrategias. —Arthur se inclina hacia adelante—. ¿Y qué hemos hecho nosotros? Parlotear estupideces y teorías que no permitiré. —Me señala.

—Pensé que querías encontrar a tu hermano —dice Anira tomando una servilleta para limpiar sus labios.

—Y quiero encontrar a mi hermano —responde el mayor entre dientes—. Pero él se fue a Irlendia por su propia voluntad y ahora tenemos un problema grave. No voy a exponer a Khristen a que abra agujeros negros habiendo una guerra del otro lado donde el objetivo precisamente es matarla.

—Lo imprescindible en esta situación es poner a Khris a salvo y hacerle entender a los descendientes de los oscuros que es intocable —determina Alioth

—Pero ¿cómo? —inquiere Ánssel.

—Al retrete esperar para las estrategias —Alker tira a un lado su servilleta—. Levanten la mano los que estén a favor de empezar a cortar cabezas —propone y levanta la mano.

—No es tan fácil. —Alioth respira hondo—. Son herederos mundialmente seguidos y respetados, no podemos actuar a lo medieval.

—¿Y de qué forma entonces? —pregunta Alissa con una nueva piruleta.

¿De dónde las sacará?

—Ese paso tendremos que meditarlo con mucho cuidado —dice con simpleza Asella y Arthur se desploma en la silla.

—Ey, tranquilo —lo calmo con mi mano sobre la suya.

A veces temo que le de un infarto repentino o algo así. Tanto estrés y presión no puede ser bueno para vivir. Y Arthur aunque es joven siempre parece mayor por toda la presión con la que vive.

—No me perdonaré si algo te pasa, no de nuevo...

—No va a pasarme nada —prometo sin estar muy convencida.

A menos que el plan que se les ocurra a los Kane sea bueno, me veo en la mesa quirúrgica de los Petrov abierta de arriba abajo.

—Señor Kane. —Eddy irrumpe en el comedor dirigiéndose a Alioth.

—¿Qué sucede Eddy? Se les dio órdenes que nos dieran privacidad.

—Lo siento señor, pero los compañeros de su hijo están aquí.

—Yo no invité a nadie. —Arthur vuelve a tensarse.

—Pues están afuera señor, han estacionado sus autos en el driveway.

—Échalos —dictamina él.

—No seas grosero, los habrás invitado y ya no te acuerdas —regaña su padre.

—Me acuerdo muy bien de todo lo que hago —replica Arthur—. Y no quería intrusos esta noche.

—¿No confías en tus amigos? —increpa Anira.

—No cuando se trata de Khris. Nadie que no descienda del clan Fayrem o Idryo debe enterarse de nuestros planes.

—Pues se da por terminada la reunión. —Asella se levanta acomodándose el abrigo de piel—. Dentro de un rato también llegarán los amigos de mis sobrinos y esto será como todos los años un hervidero de adolescentes. ¿Mandaste a preparar la sala secundaria en la planta de arriba, Alioth?

—Sí hermana mía. —Alioth se pone de pie dispuesto a acompañarla

—Trasladémonos allá. Vamos Altaís.

Su hija la sigue, tomando antes una servilleta y los tres desaparecen de nuestras vistas. También se levanta Alker, para sacarle la silla a su otra hermana como todo un caballero y le deja el brazo para llevarla escaleras arriba. Cuando pasa por mi lado me extiende la mano y yo abro las mías recibiendo un chicle de menta. Alker me tira un beso antes de irse.

—¿Qué hago con sus compañeros de la Academia, señor? —pregunta Eddy.

Arthur resopla.

—Diles que pasen.

—No sé por qué Ábner demora tanto —se preocupa Alissa, la menor de los primos saboreando rápido su piruleta y revisando el celular.

—Estará en las largas sesiones de formalidades con sus suegros, ya saben lo anticuados que son —expresa Anira la hermana del mencionado levantándose—. Ánssel ¿me acompañas al bar?

—Me apetece un mojito para ir calentando —acepta su otro hermano y ambos caminan en dirección a la segunda planta.

Alissa los sigue en silencio sin despegar la cara del teléfono. Por tanto, quedamos Adrián, Arthur y yo. Miro al primero que mantiene la expresión agradable con una sonrisa discreta y vuelve apropiarse de mí la sensación de antes... Arthur se da cuenta de cómo nos miramos y carraspea la garganta. Cambio la vista.

—¿Te vas a quedar ahí? —le inquiere a su primo.

—¿De verdad te molesta? —bosteza sin alterarse.

—Claro que no —masculla Arthur y lo noto tenso.

—Nunca te había visto por los pasillos. —Me atrevo a dirigirle la palabra a Adrián.

—Yo a ti sí —revela y los ojos le brillan.

—Howlland es muy grande —se mete Arthur—. Y él no resalta, con habilidades de sombra e invisibilidad, normal que no lo hayas visto.

Me pongo roja por la poca educación de sus palabras y Adrián en cambio sonríe negando con la cabeza. El aire alrededor de Arthur está tan cargado que justo cuando pienso que las copas de cristal estallarán en mil pedazos, Robin Dickson y su hermana, la muchacha de piel negra que conocí en la fiesta del yate, irrumpen en el comedor. Detrás viene Hugo.

—Buenas noches —saluda Robin con su look rap elegante—. Uyy su altísima majestad —canturrea haciendo una reverencia—, mis respetos.

—Deja de hacer el tonto —regaña Arthur y se acerca a chocar palmas y recrear un saludo de amigos con él.

Saluda también a su hermana con la mano y a Hugo con un corto abrazo.

—¿Aquí sirvieron erizo? —pregunta el alemán.

—¿Por...? —Sonrío y me levanto para llegar hasta ellos.

—El aire está denso. —Frunce el entrecejo evidenciando que es todo un descendiente del aire.

—Ideas tuyas —espeta Arthur y Adrián sonríe contradiciendo al primo.

Este último se levanta perezosamente y camina en dirección al baño de invitados que está en esta planta baja.

—¿Se puede saber por qué vinieron? —El dueño de la casa no se escucha enfadado como hace unos segundos, pero sí curioso.

—¿Hola? Todos los años venimos en las mismas fechas —alega con obviedad la hermana de Robin—. ¿Se supone que ahora que su majestad está tenemos que esperar invitaciones o algo así?

—Claro que no. —Llego hasta ella para estrecharle la mano—. Y solo Khristen por favor.

—Shanti. —Me devuelve el saludo.

—Por Juno, estás preciosa —Robin se interpone y me da una vuelta— ¿Se puede saber quién te ha comprado ese vestido? —Mira a Arthur divertido y por primera vez en la vida veo que las mejillas Kane suben de tono.

Se queda callado reconociendo el hecho y los demás ríen.

—Krhisten —Hugo me da un corto abrazo—. Bonita manilla —Señala.

—Muchas gracias.

—Bueno ya que estamos unos cuantos, ¿por qué no subimos al bar a un partido de bolos? —propone Robin uniendo las palmas.

—¿Dónde está Hiro? —Shanti mira a todos lados.

—Se quedó hablando con su hermano en la terraza.

—¿Hiro vino? —me asombro.

—Sí, pero estaba muy molesto con Haru.

—Enseguida vuelvo .—Me encamino al lugar mencionado.

—Khris... —llama Arthur.

—No quiero que lo regañen por mi culpa, fui yo la que le pedió que se quedara.

Sin más demora, paso la cocina donde los sirvientes están lavando los platos, y salgo a la terraza buscando por todas partes. A primera vista no encuentro a los hermanos, hasta que al fin los veo del otro lado del área de la barbacoa. Recorro bajo la luz de las estrellas el borde de la piscina viendo como Hiro gesticula fuera de sí. Le está gritando en japonés a Haru y este último se abraza así mismo con la cabeza baja. No conocía esta faceta del extrovertido Hiro, y nunca la hubiera imaginado.

—¿Hiro? —hablo alto a pesar que me he acercado lo suficiente.

Al escuchar de mi voz, el hermano mayor se endereza y cambia por completo el rostro, ablandando la expresión.

—Khris... menuda sorpresa.

—¿Haru estás bien?

—Él sí pero nuestro padre no. No está nada contento. —Hiro es el que responde tensando la mandíbula—. Cuando nuestros primos y hermanos vieron que Haru no llegaba contactaron al patriarca Nakamura en Japón y se armó un verdadero escándalo.

—Quiero hablar con el señor Nakamura, yo fui la que le pidió a Haru que se quedara.

—Ya yo calmé a nuestro padre —explica Hiro—, pero le prometí que hablaría con mi hermano para que esto no se repitiera.

—Y creo que ya lo has hecho ¿no?

—Sí —admite un poco avergonzado.

—Ha sido muy bonito pasar estas horas contigo chico manga. —Me acerco a él y lo abrazo sin respuesta. Cuando lo estrecho percibo que está temblando.

Cuando lo estrecho percibo que está temblando.

—No te preocupes, me encargaré de hablar con tu padre y a ti no te pasará nada.

Medio sonríe y le acomodo el cabello de la frente.

Oyasumi —desea.

*Buenas noches.

Oyasumi —me despido y veo como se va buscando el driveway para subirse en la limusina que lo espera y volver a su casa.

—Bueno preciosa —habla Hiro retoma su tono habitual—, veo que hoy te has superado, luces como la realeza debe estar.

—Gracias. —Aún tengo la cara avinagrada.

—Oye .—Coloca ambas manos en mis hombros—. Si no regañaba a mi hermano iba a ser peor para él, no sabes cómo es nuestro padre.

—¿Tenías que gritarle?

—Me preocupé muchísimo, si algo le llegara a pasar yo... —Se pasa la mano por el cabello hacia atrás—. Está enfermo Khris —confiesa y distingo con claridad que le ha pesado revelar el detalle—. Los niños así suelen estar rodeados con un seto protector más recio que uno sano.

—Pues ya viste, está bien y ha comido bastante —abogo sin detenerme en la enfermedad de Haru—. Así que no permitas que lo castiguen en casa, ¿de acuerdo?

—Te lo prometo.

Ante la determinación de Hiro vuelvo a relajarme.

—Me alegra que hayas venido.

—No me lo perdería por nada —Me ofrece el brazo para emprender la marcha a la casa—. Epa, que manilla más hermosa —Repara en el accesorio cuando me engancho de su brazo.

—Es un regalo.

—¿De alguien especial?

Tomo un instante para responder.

—Sí, de cierta manera sí...

Atravesamos la terraza y entramos por la cocina sin esperar que haya alguien, pues los chicos estaban insistiendo en subir al bar. Cuál es mi sorpresa al encontrarme a Arthur Kane, sentado en el mueble principal de la sala, moviendo un pie inquieto y cruzado de brazos.

Al vernos se pone de pie mirando con evidente molestia el brazo de Hiro sobre mis hombros. Lo quito al momento.

—¡Amigo mío! —saluda jovial el japonés pero solo recibe un asentimiento seco de cabeza.

—¿Se ha ido Haru? —me pregunta Arthur.

—Así es, tuvo que hacerlo.

—Subamos nosotros entonces —dice el Kane y me adelanto a la escalera.

Noto que Hiro me sigue pero es detenido por una mano en el pecho de Arthur. La mirada del segundo es tan intensa y amenazadora que por un instante el heredero Nakamura se queda serio, recibiendo los mensajes silenciosos. Pero no pasan diez segundos y vuelve a mostrar su típica sonrisa, haciendo una reverencia e indicando con las manos que Arthur puede subir primero.

Es lo que sucede, y cuando Arthur llega hasta mí y descansa su cálida mano en mi espalda baja, trato que mis piernas no flaqueen y me permitan llegar a la cima.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro