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☆45☆ LA MODA Y SU ESENCIA.

Khristen

Un centro comercial. Y no uno cualquiera, esta construcción era más imponente, gigantesca y lujosa que todos los Mall¹ que había visto en Estados Unidos. Arthur si que tenía una gran manera de ridiculizar a los demás; igual que el primer día que llegué a su casa, no podía sentirme más fuera de lugar. También ha comentado que soy Legendaria y ahora anda asegurando que puedo confiar en sus arrogantes y engreídos primos. Vaya grupo selecto me ha tocado como resguardo...

Las puertas se abren y Arthur se separa para arreglarse la camisa y salir afuera.

—¿Qué pretendes hacer conmigo si se puede saber? —pregunto viendo el piso donde se ha detenido el elevador abarrotado de tiendas con artículos femeninos.

—Hoy Khristenyara Daynon, te voy a convertir en una princesa.

Y señala afuera para que empiece a caminar. Lo hago meditando en lo que significa su concepto de "princesa". Agradezco que se haya tomado las molestias, Arthur es un hombre ocupado y quizás hasta haya cancelado citas en su ajetreada agenda para traerme aquí. Pero si pretende comprarme indumentaria de pies a cabeza está muy equivocado.

—Arthur. —Detengo la marcha a unos pasos del elevador. Los guardaespaldas también se detienen—. Llévame de vuelta a casa.

—¿Por qué? —inquiere.

Su tono no es brusco, pero se percibe que ha quedado desconcertado.

—No quiero que gastes un céntimo en mí. De hecho nadie, no quiero que nadie se gaste una suma exorbitante en cosas que no necesito.

Pienso que va a enojarse, decir algo hiriente de esas frases que usa para humillar, pero no. Desvía la vista a las tiendas, después a mi ropa y luego a las tiendas de nuevo.

—Ven conmigo. —Me toma de la mano.

—Arthur... —Intento resistirme.

—Solo un momento, no te obligaré hacer nada que no quieras, te lo prometo.

Lo dice de una forma muy cautivadora, y combinada con esos penetrantes ojos plomizos me dejo llevar sin resistencia hacia la primera entrada. Ante su presencia, las personas de adentro enloquecen y tiemblan de emoción, le tiran fotos con sus celulares y ovacionan su nombre con el mismo frenesí que hace unos minutos cuando nos bajamos del auto para adentrarnos al Centro. Entre Jackson y el otro hombre, que por lo que he escuchado antes se nombra Tom, obligan a todos a despejar el área y hacen rápidas llamadas con sus celulares para que una docena de guardias de seguridad del Centro deje libre todo el piso. Literal, en veinte minutos Arthur ha conseguido tener cientos de metros cuadrados a su entera disposición.

Al final, dejo que el heredero haga lo que le apetece porque recuerdo con claridad las palabra que dijo hace un tiempo su hermano y yo he comprobado en carne propia:

"Cuando a Arthur se le mete algo en la cabeza es más fácil quitarle la cabeza que la idea".

Reparo en los artículos y parece ser una tienda exclusiva de gafas y accesorios para el cabello. Hay de todos los colores, tamaños, modelos. Las dependientas bajan la cabeza en señal de respeto cuando ven a Arthur y lo llaman «Señor» con suma educación. Él las ignora y va hasta un estante con varias opciones de anteojos oscuros hasta que se decide por unos polarizados color ámbar. Sin yo poder evitarlo, me los coloca en el rostro y acto seguido, descansa sus fuertes manos sobre mis hombros para girarme a un espejo enterizo. Me lucen bien, sin lugar a dudas.

—¿Te gustan?

Asiento con la cabeza. Tienen una montura de oro rosa y por los laterales de las patas se estampa el sello de la marca: Chopard.

—¿Y sabes por qué te gustan? —dice bajo a milímetros de mi oreja, provocándome cosquillas moderadas—. Porque sigues siendo tú Khris. No quieres cambiar, y lo entiendo.

Sí, el fenómeno acaba de resumir el verdadero sentido.

—Te voy a enseñar algo de la moda —susurra rozando la punta de mi oreja sin dejar de mirar el espejo—. Captar la escencia de tu persona y evidenciarla por cómo vistes es un arte, y toda arte lleva cuidado, destreza y atención.

Respiro hondo observando nuestro reflejo, uno muy cerca del otro. Él a mi espalda, con su perfume miel endulzando el ambiente, con su actitud humana logrando lo increíble: que lo escuche. Entonces se separa y ya no siento el calor de sus manos. Un gritito repentino se me ahoga en la garganta, produciéndome ese vacío en el estómago que me da después de haber tenido tan cerca a Arthur Kane y a los pocos instante tan lejos...

—Las llevo —Le dice a una de las dependientas y ella corre a buscar una envoltura. Tropieza con un mueble con forma de dado y estampa su cara en el suelo.

Arthur suspira molesto y se acaricia las sienes buscando autocontrol.

Siento pena ajena.

—Las llevaré puesta —anuncio a la mujer que anda temblando de arriba abajo.

Es indignante comprobar que todo el mundo le teme a Arthur.

En fin, la pobre parece aliviada con mi respuesta y salimos a la próxima tienda. Esta es de calzado. Lilly y yo habíamos ojeado Cosmopolitan antes, pero ver en directo la explosión de neuronas de los fabricantes es fenomenal. No me alcanzaría el día para detenerme apreciar cada una de las ofertas, son infinitas. De tacón de aguja, cuadrados, redondos, formas indescriptibles para cualquier usuario... No me pondría de esos ni aunque fueran la última opción en la tierra. De otro lado hay sandalias chulas, con brillanticos, zapatillas de cuero y otras tantas de piel cocodrilo. Y por supuesto, la sección deportiva no podía faltar. ¡Todos mis tenis favoritos están aquí! Lisos, de malla, con estrellas en las suelas, con influencias punk... Adidas, Sky Sport, Reebok, Gancini Ferragamo, todas las mejores marcas de este planeta. Por lógica, cuestan una barbaridad, y no me atrevería ni tan siquiera a ojear el precio. Cosa que no es impedimento para Arthur, que siguiendo la dirección de mi mirada, escoge unos Nike Air Force blancos de mi número exactos y regresa con la mayor disposición.

—Siéntate —ordena.

—Es que yo... —Miro la etiqueta y veo reflejado los cincuenta y nueve mil dólares que valen. Me atraganto con mi propia saliva.

—Anda son justos para ti.

—A-Arthurr... —balbuceo.

Este resopla irritado, ejerce presión por mis hombros, y me sienta en el dado grande que tengo detrás. Extiende los zapatos y me los pruebo a regañadientas. Quedan geniales.

—Ahora son tuyos —sonríe autosuficiente.

—No puedo aceptarlos son muy caros —trato de convencerme mientras modelo el pie en el lugar. Están tan cómodos...

—Tonterías, las gafas han costado más —ignora mi boca abierta y escoge otros pares de diferentes colores y marcas.

Quedando complacido con la cantidad, me hala por el brazo hasta otro departamento. Este es de ropa, y tiene el triple de tamaño que los anteriores. Necesitaría unos... ¿dos días? para recorrer esta monstruosidad de sitio. Como los guardaespaldas han limpiado el piso de clientes, y solo queda el personal que trabaja en el centro, comenzamos con calma a recorrer la tienda vacía. Ya sé porqué las chicas de Howlland ostentan tantos trapos, a su alcance poseen infinidades de telas cortadas en las más increíbles formas. Debe llegar un momento que se aburran y deseen vestir piezas fuera de lo común.

Mi acompañante se ha llevado un carrito, parecido a esos del supermercado, y va arrojando en su interior todo lo que creé que pueda gustarme. Jeans, sudaderas, abrigos con gorro... Todo es de marca y cuesta más de lo que podría pagar en cien años. Después de un tiempo razonable, me sitúa al lado de un probador y me pide que me pruebe algunas cosas, así que lo hago.

—¿No vas a comprar nada para ti? —pregunto dentro del probador, mientras intento ponerme una blusa que se empeña enredarse con mi cabello.

—Ya tengo un diseñador que va a casa. —Escucho desde afuera—. También tengo gente que se encarga de comprar a mi encargo.

Oh cierto, Aaron me lo contó mi primer día en la Academia. ¿Ambos Kane compartirán diseñador o tendrán diferentes para cada uno?

Puedo finalmente colocarme la prenda y salgo para verme en el espejo.

—Te queda muy bien. —Él levanta el pulgar después de bajar la revista que estaba leyendo.

Doy media vuelta para verme desde todos los ángulos, tiene razón. La verdad, tenía otro concepto cuando me trajo aquí, pero reconozco que es agradable comprobar que me equivocaba.

Porque para mí las princesas no son solo las que usan capa y corona; las princesas también son esas que le salen en las manos callos por trabajar hasta tarde, que tienen ojeras por estudiar tratando de salir adelante, que visten vaqueros y converses para enfrentar el mundo diario, ese que es una batalla constante en cuanto abres los ojos. Sí, para mí las princesas se difrazan de normalidad todos los días para intentar sobrevivir aunque estén con el alma rota, el corazón aplastado y la mente a punto de explotar. Todas las que son valientes y luchan a pesar de la vida, son unas princesas.

Miro de nuevo a Arthur que inconscientemente se ha quedado con los ojos fijos en un vestido negro. Es demasiado glamuroso para mi estilo pero... Se da cuenta que lo observo y vuelve a ojear su revista. Entro al probador a quitarme la blusa y cuando salgo no lo encuentro en el mueble. Tal vez ha ido a pagar, o al baño. Me siento a esperarlo y mis ojos caen también en el vestido negro. Es inevitable no hacerlo porque desde esta perspectiva parece que a su alrededor se disparen centellas por las luces de la tienda.

《A Arthur le gusta mucho Khris, tal vez si te lo pruebas...》

Silncio mi voz interior y tomo una revista para entretenerme hasta que él llegue. Vuelvo a mirar al vestido. Quizás si me lo pruebo un momento... No es que vaya a usarlo, o que me importen los gustos de Arthur, para nada. Solo es... curiosidad, sí eso. Me levanto y lo quito del maniquí. Es seis, mi talla. Entro al probador y comienzo el cambio de ropa. Salgo a mirarme en el espejo y...

《Waooo Khris, al final don perfecto iba a tener razón》

Me veo bien, muy bien. Me veo como jamás se me ocurriría verme y lo mejor es que no resulto como esas mujeres de la tele inalcanzables, dignas de envidia, para nada. Luzco la verdadera yo, la daynoniana, la Legendaria, la futura emperatriz. La tela ajusta mi figura en los lugares adecuados y es holgada en el resto de las partes. Cae hasta cubrir mis pies, es suave y delicada.

—Luces... impresionante.

La voz masculina a mis espaldas me hace vibrar desde la coronilla hasta las piernas. Trago grueso y no me volteo, pero detallo toda su figura en el espejo, rígida, imponente, con unos ojos que ahora brillan posándose en mí. Da pasos para acercarse y palidezco cuando toma mi mano derecha y me gira de frente a él. Estoy parada sobre una redonda plataforma, pero Arthur me supera en altura por mucho, así que quedamos a la medida ideal uno delante del otro.

—Me encanta —susurra bajando la cara, escudriñando todo.

—Es un vestido muy bonito —articulo y la voz me ha salido como un gatito mojado.

《¡Si estás gritando en tu interior Khris!》

Le ordeno a mi consciencia que se esfume.

Los ojos con esa pigmentación inigualable se clavan con fuerza en mi complexión... admirados, deseosos, como si estuvieran apreciando lo más codiciado en este universo.

—No es el vestido —declara deslizando los nudillos por todo mi brazo—. El vestido no hace a la mujer, la mujer hace al vestido. Eres tú Khristen, eres tú...

《Aaaaaaaaaaaaaaaah》

—Gracias —musito.

Que bien que mantengo mi personalidad intacta, je je. Que grite mi subconsciente todo lo que quiera, porque mi garganta está tan seca que no refleja la erupción volcánica que se va desatando en mi interior.

—Aish —Arthur quita la mano haciendo una mueca—, ¿en qué momento te ha subido la fiebre?

Me toco a mí misma y tiene razón, estoy hirviendo. Esto siempre ha pasado cuando algo potente en exceso me causa exaltación. Como cuando me anunciaron en la escuela delante de todos que tenía el escalafón más alto de la historia de Palm Springs o la noche que Aaron me enseñaba el Libro Legendario y vi a Forian en la imagen. Ahora que entiendo que no soy humana, esas cosas cobran sentido. Pero las circunstancias estaban justificadas para ponerme así. Sin embargo ahora... ahora... ¿me gusta tanto Arthur para llegar a ese punto?

—Necesitas una medicina o... —empieza a decir preocupado.

—¡No! —detengo—. No, estoy bien.

—¿Segura? En el Centro hay una enfermería y...

—Seguro. Es... es algo que le ocurre a los daynonianos —suelto.

—¿En serio? —se sorprende.

—Sí, nos pasa cuando... cuando tenemos hambre —se me ocurre.

—De acuerdo... —acepta no muy convencido—. Vayamos a comer.

—Déjame cam...

—No te quites el vestido —pide brusco. Luego suaviza la expresión—. Por favor.

Las palabras no han salido rogadas porque bueno, es Arthur. No obstante lo complazco porque se ha portado correctamente desde la noche que Forian me rescató. Con sus suficiencias habituales, pero rozando lo amable y eso en él es todo un logro. De repente va hasta donde está uno de los guardaespaldas y saca unos puntifinos dorados que hacen un juego divino.

—¿Los has comprado sin yo enterarme?

—Tenía la esperanza que dejaras tu look casual en algún momento y probaras algo diferente —explica—. Siéntate.

Obedezco en silencio y él se agacha. Después toma mi pie derecho y lo descalza. Desliza la tela del vestido hasta la altura de la rodilla tortuosamente lento. Para cuando me coloca el primer zapato, tengo toda la piel de gallina. Repite la acción en el pie izquierdo y yo apenas respiro. Luego se levanta y se arregla la camisa. Podría acostumbrarme rápido a este Arthur, sí señor.

Salimos de entre los pasillos de ropa y los dependientes están esperando para envolvernos las que hemos tomado. Jackson y Tom son los que recogen las bolsas y nos introducimos en el elevador marcando Arthur el último piso. Arriba se extiende un restaurante elitista de clase alta, con balcones en semi circunferencias y cortinas oscuras en el resto de las ventanas. Entiendo porqué no quiso que me quitara el vestido negro, ni siquiera los camareros se rebajan a usar cualquier cosa. Jackson y Tom se quedan resguardando la entrada y nosotros nos adentramos buscando una mesa. Un camarero nos aborda y nos señala una disponible apartada de los balcones. Sigo al heredero que se detiene a pocos pasos de llegar.

—¿Arthur? —Una voz femenina se escucha asombrada.

—¿Qué pasa? —intento averiguar y me asomo al frente.

—¡Oh Arthur es tan estupendo que hayas decidido venir finalmente! —Jessica se levanta de su silla y se le engancha al brazo—. ¿Qué haces con esa? —Me analiza de arriba abajo.

Sin duda el vestido la ha sorprendido, pero no tanto como verme en un Centro Comercial con el soltero más codiciado de Howlland.

—Vinimos de compras —dice rápido él y se desprende del agarre.

—P-Pero... pero... —Ella no puede entenderlo.

—Había escuchado que el mundo es pequeño, pero no tanto como para terminar en una habitación cerrada respirando el mismo aire que tú —Se levanta Jason y reparo que él y su hermana ya habían comenzado el almuerzo—. A ti sí que es un gusto tenerte en una habitación cerrada nena —me dice con un guiño y Arthur tensa la mandíbula.

—No será problema —le responde aflojando la tensión—, nos vamos ya mismo.

—¿Qué? ¡No! —suplica la barbie rubia—. No te vayas lobito, quédate almorzar con nosotros, la plebeya puede almorzar afuera.

Lobito... ¡Lobito! Todo el volcán que ya se había adormecido vuelve a entrar en erupción. Había dado por hecho que Fabián se equivocaba con el compromiso de ellos puesto que Arthur había terminado la relación hace par de años. Todo el mundo lo sabía menos yo claro que en cuanto se ponían las ilusas de mi escuela a parlotear sobre los herederos de Howlland mis oídos se apagaban automáticamente. Sin embargo después de ser rescatada del palacete de los Petrov, tuve un chanse y me puse a buscar por internet. El impacto de su ruptura había sido incluso más grande que el de Brad Pitt y Angelina Jolie. Las fans del "Jessart" no podían superarlo, estuvieron suplicando su reconciliación por semanas. Jessica incluso tuvo que inhabilitar su cuenta de Instagram una temporada. Así de fuerte fue la reacción de los que alababan el ship.

A pesar que Arthur no le ha reído la gracia, ella mantiene esa cara ilusionada de quien no pierde las esperanzas.

—Camarero —llama esta a uno que pasa cerca—, dos platos más en nuestra mesa.

Mi compañero de ojos grises analiza la situación. Sé lo mucho que odia al primogénito de Jonan y el esfuerzo sobrehumano que debe hacer cuando abre la boca:

—Solo me quedo porque Khris está muy mal y necesita comer.

¡Rayos! Quiero decirle que no, que nos larguemos, que ya no tengo fiebre —mientras no se acerque demasiado a mí claro—, que mi volcán interior detonará más si me siento en la misma mesa que Jessica. Pero no puedo, así que muerdo la lengua y voy contrariada a la mesa donde Jason me espera con una amplia sonrisa, esa que le queda tan bien con su dentadura perfecta.

—Lo único bueno que Kane esté aquí es que te haya traído —dice suspicaz—. Al final tendremos nuestra cita antes de lo planeado.

—¿Cita? —increpa el Kane disgustado.

—¿Oh no te lo ha contado? Pensé, ya que se han vuelto tan amiguitos —Nos señala—, que te lo habría contado. Aceptó salir conmigo cuando la dejaste tirada en la fiesta del yate para meterte en la piscina con tus amigos —enuncia.

El ambiente se comprime y toso buscando oxígeno. Sí, Arthur sí lo sabía porque de hecho, fue lo que desarrolló nuestra discusión esa noche al regresar de la fiesta del yate.

—¿Podemos pedir ya el almuerzo? —intervengo mirando la carta. No entiendo ni una palabra de los nombres del menú pero la situación no puede estar más incómoda, por lo que urge cambiar el tema.

Arthur se sienta a mi lado y la barbie rubia toma su respectivo lugar junto a su hermano.

—Y bueno cuéntame, ¿cómo es que el gran Artur Kane termina trayendo a su criada a las compras? ¿Para que le cargue las maletas? —se burla Jessica.

Ambos O'Brien se ríen, aunque el chico más moderado y por acto reflejo mi mano aprieta el tenedor que reposa sobre la mesa, a la derecha. Me pregunto cómo se vería enterrado en la garganta de Jessica.

—¿Te parece que está vestida igual que una criada? —alega Arthur impávido—. Dime, ¿la has visto bien?

—El mono aunque lo vistan de seda, mono se queda —Empina ella la boca sacando los morritos.

No la aguanto.

—Bueno ya es suficiente ¿no? —interviene Jason—. Decidimos comer juntos y los ingleses mantienen la etiqueta en la mesa. Tan solo mira como me he retenido de darle al señor Kane todas las ofensas que se merece —añade sarcástico.

—Y mira como yo me aguanto de decirle a Jason que es un inútil que no me alcanza —Sonríe de boca cerrada Arthur—. Todos podemos ser corteses en la mesa sin necesidad de ser británicos.

—Yo pediré unas albóndigas de ternera. —Carraspeo la garganta mencionando lo único reconocible del menú.

—Construimos este centro para compradores muy exclusivos —sigue Jessica—. Arthur y yo estuvimos de acuerdo en eso a la hora de firmar los papeles, ¿cierto? —Mira al muchacho sentado a mi lado y yo quedo con cara de payasa.

¿"Construimos"?, ¿"estuvimos"?, ¿"firmar papeles"? Osea que... este lugar... Entonces me doy cuenta. Mi vista recae en las puertas de cristal del restaurante y el nombre con símbolo de mujer con corona que se estampa en ellas: "Jess'Art". Reviso las servilletas, que presentan el mismo logo. Las sillas, los uniformes de los camareros. ¡Soy tan tonta! Jess'Art, el ship, ellos dos... Muy en el fondo la barbie rubia mantiene las expectativas que su relación se retome. Pero ahora, ¿sabrá que Arthur no lo piensa? Porque no lo piensa... ¿no lo piensa?

¿Se puede tener cincuenta de fiebre?, porque es la temperatura que me ha subido ahora mismo.

—Jessica compórtate —pide Jason ya no tan divertido.

—¿Que me comporte? Yo no soy la que trata desesperadamente de aparentar lo que no soy.

Me inclino hacia adelante para responderle, ¡estoy harta! Y el tenedor está muy de acuerdo conmigo. En segundos estaría el varón de los O'Brian gritando por una ambulancia sino es porque el calor de la mano de Arthur sobre la mía me persuade a detenerme. Dirijo la vista a su cara y aunque no se gira hacia mí comprendo que lo tiene todo bajo control.

—Has hablado bien Jessica. —Arthur se arregla el puño de la camisa en actitud despreocupada—. También es mi local y te recuerdo que sin mi inversión no estaríamos aquí sentados, ¿o se te olvida que ni tu propio hermano quiso apoyarte?

Jason aprieta los dientes pero no repone nada.

—Así que una, puedo traer a quien me parezca y dos, Khristen no está aparentando nada que no sea.

—Ella nunca podrá igualarse a un heredero de Howlland.

—Tienes razón —puntualiza él—, nunca podrá igualarse.

Por una fracción de segundos deseo que la tierra me trague. De la misma forma que mi primera mañana en la Academia, que el mediodía que pisé el comedor y la tarde que entré en la piscina de "Titanic".

—Porque es superior, muy superior —afirma poniéndose de pie y el alma me viene al cuerpo—. Desde sus ojos a sus pies, cada hebra de su cabello, todo su ser es superior a cualquier descendiente. Y sabes por qué? —Se inclina hacia adelante y apoya las manos en la mesa, de modo que los músculos ejercitados se le marcan—. Porque es una daynoniana pura Jessica.

—Imposible... —exhala ella y juro que ni respira de vuelta.

Jason palidece observándome incrédulo.

—Las pruebas siempre estuvieron delante de nuestras narices pero no quisimos verlas.

—No eso no... —Trata de interponerse al razonamiento sin lograr resultados satisfactorios.

—Entonces ya lo saben —Arthur endereza la postura y yo también me levanto—. Khristen es una auténtica...

—¡No lo digas! —chilla la rubia casi llorando.

—... Legendaria —concluye colocándose una mano en el bolsillo del pantalón.

Los comensales de las mesas cercanas dirigen miradas de disgusto a la nuestra pero no se atreven a rechistar, nadie se le ocurriría quejarse de los dos dueños del Centro.

—Vámonos Khris, comeremos en otro sitio.

—No te preocupes —hablo por fin—, se me ha quitado el hambre.

Le dedico a Jessica una sonrisa de boca cerrada y doy media vuelta buscando la salida. ¿Estoy enfadada porque haya revelado la verdad? No, no lo estoy. Él mismo dijo que se encargaría de hacerles saber a todos que soy intocable y debo decir, no podría estar más de acuerdo. No es solamente la cuestión que me agrade en superlativo la idea de el mismísimo Arthur Kane defendiéndome, sino que llegado a este punto, acepto mi futuro porque como un viejo refrán irlendiés dice: Que ocurra lo que tenga que ocurrir. De hecho, ya es hora que algunas cosas cambien drásticamente.

Y yo voy hacerlo.

Hermoso edit de Khris y Arthur en Jess'Art (este es uno de mis favoritos)


Notas

¹Mall : Complejo de varias tiendas repartido por Estados Unidos y otros países. Se caraterizan por ser caros

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