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☆12☆ CONFLICTO INTERNO

Arthur

Tiro por quinta vez la pelota de Ulises. Lo hago con tanta fuerza que él demora bastante en encontrarla.

"Lo siento no estudié animalogía"

Esa niña ridícula disfruta burlarse en mis narices cada vez que tiene oportunidad. Intenté ser amable con ella hoy al mediodía después que los gemelos Dónovan casi la mandan al Hades. Pero es que ella... ¡cielos! me irrita demasiado. Cree que ser plebeya le da derecho a no tener respeto por nada ni nadie ¿Quién no mataría por graduarse de Howlland? Mentar ese nombre en cualquier grande empresa ya te tiene el futuro asegurado; abogados, médicos, ingenieros..., los mejores del mundo han salido de la Academia. Pero no, la señorita "no me importa nada" prefiere obstinarse con la suerte que le ha tocado y andar protestando cada dos por tres.

Sabía que era una mala idea que compartiera con nosotros, pero mi padre ha hecho caso omiso de mis palabras.

"Guaf"

—¿Y ella que tienes, eh? —Tomo la pelota que me ofrece mi perro— ¿Qué tiene de especial para que no le hayas arrancado la mano?

Ulises gime y se sienta en el lugar. A veces, bajo la luz de la luna, realmente parece un lobo. La razón por la que es tan especial es porque por sus venas corre sangre irlendiesa de los exclusivos Canisdirus, lobos gigantes pertenecientes al clan Fayrem. Por el año mil quinientos de nuestra era, algunos guerreros cruzaron por las anomalías sus Canisdirus. Estos se mezclaron con caninos humanos de Canadá y bueno, dieron como resultado esta raza especial de Malamutes.

Pueden cargar el triple del peso que su progenitor de la tierra, pero no son tan feroces como los lobos de Irlendia. Eso sí, solo dan dos o tres hijos por generación. El padre de Ulises murió cuando todavía mi abuelo estaba entre nosotros, y la madre está bastante débil bajo el cuidado de mi tía Asella, que también resguarda a su hermana canina. Es cuestión de tiempo que ambos se junten para hacer más cría.

"Guaf, guaf, guaf"

—Ya basta chico, es hora de descansar.

Lo conduzco a su caseta y lo amarro deseándole las buenas noches. Tengo que encerrarme ahora en la biblioteca y terminar los deberes que han dejado en Howlland. Entrando por la cocina me encuentro a Khristen con cara de pocos amigos quitándose un delantal. Me mira irritada y se cruza de brazos.

—Te buscan —dice en tono molesto— ¿Vamos? —le pregunta a mi hermano con una voz completamente diferente.

—Sí, subamos a mi habitación —responde Aaron y no me quedo a ver sus intercambios absurdos de amistad.

Otra cosa que me fastidia ¿Por qué Aaron y ella se llevan tan bien? En la mañana dejé que la guiara por Howlland para quitarme ese estorbo de arriba, pero es evidente que han desarrollado cierta complicidad y eso no puede suceder. La servidumbre es la servidumbre, y que la ridícula vaya a nuestra escuela no significa que deje de serlo.Tendré que hablar con Aaron al respecto.

Cuando llego a la sala principal me encuentro con los O'Brien sentados en uno de los muebles. Jessica vendría hoy a entregarle a Jackson los papeles del centro comercial pero no entiendo la desagradable presencia de Jason.

—Buenas noches —me aclaro la garganta para hacerme notar.

—Arthur. —Jess se levanta y se abalanza sobre mí a dedicarme uno de sus respectivos abrazos en los que participa ella sola—. He traído todo, mi abogado lo ha dejado listo para que Jackson lo revise y puedas firmarlo.

—Bien. —Asiento con la cabeza— ¿Y por qué no has venido sola?

Ella palidece sin saber qué contestar. Sabe que su hermano y yo somos el aceite y el vinagre, debía resistirse a que la acompañara.

—Yo he insistido en venir. —Se levanta él—. Tengo que consultar algo con tu padre en nombre del mío.

No le respondo nada y me marcho subiendo la escalera a la biblioteca. Jessica me persigue y cuando llegamos a la misma, le marco a Jackson por teléfono.

—Estará aquí en segundos —le digo después de colgar— ¿Algo para beber?

—Un coñac por favor.

—¿No es un poco fuerte para ti? —Abro la puerta del fondo de la biblioteca que conecta con la bodega.

—Hay que celebrar nuestra lucrativa inversión —alza la voz para que la escuche.

Busco entre las botellas del estante y encuentro un coñac Napoleón del 96. La verdad yo también necesito algo fuerte para aliviar mi malestar. Es esa niña y sus llamativos cabellos rojos que entorpece mis pensamientos. Debi calmarme, debo volver a conectar con mi paz interior. No puedo dejar que con cosas tan absurdas consiga arruinarme la noche. Ayer fui tan estúpido de hacer que me recordara el máximo linaje Daynon. Ya quisiera ella...

Sus ropas simples y su desparpajo característico nada tienen que ver con la realeza. No puedo entender cómo se me ocurrió algo tan descabellado; es bien sabido que ningún daynoniano cruzó nunca por los agujeros negros.

—Gracias —dice la rubia cuando le sirvo una copa.

Me siento cerca y empiezo a beber, el intenso sabor a madera es justo lo que necesito para aliviarme.

—Estás muy pensativo —hace notar Jessica revolviendo el líquido de su copa.

—Me fastidia que Jackson demore tanto.

—Ya vendrá. —Acomoda la espalda en su asiento—. Mientras podemos aprovechar que estamos solos para hablar.

—¿Hablar? Yo no tengo nada que hablar contigo.

—No seas tan borde Arthur, envejecerás rápido con esas maneras.

Hago caso omiso de sus palabras y me sirvo más coñac.

—¿Sabes? A veces recuerdo el tiempo en que solíamos salir... —sonríe mirando su bebida—. Tú eras diferente, reías más a menudo.

—Sí bueno, la gente cambia —espeto.

—Yo sé que si lo intentamos de nuevo esa sonrisa aparecerá sola.

—Jessica basta. —Me pongo de pie—. Ya no lo intentes más ¿cuántas veces tengo que decírtelo?

—Yo solo pensé que...

—Pensaste mal. No volveremos a estar juntos ni ahora ni nunca.

Avanzo hasta la puerta para largarme de allí. No sé porque estoy tan enfadado pero hoy todo parece mosquearme más de la cuenta.

—¿Y los papeles? —pregunta ella haciendo un puchero.

—Arréglatelas cuando venga Jackson —contesto sin detener el paso y cuando abro la puerta la tiro tras de mí.

No sería la primera vez que Jackson imita mi firma, le queda casi idéntica, casi. Porque la firma de mi propio puño nadie en este universo puede falsificarla. Cuando revise los papeles lo más probable es que me haga una llamada para solicitar el permiso de firmar y como no puedo soportar la idea que me molesten con lo mismo me adelanto y le envío un mensaje con la orden. ¡Estoy tan estresado! Ni llamadas, ni estudio, ni negocios. Todo me estresa justo ahora.

Camino por el vestíbulo de arriba sin evitar que algunos adornos se balanceen. Generalmente esto pasa cuando no puedo desahogarme creando turbulencia al aire libre. Las ondas de aire parecen captar mis emociones y dislocarse a su antojo, balanceando cuadros y moviendo otros objetos que terminan esparcidos por el suelo.

—¡Límpialo! —le ordeno a una empleada que anda merodeando por el lugar.

Me masajeo la sienes antes de continuar, debo relajarme. Si en algo tiene razón O'Brien es que envejeceré antes de tiempo. Aprieto los puños concentrado y logro mantener el aire quieto a mi alrededor. Lo mejor es que tome un descanso antes de emplear mi mente a cualquier cuenta matemática o aprenderme leyes de derecho. En Howlland te imparten un poco de todo, independientemente de la carrera que escojas al final. No volveré a la biblioteca y uso mi habitación como último recurso para estudiar, no es bueno para el cerebro asociar dicho espacio de relajación con trabajo.

Pero estaré más cómodo y hallaré la serenidad que necesito. Camino hacia allí con la voluntad de tirarme un rato antes de terminar mis deberes académicos. Voy pasando por la puerta de Aaron cuando escucho unas risitas tontas y me quedo para escuchar.

"Sí mi hermano te escucha diciendo eso te mata"

Reconozco la voz de él.

"No le tengo miedo"

Esa es la autosuficiente plebeya, y no me quedo a escuchar lo demás.

Esto ya es intolerable. No solo asiste a mi Academia, come mi comida y se hospeda en mi casa; también va a escondida con mi hermano compartiendo secretitos y riéndose a mi costa.

¡Me tiene harto!

Golpeo la pared más próxima con mi puño y aguanto todo lo que puedo para que las ondas de aire no tambaleen demasiado los retratos del vestíbulo y terminen en el suelo.

《Calma Arthur, es una ridícula, no vale la pena》

Consigo llegar a mi habitación sin volar el techo y ni siquiera enciendo la luz. Me lanzo directo en la cama pasándome las manos por la cara y exhalando agotado.

Esa risa, su risa... Y Aaron también reían. Estaban tan cómodos los dos...

《Basta Arthur no es tu problema》

Me pongo una almohada en la cabeza y cierro los ojos. Intento dejar la mente en blanco pero ahí aparece otra vez, ese cabello rojo y sus vistosos ojos color ámbar.

《¿Y sí se gustan?》

《¿Y qué si lo hacen?》

《Es la hija de la ama de llaves...》

Me levanto de la cama y me rindo ante mi inútil intento de descansar. Tengo que interrumpir esa sesión privada entre mi hermano y Khristen. No porque... porque esté opuesto a su amistad. Es que él es un Kane y... y no se puede arriesgar a desarrollar sentimientos por ella. Es un niño y no sabe como manejar sus sentimientos.

Solo lo estoy cuidando.

Me apresuro directo a su habitación cuando veo que Khristen sale afectada en exceso y tira la puerta. Está en tal estado que ni siquiera me ve y yo tan estupefacto que no logro coordinar moverme. Todo pasa muy rápido.

—¡Oye! —protesto cuando choca fuerte conmigo. Ha conseguido que me duela el brazo.

—Lo... lo s-siento... —balbucea con la mirada perdida y corre escaleras abajo

¿Qué acaba de pasar? No parecía ella. Pensé que me echaría la culpa por estar metido en medio o algo de su estilo. Estaba muy mal... Veo entonces a mi hermano abrir la puerta con toda la intención de ir a buscarla y lo detengo por la camisa.

—Suéltame —pide intentando zafarse—. Tengo que...

—¿Qué ha pasado? —inquiero tirándolo contra la pared— ¡Contesta Aaron! Dime qué han hecho.

—¿Qué te pasa? —Me empuja.

—La vi salir corriendo de tu habitación —vociferó—. Así que me vas a decir con lujo de detalles y sin mentir qué demonios pasó allá adentro.

—Yo tampoco sé qué le ha pasado —me responde de igual manera.

—¡No mientas!

—¡No lo hago! —reposta.

Ambos estamos respirando agitados y nuestros pechos suben y bajan al compás de los pequeños torbellinos que se han formado alrededor.

Busco calma y la encuentro. Debo hacer esto de otra manera, pero conseguir que mi hermano se abra. Para la familia no es secreto que sus gustos son... particulares. Desde niño se ha fijado en mujeres demasiado mayores y que para su desgracia, no lo ven como esa pareja "madura". Y me alegra que se haya dado de bruces, Aaron Taylor Kane no merece ser diversión de nadie.

Khristen apenas tiene diecisiete, pero siempre hay una primera vez para todo.

—Aaron... —pruebo más calmado— ¿Qué pasó allá adentro?

—¿Qué estás insinuando? —Su cara de desconcierto no me ayuda.

—No evadas mi pregunta.

—¡Nada! No pasó nada ¿de acuerdo? —Me empuja para sacarme de en medio—. Ahora déjame bajar a ver que tiene Khris, de repente le ha subido la fiebre.

—Eso no es normal, a la gente no le da fiebre porque sí.

—Exacto —gruñe—. Por eso iba a ver de qué se trata cuando tú me has empujado contra la pared a gritarme como un loco.

—Yo... —Me arreglo la camisa desviando la mirada—. Me preocupé eso es todo.

—¿Por qué habrías de preocuparte? Solo estábamos estudiando deja la paranoia.

Mi hermano sacude la cabeza y se aproxima a las escaleras para bajar. Lo sigo tratando de entender qué le ha pasado a Khristen, esa fiebre repentina... ¿será de alguna enfermedad poco conocida?

—Voy a buscarla a la zona de apartamentos de los empleados —dice Aaron sin mirarme.

Por mi parte lo dejo, tal vez si estoy un poco paranóico y exageré con el pensamiento de que Aaron le guste una plebeya, debe tener muy claro su posición.

Sin embargo eso no quita la interrogante del porqué ella se ha esfumado tan alterada. ¿Efectos colaterales de la rara enfermedad? Eso no parece tener sentido pero no se me ocurre alguna explicación lógica.

Me desplomo en el mueble cercano pensando a dónde pudo ir esa chiquilla. Si Aaron no la encuentra en la zona de empleados no sabría dónde más buscar, ella no conoce la Fortaleza tan bien. Habría que empezar una búsqueda con los guardias peinando las áreas cercanas y los jardines. ¡Menudo lío y todavía tengo qué estudiar! Esa ridícula tiene una habilidad especial para meterse en problemas.

Un poco ansioso, saco mi celular para matar el tiempo de espera a que llegue Aaron y noto una notificación de mensaje. Es de Jackson.

"Firmado".

Bueno, al menos alguien estuvo donde tenía que estar.

El tiempo sigue corriendo y comienzo a desesperarme. Estoy por subir la escalera cuando siento que abren la puerta principal.

—¿Jessica?

—Siento molestar pero me dejé el bolso arriba —explica molesta.

—Oye. —La detengo por el brazo y noto como mi proximidad consigue aflojar su expresión—. Lo de hace un rato... no era un buen momento.

Jess sonríe y coloca su delicada mano sobre la mía. Ella jamás me culpa de nada y comprende mi carácter, por eso es una de las pocas personas que mantengo cerca.

—Descuida, estoy así por mi hermano no por ti.

—¿Jason?

—¡El muy canalla me ha dejado tirada! —Se lleva los dedos al puente de la nariz—. He tenido que esperar media hora a que mi padre envíe un auto a recogerme.

—De Jason siempre espero lo peor, pero él no suele comportarse así contigo.

—Nial me ha dicho que se ha ido con tu criada —confiesa entre dientes–. Ese engendro ya tiene que pagarme dos cosas, y se las cobraré en la Academia.

¿Con Khris? ¡Cómo se atreve ese hueso duro de llevarse a Khristen! Ya verá cuando lo atrape. Por el momento debo enfocarme en ese odio absoluto que está empezando a cocinar Jessica por Khris, no es sano.

—Solo olvídalo —aconsejo y aparto mi mano.

—¿La defiendes?

—No —me apresuro en responder—. Considero que no vale la pena que gastes energías en una plebeya.

—Sí bueno, puede que tengas razón.

Se escucha el claxon de un vehículo sonando afuera y Jessica se apresura escaleras arriba a buscar su bolso. Por mi parte llamo por teléfono a Aaron para que abandone la búsqueda inútil por la Fortaleza. Le marco tres veces pero no responde, probablemente ha dejado el móvil en su habitación. ¿Para qué lo tiene si casi nunca lo lleva encima? Resoplo y llego hasta el juego de mesa caoba que hay en el comedor porque desde allí tengo un buen ángulo de visión del driveway. No obstante llamo a Jackson y le ordeno que me traiga mi iPad para ir revisando las cámaras de seguridad de los alrededores. No tarda en aparecer cumpliendo lo requerido.

—¿Qué está pasando señor?

—Algo muy malo Jackson. De momento te encargo estar pendiente de las demás entradas de Mansión Fortress.

—Como usted pida —acepta y se marcha.

Me quedo mirando impaciente por la ventana. Jessica se despide después de bajar las escaleras con su bolso, pero estoy demasiado ocupado chequeando el reloj de péndulo que está apoyado arriba de la pecera.

Pasa media hora y no llegan.

Comienzo a caminar en zancadas por el salón. Preparando el discurso que le soltaré a Jason, ese maldito me va a oír...

Pasa una hora y no diviso ningún auto.

La cabeza empieza a crear especulaciones y ante las cosas que se me ocurren decido que ya no le soltaré un discurso a Jason, no. Lo que haré será cortar su garganta inglesa para que en vida vuelva a meterse con mis empleados.

El reloj está a punto de marcar dos horas desde que los espero y la sangre comienza a hervir dentro de mi piel. Estoy tan hinchado de rabia que destilo veneno Kane por los poros, y eso no es nada, nada bueno. Reviso por quinta vez las cámaras de seguridad del portón de acero que resguarda la Fortaleza y veo al fin el Rolls Royce de Jason entrando al driveway. Tengo que aguantarme con todas mis fuerzas cuando el hipócrita le da una tarjeta y le sonríe como un imbécil con esa dentadura reluciente. Espero que Khristen entre a su apartamento y salgo como una furia a enfrentar al que próximamente será un cadáver...

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