Oh mira lo que me has hecho hacer...
—Majestad un emisario ha sido enviado desde el mundo de los humanos, para acordar la ansiada reunión entre la reina de los humanos y usted —dijo un asesor delante mío.
—¿Merlín ha vuelto ya? —Pregunté al hombre, este se encogió, porque ambos sabíamos cuál era la respuesta a eso.
Merlín no había vuelto a aparecer desde que Ava nació.
Ava.
Así es como comenzó a llamarla Taron, porque dijo que Avanthea era un nombre muy ostentoso para un bebé, aunque este bebé fuera una princesa de la que estábamos hablando.
Y pronto el nombre se les había quedado a todas las personas a nuestro alrededor.
—No, majestad.
—Entonces no me queda otra más que agendar la reunión, no sé qué se cree él, pero no puede desaparecer cuando le plazca —dije mientras abría un sobre con una abre cartas que estaba en la gran pila que siempre se depositaba encima de mi escritorio—. Puede enviar a Silenio y a mi esposo aquí, por favor...
—Por supuesto majestad —el hombre me hizo una reverencia y luego salió de la habitación sin darme la espalda.
Una media hora después, el comandante de la guardia real, el joven Arturo, Silenio y Taron entraron después de ser anunciados a mi oficina.
—Majestad —dijo Silenio primero, en nombre de todos, recibo una gran reverencia, incluso de mi esposo, quien además beso mi mano y luego mi mejilla.
—Silenio, Capitán, esposo... —Dije sonriéndole solo a él.
—Esposa —Dijo él aún dándome una sonrisa, solo para mí.
—Creo que todos saben el motivo para estar aquí.
—Majestad, todo está asegurado y listo, no tiene de que preocuparse.
—Aún así, es mi deber preocuparme y no es porque dude de ustedes, pero sé muy bien que, aunque los humanos no son malos y no tienen magia, pueden llegar a lastimar de muchas maneras si se lo proponen.
—No sé preocupe majestad, todo está asegurado para usted, su esposo y su hija —al mencionar a Ava a veces aún no me la creía, pero luego al ver cómo la gente hablaba de su princesa, como decían que era él bebé más hermoso y lindo del Reino Muerto, mi corazón se estaba en paz dentro de mi pecho.
Ava tenía apenas dos semanas de nacida cuando decidí agendar la cita al mundo de los humanos, y tenía casi tres cuando por fin nos decidimos a cruzar el portal entre los dos mundos.
No sabíamos que nos esperaba de ese lado, teníamos miedo, todos nosotros, debía de admitirlo.
Taron, Silenio, mis amigas, mis doncellas, la guardia real (con el joven Arturo incluido) y Ava cruzamos el portal.
Del otro lado esperaba que nos encontrará la paz gracias a los humanos o ellos encontrarían en las creaturas sobrenaturales la guerra.
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Y así fue como en un bello día de verano, mis doncellas me prepararon con un vestido en color café desgastado, con diseños de pequeñas flores que recorrían todo el vestido, me llegaba hasta la rodilla y hacia juego con un tocado que me valía como si fuera mi corona.
Por órdenes mías, no iba a llevar más que una sola corona. Y esta era mi favorita, la que me representaba mejor. Se me hizo un peinado recogido para no quitarle la gloria de ser admirada a la corona sobre mi cabeza. Aunque la verdadera protagonista aquí era yo, no podría pasar desapercibida en mi vestimenta también.
Sin embargo, y por otro lado más amable. Mis zapatos, eran cómodos unas simples zapatillas.
No quería parecer demasiado amenazante ni tampoco muy cómoda, tenía que verme como una reina, pero como una reina que no necesitaba presumir su corona ante nadie para hacer valer su palabra.
Y Taron llevaba su uniforme de la guardia real. No sabía que él tenía uno, hasta que lo vi esa mañana con el puesto. Ni siquiera lo uso en nuestra boda o en su coronación.
Se veía deslumbrante, celestial y lo que le sigue.
Casi babee por él al verle.
En cuanto cruzamos emisarios de la corte de la reina ya nos estaban esperando, nuestros carruajes lucían anticuados frente a sus automóviles que parecían sacados de una revista para autos de ricos.
Tuve que controlarme mucho para no reírme en cuanto vi toda la pretensión que la reina presentaba ante mí.
Solo era un transporte.
Pero representaba mucho para las dos.
Era un medio para por fin poder unificar nuestros reinos, sin llegar al conflicto.
—Su majestad —dijo un mozo posicionándome frente a mí. En ese momento no pensé mucho en que era lo correcto o no, solo quería terminar lo más rápido que se pudiera con esta visita— la reina la está esperando en palacio, si viene por aquí conmigo, nosotros la llevaremos a usted y a su comitiva.
—Gracias —dije dando un paso adelante, pero los demás detrás mío, no hicieron lo mismo. Me giré ante ellos y solo les di una leve inclinación con mi cabeza para que ellos me siguieran.
Nos acomodaron en cinco autos cada uno, en el primero íbamos Taron, mis doncellas, yo y mi Ava.
Y en los demás iba el resto de la guardia real y los guardianes que Taron había insistido que nos siguieran.
—No podía ella venir a nosotros claro está —dijo Taron a mi lado casi en un susurro.
—No, no podía —le dije por lo bajo. No quería que alguien de los trabajadores de la reina nos escuchara y le dijera que estábamos hablando mal de ella, aun sin conocerla en persona, eso no daría una muy buena impresión— porque ella al igual que yo es una reina, y una de las grandes, no por nada ha llegado hasta donde está sola, sin el apoyo de muchos.
—Sabes mucho de ella.
—Recuerda que antes de ser una reina, una princesa o un gobernante soy humana.
—¿Eso qué tiene que ver?
—Que tengo que saberlo todo, de todos, no importa si son seres sobrenaturales, hijos de la noche, bruja, mago, humano, la comprendo, sé lo que es sentarte en un trono que no quieres y tener que dar las órdenes porque nadie más lo hará por ti, aunque quisieras hacerlo.
Delante de nosotros, Ava comenzó a ponerse inquieta mientras íbamos llegando al Palacio.
Así que le pedí a una de mis doncellas que me la diera, Ava siempre se quedaba callada cuando estaba en mis brazos, lo cual comprobé nuevamente cuando ella se quedó cómoda y callada conmigo.
—Siempre se queda tranquila contigo, ¿cómo lo haces?
—Nada, lo juro —dije sonriéndole a Taron con todo el amor que él me daba saliendo por cada uno de mis poros.
—No mientas, algo debes hacer porque ella siempre hace eso contigo.
—También contigo.
—Sí, pero más contigo. —Confeso receloso.
—Te juro que no hago nada, supongo que tiene que ver con que soy su madre y nuestra conexión es más que fuerte, solo por eso.
—Sí, debe ser eso —dijo sonriéndome también en respuesta. Le di un leve golpe con el puño en el hombro. Él jamás quitó la sonrisa.
El coche se detuvo y llegamos por fin al ansiado encuentro.
Primero bajo Taron y me ayudo con Ava y luego yo, por último mis tres doncellas. Al bajar trompetas sonaron para anunciarnos, supongo.
Y frente a nosotros al pie de la escalera, estaba la Reina Carlota II esperando por nosotros. Detrás de ella sus dos nietos aún muy jóvenes para saber lo que realmente estaba pasando aquí. A su lado, su esposo el Rey Jorge, el Rey Consorte de Inglaterra.
¿Quién diría que estaríamos aquí reunidos para firmar la paz entre nuestras especies?
Si mis antepasados vieran esto, seguramente me aplaudirían, algunos.
No todos están seguros de que esta sea la mejor decisión.
Tengo que admitir, que ha habido algunas revueltas sin mucha explicación a lo que estaba aconteciendo aquí, hoy.
Pero no podía hacer mucho por la minoría, tenía que pensar que este era un paso gigante para mí y mi pueblo, tenía que pensar que era lo mejor, tenía que pensar que teníamos que actualizarnos o sino no me lo creería nunca.
Y debía de creerlo.
Caminamos hacia la reina, sin detenernos, detrás de nosotros los demás autos con mi comitiva llegaron y se nos unieron en una formación casi perfecta.
Pensarías que fue una casualidad, no, esto fue ensayado.
Dos días antes, se sugirió que la comitiva formara una luna menguante como la que yo tenía como marca de nacimiento, conforme fuéramos avanzando, en las escaleras del palacio.
No me miren de esa manera, no fue mi idea.
El jefe de la guardia real y mi consejo personal de asesores, lo decidieron de esa forma. Yo solo debía caminar en el frente y esperar que los demás me siguieran, así que no lo considere una ofensa para nadie.
Llegué a la punta de las escaleras y por primera vez la vi bien. Era una reina en toda la extensión de la palabra, nunca la había visto de tan cerca, siempre en fotografías y unas cuantas veces en revistas.
Pero aquí de cerca, parecía deslumbrante con solo mirarla.
Nunca había visto a una persona tan imponente con solo mirarle.
Pero en fin así era ella, no lo podía evitar. Me preguntaba que estaría ella pensando cuando por fin me hablo a mí, directamente.
—Reina Adelaide —dijo dándome una pequeña reverencia con su cabeza.
—Reina Carlota —dije devolviéndole la reverencia.
—Es un honor conocerte por fin —dijo sonriéndome.
—El honor es todo mío, su majestad —le dije dándole una pequeña sonrisa.
—Le presento a mi esposo, el Rey Jorge.
—Le presento a mi esposo también, el Rey Taron —dije mostrándole toda mi sonrisa a los presentes, todos estrechamos nuestras manos y después entramos a su palacio.
Todos sonreímos uno al otro, todo parecía ir bien.
Esperaba por el bien de nuestros pueblos que fuera bien.
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—Creo que todo está saliendo bien, cariño —me dijo Taron más tarde en la habitación que nos habían designado.
La Reina había organizado todo para una estancia corta para mí y mi corte completa, para lo cual teníamos casi toda un ala del palacio para nosotros.
Era absurdamente pretencioso. Pero estaba bien, para mí.
Además, había organizado una cena, con los principales dirigentes del mundo para presentarme y ahí comenzar a hablar de negocios. Ahora mismo estaba muy nerviosa, no se los voy a negar. Daba vueltas en aquella inmensa habitación de techos enormes y paredes en color claro, por todos lados.
Incluso después de pasar un rato con Ava algo me seguía dando vueltas en la cabeza.
Tenía esta inquietud en mi corazón, en la boca del estómago, era como una angustia.
Algo estaba mal, algo no encajaba.
Pero no tenía idea de que podía ser, y eso era lo que me estaba matando.
—¿Crees qué ha sido buena idea venir aquí?
—Sabes muy bien mi respuesta a eso —dijo Taron mientras tenía a Ava en brazos. La cargaba con la mayor naturalidad del mundo, era lo más normal para él. Era como si toda su vida hubiera sido para llegar a este momento, era como si él hubiera estado esperando este momento desde que nació.
Era como si hubiera nacido para ser el padre de Ava.
La niña le reía, y conversaba con él, estaba muy despierta para tener apenas unos cuantos días de nacida.
—Sabes, ella no hace eso conmigo —le dije para hacerlo sentir aún mejor.
—¿No lo hace?
—No —dije sonriéndole aún—. Eres el único con el que se comporta así.
—Debe de ser porque soy su padre, y ella sabe que la amó, más que nada en el mundo.
En seguida se giró a ver a la niña, era la imagen más bonita que jamás había visto. No podía apartarles la mirada, eran perfectos, era como si hubieran estado toda su vida esperando por esto.
Tomé una instantánea de ese momento en mi cabeza para poder recordarla por siempre.
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