
IV.
Soy sobreviviente, no voy a rendirme.
Esta vez no me tomó demasiado tiempo llegar a la sala del trono, tomé un atajo, por supuesto junto con mis guardias. No se veían muy contentos con los síntomas de la transportación, pero tampoco los vi vomitar ante mí.
Según yo, eso era una buena señal de con quién estaba su lealtad y de su fuerza. O por lo menos eso esperaba.
Aún así, les pregunté si estaban en condiciones para cuidarme después de semejante viaje.
—¿Se sienten bien? Pueden vomitar si así lo quieren, sé que no están acostumbrados a estos viajes.
—No, majestad, estamos bien —me dijo uno de ellos— solo toma un poco más de tiempo acostumbrarse.
Los vi respirar profundo y luego incorporarse uno por uno a sus puestos normales, uno a cada lado de mi cuerpo, en total llevaba cuatro guardias a mí alrededor.
—Sí, su alteza, es solo que ninguno de nosotros viajamos de esta manera nunca.
Lo admito sentí culpa.
Nunca me detuve a pensar en alguien más que en mí.
Nunca tuve que tomar muchas decisiones por nadie más que por mí y ahora tenía que preocuparme por todos y cada uno de las personas en este reino. Era abrumante.
—Lo siento, caballeros, les prometo que no se volverá a repetir. —Les dije dándoles una media sonrisa.
—No se preocupe, su alteza, es nuestro deber protegerla. —Dicho esto el hombre del lado derecho al frente, tomó la manija de la puerta y la abrió para que yo pasara.
—Después de usted, majestad. —Dijo otro hombre detrás de mí.
Entré al gran salón del trono y la realidad de cuan responsable era realmente de estas personas me golpeo.
Ahí, en el centro estaba un hombre de rodillas. Atado de manos y con la boca cubierta.
—¿Qué significa esto? —Dije ante todos.
No había caído en cuenta, pero todo mi gabinete de consejeros junto con cada miembro del nuevo parlamento electo se encontraba en la habitación junto con Merlín y Morgana.
Un hombre que parecía un guardia de alto rango fue el primero en hablar.
—Este hombre fue capturado en las afueras del palacio, intentando penetrarlo de una manera sigilosa y violenta.
—¿Y por eso está atado como si fuera un animal? —Le dije tratando de acercarme, pero mis guardias me lo impidieron.
Cerraron sus espadas ante mi cuerpo para evitar que avance.
—Su alteza no lo haga, puede ser peligroso.
—Las esposas que lleva en sus manos y en su boca están encantadas, así no puede hacer daño a nadie más. —Confesó el guardia que hablo primero, seguro y confiado de haber hecho lo correcto.
Sin embargo, el rostro lastimoso y sangrante de aquel hombre arrodillado a mis pies no decía lo mismo.
Dejarán de ser unos barbaros a pesar del tiempo y la ley. Dejarán de ser hombres.
—¿Qué ha hecho para merecer eso? ¡Parece un simple hombre! —Chille.
—Asesino a media docena de hombres tratando de entrar en el área de la nobleza del castillo. —Dijo el guardia una vez más para mí.
—Eso no puede ser posible. —Dije tratando de ver a este hombre que ahora tenía frente a mí como algo más que un simple hombre.
No pude.
Y es que ciertamente no parecía un asesino a sueldo.
—Desátenlo, nadie merece ser tratado como animal que va al matadero.
—Me temo que eso no será posible, Adelaide —dijo Merlín a mis espaldas. Por fin se había atrevido a hablar y tenía que ser para llevarme la contra en esto—. No solo asesino a siete hombres, tenía intención de acabar con tu vida.
—¿Es eso cierto? —Le dije al hombre mientras que con un movimiento hacia que la venda de la boca desapareciera.
—¡No le debo nada a usted, usurpadora, ilegítima!! —Gritó el hombre muy molesto—. El legítimo rey vendrá y tomará lo que le corresponde muy pronto. —Dicho eso el hombre desapareció.
Me quedé viendo a la nada.
Parece que no todos estaban tan felices como se pensaba con mi reinado.
—¿Alguien aquí me quiere decir qué es lo que acaba de pasar? —Observé a todos a mí alrededor, pero nadie parecía tener una respuesta sólida— ¿Alguien...?
Volví a gritar esta vez más fuerte si quiera para imponer algo más y que alguien se dignara a responder.
—Majestad, era un señuelo, debimos de habernos dado cuenta.
—Yo sé que es un señuelo y eso no se parecía en nada, eso era un mago.
—Un señuelo de mago, majestad. —Dijo el guardia a mí lado.
—Se utilizan para distraer —dijo una voz que venía del pasillo— hay que revisar en todo el palacio sí se han llevado a alguien o algo peor pudieron haber atacado ya de alguna manera el castillo sin que nos diéramos cuenta. Esto fue una mera distracción —dijo Taron que acababa de llegar corriendo, entro lo más rápido que pudo y se posiciono junto, tomo de mi brazo y no me soltó nunca— ¿Te encuentras bien?
—Estoy bien. —Le dije aferrándome a su pecho. Dentro de él, su corazón iba a mil por hora.
—Lleven a la reina a sus aposentos y no la dejen sola ni un segundo, quiero guardias con ella las veinticuatro horas. —Dijo Taron a todos los guardias que venían conmigo.
Los guardias comenzaron a llevarme fuera del lugar.
Pero yo no quería, yo quería saber qué demonios estaba pasando aquí. La única razón por la cual había aceptado gobernar es porque todos y cada uno de los miembros del consejo me aseguraron que el reino me aceptaba y que no había un solo miembro de la corona Jadis con vida que pudiera quitarme el trono.
Pero esto... era... lo que estaba pasando era algo muy diferente.
Aquí, lo que había pasado solo decía una cosa, una que no quería admitir pero que sería mejor ahora que nunca.
—¡¡¡Suficiente!!! —Grité paralizando a todos los guardias, una ráfaga de color dorado de magia salió de mis manos para dejar clara mi postura—. Soy su reina y me deben una explicación ahora mismo, así que los voy a descongelar y van a hablar en cuanto lo haga.
Luego hice lo que dije, los descongelé con un movimiento de mi mano.
—Majestad. —Dijo el guardia anterior que parecía algo más que un simple guardia— mi nombre es Lorenzo, soy el jefe de guardias de su majestad.
—Es un gusto conocerlo Lorenzo, hablé por favor.
—Majestad, yo me encargo de toda la seguridad dentro y fuera del palacio y de su corte especial de guardianes que la cuidan en todo momento, así que las amenazas contra usted siempre llegan primero a mí.
—Continúe.
—No creo que quieras escuchar eso. —Dijo Merlín poniéndose en un lado mío.
Este es mi reino y solo yo mando. Yo tengo el control, nadie más tiene la corona sobre su cabeza.
—Yo decidiré lo que quiero o no escuchar, ¿de acuerdo?
Merlín se sobresaltó, pero guardo silencio a mi lado.
—Hace un tiempo que comenzó una pequeña rebelión contra el sistema que hemos venido manejando antes de que usted llegará y en nuestra defensa quiero decir que pensamos que una vez que usted llegará esto cesara, pero no fue así. Nos han informado que los rebeldes han tratado en varias ocasiones de sobrepasar las barreras que nosotros hemos impuesto en el pasado para la seguridad de la misma corona y de los nobles que viven en el castillo. Hoy tristemente hemos perdido a siete hombres a manos de uno de ellos que ha logrado penetrar todas nuestras defensas.
—¿Tiene idea de quién pudo haber sido?
—En serio, Adelaide, tú no quieres oír esto.
—Basta Merlín, deja que hable el hombre. —Dijo Morgana un tanto resignada.
—Su nombre, es Vortigern.
—¿Por qué ese nombre me suena?
—Porque es el hijo ilegítimo del Rey Uther Jadis, hermano de Morgana y Merlín. —Declaro Taron viniendo a mí lado.
—Tu tío. —Dijo Merlín alejándose de mí.
—Tú sabías esto, ¿no? —Le dije yendo tras él.
No paso mucho antes de que me llevara con él a otra parte.
Demonios porque nadie deja de arrastrarme a otras partes sin mí consentimiento.
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—¿A dónde vamos?
—Prefiero que lo veas por ti misma.
—Yo no, y si no me dices a dónde vamos me regreso a la corte y no tendrás otra oportunidad de hablar —le dije molesta.
Él se detuvo en el viaje en algún lugar.
—Por favor, déjame enseñártelo.
—No, hasta que me digas... ¿cuál es el punto de no hablar las cosas? ¿Por qué tenemos que verlo todo a través de visiones que nos dejan agotados? ¿Por qué no puedes solo decirme que pasa con palabras? ¡Estoy tan harta y cansada de estos viajes y bobas visiones del pasado!
El plano astral en el que nos encontramos, parpadeo.
De verdad, es como un flashazo de luz, donde de pronto ves la luz y luego ya no. Pasa tan rápido y es caso imperceptible para personas como Taron por ejemplo. Pero yo estaba entrenada para ver estas cosas.
Así que lo note.
—Es la única manera que conozco de comunicarme, esa es mi educación, no tengo manera de cambiar eso de mí, solo conozco esto.
—Si vuelvo a oír a alguien decir que las cosas tienen su razón de ser o alguna estupidez como esa, juro que los destruiré con la mente.
—No, no lo harás, jamás dañarías a la única familia que te queda.
Tiene razón, no lo haría.
Pero él no sabe eso.
—Pruébame, solo así veremos qué pasa.
—No lo harás, lo sé y tú también.
—Dime Adelaide ¿has tenido más visiones desde qué llegaste al palacio?
—¿Eso qué tiene que ver con esto?
—Responde y responderé.
—No.
—Y no te parece extraño, ¿para nada?
—No, ahora tú.
—A tu edad yo ya tenía un dominio por completo de todas mis habilidades, era un joven extraordinario, mis padres estaban orgullosos de mí porque era el perfecto ejemplo de lo que un monarca debía de ser, nadie era más poderoso que yo. Nadie tenía todo lo que yo tenía, veía el tiempo, era capaz de hablar con los animales, de cambiar de forma, de hacerme invisible, de transportarme a donde quería con solo pensarlo, conocía la esencia de todas las cosas, su transformación y su renovación, conocía el secreto de porque el Sol y la Luna renacían y se marchitaban, sabía las leyes que rigen el curso de las estrellas en el cielo, sabía de hombres, creaturas, brujas, hadas, incluso los dragones me tenían respeto, en todo el mundo, podía revelar los misterios del mar si quería. Conocía los demonios que envían sueños bajo la Luna y atestigüé la misma resurrección del fénix. Podía predecir todas las cosas que sucedían después. Y lo hice, predije que un día especial, las estrellas y los planetas se alinearían, el cielo y el infierno elegirían a un representante en la tierra que gobernaría tarde o temprano, el suelo temblaría ante él y el cielo se caería ante sus mismos pies.
—¿Eso puede pasar?
—Paso, su nombre fue Vortigern.
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