III.
¿Estamos fuera del bosque ya?
—¿Quieren qué...?
—Bueno como tú me pediste, visite la Cumbre de las Naciones Unidas, hablé con los principales dirigentes del mundo y nos di a conocer poco a poco como me lo pediste, hasta que llegué a Inglaterra y al parecer ya me estaban esperando. Su reina me pidió personalmente conocerte, dijo que hace un tiempo sabían de tu existencia y que querían extenderte la invitación para visitarlos.
—¿Y tú qué crees?
—Que podría ser malo darnos a conocer con todos. Sobre todo, con un gobernante como la Reina Carlota II.
—¿Por qué?
—¿Tienes idea de lo que hizo su predecesora?
—Sí, lo sé.
Carlota I, fue una mujer valiente e implacable, gobernó sabiamente su reino sin haberse casado nunca, ya que no creía necesitar un hombre para gobernar, no quería compartir su imperio con nadie. Fue sabia en su decisión y yo la aplaudo, pero también entiendo porque el pueblo siempre le guardo recelo por esa decisión.
Ya que, gracias a eso, alguien tuvo que tomar el poder, alguien que no les gustó mucho pero que al final se terminaron acostumbrando como siempre. Y la decisión de la reina quedo para la posteridad, persiguiendo a sus sucesores al reino.
—Entonces... ¿crees qué deba ir?
—Sí, pero espera hasta después de la coronación por lo menos, no necesitamos quedarnos sin otro monarca antes de eso.
Ah se me olvidaba decir que solo soy la reina regente. No seré una reina legítima hasta el día de mi coronación.
Lo cual será el mismo día de mi boda.
En serio, ¿qué podría salir mal cuando planeas una boda y una coronación al mismo tiempo?
<<>>
—¿Y dime cómo estuvo tu día después de la junta de la mañana? —Dijo Taron mientras me ayudaba a acomodar la falda de mi vestido una vez me senté junto a él en un pequeño sillón solo para dos personas.
Estábamos solos gracias a Dios, no habíamos tenido mucho tiempo de hablar últimamente con tantas cosas que tenía que hacer, planear, cosas que decidir que no podían esperar a que yo viera a mi prometido para poder seguir con mi día, a veces incluso no tenía tiempo de comer mucho.
Sonreí ante la palabra prometido.
—¿Por qué sonríes cariño?
—Estaba pensando que en una semana ya no serás mi prometido.
—Y que seré entonces.
—Mi esposo —dije elevando las comisuras de mi boca aún más.
—Pensé que dirías mi Rey. —dijo el sonriéndome de vuelta.
—Dime una cosa. —Tomé su mano. Y comencé a jugar con ella nerviosamente.
—Lo que sea, por ti.
—Si no tuviera sangre real, si fuera una chica común como cuando me conociste, sin magia, sin legado, sin dinero, aún así... ¿te querrías casar conmigo?
—No me importa si eres pobre, rica, molesta, loca, reina, princesa o mendiga, yo te amo a ti y a nadie más y con nadie más quiero unirme por el resto de mi vida. Los guardianes solo amamos una vez en la vida y aunque amé mucho a Natalia, —la mención de su ex prometida envió un pinchazo de celos a la boca de mi estomago— tú eres mi alma gemela, es mi destino estar contigo, lo sé.
—También creo que tú eres mi alma gemela. —Le dije mientras me acercaba para besarlo.
Fue un beso rápido, pero al fin fue un beso y tengo que decirlo, ahora que podíamos hacerlo con un poco de más libertad, se sentía como el cielo.
Aunque no podía durar mucho, no estaba muy bien visto por los demás en la corte que la reina besará a su prometido en público, esas muestras de afecto se tenían que reservar para cuando estuvieran casados.
—Se siente tan bien poder hacerlo, aunque sea a escondidas.
Me reí ante eso. Lo mismo pensé yo.
—Oye y ya viste a tus damas está tarde, escuche de un guardia que se iban a preparar para hacer el vestido de la futura reina. —Me reí de nuevo, sonaba extraño llamarme a mí misma reina, pero lo era aún más que alguien me dijera reina.
—No, apenas y he estado en mi cuarto en este día, en realidad apenas y he probado bocado el día de hoy.
—Pues muy mal hecho, una reina debe comer para tener fuerzas, ¿sino como podrás gobernar tu reino?
—No puedo discutir ante tal argumento. —Dije sonriendo una vez más.
No sé porque, pero cuando estaba con Taron, yo era toda sonrisas.
—Guardia. —Gritó a la puerta. Un segundo pasó y entró un hombre, con su uniforme de guardia, tan pulcro, tan bien vestido.
Hizo una leve reverencia y al enderezarse habló.
—Majestad.
—Pídale a la cocina, que le traigan una charola de comida a la reina y que nunca la dejen sin comer, deben respetar sus horarios, la comida se sirve de ahora en adelante cuando ella diga.
—Sí, majestad.
El hombre se fue y yo me gire para observar a Taron.
Él parecía haberse adaptado mejor a esta vida.
Estaba como un pez dentro del agua, mientras yo me debatía y tenía dudas sobre casi todo lo que se me preguntaba, él contestaba sin dudar.
—¿Cómo lo haces? Dime.
—¿Hacer qué? Adelaide.
—Ser tan natural para dar órdenes.
—Pienso en como lo harías tú.
—¿Estás de broma? —Le dije estallando en risas histéricas.
—No —dijo él riendo también— es serio, pienso como lo harías tú y lo hago.
—Me tienes tanta fe como monarca, ¿verdad?
—Sí, tú nos llevarás por un nuevo rumbo como reina.
—Eres increíble, mi amor. —Dije una vez más mientras pegaba mis labios a los suyos.
—Lo sé, por eso me amas —dijo muy cerca de mí.
—Si debe ser por eso —reí— ¿y tú ya viste tu traje para la boda?
—No, pero escuché de uno de los guardias que mañana me harán algunas pruebas, al parecer el futuro rey consorte no necesita un nuevo traje demasiado elegante, solo algo que combiné con la reina y ya.
—Como que últimamente te estás haciendo muy amigo de los guardias, ¿no crees?
—¿Te molesta?
—Para nada, me agradan, algunos de ellos me presentaron sus respetos cuando recién llegue aquí.
—Es lo que se acostumbra.
—Ya lo sé, pero es que aún todo esto me resulta un tanto abrumador.
—Lo sé, pero créeme que ya te acostumbrarás.
—No creo que nunca me acostumbré a esto. —Dejé caer mis manos en el aire exasperada.
Por saber que tenía una responsabilidad que pesaba sobre mis hombros.
—Bueno, por lo menos te tengo aquí a mi lado para ayudarme.
—Hasta que la muerte nos separe.
—No digas eso, lo haces sonar como si fueras a morir pronto.
—Entonces diré, siempre.
Comencé a reír.
—No puedes decir eso tampoco.
—¿Por qué?
—Porque esas palabras no nos pertenecen.
—¿Las palabras son de alguien?
—Sí, de JK Rowling —dije riendo.
Taron me observo por un segundo y luego se rio.
—Por supuesto, tienes razón, entonces déjame pensarlo un poco.
Se escuchó un toque en la puerta y Taron inmediatamente se separó un poco de mí.
Me reí ante ello, pero seguí su ejemplo, y me enderecé la falda del vestido un poco para verme lo más presentable que podía ante quién fuera que llegara.
—Majestad —dijo un hombre, traía un uniforme de guardia— se solicita su presencia urgente en la corte.
—En seguida voy —dije levantándome de manera apresurada— ¿sabe cuál es el motivo de tanta urgencia?
—Me temo que no, majestad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro