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Capítulo 7.

—La primera prueba trata de dragones —informó la morena con discreción siendo atentamente escuchada por sus dos amigas que habían aprovechado la oportunidad para hacer una reunión y hablar acerca de lo que harían o pasaría al no conseguir que Dumbledore desistiera de la idea de cancelar el torneo para los menores.

—¿Quién te lo dijo? —interrogó la castaña que había dejado de lado su sorpresa para alzar una de sus cejas en dirección a la morena; mientras tanto, la rubia se mantenía perdida en sus pensamientos pues seguramente había comenzado a tener una crisis interna.

—Fue... alguien —soltó la chica, dudosa—. Pero podría ser verdad; de cualquier modo podemos seguir buscando más información y confirmar si es así. En caso de no serlo; pues lo sabremos y si es así, Aria estará preparada.

Cloe hasta el momento había evitado mencionar que conoció al chico misterioso que le había dado aquel dato; siendo también que no había dicho nada sobre la biblioteca prohibida. No lo había visto relevante hacerlo saber, refiriéndose al chico, en cuanto a la biblioteca era por temas relacionados a que cuanta más gente lo supiera podría ser problemático.

Porque bien sabía que su amiga castaña querría ir y eso la podía meter en problemas los cuales quería prevenir.

Lo curioso para la morena fue el modo en el que el azabache le había dado el dato sobre la primera prueba. Pues para hacerlo fue acercándose más a ella hasta el punto de susurrarle la información en el oído. La joven todavía recordaba la sensación que eso le había dejado y que además se había sentido terriblemente indefensa frente a eso.

Sólo tuvo la sensación de estar en peligro ante él, pues le daba una vibra que la hacia temblar. Como si ella fuera la presa y él el lobo feroz...

Trató de volver al presente con rapidez dándose cuenta de que ese transe no pasó de ser percibido por su amiga castaña, que ignorando lo último que dijo, sólo se fijó de lo del principio formando involuntariamente una sonrisa sugerente.

—¿Alguien quién? —cuestionó esta con su tono sarcástico—. ¿No nos vas a contar a quien conociste?

—Olvida eso —bufó la morena esquivando la mirada insistente de su amiga, sabía que esta no dejaría en paz ese tema por lo que rápidamente intentó centrar su atención en otra cosa—. Estamos hablando de algo más importante, lo que haremos para que Aria pueda ganar el torneo.

—¿Ganar? —cuestionó la rubia que miró con cierto terror a sus amigas, estás giraron a mirarla con confusión al no entender la reacción de la chica.

Sí, ganar. Era obvio que es lo que debían buscar en la competencia ya que estaban, o al menos era eso lo que pensaban aquellas Slytherin.

En cuanto a la rubia, ella estaba al borde de un colapso por el estrés que todo este tema le había causado. Realmente no quería participar puesto que eso no le ha traído más que problemas en todos los ámbitos. De ser la estudiante más apreciada de su casa, pasó a ser la rechazada. Teniendo en cuenta que los Hufflepuff odiaban las trampas y engaños, era normal pensar que podrían reaccionar así; pero no era algo que a Aria le gustara soportar.

No sólo era el hecho de que también su vida corría peligro de forma innecesaria, sino que también, había dañado la relación de amistad que tenía con Cedric. Todo eso se había quedado en su mente como un remolino que la iba consumiendo.

Ella no quería ganar, en realidad deseaba una forma de evitar ser parte de esa competencia; pero las dos contrarias le habían dejado muy en claro que eso no era posible.

—Sí, si vas a participar mínimo debes ganar el trofeo —bufó la castaña haciéndolo sonar como lo más obvio del mundo.

—¡Pero yo no quiero ganar! —expresó la rubia con exaspero— ¡Ni siquiera quiero ser parte de esto!

—Lo sé, Aria. Y de verdad intenté de Dumbledore lo reconsiderara pero ese... lunático me ató de manos —explicó la morena formando una mueca de fastidio en su labios; aún le molestaba el recordar como cómo se había quedado acorralada y sin palabras por culpa de ese director. Realmente odiaba perder—. Por lo visto seguirá con la idea de seguir el torneo incluso si es a costa de usar como carnada a sus alumnos —dijo con pura sinceridad que ciertamente había preocupado más a la afectada.

—No puedo creer que me esté sucediendo esto... —murmulló la rubia en un chillido.

—Cálmate, para eso estamos nosotras —expresó la castaña colocando una de sus manos en el hombro de la fémina intentando animarla—. Ya verás que todo saldrá bien.

—Oh, sí. Olvidaba que son mi gran consuelo —contestó la rubia con sarcasmo; por supuesto, la castaña captó el mensaje y se mostró claramente indignada.

Por eso es que no consolaba a nadie; 'una traía buenas intenciones y así le pagaban', pensó.

—Bueno, chicas. Hay que seguir el plan —habló la morena levantándose del pequeño banco de piedra en la que estaban sentadas—. Iré a investigar acerca de un método para lidiar con los dragones, Alicia irá a buscar más información de los alumnos y Aria... relajate, será mejor que busques también algún método para evitar que tus emociones te jueguen en contra, ya sabes por qué.

La rubia tenía un gran problema si se trataba de usar hechizos cuando se encontraba estresada o asustada, pues era los efectos que estos sentimientos tenían en su varita y por lo tanto, en la efectividad de sus acciones. Todo eso se debía al tipo de varita que la joven poseía; material de avellano, con núcleo de pelo de cola de unicornio.

Si bien era una varita eficiente, el problema venía que cuando gracias al material del mismo, este reflejaba las emociones del portador. Dando a entender el inconveniente que traía el sentir miedo y estrés ya que con el miedo los efectos eran débiles; con el estrés, inestables.

—¿Tienes suficiente posición multijugos? —preguntó la castaña de repente.

—Agh, de verdad no estoy de acuerdo con eso —habló la rubia masajeando el puente de su nariz—. No es buena idea; si nos descubren, estaremos perdidas y realmente nos van a expulsar a las tres.

La idea que había surgido de esas dos Slytherin fue la siguiente; que las mismas se intercalaran para realizar las pruebas que se darían en el torneo dependiendo de quien era más apta para realizarlo en cada situación y lo realizarían por medio de la posición multijugos que la morena tenía guardado gracias a usos anteriores.

Por supuesto la primera en negarse fue justamente la rubia que dio a entender que le parecía una locura. A parte de ser muy arriesgado para las tres, también le parecía incorrecto hacer tal cosa pues sentía que estaba fallando a sus valores con ello.

Después de mucho insistir, las contrarias lograron convencerla con la excusa de que sólo optarían por ello si es que la rubia no podía realizarlo; ya sea por temor o porque simplemente no sepa como realizarlo. Pero aún así, la rubia seguía resistiéndose.

—Ya hablamos de esto, Aria —contestó la morena—. Y sí, tengo al menos tres posiciones preparadas, con esas creo que será suficiente —soltó dejando escapar un ligero suspiro—. Yo iré a la biblioteca en estos instantes, ustedes vean que pueden hacer con lo demás.

Las dos asintieron ante las palabras de la morena dándole a entender que estaban de acuerdo; y hecho eso, la fémina se alejó para dirigirse en la biblioteca. Pensaba recoger la mayor cantidad de información posible para antes de que comenzara la primera prueba y dársela a la rubia para que pudiera elegir la opción más conveniente para ella.

Una vez estuvieron solas la rubia y castaña, fue la última quien se había estirado perezosamente para luego mirar de reojo a su amiga que seguía viéndose bastante estresada. Alicia sólo pudo bufar ligeramente con diversión.

—Todo saldrá bien, deja de darle muchas vueltas —expresó levantándose de su sitio, en tanto, la rubia alzó la mirada para verla notablemente angustiada—. A pesar de todo eres casi tan buena como yo y Cloe como hechicera, no te preocupes —finalizó con cierta altaneria.

—Es que de verdad no quiero participar en esto... y también, no estoy realmente segura de que pueda lograrlo, ya sabes, "ganar" —dijo en un suspiro cansado—. Al menos espero salir en una pieza de ahí...

Alicia no pudo evitar mirarla con cierto desagrado ante sus murmullos cargados de inseguridad y dudas; pues algo que realmente fastidiaba a la castaña era la debilidad y fragilidad que una persona podría mostrar al momento de pretender hacer algo. Y esas eran una de las características más marcadas en la personalidad de la rubia; pero claro, al ser su amiga, trató de comprenderla y sólo dejó salir un pequeño suspiro para reunir paciencia.

Haber tenido ya cuatro años de amistad con la rubia había hecho que desarrollara una paciencia y empatía más estable que antes.

—No digas ridiculeces —bufó con un tono ciertamente animado—, por algo eres nuestra amiga. No elegiríamos estar con una sang- —dijo cortando de golpe su hablar ante la mirada afilada de la menor. Rápidamente desvió su mirar para rascar su cabeza con nerviosismo pues por poco y había dicho una estupideces— sanguijuela. Tú eres especial y por eso es que duramos tanto tiempo juntas —explicó con rapidez—. En fin, vamos a hacer lo que Cloe dijo o ya sabes como se pone.

Aria sólo pudo negar con la cabeza en silencio ante la actitud de su amiga, pues había captado lo que estuvo a punto de salir de sus labios. La castaña comenzó a avanzar rápidamente mientras que a la rubia no le quedó de otra que seguirla muy a su pesar.

Al final, había formado una ligera sonrisa en sus labios al recordar ciertas cosas. Si bien el hecho de que la discriminaran por ser una 'sangre sucia' llegaba a doler, e incluso si su amiga estuvo a punto de decirlo, no podía molestarse con ella. Después de todo, estaba al tanto del tipo de educación que Alicia había recibido al tener unos padres estrictos con respecto al linaje.

La única que decidió ignorar esas ideas a voluntad fue la castaña; ya sea por rebeldía o porque realmente pensaba que esa idea era ridícula, Aria valoraba el esfuerzo que Alicia ponía siempre para ser amable, considerada y atenta con ella muy a pesar de su muy arraigada crianza.

Aria sabía que Alicia la veía como igual y eso era más que suficiente.

—¿Qué se supone que haremos para obtener más información? —cuestionó la rubia caminando más rápido hasta llegar a un lado de la castaña.

—No tengo idea; pero creo que la influencia y encanto femenino funcionará —respondió alzando sus hombros con indiferencia.

—Bueno, como que en esos dos puntos no podré ayudarte —soltó la rubia—. Ahora no es que sea la favorita de todo el mundo gracias a este estúpido torneo y por la influencia, mucho menos —bufó hastiada—. No soy multimillonaria y mi linaje no es muy especial que digamos.

—Bueno, veré que puedo hacer —respondió la castaña girando para hablar con la rubia, pero se quedó ciertamente extrañada al ver que tras la chica, un castaño se acercaba con firmeza—. Creo que tu príncipe azul viene por ti, Aria.

La contraria por supuesto se había extrañado por sus palabras y siguiendo la mirada de la castaña, terminó girando para encontrarse con la imponente presencia de Cedric frente a ella. Casi se le da un vuelco al corazón cuando pudo sentir de cerca el aroma del chico que impactó en sus fosas nasales alterándola.

Al ver directamente los ojos del mayor, pudo notar la seriedad en su semblante que venía acompañado con una pizca de nerviosismo.

Alicia, ante la tensión que había entre ambos y sintiéndose un mal tercio en medio de aquella 'pareja', sólo pudo formular una mirada de asco antes de decidir irse por su cuenta y darle el espacio suficiente como para que su amiga arreglara lo que sea que tuviera con ese joven.

Aria por su parte comenzó a llenarse de pánico cuando su amiga se había retirado de repente, no quería quedarse a solas con ese chico puesto que se sentía algo vulnerable al estar cerca de él y además que no podía actuar con tranquilidad al tener esos profundos ojos grises sobre ella.

—Aria, quisiera hablar contigo un momento —expresó este con su voz suave.

La chica se mostró tensa por el pedido del joven y evitó mirarlo directamente al rostro. No es que no quisiera hablar con él, pero de lo último que había sucedido entre los dos, no la dejaba en una situación cómoda.

Cedric había notado eso.

—Por favor, solo es un momento...

—Está bien —respondió esta por fin viéndolo a los ojos, que rápidamente había hecho que se arrepienta de hacerlo. Ya que después de todo, no había algo que la pusiera más nerviosa que admirar esos iris grisáceos—, te escucho...

Este parecía ansioso y pensativo en lo que iba a decir, pues temía en empeorar la situación en la que estaba actualmente con la rubia. Pero muy a pesar de esa incertidumbre, sentía que era necesario el hacérselo saber.

—Lo siento por haber dudado de ti —expresó con sinceridad ante los ojos de la fémina que se había alterado aún más por la mirada apenada del castaño—, en ese momento estaba confundido y no sabía si realmente habías hecho eso. Después de todo, el hecho de que hayas participado en el torneo, nos convertía en rivales.

—Sí, pero ya he repetido miles de veces, no fui yo la que puso su nombre en el cáliz —expresó frunciendo ligeramente el ceño—. Y a pesar de haberlo dicho a ti, no me creíste. Incluso si veías que era atacada por ello... lo que le hicieron a Harry Potter es horrible y...

—Les dije que pararan con ello —explicó el joven con rapidez—, no fue algo que yo hubiera pedido.

La muchacha puso los ojos en blanco un momento y ya se había dispuesto a seguir con su camino ya que no se sentía con ánimos de seguir con la conversación, pero antes de hacerlo, fue frenada ya que el castaño había tomado su mano con cuidado impidiendo que esta se retirara.

—En verdad, siento haber dudado de ti —expresó sincero—. Sé que no fuiste tú y es por eso que quiero ayudarte. La primera prueba que se hará es con dragones; uno para cada uno.

Aria ya estaba en conocimiento de ese dato gracias a la morena que se lo había contado en la mañana y aunque no era seguro, ahora las palabras de Cedric se lo iban confirmando cada vez más. De igual forma, la chica prefirió agradecerle el gesto.

—Entiendo... gracias por la información —respondió esta en un murmullo.

—Cuídate y qué gane el mejor —expresó este satisfecho al recibir la aceptación de la rubia. Pronto y sin pensarlo demasiado, elevó una de sus manos hasta que con sus dedos acarició uno de los mechones dorados de la fémina haciendo que la misma se estremezca ligeramente—. Nos vemos.

Dicho eso, el castaño pasó a un lado de la rubia que había quedado inmóvil por unos segundos gracias a todas sus emociones que la habían abrumado. Cuando por fin pudo reaccionar, giró rápidamente con la intención de agradecer las dulces palabras del dicho; mas toda sonrisa desapareció cuando vio algo que sembró una pequeña puntada en su pecho.

Cedric había frenado de repente cuando una chica lo había interceptado y entre lo que parecía una agradable charla, la pelinegra había saltado para abrazarlo con efusividad.

(...)

Alicia llevaba rato caminando por el jardín del enorme castillo de Hogwarts; buscando en eso a algún idiota que pudiera decirle algo que le pudiera servir para la competencia, más con lo poco que pudo averiguar, sólo confirmaba las palabras que había dicho la morena.

La primera prueba sería con Dragones.

Ahora que ya no le quedaban casi dudas, planeaba reunirse nuevamente con las mismas para quizás ayudar en buscar el método adecuado que Aria debía usar para ese desafío. Pero en su camino de regreso, algo había llamado su atención.

Un hurón blanco venía corriendo de la dirección en donde iba y este al notarla en el camino, pareció espantarse pues rápidamente había girado para volver a escapar.

Apenas el animal quiso escapar, la castaña sacó con rapidez su varita que se mantenía en el bolsillo de su túnica y lo apuntó hacia aquel ser.

—Aresto Momemtum —expresó lanzando el hechizo en el mamífero que pronto se había quedado casi inmóvil; pero lo que en realidad era, fue que sus movimientos se habían hecho mucho más lentos haciéndolo casi como un caracol. Eso le dio el tiempo, en demasía, para ir hasta el y tomarlo en sus manos con curiosidad—, ¿y tú de donde saliste?

El animal, en su lento movimiento, parecía ciertamente histérico y con claras intenciones de escapar de las manos de la fémina castaña.

—Da igual, te ves lindo y te llevaré conmigo como mascota —soltó con una ladina sonrisa—. Además te me haces familiar; tranquilo, te espera una gran vida.

(...)

Soltó un largo suspiro cuando se cansó de seguir leyendo el enorme libro frente a ella; llevaba ahí cerca de una hora y media, había encontrado bastantes datos de utilidad pero por alguna razón no se sentía con tantas ganas de seguir investigando.

De puro aburrimiento mientras descansaba, sacó el collar que había estado guardando por debajo de sus prendas y comenzó a mirarlo con más detenimiento que en anteriores ocasiones.

Por fin se había animado hace poco de enviar una carta a sus padres explicando todo lo que le había ocurrido en el poco tiempo que había permanecido en aquel colegio y también para tratar de indagar un poco más de lo que sería aquella reliquia que se le fue encargada. Pero como lo esperado, la única respuesta que recibió fue unas ciertas palabras que sonaron más a decepción por parte de sus padres al conocer la casa en la que había quedado y nada sobre el misterioso collar.

Debía admitir que el ver aquella joya era ciertamente adictivo por la belleza que la misma desprendía, por lo que no se había dado cuenta de los minutos que corrieron mientras que su atención se encontraba fijada en la misma.

Parecía ser que seguiría en ese plan de no ser por el hecho de que había sentido un repentino suspiro tibio en su nuca que la había estremecido de inmediato. Con el corazón a punto de salirse por el pecho, giró rápidamente para mirar quien podría estar tras sus espaldas y su al encontrar al responsable, sus nervios no disminuyeron.

—T-Tom... —soltó nerviosa mientras se levantaba de su asiento sin saber muy bien por qué, pero sentía la necesidad de no dejarse en una posición de desventaja frente a él que sólo se encontraba a una distancia diminuta de ella.

Quiso retroceder en su sitio para retomar el espacio entre ambos, pero no contó con que la mesa nuevamente sería el motivo de que no pudiera escapar del mayor. Este tenía su gélida mirada puesta en dirección al collar que colgaba del cuello de la morena que ahora estaba perfectamente a la vista; pronto luego de analizarlo, subió su atención hacia la fémina que permanecía ciertamente confusa por la repentina aparición del muchacho.

—Tranquila, no soy una alucinación ni un espectro —expresó algo malicioso en su tono—. Sólo que mis lugares de recurrencia son la biblioteca, la dirección y el comedor; por si quieres verme más seguido.

—¿Y por qué quisiera hacer eso? —cuestionó la chica con cierto recelo.

—¿Y por qué no querrías hacerlo? —devolvió divertido—. Eres la persona con la que más veces me he cruzado; supongo que ya debería decirte donde encontrarme para que se te haga más fácil —dijo notando que aquello logró avergonzar más a la contraria, sabía que este pretendería contradecirlo, por lo que rápidamente la hizo dirigir su atención en otra cosa—. Pero a pesar de todas las veces que nos vimos, es la primera vez que noto ese collar en ti...

Sin esperar alguna explicación o permiso por parte de la morena, este llevó su mano con curiosidad hacia el objeto con la intención de tocarlo; pero como había pasado con la castaña, apenas puso su tacto en la joya, una chispa apareció haciendo que este apartara su mano de inmediato al recibir una corriente en sus dedos.

La morena, apenas este había retirado su mano, tomó el collar y lo volvió a esconder por debajo de su uniforme.

Tom a pesar del dolor que la joya le había causado, no mostró ninguna expresión que lo evidenciara; más bien, había formado una ligera sonrisa de satisfacción.

—Es un potente hechizo de protección... me entumeció los dedos —expresó en un murmullo casi fascinado—. Nadie que no seas tú lo puede tener...

—Sí, es un regalo —explicó rápidamente.

—Así que ya te entregaron la reliquia secreta de los Gryffindor.

Cloe no pudo evitar fruncir ligeramente en ceño con confusión al escuchar esas palabras de aquel chico; ya sabía que era una reliquia secreta, pero no entendía como el joven tenía ese conocimiento.

—El legado maldito de los Gryffindor

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