Capítulo 5.
La castaña, en algunas ocasiones, podía sentir cuando las cosas no iban bien incluso si los demás creían que vivía de forma despreocupada. Cuando era una niña de solo 8 años, era normal pensar que ella no le prestaba atención a su alrededor por estar perdida en su propio mundo; en realidad no debía preocuparse por nada.
Era la heredera de los Walsh; una de las prestigiosas familias cuyo linaje puro y poderoso los habían hecho resaltar durante siglos; en especial a ellos que manejaban uno de los elementos más vitales del mundo: el agua. Escuchar a alguien cuyo apellido sea ese, era de esperarse de que este sea respetado y alabado por todos a su alrededor.
Por ese hecho, el mundo pensaba que las familias cuyo linaje era perfecto, tenían la vida totalmente asegurada y sin conflictos; aunque muchos de los implicados, podrían afirmar algo totalmente contrario a lo que todos creían.
Ese era el caso actual de la familia Walsh en ese tiempo, estaban pasando por una fuerte crisis. Tanto así, que incluso tuvieron que usar a su única heredera para enmendar el error de los adultos.
—Hija, entiende. Es por el bien de la familia —explicó la mujer de cabellos castaños que arreglaba la elegante prenda de la menor que trataba de calmar sus sollozos—. Además, alégrate. Es alguien que conoces y seguirás el linaje puro de la familia, ¡saldremos de la crisis y volveremos a estar bien!
La niña de no mas de ocho años, llevó sus manos hasta su vestido y lo estrujó con fuerza a la par que bajaba su mirada y presionaba sus dientes con tanta fuerza que incluso estos chillaron ligeramente. A pesar de sólo ser una niña, ahora estaba forzada a casarse por conveniencia puesto que el mayor problema de la familia era que estaban al borde de la banca rota. Habían estado tratando de manejar la situación y de guardar las apariencias ante el mundo; pero todo se volvió insostenible.
Lo peor de todo, era que su prometido era ni más ni menos que un primo conocido. El chico tenía quince años y ella ocho; las cosas no podría ser peor.
En cuanto a sus padres, no veían del todo mal el hacer que su hija terminara comprometida con un pariente, puesto que era conocido que en el mundo mágico el hecho de asegurar el linaje era muy importante. Por lo que era común que hubieran matrimonios entre parientes.
Pero lo cierto era que lo que realmente les dolía era ver el sufrimiento de la menor ante la idea; hubieran preferido que la fémina disfrutara más de su juventud y que esta eligiera a otro de linaje puro para contraer matrimonio; pero la situación había cambiado y es por eso que recurrían a esto.
Solo esperaban que la menor llegara a entender algún día de que todo lo que hacían, era únicamente por su bien...
(...)
La pequeña ya no había podido aguantar lo que estaba sucediendo y el hecho de que no podía hacer absolutamente nada para remediarlo. Ya habían hecho la reunión con sus parientes para hablar sobre los asuntos de la boda y sólo pensar en que en algún momento estaría casada con su primo, le daba náuseas.
No estaba de acuerdo con ese destino.
Desapareció de la vista de sus padres por un momento ya que deseaba desahogarse a solas. Y que mejor que en el gran jardín de la mansión Walsh mientras que los mayores hacían una junta con otra familia mágica por asuntos los cuales ella desconocía.
Pero que importaba, seguramente sus padres ya estaban arreglando los últimos detalles de la boda y es por eso el que hayan llegado hasta ahí.
Ella, entre medio de el sofisticado laberinto de plantas que se alargaba por el jardín de su familia, se mantuvo sentada en un banco de mármol pulido. Sus manos cubrían su rostro mientras dejaba que todos los sentimientos que había estado reprimiendo salieran a la luz de su imperturbable soledad.
Su pecho ardía de tanta rabia e impotencia que había estado sintiendo desde que se enteró de que había sido privada prematuramente de su libertad gracia a esa unión arreglada. Sin contenerse más, las lágrimas siguieron derramándose con fiereza por sus mejillas, dejando escapar de sus labios los primeros gritos ahogados de dolor.
Estaba tan decepcionada de todo, e incluso si desde hace un tiempo optó por esperar siempre lo peor de las personas gracias a que nació en una cuna noble, era duro que tus propios padres sean los responsables de lanzarte a los lobos.
Un sonido extraño que se removió entre los arbustos, la hizo sobresaltarse pensando que podría tratarse de algún sirviente buscándola o incluso si era de sus padres; aunque pensándolo bien, era improbable. Sus ojos rojos por las lágrimas miraron en la dirección del sonido esperando a que lo que sea que estuviera ahí, hiciera acto de presencia.
—Deja de perder el tiempo y aparece, ya sé que te ocultas ahí —expresó la castaña con cierto fastidio también al sentir que su voz temblaba por el reciente llanto. Rápidamente llevó su brazo para frotar sus ojos de forma rápida y con ello, deshacerse de las lágrimas que seguían saliendo pero en una cantidad más mínima.
Finalmente la persona que había estado oculta ahí, decidió mostrarse ante la menor haciendo que la misma frunciera ligeramente el ceño al sentirse confundida. Era un niño de su misma edad que tenía una expresión extraña en su rostro mientras la miraba.
Sus cabellos eran rubios como el sol y sus ojos grises como el hielo; Alicia tenía que admitir, que eran realmente bellos esos iris que en ese momento la veían con casi la misma tristeza que ella transmitía.
—No te detengas —dijo el niño que para ese momento, era desconocido para la castaña—, está bien que dejes salir todo lo que sientes. Incluso si ese sentimiento es de rencor, déjalo salir. Incluso si con ello quemas a los demás en el proceso, sólo hazlo. Es preferible eso a que te quemes tú.
(...)
El silencio en el gran salón volvió a ser sepulcral y todas las miradas fueron enfocadas a la rubia que había quedado incluso más pálida que antes. Ella trataba de negar con la cabeza ya que su voz quedó estancada en el nudo de su garganta, pero incluso ese simple gesto le era difícil al estar totalmente paralizada.
Pronto se hizo escuchar el descontento de los demás alumnos puesto que comenzaron a abuchear.
—Aria Roy —volvió a repetir el director que fue acercándose a la alumna a paso apresurado y notablemente molesto.
La menor sintió un escalofrío recorrerle la columna cuando lo divisó dirigiéndose hacia ella. De forma inconsciente la rubia se levantó de golpe para no sentirse tan acorralada, pero sabía que estaba en graves problemas.
Sus dos amigas habían quedado igual o peor que confundidas que la rubia y se habían quedado en un breve trance en ese momento; eso hasta que el mayor había exclamado con molestia.
—¿¡Tú también colocaste tu nombre en ese cáliz, Aria!?
En ese instante la morena y la castaña por fin parecieron reaccionar, pues antes de que el hombre llegara por completo a la menor, las dos amigas se interpusieron haciéndole frente al hombre, colocándose frente a la rubia.
—Ella no colocó su nombre en el cáliz, profesor Dumbledore —afirmó la morena con firmeza.
—Ella estuvo todo el tiempo con nosotras y eso podemos asegurarlo, no lo hizo —añadió la castaña.
—¿Y cómo se supone que llegó su nombre ahí entonces?
—No sé, usted dígamelo —respondió la morena—. Fue usted quien se había asegurado de que ningún menor colocara su nombre en ese cáliz, ¿o me equivoco?
El director había quedado en silencio unos segundos, hasta que rápidamente le dirigió una mirada afilada a la rubia que seguía consternada.
—Roy, ve junto a los demás elegidos de inmediato —ordenó el hombre girando sobre sus talones para ir en dirección a la sala de campeones en donde estaban los demás.
Las dos amigas soltaron un disimulado suspiro cuando ya no tuvieron frente a ellas al director y sin perder tiempo giraron hacia la rubia que estaba al borde del pánico.
—¡Yo no puse mi nombre ahí! —chilló a lo bajo aferrándose a los brazos de ambas chicas.
—Ya, lo sabemos. Cálmate —expresó la castaña tratando de que la chica mantuviera el control.
—¿¡Qué me calme!? —susurró histérica.
—Basta, Aria —habló la morena llamando la atención de la menor—. Tienes que ir junto a los demás y seguramente Dumbledore arreglará esto, no pueden permitir que menores sean parte del torneo. Todo saldrá bien y se hará saber quién fue el responsable de esta desagradable broma.
(...)
La morena se había enterado de todo lo que ocurrió en la reunión que se había dado sobre lo que se haría al respecto de los dos alumnos menores que terminaron implicados en el torneo de los tres magos y aquello la dejó terriblemente indignada.
En esos momentos, la rubia estaba junto a los demás para una entrevista del diario con respecto al evento y Alicia había ingresado a su primera clase del día. La castaña había pretendido faltar para poder acompañar a la morena, porque sí, Cloe pensaba ir para reclamar la decisión tan imprudente tomada por el mayor. Pero la chica pensaba que con que ella fuera era suficiente pues temía por la seguridad de la rubia.
No es que dudara de sus habilidades, sabía que aquella joven era lo suficientemente hábil como para defenderse. Pero por obvias razones, estaba segura de que la rubia no quería ser parte de esa competencia en lo absoluto puesto que era demasiada responsabilidad y además de que eran cosas que no iban con su personalidad.
Mucha presión y una competitividad que ella no buscaba.
Finalmente llegó hasta la oficina del director después de seguir algunas indicaciones dadas por la profesora Minerva.
Una vez allí, se encontró con el hombre que se mantenía atento a un documento del cual estaba escribiendo algunas cosas que la joven desconocía.
—¿Qué se te ofrece, Cloe? —preguntó el hombre sin quitar su vista del papel.
—No es necesario decirlo, creo que hasta ya me esperaba aquí —expresó la menor con cierto enfado.
—Hum, quizás —dijo este alzando la mirada hacia la morena que tenía una expresión seria—. Supongo que es por el torneo y Aria Roy.
—Está en lo correcto y me sorprende que con su capacidad de análisis, no fuera capaz de darse cuenta de la locura de su decisión —expresó—. Dejar que dos menores compitan en un evento tan peligroso es un acto totalmente irresponsable y negligente de su parte, profesor Dumbledore.
—Entiendo tu preocupación, Cloe —respondió el hombre con calma, dejando finalmente el papel de lado para prestar total atención a la chica—. Pero te aseguro que no permitiremos que los alumnos implicados salieran heridos de alguna manera, esta decisión finalmente no fue mía. Más bien del cáliz y del Ministerio.
—Usted es el director de esta institución y debió de asegurarse que una de las reglas más importantes del torneo se cumplan; "Menores de 17 años no podrán participar" —habló impaciente—. Usted no puede asegurarme de que estén cien por ciento libre de peligros y contando los antecedentes dados en los últimos años en este colegio... me hace dudar bastante de la eficacia que se da en proteger a sus alumnos.
El hombre se había quedado en silencio mientras miraba fijamente a la menor quien seguía firme en su posición. Dumbledore junto sus dedos entrelazándolos antes de lanzar un suspiro cansado.
—Cloe, creo que sabes que el responsable de esto no se trata exactamente de un bromista, ¿verdad?
—Y es por esa razón qu-
—Y es por esa razón que debemos dejar que las cosas sigan su curso —interrumpió con calma logrando que la morena formara una expresión de incredulidad, pero antes de que ella reaccionara, el mayor se adelantó—. Si el que hizo esto quiere atraer algo, o más bien, a alguien... la única forma de saber quién fue es justamente encontrarlo mediante lo que busca.
—¿Cómo una carnada? —cuestionó bufando. Para ese momento, Cloe ya no podía ocultar lo irritada que estaba por las palabras del director—. ¿Sus alumnos como carnada, me dice?
—Así mismo, señorita Gryffindor.
—No entiendo porque querrían atraer a Aria —soltó irónica—, entiendo que algunos quieran la cabeza de Harry Potter por su leyenda, pero ella no tiene nada que ver. Es sólo una alumna común.
—También me gustaría saber porque la señorita Roy está implicada en esto, ya que como has dicho, es más comprensible que Harry Potter fuera el objetivo más obvio... pero es justamente por eso que la necesitamos cerca —expresó el hombre levantándose de su escritorio. Este llevó sus manos hasta detrás de su espalda y fue caminando hasta llegar a una de las ventanas presentes en el lugar; comenzó a admirar el paisaje—. Confíe en mí, Cloe.
—¿Qué? —soltó dejando salir una carcajada sin gracia—. Esto es inaceptable —contestó negando con la cabeza al sentirse ciertamente decepcionada por la autoridad del colegio, dio media vuelta con fiereza y camino en dirección a la puerta—. Lo que está haciendo se hará saber, usted-
—¿A quién se lo hará saber, señorita Cloe? —cuestionó el hombre haciendo que la morena frenara de golpe para girar a verlo de reojo. El mayor seguía dándole la espalda mientras veía la ventana—. ¿A su padre? Porque sería interesante hablar con él sobre un tema relacionado a la carta de recomendación que había enviado para que usted, Alicia Walsh y Aria Roy ingresaran a Hogwarts.
La morena por un momento sintió que un cierto frío invadió todo su cuerpo haciendo que se quedara congelada. Sus latidos fueron en aumento por el nerviosismo y por primera vez desde que pisó aquella oficina, no supo que decir.
Estaba atrapada.
—Me pareció recordar algo extraño en esa carta... como si hubiera sido manipulada...
Y si que lo estaba.
—Usted... —murmulló la chica presa de la indignación y los nervios que se mezclaron dejando su boca totalmente seca.
—Le pido que confíe en mí, señorita Gryffindor —expresó el director finalmente girando para mirarla—. Porque yo confío en usted.
Por un momento la morena creyó comprender el significado de las palabras dichas por el contrario, pues tenía cierto sentido. Ella había manipulado la carta que su padre había enviado el colegio e incluso si sólo era con el propósito se tener a su mejor amiga cerca, eso claramente se podía mal entender en esos momentos.
De repente llegaban a Hogwarts gracias a una carta que habían manipulado y poco después, la persona que fue agregada ilícitamente terminó por ser, misteriosamente, parte del torneo de los tres magos haciendo burlas a la seguridad puesta por las autoridades.
Hacer eso es razón suficiente como para ser llamados a declarar y por supuesto aquello no le convenía a nadie; incluso al mismo Dumbledore.
—Si ya sabías que la carta había sido manipulada, ¿entonces por qué aceptaste? —interpeló la menor con seriedad. Trató de regular su respiración pues debía actuar con cautela frente a ese hombre; pues este mucho más allá de ser bueno o malo, era peligroso ante todo.
—Hogwarts da ayuda a los que lo necesitan —dijo sin más, sumando la confusión a la morena— y espero fielmente que comprendas los motivos, Cloe. Me aseguraré de que Aria Roy esté a salvo.
Cloe se había quedado unos segundos viendo con severidad al hombre pues sentía tanta rabia por el giro que el mayor había dado a su favor, dejándola con las manos atadas y sin poder hacer nada al respecto. Estaba planeado usar como carnada a su mejor amiga a un posible peligro de muerte, pues a eso se sentía.
Gruñó a lo bajo antes de volver a girar con brusquedad y avanzar a pasos apresurados, finalmente abandonando la oficina del director.
Incluso si la había dejado contra la espada y la pared, sin duda, encontraría una forma de hacer algo al respecto.
Pues la morena prefería la muerte antes que permitir que alguien se atreviera a lastimar a uno de sus seres queridos y por lo tanto, rápidamente comenzó a idear algo en su mente que le permitiría actuar.
(...)
El flash de la cámara golpeó sus ojos dejándola con una ligera y veloz sensación de ceguera. Todos los seleccionados por el cáliz habían sido llamados para dar una entrevista al diario "El Profeta" y lo primero que hicieron fue posar con sus respectivos uniformes para la foto de portada del diario.
La rubia sentía la gran incomodidad que se formaba en el grupo después de todo lo ocurrido; pues todos estaban descontento.
En la noche donde se hizo saber el nombre de los competidores, una vez estuvo a solas junto a los otros alumnos, estos rápidamente no tardaron en atacar con sus palabras molestas. Ella y aquel chico Harry Potter fueron blanco de sus acusaciones y a pesar de que estos dos negaban ser responsables de lo ocurrido, habían sido catalogados como cómplices tramposos que buscan la atención del público.
Cedric que estaba entre los otros dos alumnos de los otros colegios, se había mantenido en silencio, como si estuviera confundido. Pero finalmente había hablado frenando la discusión que se estaba dando entre los presentes.
Luego de eso, la rubia ya no había tenido la oportunidad de hablar con él, pues desde que llegó a la casa había sido rodeado de personas que lo alentaban y felicitaban por haber sido elegido.
Lástima fue por la rubia que, al contrario que Cedric, lo único que recibió fue miradas despectivas y algunos comentarios desagradables sobre su persona que pretendió ignorar hasta el día de hoy.
Le fue imposible no mirarlo de reojo y notar que de alguna forma se sentía que el castaño la estaba evitando. Aquello solo llenó de tristeza a su corazón pues realmente le había agarrado un gran aprecio al mayor y que de repente la estuviera esquivando, solo la ponía intranquila porque realmente no quería perder esa "amistad" que había conseguido con él solamente por un gran mal entendido.
—Y bien, ¿quién va primero? —dijo la mujer que estaba encargada de hacer las entrevistas, aquello hizo que Aria finalmente abandonara sus pensamientos—. Bueno, empecemos por los menores, Harry Potter.
Luego de nombrarlo, rápidamente tomó del brazo al chico para llevarlo a rastras hasta una pequeña habitación privada en donde se encerraron. Había dejado a los otros cuatro competidores en aquella sala esperando a que llegara su turno; pero en la espera, como era de suponer, no faltaron los comentarios sobre la situación.
—¿Qué creen ustedes de esto? —cuestionó un chico cuyo aspecto era imponente; si mal no recordaba, el joven se llamaba Víctor Krum—. ¿Será un intento rastrero de Hogwarts por conseguir la victoria o solo se trata de dos niñitos que buscan más atención de la que deberían? —expresó al aire ganando que la joven rubia cuyo nombre era Fleur Delacour soltara una pequeña risa burlona.
—No tengo idea, pero en ambos casos, sería un acto desagradable —comentó con su característico acento—. En especial teniendo presente a una antigua estudiante de nuestra institución, que vergüenza —soltó mirando de soslayo a la rubia que presionaba sus labios con molestia.
—Ya he dicho que no fui yo la que dejó mi nombre en el cáliz —dijo con firmeza y con una notable indignación—, no sé cómo sucedió todo esto pero realmente no quiero estar aquí, en esta situación.
Ambos contrarios sólo bufaron incrédulos ante las palabras dichas por la menor; ellos seguían pensando que aquellos dos intrusos, en específico ella y Harry Potter, habían hecho trampa en conjunto, de alguna forma, para así acaparar la victoria del tan ansiado trofeo.
Cuando finalmente el silencio se dio nuevamente, la chica soltó un suspiro frustrado y negó con la cabeza pretendiendo guiar su atención a otra cosa que no sea en lo incómodo que era permanecer en ese lugar.
Por un momento sus ojos se fijaron nuevamente en el castaño que se mantenía en total silencio, cruzando sus brazos mientras su cuerpo se recostaba por una de las paredes de la sala. Ella quiso ir hasta él y explicarle de alguna forma que todo aquello era un error y que se sentía realmente mal al darse cuenta de la distancia que se dio entre ellos dos en ese tiempo.
Pero temía ser tachada de mentirosa por el chico y ser rechazada por el mismo. Por un momento consideró el simplemente quedarse quieta en su lugar y esperar que todo acabe de una vez, mas en un pequeño impulso de valentía y valiéndose de la confianza que habían formado en todo ese tiempo que llevaban de conocerse, se acercó a él.
—Cedric... —llamó con cierta timidez, este por supuesto, giró su mirada un tanto seria e incómoda hacia ella y la saludó de igual forma reincorporándose.
—Aria, hola —dijo formando un cierto suspiro indeciso.
—Entiendo que estés confundido por lo que sucedió, pero hablo con la verdad cuando te digo que yo no puse mi nombre en ese cáliz —dijo de forma directa, tratando de buscar los tan preciados ojos grises que adornaban al contrario y al hacerlo, pudo ver en ellos cierta duda—. Cedric...
—Aria, yo...
Antes de que el mayor pudiera decir alguna otra palabra, un estruendo se escuchó a un costado dando a entender que el turno de Harry Potter había finalizado. Pronto vio como la mujer se acercaba a la rubia para tomarla de los hombros y llevarla casi de la misma manera que al azabache, alejándola de el castaño que se había quedado con las palabras en la boca.
Esta la llevó hasta la misma habitación en la que estuvo Harry y se encerraron ahí. Ella se sentó en un pequeño asiento en lo que la mujer de cabellos rubios, mas claros que el de la menor, hacia lo mismo posicionándose frente a ella.
—Así que tu eres Aria Roy, ¿eh? —dijo la mujer con entusiasmo mientras que una pequeña libreta aparecía a su costado siendo seguida por una pluma que iba escribiendo de forma automática todo lo que esta decía—. La chica que llegó de Francia, antigua alumna de Beauxbatons que está dispuesta a traicionar a su antiguo colegio para darle la victoria a su colegio actual.
—Espere... eso no es-
—Con solo trece años, al igual que Harry Potter, fue seleccionada de forma desconocida para formar parte del torneo de los tres magos —expresó de forma exagerada, confundiendo a la rubia.
—Señora, tengo quince años. Y esto-
—¿Será esto el producto de la discriminación dada a los hijos de muggle? Porque no es de ignorar el dato de que nuestra campeona es hija de no magos —habló mientras que la pluma no dejaba de escribir—. ¿Es un intento por demostrar alguna superioridad o desafío a los magos puros y mestizos? ¿O es un método para llamar la atención y hacer ver la validez de tu persona?
—¿¡Pero que está diciendo!? —expresó la rubia con molestia. Esta se levantó de golpe y fue de prisa hasta la puerta para abrirla de golpe.
—¡Espera, aún faltan preguntas! —exclamó la mujer que quiso seguir a la menor, pero se detuvo a la puerta para susurrarle algo a su pluma—. Y finalmente, la joven demostró que era una mezcla de aquellas dos razones anteriormente mencionadas.
La menor dio pasos molestos y rápidos para dirigirse a la puerta que le dejaría salir de ese lugar, al pasar por ahí, las miradas de los otros competidores fueron puestas en ella e incluso creyó notar que el castaño pretendió acercarse a ella para saber lo que había sucedido. Pero incluso si eso era así, la joven no le había dado la oportunidad ya que abandonó la sala de un fuerte portazo.
(...)
Después de una larga y aburrida clase de historia sobre el mundo mágico, finalmente tuvo la oportunidad de salir en busca de alguna de sus amigas y saber el cómo habían terminado las cosas. Confiaba que su amiga morena habría conseguido un resultado para recapacitar al director de aquella institución puesto que ella también estaba disconforme sobre lo que se pretendía hacer.
En medio de los pasillos solitarios, fue a paso despreocupado hasta que fue interrumpida al ver que un grupo de chicas le habían impedido el paso. Aunque le hubiera gustado que no, la castaña pudo reconocerlas de inmediato.
Y a pesar de que las chicas comenzaban a rodearla en un porte amenazante, eso no impidió que la castaña formara una sonrisa arrogante en sus labios dejándose acorralar contra una pared a propósito.
—Parece que eres como un plaga, Walsh. No podemos deshacernos de ti ni aunque usemos los mejores insecticidas —expresó una de las jóvenes con cierta altanería quien era como la "líder" de aquel grupo—. Dime, ¿dónde está tu otra patética amiga y a la sangre sucia que tienen como mascota?
—Oh, Shirley. ¿Estás segura de que no es al revés? No pensé que me extrañaras tanto hasta el punto de venir hasta aquí para verme, cariño —dijo en un tono burlón—. Pensé que me había librado por fin de tu culo gordo, pero mírate aquí, estorbando mi camino nuevamente.
La joven pareció haberse sentido realmente afectada por el comentario de la menor, pues en su expresión se notó la verdadera molestia que la castaña tomó como su primera victoria de diversión y claro que hizo saber su superioridad con una sonrisa socarrona.
—No estás en tu mejor momento como para tomarte las libertades de hacerte la graciosa —dijo la chica dejándole un pequeño empujón en el hombro contrario a la más baja, lo cual la hizo retroceder ligeramente hasta chocar contra la pared—. Estas en desventaja.
La castaña tenía sus ojos cerrados y la sonrisa no se borraba se su rostro, puesto que estaba tratando se controlarse. Finalmente abrió sus ojos para, esta vez, borrar su sonrisa pero con el único propósito de cambiarla por una mirada afilada hacia la contraria.
En un descuido, la castaña llevó su mano hasta el cuello de la contraria y lo presionó haciendo que la joven llevara sus manos al agarre para intentar liberarse. Pronto las demás jóvenes dejaron relucir sus varitas que en su totalidad apuntaron al rostro de la castaña que en ningún momento dejó de mirar a la pelirroja que tenía agarrada.
Pronto cambio su expresión seria para volver a su sonrisa burlona anterior, dejando confundida a las contrarias.
—¡Suéltala! —ordenó una de las chicas del grupo mientras que la pelirroja seguía con una mirada desesperada al no ser liberada aún— ¡Te lo advierto!
—Shirley, ¿acaso cuando vas a terminar por entender quien soy yo? —dijo en un tono de superioridad—. Créeme, sin importar que te escondas en tu grupo de perritas falderas para venir a mi, puedo dejarte aún peor que la última vez que nos vimos, ¿entiendes?
La castaña no pudo evitar sonreír al ver el rostro de temor que expresó la pelirroja ante sus palabras, ya que después de todo, ellas se conocían bien. Aquellas chicas eran las que siempre querían molestar a su rubia amiga y por supuesto, ellas también eran el motivo por el cual fueron casi expulsadas de Beauxbatons. Después de todo, la última vez que se vieron, la castaña junto a la morena se habían encargado de darles una buena lección a esas chicas.
Y parece ser que no fue suficiente.
Pronto soltó el agarre haciendo que la chica retrocediera con velocidad para mirar con sumo odio a la menor que siguió con su sonrisa divertida.
—Ups, ¿te lastimé? —preguntó la Slytherin fingiendo inocencia.
—¡Atáquenla! —ordenó la pelirroja haciendo dudar ligeramente a sus acompañantes, pero entre sus dudas, no se habían dado cuenta de que alguien más había llegado a escena.
—Será mejor que escojan bien a quien pretenden molestar, porque si tocan a un Slytherin, no esperen no recibir consecuencias al respecto —habló cierto rubio que había llegado para mirar con desdén a las presentes.
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