Capítulo 4.
Pasó exactamente un mes desde el anuncio que Dumbledore lanzó para los alumnos de Hogwarts y que dejó bastante emoción entre los jóvenes; claro, excepto a ciertas chicas que sentían fastidio al comprender lo que eso conllevaba.
En los días transcurridos las menores siguieron sus actividades intentando ignorar los comentarios y temas referidos a ese torneo, pues realmente no estaban interesadas en el. También por el hecho de que sería un dolor de cabeza asegurado, lo podían presentir.
Fuera de eso, lo más resaltante fue que Aria había entablado cierta conexión con un chico de su casa. Pues cuando no estaba cerca de sus mejores amigas, solía quedarse al lado de ese joven el cual lograba hacerla sonreír seguido. Por supuesto la morena y la castaña intentaron sacar una confesión acerca de lo que estaría sucediendo entre esos dos o al menos algo que confirmase que hubieran sentimientos de por medio, pero a pesar de la insistencia, la rubia seguía asegurando de que sólo se trataba de una buena amistad. Cosa que claramente las dos contrarias no podían tragarse, pues la de cabellos dorados era muy evidente con respecto a sus emociones, mas en esta ocasión no pudieron conseguir nada.
En cuanto a la castaña, ella no mostró demasiados cambios en general. Sus pleitos con Malfoy siguieron, aunque generalmente ambos se evitaban mutuamente por alguna razón. Cloe intentó averiguar sobre lo que había ocurrido con ellos, pues sus peleas llegaron a incluso crear espectáculos en público que fueron motivos de chismes y rumores que la morena llegó a despreciar. Eso se debía a las frases sin contexto que Draco Malfoy solía soltar, los cuales la mayoría eran insultos, hacia su castaña amiga. Cosas como "farsante, lagartona, casa fortunas, sanguijuela" y otras cosas más fuertes que la morena no quisiera ni recordar. Sin duda la castaña no se quedó atrás con esa guerra de palabras hiriente, pero todo eso sólo incrementó la incertidumbre que Cloe tenía; mas al igual que en todas las ocasiones en que lo intentó, Alicia evadió cada pregunta o intentos de su amiga por saber más del tema.
Lo cierto era que las peleas que ambos tenían, cuando no se evitaban, eran explosivas. Haciendo con ello de que solo hubieran enfrentamientos constantes contra el grupo de Malfoy pues como era de esperarse, incluso si Cloe no sabía el motivo de la pelea, si eso involucraba a su amiga, era motivo suficiente como para también hacerse parte del conflicto.
Por otra parte, pasados los días la morena se fue interesándose cada vez más en algo en específico, o más bien, en alguien. Había tratado de ingresar nuevamente en aquella biblioteca oculta en cuando tuviera la oportunidad, pero misteriosamente, sus intentos fueron fallidos en su totalidad.
Ahora la joven no podía encontrar la entrada por más de que lo intentara por horas y lo más raro era que tampoco había podido coincidir con el azabache. Pero poco después había encontrado una respuesta a eso; y era que el chico se encontraba en los cursos superiores, es decir, del quinto año.
Otro dato que había podido conseguir era el nombre de ese joven; Tom Riddle. Lo poco que pudo averiguar de él fue que era el prefecto de Slytherin junto a otra alumna del cual no recordaba su nombre. Supuestamente era uno de los más populares en su año, pero que era un chico tan reservado y misterioso que eran pocas las veces en las que se le podía ver fuera de las aulas; siempre que las clases terminaban, desaparecía sin dejar rastro.
Cloe pudo intuir que su paradero cada vez que desaparecía; se encontraba en la biblioteca prohibida en donde lo había conocido. Lo raro era que no había recibido ni un atentado, ni siquiera una señal de él luego de eso a pesar de que podría delatarlo, pero también lo que le sorprendía a la menor, era el porque no lo había acusado ya. Esas eran incógnitas que a veces la dejaban pensativa; como ahora. Pero pronto tuvo que retomar su atención a lo que se encontraba haciendo, pues arriesgarse a parecer distraído en la clase del profesor Severus Snape, era una sentencia segura. En especial cuando caminaba cerca de su mesa.
Por suerte, la clase estaba por finalizar.
Pero incluso si ella fue capaz de asegurarse de que el profesor no se diera cuenta de su distracción, al parecer, su amiga castaña estaba en las mismas que ella. Y para su mala fortuna, no había captado la presencia del azabache que de un movimiento brusco, tomó uno de los libros que la castaña tenía sobre la mesa y lo volvió a colocar en su lugar con cierta fuerza, haciendo sobresaltar a la menor.
—En conclusión —habló el hombre con su característico rostro sombrío y amargo mientras le regalaba una severa mirada a la joven que quedó helada por unos instantes. Finalmente el mayor sólo siguió su camino mientras seguía analizando a sus alumnos con la mirada y estos a su vez, lo observaban con temor—, sus pociones siguen siendo mediocres —soltó de cierta forma despectiva mientras miraba a uno de los alumnos del salón, siendo este Harry Potter. Cloe había notado cierto odio entre profesor y alumno, pero como no era de su incumbencia, no le había tomado demasiada importancia—. Aunque no tanto como la primera vez que llegaron aquí, así que para asegurarnos de que eso siga así... tendrán como tarea el realizar un resumen completo del libro que les entregué al inicio de la clase.
Algunos sintieron su alma caer al subsuelo al escuchar esa noticia y más de uno había ojeado el libro gigantesco que había frente a ellos de forma nerviosa. El primero en soltar un comentario de incredulidad fue cierto pelirrojo que era parte del grupo de Harry.
—¡¿Pero son más de dos mil páginas!? —dijo pesar.
—Y será mejor que empiecen ya si pretender entregarlo en la fecha —respondió el mayor con desagrado en su tono—. Es todo, retírense.
Muchos, resignados, fueron levantándose para salir del salón con bastante desanimo. En cuanto a las chicas, por suerte o por desgracia, habían tenido la misma clase por lo que las tres juntas habían abandonado el salón.
—Está loco, este libro de mierda tiene dos mil páginas y quiere que haga un maldito resumen —bufó la castaña mirando con desprecio el libro que portaba en su mano.
—Sí pero no tenemos de otra que hacerlo —dijo la morena también algo fastidiada por aquel trabajo extra asignado.
—Yo odio las clases de pociones —expresó la rubia con irritación—, no sé cómo lo lograré sin antes tirarme de la torre más alta del colegio —soltó suspirando.
—Bueno, por algo está tu novio mayorcito —expresó la castaña con una pequeña sonrisa divertida—. Pídele ayuda y después nos pasas para copiar, ¿a qué si?
—Te romperé la nariz con este libro, ¿A qué sí? —respondió la rubia—. Ya te dije que no es mi novio y además, que pena pedirle.
—Oh, vamos. No seas ridícula —bufó la castaña rodando los ojos.
Las tres siguieron caminando por los pasillos mientras hablaban de temas triviales o simplemente discutían sin razón. Todo seguiría así hasta que escucharon cierta noticia que llamó la atención de las jóvenes.
Y era que finalmente los otros colegios estaban llegando a Hogwarts.
Las tres mirándose con seriedad, avanzaron en dirección a los demás alumnos que se acumularon por uno de los pasillos que cuyas ventanas daban a las afueras del colegio. Allí, lo primero que vieron fueron los barcos que habían emergido de las profundidades del lago.
Pero lo que realmente les importó, fue que del cielo venía a gran velocidad una carroza que reconocieron a la perfección. Y ese, era de su antiguo colegio; Beauxbatons.
(...)
Cloe había quedado en ir un momento hacia la biblioteca pues ahí mismo necesitaba adquirir un libro que le ayudaría para refuerzo en el tema de pociones puesta por el profesor Snape. Como habían acabado sus clases, le quedaba un poco de tiempo para revisar ese sector antes de ir al gran comedor donde se haría la presentación de los colegios invitados.
Hasta el momento, los alumnos de otras instituciones no se habían mostrado para nada, haciendo suponer que se reservaban para aquella noche.
Una vez llegó, algo le había parecido extraño. Y era más que nada por el hecho de que la biblioteca estaba totalmente vacía, ni siquiera estaba la encargada del lugar como debería. Con algo de cautela Cloe fue caminando con lentitud por los pasillos de la biblioteca, pues extrañamente sentía que a pesar de la soledad que aparentaba el salón, realmente no era así.
Sus sospechas fueron comprobadas cuando el reflejo de sus ojos pudo notar el rastro de una túnica en movimiento que rápidamente desapareció por uno de los rincones. Sin perder más tiempo, ella rápidamente fue en su dirección preparando de forma inconsciente su varita, por cualquier problema que se le pudiera presentar.
Al llegar en donde el rastro de aquella persona que se movilizaba con una agilidad sorprendente, haciendo que incluso la chica aún no pudiera ver su rostro, se topó con el mismo punto en donde la puerta secreta se encontraba y que no había podido abrir; estaba abierta. De repente, se encontraba visible para ella.
De repente la incertidumbre la invadió haciéndola dudar de que si sería bueno entrar en aquel lugar teniendo en cuenta de que la última vez había escapado por los pelos. Por supuesto que su instinto de supervivencia le gritaba que entrar en ese lugar era como ir directo a la boca del lobo y vaya que siempre ella había hecho caso a su intuición, más cuando estaba considerando irse cuando antes de ahí, la puerta fue cerrándose lentamente frente a sus ojos.
Pensó que quizás ya no tendría otra nueva oportunidad de ingresar en aquella biblioteca cuyo lugar ocultaba un sin fin de conocimiento, en su mayoría sobre artes oscuras, pero conocimiento al fin y al cabo. Además de que también, podría encontrar al joven azabache ahí...
Reprochándose a si misma por la decisión que estaba tomando, fue a paso rápido hasta cruzar el umbral por completo. Como la anterior ocasión primero fue un pasillo oscuro y sombrío hasta que llegó a donde había acabado la última vez.
Pero en esa ocasión, el azabache estaba presente antes que ella. Recostando su cuerpo contra el mueble de la mesa junto a sus manos, viendo con cierta diversión a la joven que había llegado hasta él.
Porque sí, él lo había hecho a propósito; después de todo, sólo lo hubiera podido encontrar si él quisiese. Ahora que ella estaba frente a él, no podía ocultar el hecho de sentir gracia ante lo fácil que era manejar a ciertas personas. No obstante, sospechaba que la menor ya sabía que él la había dejado entrar; y estaba en lo corrector.
La morena sintió nerviosismo al estar en esa situación, aunque no podía esperar otra cosa más después de haber entrado nuevamente ahí, le molestaba no poder tomar el control de las cosas como ya estaba acostumbrada. Sin conocer mucho al chico, podía intuir que poco a poco este la estaba metiendo en un tipo de juego sutil del que, aunque le irritara, terminaba involucrada en el.
Dejó escapar un suspiro que le permitió mantener la compostura y lo único que pudo lograr fue el formar una ligera sonrisa ladina.
—Vaya, parece que descubrí una de tus rutinas —expresó la morena admirando al chica que se mantenía tranquilo en su lugar.
—Y yo las tuyas —dijo levantándose con otro libro que había tenido oculta en una de sus manos, esta vez fue a dejarla en su estante—. Pensé que tendrías mejores cosas que hacer más que perseguirme y espiarme.
La morena abrió sus ojos con sorpresa y el nerviosismo que antes tenía, volvió y con más fuerza incluso sospechando que había subido a sus mejillas. Para su suerte, el chico seguía buscando otro libro entre los tantos que habían por lo que aquello le dio tiempo para retomar el control de sus emociones.
—Aunque no lo creas, no es mi intención el seguirte hasta un lugar en donde claramente no deberíamos estar —soltó de golpe haciendo que el chico dejara de buscar el libro para mirarla de reojo.
—En ese caso espero que guardes nuestro secreto —expresó ciertamente irónico para retomar su búsqueda.
La chica había pensado bastante esas palabras y también aquel tema del que si debería seguir callando lo que había descubierto hace un mes. Lo había pensado tanto que al final el tiempo se puso en su contra, colocándola como cómplice si es que se le ocurría delatarlo en esos momentos, pues mientras que ella había estando divagando sobre lo que debería hacer, el joven siguió visitando esos lugares prohibidos.
Lo peor de todo era que la sonrisa sarcástica que había puesto aquel azabache mientras le había dicho eso, sólo le daba a entender de que las palabras "nuestro secreto" solo era indicio de que también estaba al tanto de que si él salía afectado por causa suya, también la morena sería salpicada por ello.
Se mordió el labio inferior con frustración, pero lo que sí era claro, es que no quería verse acorralada por él.
—Creo que lo haré hasta que note algo suficientemente ilegal como para delatarte.
—¿Estar en la biblioteca prohibida no es suficientemente ilegal ya? —tentó el mayor que finalmente había encontrado otra lectura.
—Agh... la magia... —dijo dudosa haciendo que inconscientemente el chico prestara cierta atención a sus palabras— la magia es interesante incluso si esta es siniestra —soltó un tanto pensativa y el chico que había dejado de leer, la miraba ciertamente intrigado—. Aunque por supuesto lo ideal es solo estudiarla y no usarla contra alguien.
El mayor, luego de escuchar el intento de la menor por corregir sus palabras para evitar mal entendidos, le hizo algo de gracia. Lo suficiente como para que soltara una pequeña risita irónica.
Aquello descolocó a la morena que frunció ligeramente la actitud tétrica que había mostrado el chico con ese gesto. No pudo evitar decir lo siguiente.
—Tú si que eres siniestro.
—Me lo han dicho más veces de las que quisiera —repitió la misma frase que la morena la había lanzado la vez anterior. Y a pesar de lo complicado de la situación, la joven sonrió ciertamente confundida—. Aunque ser siniestro me convierte en alguien interesante para ti, ¿no es verdad?
Esa última frase la había tomado por sorpresa y bien que podía notar que el mayor se estaba divirtiendo con ella y sus reacciones. Eso la frustrada pero más que nada la ponía de los nervios; por lo que su única solución había sido desviar el tema.
—¿Irás a la reunión de la cena? —preguntó algo incómoda—. Anunciarán el torneo de los tres magos.
—Ah... sí. Supongo que debo ir —contestó sin darle insistencia a lo anterior—, pero cuando yo quiera hacerlo.
—Creí que los prefectos eran responsables en todo —dijo caminando un tanto cautelosa en dirección a la salida que anteriormente había usado, siendo seguida con la mirada por el mayor.
—No soy un estudiante cualquiera.
(...)
Ya había llegado la noche y como la anterior ocasión, todos los alumnos fueron llamados para asistir a la cena de la noche sin excepción. Cloe había llegado sin muchos problemas a la reunión a pesar de todo lo que ocurrió anteriormente con el chico que también se encontraba a varios metros de ella, indiferente a todos a su alrededor, fue ella la primera en salir de aquella biblioteca y ya cuando parecía que los anuncios estaban por comenzar, apareció el mayor uniéndose al grupo.
Como cada casa ya había tomado asiento en sus respectivos lugares, las tres muchachas no pudieron estar juntas para esa ocasión. En esa reunión, se presentaron los dos colegios invitados para el torneo.
Cloe, Alicia y Aria habían visto a algunos conocidos e incluso compañeros Beauxbatons. No podían decir que todos ahí eran desagradables, pero la mayoría habían dejado una mala imagen que ellas no podían olvidar. Al menos no por el rencor generado en las dos Slytherin que no perdonaban lo ocurrido.
Nadie tenía el derecho de menospreciar a una de sus amigas, jamás.
Así fue como apenas había finalizado aquella junta, cada estudiante fue nuevamente a sus habitaciones pues luego del aviso, se dio a entender que los participantes del torneo no debían ser menores de 17 y que el tiempo de inscripción sería hasta el jueves. Para Cloe y Aria no tuvo mayor importancia, excepto a Alicia que había dicho que participar en ese torneo hubiera sido una buena oportunidad de para triunfar como bruja.
El torneo no fue lo único nuevo que llegó a Hogwarts, ya que el nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras; Alastor Moody, ex auror, había llegado para comenzar sus clases el dia siguiente de su presentación. En su caótica clase, el docente había mostrado tres de los maleficios imperdonables que terminaron en un incómodo momento para los alumnos.
En esos instantes, las dos jóvenes de Slytherin se encontraban preparando sus camas para descansar pues la noche ya había caído. Pocos eran los que estaban en las habitaciones puesto que algunos todavía se mantenían despiertos en la sala común.
—¿Qué es eso? —cuestionó Alicia con curiosidad, lanzándose de lleno en la cama de la morena mientras que está miraba detenidamente un collar que colgaba de su mano.
Esta joya, tenía un dije de piedra pulida roja. La misma estaba sostenida por una cadena de plata que brillaba dándole un toque exótico a la misma.
—Vino con la carta —respondió la morena mostrándole el sobre abierto que su padre le había mandando un mes atrás y que se había negado a abrir por lo que podría haber adentro, pues temía que al hacerlo, podía toparse con otra decepción de su padre. Pero para su sorpresa, lo que venía en ese sobre no era nada con respecto a su casa; sino más bien era referente al collar—, me lo envió mi padre y dice que es una reliquia familiar.
—¿No que los Gryffindor sólo tenían una reliquia? —cuestionó la castaña con curiosidad llevando con lentitud su dedo hasta la piedra para tocarla—, ya sabes. La espada de Godric Gryffindor.
Cuando su dedo finalmente palpó la joya, la castaña tuvo que retirarlo rápidamente con dolor. Pues una extraña corriente eléctrica le había lastimado el dedo haciendo que soltara una inevitable queja y por lo visto, le había dolido bastante.
—¡Mierda! —gruñó llevando de inmediato su dedo hasta su boca con el intento de calmar el dolor—. ¿Tiene un jodido hechizo de protección o qué? ¡Avisa!
—¡Yo no sabía! —respondió la morena igual de sorprendía que la contraria—, después de todo yo podía tocarlo sin problema.
—Y por supuesto, ¡es para ti, mensa!
La morena movió la piedra de la joya en dirección a la castaña para asustarla, lo cual funcionó ya que para evitar que la misma la toque, había hecho un movimiento imprudente que la terminó por echar de la cama.
—Ups —soltó la morena fingiendo inocencia.
—Te voy a matar —contestó la joven escuchándose adolorida.
Ignorando la amenaza anterior, la morena siguió leyendo la carta que su padre le había enviado y lo dicho en el, la había dejado confusa.
—Dice que debo portarlo conmigo y protegerlo con mi vida, su significado y lo que este oculta me será revelado al cumplir los 18 años —comentó la joven haciendo que la castaña subiera nuevamente a la cama con la misma expresión de extrañeza que la morena—. No debo perderlo ni dárselo a nadie, los únicos que pueden hacer uso de el, es un Gryffindor.
—Vaya, ¿en serio no tienes idea de lo que es? Parece importante —dijo la menor haciendo una mueca de fastidio.
—No, ni siquiera había oído ni una sola vez de esto... —murmulló pensativa— pero si lo ha enviado mi padre, supongo que es verdad.
Sin darle muchas vueltas, la morena se colocó aquel collar al cuello y lo admiró por unos segundos antes de guardarlo por entre su ropa. Por supuesto que quería saber lo que este significaba pero por el momento, haría caso a las instrucciones de su padre.
—Cuando tenga la oportunidad trataré de obtener algo de información, claro, si mi padre no me ha desheredado ya —expresó en un ligero suspiro.
—Nah, si fuera así ya te hubieran echado del colegio. No te preocupes —dijo la contraria dándole una ligera palmada que fue un raro intento por tranquilizar a la morena.
(...)
Llegó el día jueves.
Todos, incluso las tres muchachas se habían hecho presentes para conocer el resultado de los tres candidatos para el gran torneo de los tres magos. En medio se las dos Slytherin, se encontraba Aria que jugaba con sus dedos, mostrando que claramente estaba nerviosa.
—¿Preocupada por tu novio? —interrogó Alicia en un tono pícaro, pues gracias a la rubia, se habían enterado que uno de los candidatos al torneo había sido ni más ni menos que Cedric Diggory.
—Déjame en paz, te digo que no es mi novio —volvió a decir la menor que se veía bastante estresada.
—Calma, Aria. No fue el único de Hogwarts que se inscribió, puede que no sea elegido y si lo es, no necesariamente tiene que salir gravemente herido o algo por el estilo —expresó la morena tratando de tranquilizar a la chica.
Ella por su parte, incluso si trataba de negar que estaba preocupada, le era imposible. Se había enterado que el castaño había elegido participar solamente después de que este lo hubiera hecho. Es decir, no es como si lo hubiera podido obligar a desistir en participar, pero le parecía una locura todo lo relacionado a ese torneo; y se lo hizo saber, pero no sirvió de mucho ya que el joven estaba totalmente decidido.
Temía por la vida de su compañero, pues en este corto mes que había estado en Hogwarts, le había tomado demasiado cariño. La sola idea de que podría salir herido la ponía ansiosa y le era imposible relajarse.
—Vamos, ya va a empezar.
Dumbledore había sido el encargado, por supuesto, de anunciar a los participantes del torneo elegidos por el cáliz. El primero en ser mencionado había sido Víctor Krum; estudiante de Durmstrang. La segunda fue Fleur Delacour; estudiante de Beauxbatons.
Y por último, haciendo caso a los temores de Aria, el tercer y último participante del torneo fue Cedric Diggory; estudiante de Hogwarts.
—Maldita sea... —gruñó la rubia cubriendo su rostro con ambas manos, ya a esas alturas ni siquiera le importó lo que sus amigas pudieran decir sobre sus reacciones. Pero muy lejos de recibir frases para molestarla, sintió como las contrarias ponían una mano en su espalda en modo de apoyo.
Aria quería alegrarse por su compañero, pero no podía. Y quizás por ello estaba siendo algo egoísta.
Los tres seleccionaron rápidamente fueron dirigidos hasta una habitación apartada, todos pensaron que aquello ya había finalizado, pero grande fue la sorpresa al momento de que el cáliz, en una enorme llama roja, una pequeña hoja se hubiera presente hasta caer en las manos de Dumbledore.
—Harry Potter... —murmulló el hombre estupefacto, buscando al estudiante con la mirada—. ¡Harry Potter!... —llamó con un tono de molestia en su voz, la morena miró en dirección al chico de lentes que parecía confundido y temeroso de que lo estaba pasando; incluso llegó a sentir pena por él.
—Pobre infeliz... —murmulló Alicia con cierta sorpresa.
—¡¡Harry Potter!! —exclamó el director logrando que finalmente el menor se dignara a levantarse.
Este al ir junto a Dumbledore, tomó el papel que contenía su nombre y sin entender muy bien, este fue caminando con lentitud hasta la otra habitación separada, siendo seguido por las miradas incrédulas de los alumnos, siendo que algunos llegaban a soltar frases molestas por la injusta situación.
Una vez el alumno salió, el silencio abrasador dominó el gran salón. Dumbledore quiso avanzar con suma rapidez hasta llegar a los cuatro seleccionados, pero fue frenado de golpe al nuevamente sentir que la llama del cáliz se alteraba.
—Pero qué...
—¡¿Otro más?! —gritaron varios alumnos desconcertados.
—¿Qué está sucediendo? —soltó la morena igual de confundida que sus dos amigas.
Esta vez, la llama se había alterado en un intenso color verde que se elevó hasta el techo dejando caer otra pequeña nota. Dumbledore no esperó hasta que caiga pues rápidamente fue hasta la misma para tomarla y leer su contenido.
El director quedó en silencio y todo los otros alumnos también que esperaban expectantes el siguiente nombre que había salido del cáliz.
—Es... —murmulló el mayor girando lentamente, con ello buscando con la mirada a la persona nombrada en el papel.
—¿Quién carajos es? —susurró la castaña llegando a sentir ansiedad por la duda.
—Aria Roy —anunció Dumbledore.
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