Capítulo 3.
La muchacha vio a sus costados de forma disimulada tratando de idear algún plan que la pudiera sacar de ese aprieto. Pronto notó que la mirada del contrario se iba endureciendo más y supo que debía actuar cuanto antes.
Su visión recayó una última vez a las prendas del contrario, dándole a entender, que era de Slytherin.
—Este sector se conoce como prohibida para alumnos —informó el chico con suma calma, pero sin quitarse el porte de autoridad.
Cloe quedó perpleja por su osadía y la ironía en sus palabras al decírselo. Si bien estaba consciente de que no debía estar ahí; y bien que lo sabía, pero de igual forma, el sujeto desconocido también estaba pisando el mismo sector. Pero a pesar de ello, no quiso tentar a su suerte para aclararlo, después de todo, ella entró por un descuido pero él estuvo burlando la seguridad del colegio por meses.
Debía ser un mago hábil.
—Entré por error —respondió la morena cuando finalmente retomó su valor para hablar. Se había estado haciendo tantas ideas en la cabeza que aquello no le permitió procesar bien las cosas y debía mantener la calma para salir intacta de este tipo de cosas—, y encontré esto —dijo levantando una de sus manos para mostrar la libreta que aún seguía sosteniendo—. Me pareció curioso.
El contrario desvió su pesada mirada de ella y lo dirigió a lo que tenía en la mano. Pronto avanzó lo suficiente como para quitarle aquel objeto y en ello, miró detenidamente la libreta para nuevamente enfocarse en la fémina.
—Es mío —soltó receloso—, gracias por devolverlo.
—Vaya, que raro que eso terminara aquí —habló Cloe refiriéndose a la libreta que el chico le había arrebatado—. Alguien me dijo que este sector estaba prohibido para alumnos.
Cloe comenzó a sentirse ansiosa por el pesado silencio que se formó luego de eso pues no entendía la actitud del contrario; era obvio que podría deshacerse de ella cuanto antes, pero parecía estar esperando algo. Quizás como un juego que el azabache estaba ideando.
Pronto se sorprendió al poder visualizar una diminuta sonrisa en los labios del joven que avanzó un poco más, incluso acortando la distancia entre ambos, atreviéndose a pasar su mano a un costado de ella para volver a colocar aquella libreta en la mesa. Cloe no pudo retroceder al estar arrinconada por el mueble y sintió de lleno su cuerpo vibrar ante la cercanía del mayor. Este sin dar muchas vueltas, luego de dejar aquel objeto, volvió a retomar la distancia con cautela.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ya en un tono menos amenazador que antes, pero ciertamente bastante misterioso.
La morena dudó un momento si era buena idea el decir su nombre como así a ese chico; pero teniendo en cuenta de que no estaba en una situación favorable, decidió contestar.
—Cloe Gryffindor.
El muchacho se había alejado por un momento hacia un estante y frenó sus movimientos de tomar un libro al oír el nombre de la fémina. En ese instante sintió un verdadero revoltijo de náuseas al captar la situación en la que había entrado, pero como era de esperarse de él, mantuvo la calma y sólo giró ligeramente para mirarla de reojo.
—¿Gryffindor?, ¿en Slytherin? —soltó en un tono irónico terminando por sacar el libro que anteriormente pretendía tomar—. Debiste ser la desgracia de tu familia —expresó con tranquilidad mientras leía los textos de su lectura.
Cloe olvidó el peligro en el que estaba y por lo tanto puso los ojos en blanco ante lo dicho por el contrario. Lo que dijo indudablemente era cierto, sus padres y ancestros han de estar revolcándose ante la desgracia de que una Gryffindor haya terminado en la casa con la que han tenido como rival desde tiempos antiguos.
—Parece que tampoco la idea es de tu agrado —dijo haciendo una mueca de incomodidad en sus labios. Muchos Slytherin habían mostrado su descontento por su llegada y con lo dicho por el joven, llegó a pensar que también era uno de ellos.
—No es que me importe mucho, realmente —respondió indiferente—. Sólo que según sé, a un Gryffindor, se lo conoce por liderar la casa que porta su apellido por generaciones —expresó despectivamente—. Aunque bueno, últimamente no se dio ya que la familia Gryffindor escapó a Francia y fue disminuyendo en número; que la única heredera terminara en Slytherin es... inesperado —dijo lo último después de haber pensado por un momento aquella palabra.
Un poco de los ánimos de la morena habían caído al oír semejante verdad directamente. Lo cierto era que había intentado evitar esa situación y que además trataba de convencerse de que no era su culpa que las cosas terminaran así; pero le era imposible no cargar con esa responsabilidad. Bajó la mirada ligeramente pero su expresión de resistencia no había cambiado y mucho menos pretendía mostrarse afectada por las palabras de alguien que quizás buscaba lastimarla intencionalmente. Intentó no mostrarse débil ante él.
—Sí, ya me lo han repetido más veces de las que quisiera —bufó cruzándose de brazos.
Aunque pareciera un acto común, el muchacho captó rápidamente de que se había tratado de una forma de protegerse ante sus afiladas verdades. Aquello le había causado cierta gracia pues la chica parecía ser bastante predecible para él hasta el momento; no pudo evitar hacer una pequeña sonrisa ladina.
Cloe había notado ese gesto y frunció ligeramente el ceño al sentirse ofendida; incluso si aún no sabía del porque de la diversión del chico. Pero fuera de eso, también se permitió observarlo con más detenimiento mientras que él seguía absorto en su lectura.
Aunque no tuviera rasgos muy resaltantes, en realidad, era bastante guapo y se sorprendió al no haberse dado cuenta de su presencia antes. Pues parecía de su misma edad pero no llegó a encontrase con él en ningún lado e incluso no recuerda haberlo visto en las clases.
Planeaba verlo un rato más pero este repentinamente alzó la mirada con suma frialdad hacia ella, haciendo que la misma quedara bastante confundida y de cierto modo, alerta.
—Alguien viene —advirtió de repente, para que poco después, se escuchara un poco de alboroto que finalmente le daba la razón a lo antes dicho.
—Mierda... —susurró preocupada mirando a los lados con el intento de buscar una salida. Al no hallar forma, finalmente miró al azabache que permanecía imperturbable frente a ella.
—Detrás del segundo estante hay otro pasillo secreto que da una salida de aquí —soltó de repente sorprendiendo a la morena—. Será mejor que te vayas ahora, ¿no crees?
Apenas terminó de decirlo, la chica no esperó para salir corriendo de allí. Si bien había entrado ahí por curiosa, no pretendía ser castigada por ello. Una de esas cosas es lo menos que necesitaba con su situación tan delicada; pero eso mismo, no esperó al chico, aunque este no pretendía seguirla de igual forma.
Para su suerte, lo que el joven desconocido le había dicho terminó por ser verdad y pudo salir sin muchos problemas hasta uno de los corredores solitarios de Hogwarts. Antes de irse por completo, miró hacia atrás buscando al muchacho que no la había seguido, la puerta que la sacó de aquella biblioteca desapareció y con una gran confusión por todo lo vivido, decidió seguir su camino.
(...)
Había terminado su clase de pociones y se dirigiría en camino al gran comedor con la esperanza de que allí pudiera encontrar a su mejor amiga que repentinamente había desaparecido de su radar. Aquello la había irritado con demasía pues no le había ni siquiera avisado a donde iría; se supone que todos debían ir a donde Dumbledore quien decía que daría un anuncio importante.
Antes de ir directamente al comedor, quiso echarle un último vistazo a las habitaciones femeninas buscando a la morena; pero tampoco nada. Gruñó a lo bajo dejando sus materiales en su cama y fue a pasos bruscos cruzando por la sala común donde hubiera preferido no entrar de saber con quién se encontraría
—¿Qué pasa, Walsh?, ¿ya te deshiciste de ese pasatiempo a la que llamas amiga? —expresó sacando una ligera carcajada sin gracia.
—¿Acaso no tienes algo mejor que hacer, Malfoy? —bufó está mirando al contrario con cierta altanería— ¿o sólo es que te vuelves a esconderte de tu padre?
Alicia sonrió para sus adentros, pues había notado que sus palabras sin duda habían molestado al mayor que formó una ligera mueca de desagrado. El ambiente entre los dos era realmente tenso y ninguno parecía dispuesto en dejar las cosas en paz; incluso si el motivo del rencor mutuo fue algo de hace varios años atrás.
—Ah, ¿te acuerdas de mi padre? —dijo sin perder la soberbia en sus palabras—. ¿Todavía quieres quitarnos dinero o tu cerebro de lagartona encontró otra forma de hacer las cosas?
Esta vez fue la castaña quien se había enfadado por lo dicho y estuvo a nada de sacar su varita e intentar darle una lección por sus atrevidas palabras. Había querido olvidar esa parte de su vida, pero tener al rubio cerca sólo hacía que esos recuerdos volviera.
—Yo no necesito tu asqueroso dinero, Malfoy —expresó con rabia a la par que avanzaba un paso hacia el chico; y este a la par, imitó la acción con un aire intimidante hasta que finalmente ambos estuvieron uno frente al otro, sólo con unos pocos centímetros de distancia.
—¿Ah, sí? —bufó con una ladina sonrisa burlona, que para sus adentros, estaba cargado de rabia—. Eres ni más ni menos que una arrastrada que busca las fortunas ajenas, como lo hiciste con mi familia. ¿O caso es coincidencia que los Walsh mejoraran sus riquezas una vez que fueron a Francia junto a los Gryffindor?
—¡Eso no tiene nada que ver! —exclamó llevando una de sus manos con la cual empujó con fuerza el pecho del rubio, pero este rápidamente la sostuvo para estirarla y hacerla chocar contra él. Sus cuerpos quedaron juntos por un momento en el que el chico fue bajando su rostro al de ella haciendo que la castaña quedara atónita. La cercanía de Draco incluso logró que por un momento no pudiera respirar y que sus latidos fueran en aumento de forma descontrolada.
Pero el joven se detuvo y Alicia pudo notar la expresión de odio que este le dedicaba. Además de que el agarre de su brazo que jamás soltó, se iba apretando cada vez más hasta sacarle una mueca adolorida.
—Claro que sí —gruñó entre dientes—, es por eso que te hiciste amiga de esa Gryffindor y es por eso que te largaste a Francia, ¿o me equivoco? —soltó en una pequeña risa burlona—. Sólo eres una busca fortuna que a la más mínima oportunidad deshecha a las víctimas que usó para su beneficio.
La castaña quedó indignada por sus palabras y lo que hizo por ello fue zafarse en un descuido que luego le permitió empujarlo con todas sus fuerzas haciendo que el mismo tuviera que retroceder varios pasos. El rubio sólo pudo sonreír de lado con amargura; eso hasta que la chica quiso herirlo con sus palabras. De alguna forma quería hacerlo.
Pues lo que había dicho era falso; realmente quería a sus amigas y por supuesto que no estaba con la morena con el objetivo de hacerse beneficios ante sus fortunas. Su pasado con los Malfoy; o mejor dicho, con Draco Malfoy, la tenía atada a un recuerdo amargo del cual quería librarse.
Sin importar que aquello podría darle la razón al mayor y que quizás luego se arrepentiría; la joven sólo dejó que su lengua se moviera sola para responder con cierto veneno y una sonrisa cínica.
—Pues que crees, ahora me doy cuenta que largarme a Francia y dejarte tirado aquí fue la mejor elección que pude elegir —dijo haciendo que con ello los ojos de Draco brillaran por la furia que logró hacerla vibrar ante tal sentimiento.
Antes de que las cosas se salieran de control, pues había visto los puños de el rubio apretarse hasta que sus nudillos se volvieran aún más blancos, caminó a un lado del joven quien se mantuvo inmóvil. Sólo fue que cuando ella se marchó por completo que, cual bomba de tiempo, explotó pateando una de las mesitas cercanas al sofá con la suficiente fuerza como para mandarla a volar varios metros a lo lejos.
Draco comenzó a caminar de un lado a otro, preso de su molestia que no sabía cómo descargar. Pasó sus pálidos dedos por su cabellera desordenándolo ligeramente y soltando un largo suspiro frustrado, y qué gracias a eso, poco a poco logró retomar la compostura.
Pocas eran las veces en las que él perdía los estribos de esa manera en un lugar tan expuesto; pero era imposible contenerse teniendo a la castaña cerca de él. Con sólo sentir su presencia era suficiente para que un tornado se activara dentro de él hasta el punto de hacerle perder el control de las cosas y desatar una reacción que pretendía evitar a toda costa. Soltó una risa amarga llevando su mano, que antes estaba a en su cabello, para pasarlo por su barbilla y sentir el frío de sus anillos.
Maldecía la hora en que la había conocido. La maldecía a ella, a su familia y a quien sea que fuera importante para esa fémina. Y se maldecía a si mismo por todo lo que estaba pasando.
—Maldigo ese jodido matrimonio... —murmulló presionando sus dientes con tanta fuerza que pensó que quizás se romperían por la presión.
Y sin tener en cuenta el desastre que había causado, giró sobre sus talones para abandonar aquella sala e ir al comedor. Pues aunque no estaba de ánimos para perder su tiempo en esos estúpidos anuncios, debía hacerlo a fuerzas y solo rogaba de que no tuviera que encontrase nuevamente con esa fémina pues al fin y a cabo, si las cosas seguían como estaban, ambos acabarían destruyéndose de una manera u otra.
O al menos eso era lo que él planeaba hacer.
(...)
La hora de ir al gran comedor se acercaba y tenía bastante presente que debía terminar rápidamente sus anotaciones las cuales usaría en la próxima clase. Aunque eso a fin de cuentas sería fácil, lo complicado estaba en colocar aquella inquieta planta de nuevo en su maceta pues lo había tenido que sacar con el único propósito de estudiarlo más de cerca y así tener datos más específicos de la misma.
Había notado que la mayoría había tenido problemas con ese detalle y conociéndose, o más bien suponiendo, pensaba que quizás y podría estropearlo por completo. Esa idea sin duda sólo le causaba dolores de cabeza ya que lo último que quería en esos momentos era llamar más la atención.
Aunque de cierta forma le había gustado todos los gestos amables de sus compañeros, ya estaba algo cansada de tanto ajetreo. Esperaba ser tratada como otro más y que finalmente pudiera tener días más tranquilos.
Cuando ya terminó de escribir lo necesario en su cuaderno, lo cerró lentamente mientras observaba con detenimiento a la planta que más bien parecía un bebé pequeño el cual se mantenía entretenido jugando con unos lápices que Aria había colocado ahí. Lo que debía hacer era tomarlo del tallo y ponerlo en la tierra para que volviera a dormir, pues esas criaturas una vez fuera de ese lugar, se volvían inquietas y con cierta independencia.
—Tengo que hacerlo rápido y ya —murmulló llevando su mano con lentitud al tallo de aquel ser y en un descuido lo tomó de lleno.
Pronto y como lo esperado, la plata comenzó a moverse de un lado al otro con desesperación haciendo que la rubia tuviera que luchar para no perder el equilibrio. Trató de moverlo en dirección a la maceta, pero aquella planta lo impedía empujando la maceta con una parte de su raíz a la par que trataba de librarse.
—Sólo colabora —gruñó la chica volviendo a intentar hundirlo en la tierra—, hazme caso, mierda...
Una mano había tocado su hombro haciendo que se sobresaltara ligeramente y rápidamente giró para mirar encontrándose con unos ojos grises y una pequeña sonrisa divertida la cual terminó avergonzándola por completo; era Cedric.
—Parece que en Beauxbatons no están muy acostumbrados a tratar con "criaturas salvajes", ¿no? —dijo colocándose a un lado de ella mientras la miraba pelearse con aquella planta. Él ya había acabado con él suyo pero al ver que la joven tenía ciertas dificultades en conseguir hacerlo, se acercó un momento.
—¿Cómo te explico que tienes razón? —soltó con dificultad pues aún intentaba contener a la criatura que tampoco se rendía en dejarse ganar.
—Que raro, a Hufflepuff se lo conoce por ser muy bueno en la herbología —añadió tratando de ocultar su sonrisa mientras recostaba su cuerpo en sus brazos que se posaron en la mesa donde trabajaba la rubia mientras la seguía viendo moverse de un lado a otro; intentando domar a aquella planta.
—Quizás sea una Hufflepuff defectuosa —contestó entre dientes ya bastante estresada por no poder lograrlo—. Esta cosa...
Cedric finalmente se levantó hasta ella y con cierta diversión sacó de su bolsillo una pequeña semilla que posteriormente entregó a la inquieta planta. Aria se sorprendió al ver que la planta quedaba embobada sosteniendo la semilla, olvidando por completo su lucha y berrinche anterior.
—¿Pero qué...
Antes de que pudiera seguir, el castaño tomó con una de sus manos libres el tallo de la planta y con la otra posó su dedo por sobre sus labios dejando salir un suave "shhh" que era acompañada por su característica sonrisa encantadora. Por parte de la rubia, de forma inconsciente había quedado totalmente inmóvil mientras veía que el joven llevaba a la planta para colocarla en su maceta con suma naturalidad y facilidad.
Al finalizar, el chico volvió a reunirse con ella que pareció entrar en razón luego de unos segundos. Esta rápidamente quiso saber como había logrado tal cosa.
—¿Y eso? —preguntó mostrando una sonrisa entre intrigada y ofendida. ¿por qué él pudo y ella no?—, ¿Dónde conseguiste esas semillas y cómo lograste eso.
—Bueno, se sabe que si se les da una semilla piensan que son otro de ellos y tratan de interactuar hasta que se dan cuenta de que son semillas comunes —explicó alzando sus hombros sin darle demasiada importancia—. Y por supuesto, antes de que eso ocurra, se los coloca bajo tierra. Pero tranquila, es un truco que la profesora Sprout nos dio hace un tiempo. Tú recién llegaste.
—Bueno, eso me hubiera servido saberlo hace un rato mientras me observabas sufrir —reprochó la rubia cruzando sus brazos, fingiendo que se había molestado por ello.
Cedric por su parte dejó escapar una pequeña sonrisa divertida ante los gestos de la menor y sin poder evitarlo, llevó su mano hasta su cabeza con el objetivo de regalarle una pequeña caricia.
—Lo siento, pero te veías muy linda luchando contra esa "bestia salvaje" —dijo molestando a aquella rubia que tampoco no pudo evitar que la sonrisa del mayor fuera contagiada a ella. Pero sin poder evitarlo por el nerviosismo que sintió, apartó ligeramente la mano del contrario.
—Oh, te voy a golpear —advirtió tratando de sonar amenazante, solo haciendo que para el castaño parezca todo lo contrario.
—Pues tendrás que posponer tu vandalismo porque debemos ir al gran comedor ahora —avisó alejándose de la chica para agarrar su libreta y avanzar hacia la puerta—. Apúrate o te dejaré aquí.
—No me molestes —gruñó la chica tratando de ocultar su sonrisa a la par que tomaba sus cosas e iba junto a él para ir juntos hasta el gran comedor.
(...)
La chica miró por los lados intentando ubicar a su compañera castaña que supuso que estaría ahí junto a todo el mundo para esperar la novedosa noticia que Dumbledore planeaba anunciar.
No tardó mucho en ubicarla entre la multitud y fue hasta ella, aprovechando que estaba distraída para sentarse de golpe a su lado. Como era esperado por la morena, la castaña se sobresaltó ligeramente para mirar en su dirección. Cloe espero una lista de insultos preparados por la menor ante su desaparición, pero para su sorpresa, las cosas no sucedieron de ese modo.
—Por fin llegas, Dumbledore está por hablar —dijo sin muchas vueltas para simplemente girar de nuevo en dirección contraria; pues ahí estaban todos los profesores.
Cloe esto lo tomó como una clara señal de alerta pues definitivamente eso mostraba que la castaña no se encontraba bien o que algo le había ocurrido lo suficientemente importante como para que no se mostrara con su misma actitud imponente y sarcástica.
Rápidamente la morena la giró colocando su mano hasta su hombro, haciendo que la contraria la mirara intrigada.
—¿Qué pasó? —interrogó la chica a lo que la castaña suspiró.
—¿Qué pasó de qué?, mejor dicho, ¿qué te pasa a ti? —soltó con cierto reproche— estuviste desaparecida todo el día, ¿qué te sucede?
—No quieras evadir mi pregunta —respondió la morena mostrándose autoritaria a lo que la castaña sólo bufó—. ¿Es algo de tu familia?, ¿Aria?
—Que no es nada, no seas dramática —contestó tratando de soltar una pequeña risa para disipar las interrogativas de su amiga.
—¿Malfoy?
Al escuchar ese apellido, Alicia volvió a sentir la amargura en su boca y el nudo que se había formado en su cuello hace unos momentos. Luego de la discusión que tuvo con el chico, ella fue directamente hasta el comedor y en medio de su camino intentando que las lágrimas de rabia no se escaparan de sus ojos, inevitablemente en eso había recordado varias cosas que hubiera preferido tener aún en el olvido.
Aún con el golpe de emociones que acaba de sentir, sólo aspiró un poco de aire para colocar una sonrisa arrogante en sus labios.
—Ese imbécil jamás me afectaría en nada.
Ambas se quedaron en silencio por unos segundos, Alicia tratando de no dejarse vencer por la mirada afilada y dudosa de Cloe que recaía en ella buscando en sus expresiones alguna señal de mentira.
—Sabes que iría a romperle esa bocaza tan grande que tiene, ganas no me faltan —expresó con seriedad.
—Y tú sabes que yo no necesito que nadie intente defenderme —respondió ciertamente tajante.
Cloe suspiró resignada mientras negaba ligeramente con la cabeza, entendió que en esos momentos no podía hacerla entrar en razón y mucho menos sacarle alguna información. Por el momento lo dejaría estar, pero claro, no seguiría ignorándolo. Ella sabía cuando algo malo sucedía con los demás y por lo tanto no esperaría a que las cosas pudieran ir para peor.
—De acuerdo, no te enfades. Solo me preocupo por ti —dijo tratando de tranquilizarse de igualmente.
—Sí, lo sé. Pero en serio, estoy bien —respondió también tratando de calmar sus emociones que por poco hacen que reaccionara a la defensiva sin razón. Finalmente soltó otro suspiro que sumado al estar al lado de su amiga, lograron tranquilizarla—. Pero ahora sí, dime dónde carajos estabas y qué hacías.
—¿Ahora te crees mi madre o qué? —contestó sarcástica a lo que recibió un codazo en las costillas—. Maldita sea contigo... eso dolió —gruñó a lo bajo frotando la parte afectada.
—No te hagas la tonta y dime.
—¿Tú no me dijiste lo tuyo y piensas que yo te lo diré? —bufó la morena—, y pareciera que no me conoces.
—Agh, te odio —murmulló la castaña tratando de golpear nuevamente a la contraria pero esta vez se había defendido ante sus ataques.
Pronto habían dejado de jugar, pues ya todos los alumnos habían llegado y por lo tanto Dumbledore había comenzado a hablar sobre ciertas cosas en general aprovechando la reunión de todos los alumnos antes de dar su noticia final. Cloe, aburrida por las indicaciones que se suelen repetir todas las noches, miró a sus costados intentando buscar algo interesante que la entretuviera.
En eso su atención se fijó en su mejor amiga rubia que se mantenía en su casa de Hufflepuff. Ella estaba sentada al lado de un castaño que le sonreía mientras que se hablaban entre susurros para intentar no llamar la atención de las autoridades.
—Con que ese es Cedric —murmulló la morena llamando la atención de Alicia que también giró a mirar.
—Oh, está guapo —admitió la castaña con una sonrisa divertida—. Con razón se lo tenía bien escondido.
—Ya hasta parecen novios —dijo entretenida por la curiosa escena.
Hubiera seguido comentando la situación con su amiga castaña de no ser porque de repente un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir que una afilada mirada se posaba en ella dejándola casi sin aliento. De forma inconsciente comenzó a buscarla hasta que sus ojos se posaron en aquellos fríos iris marrones que había visto hace unos ratos atrás.
Una vez más no había caído en cuenta de que aquel sujeto estaba cerca y ahora, lo encontró mirándola fijamente y de cierta forma un tanto intimidantemente. Eso la ponía nerviosa, ya que después de todo, era la primera vez que sentía ese tipo de emociones que eran provocadas por otra persona.
Decidió cortar esa conexión de miradas antes de que la castaña se diera cuenta y al hacerlo, pudo oír lo que Dumbledore había estado diciendo, haciendo que la sorpresa gobernara todo su cuerpo.
—Y para finalizar he de informar algo muy importante —habló el hombre con autoridad—. ¡El torneo de los tres magos se realizará este año en Hogwarts!
Las dos amigas se miraron ligeramente por unos segundos hasta que giraron a mirar a la rubia que también se había quedado igual de sorprendida. Se habían olvidado por completo del torneo de los tres grandes magos; y según lo dicho por el director, eso solo significaba una cosa...
que los de Beauxbatons llegarían a Hogwarts.
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