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22⎟✶ El precio del egoísmo

Veo el segundo exacto en el que la bala le atraviesa el cráneo, el niño se tambalea y su cuerpo cae hacia atrás del puente, el agua salpica, se pierde como si jamás hubiera existido. El grito de Lynette a lo lejos me parece lejano, irreal. La adrenalina sacude mi cuerpo, me tambaleo hacia un lado pero no caigo y mientras la pólvora vuelva solo existo yo.

Matar o ser matado.

Escucho el susurro de Tristán contra los oídos, lo veo sonreírme igual de orgulloso que cuando me llevaba de cacería. Me cubro el rostro, no siento lágrimas ni puedo gritar. No hago nada excepto mirar el momento exacto en el que tantos los hombres enemigos como la de Dante lograr estar cerca y comienza a dispararse, una bala rebota y caigo de rodillas contra el piso, pero no sangró. El sonido vuelve, porque el mundo no se detiene después de cometer una atrocidad.

Frederick aparta el arma de aquel hombre y lo avienta contra mí, provocando que caiga al frente. El científico me mira con una especie de agradecimiento que me da escalofríos. Entonces soy embestida por una ráfaga de cuerpos y balas a mi alrededor, dejan agujeros contra el pavimento del puente. Sujeto al hombre de la muñeca y consigo ponerme de pie, lo arrastro conmigo hasta una esquina libre de uno de los pilares que decoran el puente. Si se muere en medio de esto nada habrá valido la pena.

El grito de Lynette es una pua tan filosa que me atraviesa el corazón. Su expresión vacía me hace caer en cuenta de que acabo de matar a su hijo, lleva un arma de largo alcance, abre fuego contra mí y el científico, una de las balas me da en el hombro y ahogo un gemido cuando Riona la empuja hacia un costado y golpea su cabeza con la culata de su arma, dejándola inconsciente. Me mira un segundo con expresión vacía, su pecho sube y baja mientras el sudor resbala.

Maté a un niño que era inocente.
Soy un maldito monstruo.

—¡Corre! ¡Ahora!

La adrenalina me nublan la cabeza, pero me pongo de pie, cubro la herida de mi hombro con una mano y obligo al hombre a seguirme. Paso entre los guardias de Dante, que intentan protegerme con sus propios cuerpos para que las balas no me alcancen. Uno de ellos muere frente a mis ojos en el momento en el que me rodea, convirtiéndose en un escudo humano para evitar que la bala impacte contra mi espalda. Entonces mi rostro se siente húmedo conforme lo veo caer.

—Proteggete la regina! (Protejan a la reina)

Cuando consigo llegar al otro lado del camino, una barrera de hombres se forma tras de mí y continúan disparando al frente. Miro al hombre a mi costado, ha llegado intacto, vivo. Mis oídos zumban, la cabeza va a explotarme y me llevo ambas manos a los costados tratando de calmar el dolor que me aprisiona la cabeza y el hombro.

Las balas parecen interminables, pero mi energía no. Es casi como presionar un interruptor que lo apaga todo, lo silencia, caigo contra el piso, mi cabeza golpea la piedra, puede que sangre por el impacto o donde me hirieron, pero hay mucho rojo abajo de mí, desde este ángulo puedo ver a Lynette a lo lejos, está contra el piso hecha un ovillo, golpea el piso sin parar con ambos puños mientras grita.

¿Esto en qué me convierte?

Nada. No veo nada cuando todo se vuelve negro.

***

—Mató al hijo del jefe.

—¿Acaso tenía otra opción? ¡El consigliere es el verdadero traidor luego de más de una década!

—Basta, no sabemos lo que pasó. Estábamos muy lejos del puente para ver con claridad.

Eso no cambia lo que hizo, mató a su heredero legítimo, sangre de su sangre, eso la convierte en una traidora irrevocable, las leyes... No, no puede salvarse esta vez. Esa mujer deberá morir también.

Intento abrir los ojos, lograr que las palabras salgan de mi boca pero ninguna lo hace y solo siento la presencia lejana de una acalorada discusión.

¿Y cuando el jefe despierte?

—Es evidente que él mismo querrá matarla por lo que hizo.

Todos podemos ser monstruos si nos dan la razón correcta.

Oscuro de nuevo.

***

Abro los ojos, el fuego danza a un costado de la cama en la que estoy acostada, el techo blanco está lleno de grietas al igual que mi alma. Hay una silueta oscura sentada frente a la chimenea en la orilla de la cama, tiene la espalda erguida mientras se enrreda una venda en la muñeca.

Riona.

Se gira hacia mí, hay solo rudeza en su mirada, se pone de pie y toca mi frente sin pedir permiso, asiente como si llegara a un veredicto y luego se aleja. Noto que tengo mi hombro vendado.

—La fiebre ya bajó.

—¿Dónde estamos? —Siento la garganta seca.

—En mi casa. —La miro asombrada, ella arquea una ceja—. ¿Crees que vivía en la calle después de irme de la alianza o qué?

No respondo, trato de incorporarme pero la cabeza me da tantas vueltas que desisto de la idea. La habitación es pequeña, un tocador en la esquina, un ropero y una cama de sábanas lila. Pero la ventana del costado indica que... ¿Es de día otra vez?

—Sí, estuviste inconsciente un día entero. —Adivina lo que pienso—. Este sitio es seguro, Kaizawo instaló distintas protecciones alrededor de la casa cuando llegamos la primera vez. Es difícil de rastrear.

—¿Por qué me trajiste aquí?

—¿Entonces debería haberte dejado y que ellos decidieran tu destino?

Tuerce el gesto y me lanza un teléfono sobre los piernas. Intento levantarme, el hombro me duele aún. Lo tomo con mi otra mano y comienzo a leer. Es una noticia, la titulan como la masacre del puente, hablan de que la policía local ya está encargándose del asunto pero apenas veo las fotos de los oficiales el estómago se me revuelve. La inspectora Ugine tiene el ceño fruncido y habla con un forense mientras este cubre uno de los cuerpos. SSAMS ya debe saber todo.

—¿Dónde está el cienfífico?

—Es complicado.

No me gusta su expresión, suelta un suspiro y me mira con seriedad.

—Se lo llevaron de regreso a la villa para que curara a Dante, yo misma vi cuando lo escoltaron adentro y supervisé el proceso para que no le hicieran nada malo, pero... Ni tú ni yo tenemos permitido poner otro pie adentro de la alianza por ahora.

Asiento, recuerdo lo que escuché entre sueños. ¿Era la cúpula discutiendo qué hacer conmigo?

—Matar al heredero biológico de un capo es un acto imperdonable dentro de la alianza. Que no te sentenciaran a muerte fue lo mejor que pude hacer, pero no significa que estemos a salvo. Podrían matarnos en cualquier momento.

—Lo asesiné.

—Sí, lo vi. Y su madre también... —Hay algo pesado en su expresión—. Lynette se fue con Ruslavok, sino conspiraba con él, ahora lo hace. Supongo que lo último que deseaba era volver a la alianza y creo que por ahora es mejor. Una madre furiosa es muy peligrosa.

¿Y acaso puedo culparla? Me merezco lo que quiera hacerme.

Desearía que un par de lágrimas abandonaran mis ojos, pero nada sucede. La calma es tan escalofriante como cruel de mi parte. Entonces la miro, deseando que me eche en cara la horrible persona que debo ser, pero no me está mirando. Mantiene el ceño fruncido viendo el fuego danzar sobre la chimenea y parece perdida en sus pensamientos.

—No diré que hiciste lo correcto, pero fue lo mejor que pudiste hacer.

—No estoy segura de eso. Me volví la misma escoria que intentaba castigar. Maté a un niño por intereses propios, como otros lo hicieron con mi hermano.

—Cuando era niña y nos mandaron a matar, mi madre me hizo sacarte ilesa de ese sitio, ella quería que te protegiera. Pero hay algo en esa historia que no le conté ni siquiera a Dante. ¿Quieres saberlo?

—No creo que sea el momento de...

—Siempre fui egoísta, desde niña. —Se encoge de hombros—. He hecho cosas que no me enorgullecen y aprendí a volverme insensible. Cuando ella me dijo que era nuestro fin ese día, entendí que se refería a morir. No quise, me negué. Le dije que debíamos intentar huir de Tristán Kasper. ¿Sabes lo que hizo ella?

No responde, no lo necesita. Está sumida en su propio recuerdo.

—Ella tomó la única arma que había en casa y la puso debajo de mi mentón. Eras una bebé, llorabas, te puso en mis brazos y quitó el seguro. Dijo que no había otra forma, nos mataría. Ella estaba mirándome con locura, estaba dispuesta a acabar con mi vida, dijo que si Tristán nos atrapaba antes sería peor para todas, así que nos pegaría un tiro y el último sería para ella.

—Quería... ¿Suicidarse?

—Y llevarnos con ella. Pero yo quería vivir. Así que cuando me di cuenta de que de verdad estaba dispuesta a matarnos a todas tan solo... La empujé, el arma salió volando y aunque no tenía idea de cómo usarla disparé, la bala le dio cerca del pie. Fui capaz de dispararle a mi propia madre solo porque quería vivir. Ni siquiera pensé que iba a hacerle daño.

»Y cuando ella entendió que su plan de suicidarnos ya no serviría, dijo que nos daría tiempo para huir. Entonces me hizo prometerle que, ya que había elegido la vida, tenía que asegurarme de que tú también vivieras. La dejé a su suerte en la recámara, salí por la ventana y corrí. Jamás miré atrás ni siquiera cuando el primer disparo sonó. Abandoné a mi madre porque yo quería vivir.

Guarda silencio, entonces me mira y de algún modo extraño, conozco el dolor en sus ojos. El mismo que siempre guardé mientras vivía con los Kasper.

—¿Sabes lo que fue crecer creyendo que había condenado a mi propia madre a la muerte? Era la mujer que más amaba en el mundo y aún así no fui capaz de mirar atrás. Muchas veces creí que dejar que nos matara hubiera sido lo mejor. Pero ya había tomado una decisión y tenía que vivir con el precio de esta. Cuando supe que había una posibilidad de que estuviera viva... Me pregunté si, en donde sea que estuviera encerrada, ¿ella me odiaría? La condené a una vida horrible por mi egoísmo.

—Querías vivir.

Sus ojos se clavan como dagas contra los míos, dejándome sin aire.

—Exacto. Y tú querías que Dante viviera. Así que tomaste una decisión.

—No es lo mismo, yo...

—Si dejas que la culpa te sobrepase, entonces ya estás muerta. —Sus dientes se aprietan, las lágrimas se acumulan contra sus ojos—. No te diré que lo olvides porque jamás lo haces y es humano recordarlo, pero elegiste pagar el precio. Si tus razones son egoístas, no importa. Haría lo mismo otra vez si así debiera y tú también. ¿Somos malas personas? Acéptalo y vive con ello.

Los días pasan desvaneciéndose con el ocaso. No importa lo que ella diga, me desde la cama viendo el tiempo pasa solo a través del cristal. El rostro de aquel niño inocente nubla mi mente, cuando duermo Mika aparece, luego el niño, ambos son uno mismo. ¿Con qué clase de derecho reclamo que asesinaran a un inocente si yo he hecho lo mismo?

Y ya decidí que quiero rendirme.

Riona evita hablarme desde la última vez, pero estamos en una especie de tregua. No hay peleas ni malas miradas, solo silencio. A veces deja un plato de comida junto a la cama y me ordena que lo coma, no lo hago durante los primeros dos días, pero cuando siento hambre y sed lo hago.

Y para el cuarto día ya me he puesto de pie, solo porque Riona me indica que se infiltró en la comunicación de la alianza con los viejos trucos que Kaizawo solía tener bajo la manga. Después de todo fue él quien llevaba la ciberseguridad de Dante durante muchos años. Escuchamos las conversaciones de los guardias varias horas hasta que dicen lo que realmente me importa.

—El jefe ya salió de peligro, sigue inconsciente pero la cura fue dada con éxito.

Al menos ha valido la pena. ¿Pero qué pasará cuando sepa lo que he hecho? ¿Lo que el hombre que lo crío como a un hijo hizo?

Él va a odiarte, le has dado nuevas razones para hacerlo.

Y para cuando vuelvo a ver la fecha del calendario, han pasado siete días. Intento pensar menos en lo que hice, pero cada que cierro los ojos veo a ese niño, escucho el grito desgarrador de Lynette y la pesadez contra mi estómago que me hace dar arcadas. Una de esas veces, no lo soporto y tengo que levantarme para correr hasta el baño y vomitar.

Me voy a la cama, o la de Kaizawo, que es en donde he estado durmiendo desde que Riona me trajo, no sin antes prepararme un buen té de manzanilla y hierbas porque el insomnio me mata. Sin los somníferos, dormir es una pesadilla.

Mi celular timbra con un número desconocido. No pretendo responder, veo el teléfono en silencio mientras bebo del té y cuando deja de sonar...  Vuelven a marcar. Ahora no me queda otra que responder. La voz al otro lado la reconozco al instante.

Isaías.

—¿Cómo diste con mi número?

—Le pedí ayuda a alguien, pero eso no importa. Necesito verte.

—No es buen momento.

Jamás lo volverá a ser.

—Investigué, ya supe que estuviste involucrada en lo del puente.

—Bien. Adiós.

—¡Estarás en peligro si no me escuchas!

Su tono desesperado evita que cuelgue. Miro el reloj sobre la pared, el pequeño tic tac me mantiene aferrada a la realidad y es todo lo que he estado escuchando cada noche desde que estoy aquí. Hay un corto silencio, un sonido extraño y una segunda voz. Cuando otra persona habla por el teléfono, mi ceño se frunce haciendo que me incorpore.

—¿Kaizawo?

—Oye, sé que esto es muy raro pero... Por imbécil que sea tu hermano tiene razón. Llevo meses intentando encontrar una forma de comunicarme con el exterior desde que me secuestraron y tu hermano parecía desesperado, así que lo ayudé con esto. Ahora, tienes que huir.

No respondo, ¿qué se supone que diga? Suelta una palabrota.

—No hay tiempo para explicaciones, SSAM podrá rastrear esta llamada en menos de lo que crees, puse algunos filtros pero no es suficiente...

—¿SSAM? ¿Estuviste ahí todo este tiempo?

—¡Concéntrate! Quisiera poder decírtelo todo por teléfono pero es imposible. Vete ahora mismo de la casa. ¡Van por ti y Riona!

Alguien golpea la puerta, me sobresalto y el teléfono resbala de mis manos. Escucho el huye, lejano de Kaizawo y me pongo de pie. Golpeo la puerta de Riona y le digo que salga mientras cargo el arma. No tengo la fuerza para hacer esto otra vez y sin embargo, aquí estamos de nuevo.

Un maldito descanso es lo que único que imploro.

Otro golpe, la puerta es derribada y un tornado de polvo se levanta sobre la expresión serena de aquel hombre ya familiar para mí. Es Ascian, su rostro palidece cuando me ve, absorto en su propia pesadilla.

SSAMS.

Escucho el sonido de unas botas pesadas resonando contra el piso. La inspectora cruza el umbral, apartando al capitán y se acerca hasta mí sin bajar el arma, mira a Riona con reproche, porque solía ser su agente y la de Dante a la vez. Luego le ordena a los policías que comienzan a entrar que nos pongan las esposas. Sus ojos letales dejan en claro que esta es la oportunidad que ha estado esperando desde hace mucho.

Y de nuevo, he vuelto a ser la prisionera de SSAMS.


***

Sé que tardé en actualizar, los pendientes de la vida adulta me consumen.

Aún así, ¿qué opinan de todo lo sucedido hasta ahora? ¿Y lo que vendrá?

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