Capítulo 6. Una lucha personal
La noche se erguía sobre una ciudad, donde sus habitantes dormían en su mayoría. El sonido de transito era opacado por las luciérnagas y los animales nocturnos que cobraban mayor vida cuando el sol se ocultaba.
Como un fantasma, una ágil sombra recorrió las calles de la ciudad hasta detenerse en lo alto de un edificio. Con la mirada de águila oculta en la oscuridad, posó sus ojos en la casona Von Engels, que se erigía en frente, rodeaba de la muralla de arbusto casi impenetrable para la visión de los demás. Sus ojos se ajustaron a la oscuridad y a la lejanía, e intentó reconocer cada habitación y presencia en su interior.
A través de la ventana de la biblioteca observó dos siluetas moviéndose; una de ellas se movía inquieta mientras que la otra reposaba en la silla. Identificó con facilidad a Leonardo y Newén, y sonrió triunfal. Su cuerpo le cosquilleaba con deseos de acercarse, pero reparó en la presencia de más individuos y no podía arriesgarse a tener que explicar su presencia. Así que no había otra alternativa, tendría que mantenerse en la penumbra de la ciudad a la espera de algún cambio.
***
Respiraba agitadamente, con la piel brillando por el sudor, y el calor se escapaba de su cuerpo como radiación. La adrenalina le recorría la sangre como un vicioso elixir de vida, con el que cada vez disfrutaba más. Sonrió pese al cansancio, y recibió una sonrisa de parte de Marissa, que la miraba con desafío con sus manos aferradas a la vara de madera conocida como Bō. Lena respiró hondo y se movió lentamente a través del espacio circundante en el cuarto de entrenamiento, en la búsqueda de otro ataque exitoso. Pero Marissa, seguía de igual modo los pasos de Lena y cuando codificó que estaba a punto de ser atacada, levantó la vara para evitar la colisión y entre ambas se desató otra sucesión de movimientos en los que el chocar de la madera creaba ecos en el ambiente.
Llevaban luchando un buen rato y pese al cansancio físico, ninguna iba a detenerse hasta que la otra terminara en el suelo. Lena tenía el pelo trenzado, vestía un pantalón corto y una remera, unos talles más grande, que había encontrado entre las ropas de su hermana, y que sin saber, había pertenecido a su padre. Al contrario del aspecto poco femenino en la forma de vestir de Lena, Marissa prefería la ropa entallada que no le obstaculizara en su intento por derribar a sus contrincantes; y su pelo, estaba recogido por una series de coletas de modo que fuese imposible que se saliera de su lugar.
— ¿Sabías que Ferguson es experta en esto? —preguntó Marissa, sin aliento continuando con sus determinantes ataques y contraataques. Lena negó suavemente, concentrada en la pelea—. Ella fue campeona en los torneos de cazadores y así como es una perra en sus clases, también lo es en una batalla... supongo que eso lo tiene en común con tu hermana, y por eso era su tutora —agregó.
Lena se vio sorprendida y detuvo su ataque, siendo aprovechando maliciosamente por Marissa para golpearla y que cayera al piso de espaldas. Un dolor agudo se extendió desde su cabeza hasta su espalda.«¡Maldita seas, Guerrero!» pensó enojada, sosteniendo su cabeza con fuerza, quizás con el temor de que se desprendiera, mientras Marissa la mirada triunfal. Había estado todo el tiempo intentando no distraerse y solo había bastado que le nombraran a su hermana para flanquear.
— ¡Te odio! —le gritó abriendo los ojos apenas para mirarla venenosamente; Marissa se encogió de hombros, deslizando la vara por detrás de su cuello y apoyando sus manos en los extremos, en una postura altiva y soberbia.
— Sigue diciendo eso que me llena de vida —murmuró sombría. Lena puso los ojos en blanco; pese a que su amistad había prosperado en los últimos meses, ella seguía siendo la misma arpía de siempre solo que un poco más domesticada.
— ¿Cómo sabes que Ferguson era tutora de mi hermana? —inquirió con curiosidad, intentando olvidarse del dolor y poniéndose de pie.
— Todo el mundo lo sabe, no es que Ferguson acepte ser tutora de alguien así como así; tuvo que hacer algunas pruebas que según dicen fueron bastantes horribles —comentó. Lena recordó inmediatamente lo que su hermana le había dicho la última vez que la había visto.
«Algunos quieren que ayunes varios días, sobrevivas en el bosque por un mes, aprendas tres nuevos idiomas para la siguiente clase, y le lleves un espécimen de algún que otro demonio» recordó su voz, con dolor y un gran vacío en su corazón.
— ¿Ella tenía otro tutor? —preguntó.
— Si, Soren Larson. Eso hizo que la competencia entre Larson y Ferguson aumentara —respondió con una media sonrisa desdeñosa—. Tu hermana debe ser la cazadora mejor preparada de todos —murmuró, sintiendo envidia y al mismo tiempo admiración. Sus ojos negros brillaban con entusiasmo al contarle a Lena, aquellas cosas que sabía sobre una de las figuras que era su ejemplo a seguir.
Lena quedó en silencio, mirando el suelo con anhelo y orgullo, y la melancolía de tenerla lejos. Marissa escudriñó la expresión de Lena, e hizo un repaso mental del tiempo que llevaban ahí. Todas las emociones abandonaron el rostro de Marissa, y se volvió seria.
— No vas a volver a la academia, ¿no? —inquirió con su tono firme y mordaz. Lena no se sorprendió por aquella pregunta que llevaba esperando días para que la hicieran, y negó con la cabeza.
— Aún no estoy preparada —susurró. Esperó cualquier cosa de ella, menos que se riera.
— ¡Eres una cobarde Lena! —Exclamó, y pese a que se veía enfadada, estaba intentando ser paciente con ella, pero la paciencia no era un rasgo de su dinastía—. Nunca vas a estar preparada para volver a la academia. Solo piensas en tu hermana, en tu dolor y en cómo quieres ayudarla, pero no haces una mierda. No lo intentas, solo piensas y te revuelcas en tu propio malestar, como un chanco en el lodo —a medida hablaba, su voz se volvía más alta, firme y brusca—. ¿Quieres saber dónde está tu hermana? Pues búscala, muévete, lucha por lo que quieres pero no seas un bebé llorón —gritó, y quedó en silencio, viendo el rostro en blanco de Lena.
Ella había palidecido, para luego sonrojarse por la vergüenza y vuelto a palidecer. Sus ojos se habían abierto de par en par, nebulosos por la acumulación de lágrimas, y cuando no pude aguantar más, simplemente se largó a llorar.
— ¡Soy un desastre! —gritó Lena, abrazando a Marissa por la cintura; sin reparar en cuanto la incomodaba el abrazo. Todo lo que le había dicho era una cruel verdad que le costaba reconocer, y la hacía sentir estúpida.
Marissa se tensó ante el abrazo, sintiendo incomoda y mirándola horrorizada, mientras se deshacía de la vara de madera e intentaba responder a su abrazo para reparar un poco del daño hecho con sus palabras.
— No eres un desastre —le dijo, intentando ser comprensible con la situación; hablar para hacer sentir mejor a las personas no era uno de sus fuertes—. Haz mejorado en este tiempo y ya eres prácticamente una cazadora en lo físico, ahora te falta lo mental —dijo, pero ni bien las palabras salieron se dio cuenta que no había elegido las mejores para expresar lo que deseaba. «Mejor cállate» se dijo a sí misma permaneciendo en silencio hasta que Lena decidió alejarse.
— Eres cruel, pero tienes razón —le dijo Lena, secándose las lágrimas e intentando mejorar su aspecto. Marissa torció sus labios, ya resignada consigo misma—. Tarde o temprano voy a tener que volver a terminar con la carrera, pero ahora no puedo. No si quiero ayudar a mi hermana en el problema en el que sea que esté metida —explicó con determinación, respirando hondo.
— Siempre va a haber altibajos en esto, pero sabes que cuentas con nosotros para lo que sea —dijo Marissa, sintiéndose ligeramente orgullosa de haber impedido meter la pata, nuevamente. Lena le sonrió y asintió.
— ¿Cuándo tienen que volver? —preguntó, comenzando a extrañar a sus amigos sin siquiera haberse ido.
— Mañana —respondió, suspirando pesadamente—. Estábamos casi seguros que no volverías con nosotros —agregó.
— ¿Casi?
— Si, Dom seguía insistiendo en que volverías, todos los demás dijimos que no, y es por eso que hicimos una apuesta —respondió con una sonrisa divertida y maliciosa—. Ahora el cretino va a tener que ayudarnos en las tareas de angelología.
Lena meneó la cabeza, sintiéndose más ligera que antes; la reprimenda de Marissa le había abierto los ojos y el dolor que sintió luego se evaporó con el llanto. Marissa era como un pequeño monstruo lleno de maldad que desparramada su energía negativa en cada sitio, con una sinceridad brutal y gran sarcasmo, pero también era leal y sabía; y entre todo eso, Lena podía encontrar la familiaridad de recordarle a su hermana.
— Bueno, ya que todo está hablado, podemos proseguir con las espadas —comentó Marissa, observando la pared de las armas. Lena se giró, volviendo a seguir la adrenalina del combate, y no pudo negarse a semejante oferta.
****
Era madrugada y el sol comenzaba a mostrarse cuando Marissa, Giles, Therón y Dominic decidieron irse. Habían empacado sus pertenencias y las acomodaban con fuerza dentro del auto. Todas las puertas estaban abiertas y el sonido del estéreo inundaba el aire, haciendo desaparecer la melancolía de las despedidas.
El clima festivo los rodeaba mientras conversaban y se reían. Therón rodeaba con su brazo a Lena en una postura protectora, al haberla adoptado como una especie de hermana más y ambos podían hacerse pasar como tales, solo que a él lo diferenciaba la tez más tostada debido a la influencia de las variadas raíces de su madre. Giles organizaba sus cosas con cuidado y Dominic era más alborotado mientras discutían con Marissa sus puntos de vistas sobre los compañeros de clases.
El día anterior había pasado demasiado rápido, tal como pasó con su estadía en Aage. Lo bueno, era que no estaba tan lejos, así que una visita no sería algo a lo que pudiesen rehusarse. El momento de la despedida llegó de un momento a otro, y Lena se dijo a sí misma que debía mostrarse fuerte, porque ellos estarían ahí si ella los necesitaba.
— Nos vemos pronto, prima —comentó Therón, dándole un beso en la cabeza; podía ser que Norbert nunca actuara con ella de tal forma, pero Therón no tenía ningún problema en ocupar el rol de primos. Además, ambos compartían el terror que les inspiraba Norbert.
— Aún sigo enojado por haberme hecho perder la apuesta, pero aún así, te voy a extrañar y voy a estar muy triste —Dominic intentó hacer un mohín que llegó a conmover a Lena; ella le sonrió y ambos se abrazaron—. Ahora voy a tener una excusa para que las chicas me consuelen —rió en su oído. Lena meneó la cabeza y lo reprendió como si fuese una madre.
Él era realmente atractivo con su aspecto de chico maduro e independiente, pero en su mente seguía siendo un niño de 12 años.
— ¿Eso significa que voy a tener que dormir en el pasillo de nuevo? —preguntó Giles quejosamente con expresión de horror y temor. La risa de Dom no fue la respuesta que quería, y miró a Lena con un encogimiento de hombros que le inspiró ternura.
— Mi cama sigue estado desocupada, si no tienes habitación —le recomendó Lena, tras saludarlo.
— Ni te creas que voy a permitir que estés bajo el mismo techo que yo —le gruñó Marissa a Giles, despidiéndose con un saludo de mano, muy austero y propio de ella, metiéndose bruscamente dentro del auto.
Giles puso los ojos en blanco y susurró por lo bajo antes de entrar al auto. Lena sonrió al escuchar algo similar a «perro que ladra no muerde» y se quedó de pie allí, hasta que sus amigos dejaron de estar a la vista.
Se cruzó de brazos hasta la frescura de la mañana y contempló las nubes que comenzaba a inundar el cielo. Meditabunda y con sueño, suspiró y volvió a la casona, donde Newén y Leonardo la esperaban en la cocina, sentados alrededor de la mesa con una taza de café en mano y otra a un lado, esperando ser reclamada.
— Detesto las despedidas —murmuró, sentándose junto a Leonardo y tomando la taza de café como si fuese un preciado tesoro.
— Solo piensa que puedes estar con ellos cuando quieras; ya sea ellos viniendo acá o tú, yendo a la academia —comentó Leonardo mirándola provocativamente. Lena le clavó la mirada llena de advertencia, y él sonrió con el descaro—. Luego no digan que no intenté convencerte de volver —levantó sus manos en señal de rendición y prosiguió a tomar su café.
Newén suspiró, y se removió un poco en la silla.
— ¿Qué piensas hacer hoy? —inquirió él con interés. Lena hizo una expresión de desganas.
— Phoebe organizó una reunión a la tarde con algunos compañeros de mi antiguo instituto —respondió, jugando con la cuchara de la taza. Newén y Leonardo se miraron extrañados por el desaliento que demostraba—. Seguro va a estar el idiota de Kirk —agregó con enfado.
— ¿Quién es Kirk? —indagó Leonardo con curiosidad, y la mirada con la que Lena lo vio, fue más venenosa que antes.
— El idiota de mi ex novio; me dejó porque supuestamente nuestra relación no iba para más pero al tiempo empezó a salir con otra chica. ¿Pueden creer que hizo una presentación de power point para demostrar los pros y contras de nuestra relación? —preguntó totalmente enfadada; se había olvidado de la melancolía de la despedida y la tristeza de la ausencia de Valquiria. Ahora era solo Lena enojada, con la expresión de alguien capaz de asesinar a sangre fría.
Tanto Leonardo como Newén quedaron mudos, mirándola con sorpresa. Sabían mucho de la vida de Lena, pero por lo visto, no sabían todo. Leonardo parpadeó y abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salieron; aquel chico Kirk, superaban con creces el nivel de idiotez de muchas personas que conocía, con él mismo incluido.
— ¿En qué momento saliste con él? —inquirió Newén, sacándole las palabras de la mente a Leonardo. Lena puso los ojos en blanco.
— Lo conocí a los 14 años, comenzamos siendo amigos, luego anduvimos por un año más o menos, hasta que me dejó cuando me faltaba poco para cumplir los 17 —respondió—. Vino un par de veces acá, solo que pasaba desapercibido porque le tenía terror a mi hermana y a ustedes. Pero no estoy mal por romper, logré darme cuenta que era un inmaduro, obsesivo y blandengue —reconoció, viéndose superada si no fuese por el brillo rencoroso en sus ojos. Leonardo apretó sus labios para no sonreír ante el enfado de ella, y Newén lo miró con advertencia antes de volver hacia ella.
— ¿Era el pequeño con pelo rizado negro, cuerpo desgarbado y grandes lentes? —preguntó con cuidado. Lena asintió, suspirando profundamente. Newén negó y no pudo evitar sonreír, mientras Leonardo estallaba de la risa.
— A ese tonto lo encontré una vez viendo una de las pinturas del pasillo de la planta de arriba y por poco se muere cuando me ve —dijo Leonardo entre risas.
— Yo lo conocí cuando tocó timbre. Al abrir la puerta empezó a tartamudear, y terminó yéndose sin siquiera decir una oración coherente —comentó Newén queriendo volver a la seriedad, pero sin lograrlo.
Lena se revolcó en su padecer, y alejando la taza de sí misma, ocultó su rostro entre sus brazos sobre la mesa. «¡Dios santo!» pensó, sin dejar de oír el sonido de las risas de ambos chicos. Si había algo para lo que no tenía suerte era para los chicos; o su cerebro explotaba sin saber cómo actuar o el comportamiento de estos la espantaba. Le había pasado con la mayoría de los chicos a los que había conocido: Dominic, Therón, Giles. Incluso en el momento en que conoció a Newén y Leonardo quedó muda por su belleza y la forma de ser. Pero todo eso cambió a medida que interactuaba con ellos, y en su paso por la academia, y notó que sus interacciones con chicos pasaron de ser patéticas a tener esperanzas hacia el futuro.
— Ese pequeño engendro era demasiado poco para ti, no tienes que preocuparte por esta tarde —exclamó Leonardo, dándole unas palmadas de aliento, en su espalda—. Cualquier cosa, lo amenazas con tu vara —agregó maliciosamente, y ese fue el estimulo suficiente para que Lena sonriera.
Si, ella no era la misma con la que él y los demás se habían encontrado la última vez. Ahora era fuerte y sabía luchar, además, estaba determinada a cumplir con un objetivo y eso le daba aún más optimismo.
Inmediatamente el lado paternal y altruista de Newén comenzó a advertirles a ambos que no debían usar nada de armas con los humanos ni amenazarlos, pero ya esta tarde para Lena, ella solo asentía, tal como lo estaba haciendo Leonardo. Y así, olvidó del fantasma de la tristeza la rodeaba el resto del tiempo.
****
Lena sonrió para verse imperturbable, sintiéndose incomoda y desubicada, algo que nunca antes había sentido junto a sus antiguos compañeros de instituto. Algo en ella había cambiado y se sentía extraña rodeada de todas esas personas que la miraban como un bicho raro, sin dejar de mirarla en busca de las diferencias que notaba pero no identificaban y haciéndoles cientos de preguntas acerca de una vida que no les podía contar y que debía camuflar como una aburrida existencia en Alemania.
El jolgorio se mezclaba con la curiosidad, y ella ya se podía imaginar la cantidad de rumores que se crearían luego de eso. La población de Aage era demasiado chismosa y entrometida.
En busca de un poco de ayuda anímica, Lena miró a Phoebe que conversaba sin parar; ella estaba demasiado entusiasmada con esa reunión y sobre todo, por tenerla allí junto a ella. Lena respiró hondo, intentando mantener la calma, pero le costaba un poco cuando detectaba algunas miradas recelosas, otras fastidiosas y algún que otro, interesado si era verdad que había quedado embarazado de un adicto y por eso se había ido a Alemania. «¿Por qué demonios vine?» se preguntó Lena, pero recordó la desilusión que tuvo Phoebe cuando le dijo que sus amigos se habían ido y no asistirían a la reunión; si ella no hubiese ido, Phoebe se habría enojado mucho.
— ¿Vieron las últimas noticias? —inquirió Phoebe de repente, cambiando de tema y haciendo que la atención se dirigiera a ella, aliviando a Lena. Ella señaló la televisión donde se mostraban las imágenes de la cantante y actriz más exitosa del último tiempo, llegando a Viena— Nayra está en Austria y va a dar un recital a beneficio, ¿no es grandioso? —preguntó a nadie en especial.
Un murmullo se extendió cuando todos comenzaron a comentar sobre lo bueno que era eso, y Lena no fue la excepción; una de las cosas que Phoebe y ella tenía en común era la adoración por aquella cantante morena y esbelta con la mejor de las voces, y quien era un ejemplo a seguir. Ella sonreí entusiasmada por esa noticia en el momento en que sus ojos cayeron en el chico de estatura media pero aún así más bajo que ella, de pelo negro que ahora estaba corto, y de ojos verdes que se veía más claros debido a la falta de las gafas para ver. Al parecer, en su ausencia Kirk había pasado de ser un proyecto de chico donde la pubertad lo acosaba seriamente, a haber salido de ella exitosamente. Kirk ahora se veía más apuesto que lo recordaba, pero no podía dejar de verlo sin recordar el power point que la atormentaba.
Él la miraba atentamente, pero Lena decidió evitar su mirada, y centrarse en quienes simpatizaban. Kirk estaba allí solo para fastidiarla y porque era vecino de Phoebe, además de amigo de los demás.
— Lena —escuchó su voz de repente, y ella contuvo la respiración, diciéndose a sí misma que no podía flanquear frente a él. «Él es un humano, y tu una cazadora» repitió mentalmente para darse fuerza.
— Kirk —dijo su nombre con el mismo tono bajo que él dijo el suyo; ella miró a su alrededor y se preguntó cuando había sido el momento en que los demás se había alejado, incluso Phoebe. «Traidora» pensó mirando a su amiga.
— Te ves bien —dijo él, mirándola de arriba hacia abajo; llevaba un vestido y el pelo recogido, y en su cuello descansaba el colgante de esmeraldas que su hermana le había dado y que una vez, fue Viveka Von Engels.
— Gracias, tu también —respondió, cruzándose de brazo, con ánimo altivo ante la mirada de tonto que él tenía. Kirk sonrió con optimismo y miró alrededor, con torpeza y desconcentración.
— Eh... solo, quería pedirte disculpas, ya sabes... por como terminaron las cosas entre los dos —habló en tono bajo, luchando para poder decir la oración sin trabarse; aquello, en otra época le hubiese resultado tierno, pero tras lo ocurrido, solo la exasperada.
— No tienes nada que disculpar, ya está olvidado hace tiempo —respondió. «No, ¡ojala estuviese olvidado!» exclamó mentalmente. Kirk sonrió como si haberse disculpado lo hubiese aliviado en gran medida, y Lena no supo como sentirse.
— Entonces, que te hayas ido no tiene nada que ver conmigo, ¿no? —preguntó, y toda la paciencia que ella le tuvo hasta ese momento se evaporó. Puso los ojos en blanco dramáticamente, y lo miró con desdén.
— No, Kirk, no fuiste tan importante en mi vida —dijo, aunque no eran del todo ciertas sus palabras. Percibió algunas miradas posando en ella, pero no les prestó atención—. Solo nos separamos e hicimos nuestras vidas en distintos caminos. Deja de mostrarte como un cachorro que fue abandonado, siendo que fuiste tú quien me dejó con un maldito power point —se quejó, dándose cuenta que había sonado como Marissa, y también que no había actuado como si lo hubiese olvidado.
Cerró los ojos, canalizando el amor que sentía hacia ella misma y respiró hondo. Una pequeña oleada de culpa la recorrió, y en el momento en que abrió los ojos, se encontró con los ojos de Kirk observándola brillantemente.
— Siempre me gustaste enojada —murmuró con mirada soñadora. Lena lo miró entre horrorizada y enojada, sentía su sangre hervir y se dijo que Kirk debía agradecer que no se había convertido en alguien como Marissa o Valquiria porque lo hubiese golpeado... aunque quizás eso lo hubiese terminado de excitar.
«¿Con que clase de raro estuve saliendo?» se preguntó, escabulléndose rápidamente en el patio de la casa de Phoebe para alejarse de él. Intentó evitar a algunas de sus ex compañeras chismosas, para agarrar del brazo a Phoebe y obligarla a permanecer a su lado. El pelo rubio pálido de Phoebe estaba trenzado, despejándole el rostro y haciendo que sus ojos resaltasen tan celestes como un cielo despejado.
— ¿Porqué tuviste que invitarlo? —le preguntó en voz baja, controlando su enojo. Phoebe torció sus labios con disgusto.
— Es que lleva tiempo preguntando por ti, queriendo saber que haces y tenía ganas de disculparse. ¿Lo hizo? —preguntó. Lena asintió, y Phoebe sonrió esperanzadoramente— ¿Te dijo que cortó con la otra y qué quiere volver contigo? —preguntó. Lena sintió su estomago revolverse y negó rotundamente.
— No vuelvo con él ni porque un demonio me amenace con devorar mis entrañas —dijo, y abrió los ojos sorprendida de lo dicho. Pero a pesar de que otro humano se hubiese horrorizado, Phoebe rió con diversión y sin extrañarse de sus dichos porque estaba acostumbrada a la peculiar forma de ser de Lena. «Menos mal que siempre fui rara» se dijo y tras eso, juró no separarse de Phoebe y le hizo prometer que no la metería en más conversaciones extrañas hasta que se fuera.
Sin saber cómo, había sobrevivido al reencuentro con algunas personas que antes había simpatizado y que ahora se daba cuenta que no eran de su agrado; Kirk estaba en lo más alto de la lista pero prefería no pensar en ello mientras caminaba hacia su casa. La noche se acercaba y la ciudad estaba a ritmo acelerado. Caminaba a paso largo y ligero haciendo que el corto trayecto que distanciaba la casa de Phoebe de su casa fuese menor.
Atravesó la muralla de arbustos y se detuvo a medio camino de la puerta de entrada. Había un hormigueo que la recorría, advirtiéndole algo, pero no eran sus sentidos disparándose. A ellos los recordaba de su encuentro con Merari, y eran su padecer todas las noches en las que soñaba con eso. Miró con cuidado su alrededor y como no vio nada, siguió lentamente hasta la puerta, sin perder de vista la visión periférica.
Le pareció reconocer una sombra negra a un lado, y giró bruscamente, tensándose y pensando en usar la cara desplazable que llevaba dentro de la cartera, si era necesario. Observó analíticamente y aguardó por unos minutos, pero nada sucedía. Respiró hondo, diciéndose a si misma que quizás estaba enloqueciendo y que el contacto con tantas personas que había alterado los sentidos. Así que se relajó y entró a su casa, sintiendo como una fuerza la empujó hacia adentró y la puerta cerró con gran fuerza.
Lena se agitó y buscó lo que sea que fuese esa fuerza, y una sensación fría le punzó la espalda al ver a un ser completamente de negro. Mantuvo la respiración lenta y se aferró a su cartera, observando las botas negas con extraños entramados, el pantalón negro y el gran saco que ocultaba todo el cuerpo y la cabeza de aquel ser.
— ¿Quién eres? —inquirió con determinación, deseando sonar segura. De algún modo, logró vislumbrar una sonrisa bajo la capucha negra, y eso la asustó más. Unos brazos largos y morenos sobresalieron del saco, y se dirigieron directamente a la capucha que retiró con vasta elegancia.
— Hola Lena, es un gusto conocerte, ¿sabes quien soy? —preguntó la chica que tantas veces había visto en revistas, televisión, e incluso a metros de distancia en un concierto.
— Nayra —dijo sin aliento, al tener a su máxima ídolo frente a ella; su piel era tan aterciopelada como se veía en las revistas, su pelo negro era hermoso y largo, y sus ojos eran negros y brillantes.
Ella le sonrió caminando unos pasos más cerca de Lena, haciendo que una parte de su corazón dejara de latir ante la emoción. Nayra extendió su mano, y Lena reconoció un anillo de sello como el que poseía, y en el que sobresalía un rinoceronte.
— Ese es mi nombre para los humanos, realmente soy Viridis Alcander —dijo, y Lena quedó muda y con el cerebro congelado; su ídolo era una cazadora, además de la única amiga mujer de Valquiria y también su peor enemiga en una lucha.
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