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Capítulo 27. El Renacer

Despertando de un profundo sueño pero sin abrir los ojos, se estiró lentamente desanudándose de las sabanas. Su cuerpo hormigueaba placenteramente, sin recordar cuando fue la última vez que durmió así. No estaba segura si era de día o de noche, y mucho menos la fecha. El insomnio, su más antiguo enemigo, no había hecho acto de presencia y lo agradecía. Pero tras un instante de lucidez, todo el conocimiento volvió atropellándose con su mente.

La huida de la casona Von Engels a toda prisa. La interminable búsqueda de los asesinos de sus padres que terminó desembocando en la verdad de su linaje. Su paso por el infierno y sus poderes. El papel que tuvo en la guerra como la Emperatriz de los bastardos, y la venida de un apocalipsis que se detuvo.

Aspiró aire violentamente y tuvo la necesidad de sentarse en su cama. Valquiria observó su habitación rápidamente. Todo se veía igual que siempre, tan normal y austero. Se deshizo de las sabanas y se levantó ágilmente, saliendo hacia el pasillo en busca de los demás. Revisó las habitaciones sin encontrar a nadie y continuó hasta llegar las escaleras. Traspasó la enorme escultura de Miguel, y corrió directo hacia la cocina.

A medida las voces se volvían más claras, su corazón latía con más ligereza. Cruzó el umbral de la puerta y quedó petrificada, contemplando la cotidiana escena. Newén estaba apoyado contra la mesada, luciendo su pijama a rayas y el pelo ondulado revuelvo, con una taza de café en la mano. Él sonreía tenuemente, con su mirada de ojos negros puesta en Lena y Leonardo. Ambos llevaban ropa informal; Lena intentaba desayunar mientras Leonardo la interrumpía juguetonamente entre risas.

— Gonzaga, saca tus sucios dedos de encima —se quejó Lena sonriendo, y al sentir que no estaban solos, se giró hacia Valquiria.

Ella los observaba con la expresión en blanco, y sus grandes ojos grises brillando como estrellas en la noche. Se la notaba alterada, sobre todo, porque había olvidado atar su largo pelo del color del caramelo, y solo vestía una musculosa y unos boxers.

— ¿Sucede algo Von Engels? —inquirió Leonardo, tornando su expresión a una más seria.

— ¿Qué día es hoy? —preguntó en un susurro que transmitía duda y confusión. Sus ojos no abandonaban toda la habitación, volviéndose rápidamente hacia la ventana para ver el cielo azul.

— 11 de Agosto del 2012 —respondió Newén, buscando en Leonardo algún atisbo de sabiduría, pero estaba tan perdido como él. Valquiria asintió con torpeza, dándose cuenta que había dormido más de 24 horas y que nadie parecía recordar lo sucedido los últimos días. Nadie, excepto ella.

— ¿Valquiria? —preguntó Lena, en tono de preocupación, poniéndose de pie y acercándose a ella lentamente— ¿Te sucede algo?

Los recuerdos estallaban en su mente mientras contemplaba los ojos de su hermana. Físicamente, Lena había resultado sana y salva de aquella guerra, pero su corazón había sufrido por muchos motivos. Algunos que jamás recordaría. Valquiria recordó el instante en que Merari le dio aquel beso de la muerte, que le arrebató la existencia por un momento. Y también recordó el dolor experimentado por sus amigos.

No podía hacerlos vivir todo de nuevo.

— Sí —respondió intentando recomponerse, sin dejar de preguntarse cuáles serían sus recuerdos—. Solo dormí demasiado, y me desperté confundida —agregó.

Lena le sonrió con su usual armonía y jovialidad. Le dio un beso en la mejilla y procuró darle rápidamente una taza de café. Valquiria no dejó de mirarla. Todo lucía tan normal y tan feliz, que le daba miedo estar en un sueño.

— ¿Aún sigues preocupada por la reunión con el consejo? —le preguntó Newén, acercándose sutilmente a su lado. Ella bebió de su café, emitiendo un pequeño sonido que intentaba ocultar cuan perdida estaba. Él meneó la cabeza viéndose como un padre que aconsejaba a su hija—. No hay nada de qué preocuparse. Yo te voy a defender, tu abuela estará presente junto con Byron, Víctor, Solange y mi padre —agregó viéndose confiado; no había nada que aumentara su autoestima como tener que defender a alguien.

— Tampoco es como si acaso te hubieses ido de fiesta con un séquito de vampiros o hubieses encabezado una rebelión para conquistar el mundo —comentó Leonardo. Valquiria ocultó su sarcasmo bajo seriedad y análisis, asintiendo mecánicamente.

— Claro —susurró, sin saber qué decir—, solo pasó lo que pasó.

— Que no es algo para tomar a la ligera —sentenció Lena con severidad—. Tendrían que haberse imaginado que algo malo había tras aquella misión en Londres. Tantas desapariciones y muertes, y el enigma del duque. Y no me importa cuántas veces me repitan que han estado en misiones peligrosas, porque la secuestraron por mucho tiempo —se quejó Lena con brusquedad.

— Tranquila, ya está a salvo —canturreó Leonardo, posando su mano sobre la espalda de Lena de manera protectora—. Ella logró escaparse y aunque hubo varios disturbios en el mundo, ya todo terminó —agregó para alivio de Valquiria, quien ahora tenía un poco más de idea de lo que su vida se había convertido.

— Es verdad, ya todo terminó —le aseguró Valquiria a Lena con una sonrisa. Lena tardó en que el enojo se fuera, pero tras insistencia de Leonardo, ella volvió a ser la misma de siempre—. No sé cuándo me acostumbraré a eso —le comentó ella a Newén, mientras Lena y Leonardo volvían a la mesa, haciéndose bromas que dejaban al descubierto que entre ambos había más que una amistad.

— Nunca lo harás; eres su hermana y si él le hace daño, tú se lo harás a él... y viceversa. Lo bueno es que le veo un buen futuro —reconoció Newén, mirándolos de reojo.

A pesar de todo, ella también les veía buen futuro. Lena poseía una madurez que muchas veces resaltaba, haciéndola ver mayor. Y Leonardo, él era adulto que se rehusaba a crecer. Cinco años de diferencia, no eran nada para ellos.

Valquiria suspiró profundamente, respirando el optimismo en el ambiente y la sensación de que todo era un nuevo comienzo. Una nueva oportunidad que no muchos tenían y que, sin embargo, se le había dado. Se dijo a sí misma que no renegaría de eso, sino que lo aprovecharía más que nunca.

— Vamos a desayunar, tienes un gran día por delante —comentó Newén, sosteniéndola de la mano para llevarla hacia los demás. Ella no opuso resistencia y fue hacia ellos con una sonrisa, comenzando a creer que todo era realidad.

***

Sus pasos chocaban crípticamente contra los muros de los pasillos, a medida avanzaban hacia la sala de conferencias. Allí estaban reunidos directores de la región, quienes formaban parte de la junta que tomaba la mayoría de las decisiones y conformaba uno de los órganos de justicia para el mundo kamikaze.

Newén y Valquiria caminaban en silencio, sumidos en la seriedad que requería la situación. La formalidad que vestían, los hacía ver fríos y temples, con la confianza necesitaría para poder ganar en aquella puja de intereses.

— Newén, Valquiria —los llamó Augusta al verlos, y se acercó a ellos apresuradamente. En el instante en que Augusta se acercó a su nieta, la abrazó brevemente por temor a que se quejara. Pero Valquiria, lejos de tomarlo mal, intentó buscar cierta naturalidad en todo eso—. ¿Todo bien? —inquirió, tras saludar a Newén.

— Sí —respondió Valquiria con firmeza, sintiendo la mirada analítica de su abuela sobre ambos, quien no dejaba de considerarlos niños—. ¿Ya están todos? —preguntó, echándole un vistazo a la puerta de la sala.

— Así es, intenté quedarme dentro pero me sentía inquieta al ver que no llegaban —comentó. Valquiria elevó sus cejas, teniendo la certeza de que iban diez minutos adelantados pero recordando que su abuela era más detallista que ella en las formalidades—. Vamos, acabemos con esto pronto —susurró dándose ánimos más que nada a ella misma, y comenzó a caminar apresuradamente hacia la sala.

Valquiria miró a Newén, quien ocultó su mueca de diversión bajo su mano e intentó verse serio, sin éxito, para ingresar a aquel terreno que rogaba porque fuese neutral.

— Buenas tardes —dijo Newén al traspasar la puerta, en su papel de abogado defensor. Se ubicó junto a Valquiria, para guiarla en todo momento. Ella saludó con solemnidad, manteniendo las formas, incluso cuando posó sus ojos en las personas que más conocía: Byron, Solange, Constantin y su tío Víctor Law.

Hubo cierto murmullo que recorrió la habitación pero que desapareció en el instante en que Byron aclaró su voz, intentando ser lo más imparcial posible. Le dio un último vistazo a las hojas en el escritorio, y volvió sus ojos hacia ella.

— Teniente Valquiria Von Engels, se abrirá una causa debido a su desaparición tras el abandono de su puesto de trabajo, y debemos investigar su relación con las rebeliones en los distintos lugares del mundo —declaró.

— Protesto. Mi defendida no tiene relación alguna con esas rebeliones —exigió Newén. Byron entornó sus ojos sobre él, admirando cuan aguerrido se volvía en su terreno.

— Es solo una formalidad, dado que su desaparición coincidió con los ataques —comentó éste.

— Los ataques y desapariciones comenzaron antes, ese fue el motivo de la misión en Londres. Y su desaparición solo es motivo para insistir con la teoría de que las legiones oscuras pretendían acabar con nosotros, por medios inusuales —dijo Newén, observando con severidad a cada uno. Incluso a su padre, quien lo admiraba con orgullo.

— ¿En serio quieres que creamos que la clave para derrocarnos era secuestrarla a ella? —inquirió con desdén una cazadora, directora de una de las incontables academias europeas. Valquiria se cruzó de brazos para evitar hacer expresiones irónicas. Debía mantenerse inexpresiva y acotar la menor cantidad posible de palabras.

— Fueron por ella como irían por otros. ¿Quién nos asegura que no hubo más cazadores desaparecidos por ellos? —inquirió Newén, tornándose más seguro y desafiante. Una par de cazadores pusieron los ojos en blanco y otros comenzaron a protestar en voz baja.

— Silencio —exigió Byron—. Teniente Belisario, nadie puede asegurarnos eso pero no se denunciaron desapariciones, por lo tanto no podemos proceder. De todas formas, estamos juzgándola a ella en este caso —agregó, y antes de que Newén pudiese replicar algo, elevó su mano para silenciarlo y continuó—. Mientras la investigación se lleva a cabo, la teniente Von Engels...

En ese instante, un insistente golpeteo en la puerta obligó a Byron a callarse, y todos allí dentro se preguntaron qué podía ser lo que requiriera tanta atención.

— Señor —dijo la secretaria de Byron, viéndose tan inquieta y torpe como nunca—. Disculpen la molestia, pero acaba de llegar alguien que no esperaban —agregó.

— ¿Quién es? —inquirió Byron.

— El capitán general de las fuerzas celestiales —respondió tartamudeando y mirando hacia atrás—. No pude negarme, y ella está viniendo —agregó, produciendo que los ánimos se agitasen y los murmullos llenaran la habitación.

«¿Ella?» se preguntó Valquiria, creyendo por muchos años que el máximo representante de los cazadores era un hombre. Se volteó hacia Newén pero él tenía sus ojos en su padre; ambos pálidos y tensos. Valquiria respiró buscando en su abuela un poco de tranquilidad, pero ella se veía tan asombrada como el resto.

— Todo va a estar bien —le susurró Augusta a Valquiria, posando sus manos en las de ella; dando ánimos para ambas.

Los latidos del corazón de Valquiria cada segundo tomaban más resonancia, y sostuvo con fuerza la mano de su abuela mientras contemplaba como Byron abandonaba su asiento para dirigirse hacia la puerta. Tan desconcertado como el resto, Byron acomodó su traje y suspiró con resignación. Temía que aquella situación empeorara porque lo último que deseaba, era ver a Valquiria enfrentar cargos por traición.

— Buenas tardes, lamento presentarme de modo tan imprevisto —su voz era como el canto de un ángel; suave y delicado con la suficiente dosis de firmeza necesaria para ser el capitán de los cazadores. Byron casi tropezó consigo mismo y dejó el espacio necesario para que la capitana ingresara.

— Bienvenida, Capitana Helmuth —dijo Byron intentando ser formal con su superior. Toda la sala se puso de pie, y observaron con admiración la figura altiva y moldeada de la capitana.

Bella y virtuosa, se veía más joven de lo que todos creyeron que sería. La rodeaba un aura de magnetismo, severidad e inclemente. En el instante en que se sentó, donde hasta hacía un instante Byron se encontraba, posó sus ojos turquesas en Valquiria y le sonrió tenuemente. Valquiria retuvo el aire y se tensó invertiblemente.

La conocía y no podía creer que ella fuese quien tenía el cargo más alto y más cercano al gran ángel. El capitán general siempre había sido una figura enigmática, con el poder de acceder a las disposiciones que Miguel quisiera para sus soldados y que debieran ser seguidos sin rechistar. El máximo representante de los cazadores solo se presentaba ante extraordinarios casos, y al parecer ella era uno de ellos.

Valquiria parpadeó para asegurarse que realmente Eitana, uno de los ángeles del círculo de Miguel, estaba frente a ella.

— Gracias —dijo Eitana, cruzándose de piernas para estar más cómoda. Byron se encontraba a su lado, manteniéndose en silencio—. Estoy aquí para dar aviso de que la Teniente Valquiria Von Engels queda exenta de cualquier cargo que pueda llegar a presentarse sobre ella. Mis hombres ya la han investigado y está limpia —sentenció.

Los murmullos que habían cesado, volvieron con más intensidad. Las quejas y los comentarios no se distinguían unos de otros. Eitana golpeó la mesa con fuerza y el tenso silencio quebró los diálogos.

— Quiero aclarar que soy el capitán y que a pesar de que no me presento siempre, tengo bien en claro las cosas que suceden —dijo; su voz sonando delicada y amenazante al mismo tiempo—. Tengo órdenes expresas de que ella no debe quedar bajo ningún tipo de sospecha y ya he asegurado que ha sido investigada. A la brevedad tendrán en sus escritorios pruebas de ello. ¿Acaso quieren algo más? —preguntó, desafiante.

Algunos cruzaron miradas y otros se tragaron las palabras que querían gritar.

Valquiria intentaba no entusiasmarse con esa noticia, pero veía que su abuela luchaba por no sonreír. Y Newén, continuaba tan escéptico como su padre, Byron, Solange y Víctor. Los minutos trascurrieron decisivamente pero nadie prestó queja alguna. Eitana sonrió tenuemente, sintiendo que su misión se había completado, y suspiró.

— Entonces, eso es todo. La reunión se termina. No creo que nos veamos pronto pero estoy segura que tendrán bastante trabajo por delante —comentó con buen humor, y cuando la oportunidad se presentó, le guiñó un ojo a Valquiria con complicidad. Ella tardó un buen rato en caer en la realidad de que ya no había nada que la relacionara con todo lo sucedido, que era libre a pesar de que siempre habría rumores.

Pero no recordaba un día que no hubiese habido rumores acerca de ella, así que se dijo que continuaría en su cotidianidad. Volviendo a la realidad, Valquiria se dio cuenta que su abuela sollozaba silenciosamente mientras Newén sonreía con la victoria brillando en sus ojos. Se sintió torpe mientras enlazó sus dedos con los de Augusta, quien le sonrió a Valquiria. Prometiéndole con la mirada que las cosas cambiarían, conversarían y dejarían el pasado atrás. Libre de remordimientos y rencores. Y volverían a empezar.

En medio de la tranquilidad de la galería central en la academia, Valquiria contemplaba todo como si fuese la primera vez que estaba allí. Pisó ese sitio muchas veces antes de haber sido enviada permanentemente, y, de algún modo, se había convertido en su hogar. Se sentía bien estar de nuevo atravesando los pasillos, recorriendo sitios en los que vivió y teniendo la certeza que allí siempre habría una habitación para ella y sus amigos.

Nunca había sentido tanta protección en aquellos muros como en ese momento. La familiaridad y la nostalgia, se arremolinaba en su corazón que volvía aprender. Suspiró soñadoramente, cuando oyó suaves pasos acercándose a ella.

— Valquiria —escuchó su nombre suavemente; la voz de Víctor sonada cálida—. Me alegra mucho que todo resultase bien, luego de tu desaparición, me he sentido muy mal y me he dado cuenta que los errores cometidos —dijo, uno vez a su lado, observando la fuente central—. Lo siento, en serio —susurró, con la voz débil.

— Gracias —respondió Valquiria, viéndolo a los almendrados ojos que le recordaban a su madre. Víctor era un tipo duro pero que en el fondo sufría; podía percibirlo—. Lena me dijo que hablaste con ella, en la casa de Constantin —murmuró. Él asintió con una sonrisa melancólica.

— Ella me recuerda a tu madre —reconoció, y ella no pudo estar más de acuerdo en eso—. No tiene rencores ni odios, y aceptó intentar vincularnos —dijo con cierta timidez. Valquiria lo contempló en silencio y sonrió.

Lena era bondadosa pero firme. Podía perdonar con facilidad pero te hacía sentir la suficiente responsabilidad, como para hacer las cosas bien de ahora en más. Transmitía calma y respeto, y no le sorprendía que su tío hubiese caído rendido a sus pies.

— Me parece muy bien eso —admitió Valquiria, volviendo su vista a la fuente pero notando la expresión incierta de Víctor. Él esperaba inclemente y venganza por su parte, pero no sabía que ella se había envenenado a sí misma lo suficiente con eso. Ahora quería probar otras cosas—. Mañana puedes ir a la casona, supongo que Lena querrá verte. A ti y a sus primos —agregó.

— Gaill y Hamish están aquí, afortunadamente —dijo Víctor aún incrédulo. Valquiria asintió y al volver la vista a su tío, una persona captó completamente su atención. La figura de Demyan Archibald atravesó los muros de la academia como si acaso fuese un cazador más habituado a su estilo y misticismo.

La confianza lo rodeaba serenamente, y su mirada era gentil, a pesar de aspecto de seriedad. Vestía completamente de negro, con sus armas al resguardo. Su cabello rubio lucía limpio y alineado, a comparación de la última vez que lo vio. No llevaba barba, ni heridas, ni sangre. Valquiria admiró las líneas de su rostro y las curvas de sus labios. Sentía su corazón tropezándose en cada paso que él daba hacia ellos. Y temía el instante en que posara sus ojos turquesas como ella y no la reconociera.

«¿En qué momento me sucedió esto?» se preguntó a sí misma, desconcertada, mientras no dejaba de mirarlo.

— Víctor, su auto ya está aquí para llevarlo al aeropuerto —dijo Demyan.

— No vamos a volver a Londres de inmediato, estaremos aquí unos días —respondió él, a un Demyan que había dejado de prestarle atención por la necesidad de contemplar a Valquiria.

— Está bien —susurró, sin realmente estar consciente de sus palabras. Su expresión en blanco le advertía a Valquiria que quizás, él tenía más idea de ella de lo que supuso.

Demyan esquivó a un Víctor confundido, y se acercó a Valquiria con lento análisis. Ella lo observaba silenciosa, sin evitar rememorar cada momento que compartieron y que él jamás recordaría.

— Tú te fuiste y no te vi más —dijo con lentitud, admirándola—. Pero, aun cuando te vi un par de veces, te he soñado más de lo que debería admitir. ¿Es extraño decirte esto? Porque, de verdad, podría asegurar que te conozco lo suficiente —agregó. Valquiria parpadeó anonadada y cuando fue capaz de reaccionar, sonrió con diversión y sus ojos se iluminaron.

Él sintió su corazón removerse al verla sonreírle, y algo en su interior, le dijo que ella no era alguien más. Le gustaba la forma en que lucía: fría e imposible pero al mismo tiempo frágil. Ella le inspiraba ganas de protegerla a pesar de que se veía capaz de acabar con un ejército ella misma.

Había chicas por la que los hombres iniciaban guerras, y estaba el otro tipo de chicas, que luchaban frente al batallón. Demyan tenía la seguridad de que Valquiria pertenecía a ambas.

— He vivido y escuchado cosas más extrañas —admitió Valquiria, tendiéndole la mano. Demyan no dudó en enlazar su mano con la de ella, sintiéndose afortunado de volver a verla. Su tacto lo hizo revivir y su mirada le acarició el alma, aferrándose a la creencia que ella era su semidiosa nórdica personal.

****

Había perdido la noción del tiempo recostada en su cama. Cuanto más contemplaba las numerosas estrellas incrustadas en el techo azul de su habitación más vida parecían obtener. Aquel día tenía un sabor extraño e irreal, al que no sabía si podría acostumbrarse.

Era más inusual que haber vivido por seis meses en uno de los círculos del infierno.

Estaba cansada de tanta oscuridad. De que su vida fuese solo un movimiento más en un juego de ajedrez. Y a pesar de todo, se acostumbraría a todos los cambios. Aquello era un desafío, y Valquiria amaba los desafíos.

El silencio se quebró cuando oyó su nombre siendo gritado. Sus sentidos se alertaron y su cuerpo se tensó ante el peligro. Dejó atrás el análisis de su vida, para emprender una carrera hasta la habitación de Lena y la encontró merodeando su habitación. Se veía como un león enjaulado, moviéndose de un sitio a otro, sacudiendo su pelo y refregando sus ojos enrojecidos.

— ¿Qué sucede? —inquirió Valquiria al verla tan agitada. Lena se detuvo precipitadamente al verla, y corrió para abrazarla.

— Estás viva —susurró aprisionándola con fuerza; su corazón latía inestablemente y respiraba hondo para calmarse pero las imágenes de su mente la hostigaban ponzoñosamente.

— Estoy acá, Lena —le aseguró Valquiria confundida. Lena se alejó un poco de ella, para observarla fijamente a los ojos; sus irises eran una fina línea plateada.

— Pero moriste, lo recuerdo todo —insistió, refregando sus rostros y volviendo a caminar inquietamente por su habitación—. Todo está aquí, en mi mente. Estaba todo bien en mis sueños hasta que comenzó a desviarse; tú moriste y los demás sufríamos, luego lo de Lucifer y los Arcángeles. Y podría asegurar que era un sueño pero no, no lo es —dijo con énfasis, mirándola con sus ojos bien grandes.

— Yo... —comenzó Valquiria pero Lena levantó su mano para silenciarla.

— No puedes mentirme Valquiria Von Engels. Tú lo recuerdas, debes recordarlo —exclamó, y por primera vez, Valquiria sintió temor de su hermana. Ella era simpática y divertida, pero cuando se enojaba era una fiera—. Ahora todo tiene más lógica, pero no entiendo por qué es que nadie recuerda nada —comentó, deteniéndose de nuevo.

Valquiria creyó que había perdido el equilibrio ante la conmoción, pero lejos de eso, Lena respiró hondo y se volvió hacia ella. A la espera de alguna respuesta.

— No quería mentirte, pero temía verte sufrir. De nuevo —susurró, pálida y espectral. Lena permaneció en silencio con expresión consternada.

Asintió lentamente, y se sentó en el suelo de su habitación para buscar estabilidad. Su cuerpo se sentía débil y todo a su alrededor comenzaba girar vertiginosamente. Las imágenes comenzaban a enlazarse, y se tornaba con más forma. Cada vez todo era más claro, más real. La influencia de Valquiria sobre ella le ayudaba; a recordar y tranquilizarse.

— Ellos me dijeron que algunas cosas permanecerían y otras cambiarían. Era necesario para que Gabriel decidiera acabar con todo; nadie aún está preparado para lo que sucedió —explicó, sentándose junto a Lena—. No sabía si sería bueno para ti recordar —agregó. Los ojos enrojecidos de Lena se posaron con ella, con ánimo inquebrantable.

— Siempre, no importa qué, siempre va a ser mejor la verdad. Aunque duela —reconoció Lena. Valquiria asintió mecánicamente, sintiéndose un tanto intimidada por la serenidad y perseverancia de su hermana.

Lena suspiró entrecortadamente y sonrió, iluminándose inmediatamente.

— Entonces, todo terminó —dijo, volviendo a ser la misma de siempre.

— Exacto —asintió Valquiria, y la sonrisa de Lena se extendió aún más. Una fuerte carcajada hizo añicos la tensión que hasta ese momento recorría la habitación.

La risa de Lena se fue haciendo cada vez más relajada y canalizadora. Su pesadilla había terminado, y volvía a tener a sus seres queridos junto a ella. Nada de Lucifer ni de Arcángeles. Basta de luchas por venganzas sin sentidos. Se terminaban las huidas por logias que querían su sangre y los enigmas familiares.

De ahora en más solo quería vivir dramas de personas comunes. Quejarse de su vida monótona. Y disfrutar de pequeñas cosas... o eso se dijo en aquel instante, porque si había algo que Lena disfrutada, era su vida como cazadora. No entendía como había vivido tanto tiempo lejos de eso, y se dio cuenta que al descubrirlo, también descubrió su verdadero yo. La adrenalina, la fuerza, los valores, la amistad y la familia.

Todo adquirió un nuevo sentido en su vida.

— ¿Te dije feliz cumpleaños? —inquirió Lena con inocencia. Se encontraba recostada en su cama, junto a Valquiria. Ambas contemplando el techo.

— Sí, ésta es la séptima vez —respondió Valquiria sonriendo. Aquel cumpleaños era más significativo que el resto, era su renacer, su nueva oportunidad. Y lo festejaría con sus amigos que eran su familia, y su familia que se habían convertido en amigos.

Además, veintitrés años no se cumplían todos los días.

— ¿Y vas a poder enseñarme a hacer esos trucos que haces? —volvió a preguntar con curiosidad y entusiasmo.

— ¿Los mentales o los físicos? —inquirió ella. Lena se encogió de hombros.

— Los dos. También debemos ir de compras, al cine, de fiesta...

Y Lena continuó hablando sobre las cosas que quería hacer, con Valquiria opinando y agregando otras más. Hablaron y rieron, recuperando el tiempo perdido hasta que el sueño las alcanzó.

[Nota: El próximo, es el último capitulo =) ]

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