Capitulo 24. La sociedad fantasma
A mitad del crespúsculo, Byron caminó hasta el mismo salón en el que tantas veces se había reunido a estudiar y practicar. Tomó la fuerza necesaria para calmar la presión que sentía y tras un golpe en la puerta, ingresó viendo la extrañeza de miradas familiares.
— Hasta que te dignaste a aparecer —exclamó un hombre alto y de amplia contextura; siempre había sido así. Sus oscuros ojos brillaron y una sonrisa divertida pero solemne se formó entre sus labios. Atrás habían quedado los días de rebeldía y desarreglo en la vida de Bernardo; vestía un jean y una camisa Ahora era un hombre de familia, centrado en la educación de cazadores.
Byron sonrió y lo abrazó por un breve momento, tras tanto tiempo sin verse. Se alejó apenas para verlo y sacudirle el pelo que ahora llevaba prolijamente corto. Él seguía teniendo aquellos rasgos acentuados, y las marcas de la edad y las heridas de batallas solo de daban un aire rebelde pero sabio.
— Me parece que no es momento que empieces con el comportamiento adolescente, haz dejado de ser uno hace bastante tiempo —comentó Aurora a su lado, haciéndose un lugar para saludar a Byron. Él rió divertido y la abrazó, notándola con la misma figura curvilínea, sin dejar de ser hermosa y llamativa. Su pelo ondulado y castaño llegaba hasta sus hombros, y en su rostro brillaban sus ojos grises tan sagaces como antes.
Bernardo rió entre dientes y tomó a su esposa de la cintura para atraerla hacia él y poder abrazarla, mientras Byron saludaba al resto intentando no caer en la melancolía de notar aquellos que faltaban.
— Tanto tiempo —le guiñó un ojo Constantin a Byron cuando lo saludó rápidamente a él y a Mailén. Byron posó sus ojos en ella, quien tomó su cara entre sus manos evaluando su mirada verde y le sonrió transmitiéndole la tranquilidad que necesitaba.
Tras ellos, saludó a Corney y a Vicente. El primero lucia más corpulento y se movía con dificultad tras varias lesiones en su pierna, pero su espíritu tranquilo, moralista y optimista seguía intacto. A su lado, Vicente se mantenía cauto. Byron torció el gesto ante su perpetua mirada al piso y posó su cara con su mano para hacerle saber que estaba cerca. Vicente sonrió con tristeza, reteniendo las lágrimas, y pese a que no podía verlo, él aun se sentía dichoso de estar allí junto a los demás.
Aguantando el nudo en su garganta, caminó hacia la pequeña mujer esperándolo con una sonrisa sabia. Solange extendió sus manos y él no pudo evitar apretarla con cariño. Ellos habían sido grandes compañeros de estudios, y mejores amigos. Levaba el pelo corto, viéndose estilizada y sabía, con un vestido azul que la hacía resaltar.
Luego, Byron dio con Gianella. Ella se había vuelto una mujer alta y voluptuosa, con el pelo largo y lacio tan oscuro como la noche. Sus ojos alargados y sombríos lo miraron con anhelo, y una sonrisa llena de picardía se formó entre sus labios. Ella se veía hermosa, como siempre lo había sido. Él no pudo evitar sonreír, y abrazarla.
— Espero que no me hayas extrañado —murmuró divertida, y Byron negó sin habla.
— Supongo que podemos comenzar —dijo solemnemente Martín tras de él. Byron parpadeó al verlo allí con ellos; él se había vuelto demasiado solitario tras la muerte de Ernestina que nunca puso superar. Su rostro tenia arrugas y marcas que le daban experiencia en la vida, y sus ojos celestes se veían opacos, sin el brillo que le daba el amor de su vida.
***
Había una oscuridad sombría en la habitación que se esfumaba en los sectores en que finos rayos de sol se dispersaban en las cercanías de las ventanas que se encontraban cerradas.
Lenta y perezosamente, Lena abrió sus ojos y suspiró profundamente. Sus pupilas se adaptaron a la visibilidad de la habitación y se estiró haciendo sonar los huesos de su cuerpo. En un esfuerzo por sentarse sintió el dolor que emergía de su cabeza y se propaga a todos lados.
Había quedado tan agotada de la conversación con Byron y todo lo que había oído que había dormido pesadamente, y haberse preocupado por su hermana solo estimulada la dificultad para conciliar el sueño.
No sabía cuánto tiempo había dormido, pero por la poca luz que ingresaba por algunas hendijas podía calcular que ya era de día. Intentó recordar si había escuchado las sirenas de la madrugada, pero no lo hacía. Observó a su lado para ver a Marissa revueltamente dormida entre sus sabanas, y más allá, en el pequeño sillón que ninguna solía usar, Therón estaba recostada durmiendo incómodamente.
Bostezó buscando el reloj, y su expresión se llenó de horror al ver que eran las cinco de la tarde. Se levantó rápido de la cama y fue directo al baño. De repente, oyó el sonido de la puerta y quedó alerta preguntándose quién podría ser.
Camino insegura hasta la puerta, abriéndola apenas para encontrarse con el familiar rostro de Aukan. Como el momento en que lo conoció pensó súbitamente que era Newén, pero rápidamente encontró aquellos detalles que lo diferenciaban.
Los ojos negros de él brillaron sagaces y una media sonrisa se formó al mirarla de pies a cabeza, notando que vestía ropa normal.
— Veo que tuve razón al venir acá, ¿Te has dormido? —preguntó. Lena suspiró, apoyándose en el marco de la puerta y asintió.
— Me acosté tarde, y no oí las sirenas —respondió. Él sonrió con entendimiento, y ladeó su cabeza para identificar a Marissa y Therón durmiendo.
— Y no fuiste la única —murmuró él, viéndose sombrío. Lena se sintió nerviosa frente a él.
— ¿Sucede algo? —le preguntó, intentando cambiar de tema. Los ojos de Aukan se posaron en ella para observarla con detenimiento.
— Solo me aseguraba que estuvieses bien. Dominic me comentó que habías faltado a la práctica, y me preocupé —se encogió de hombros con soltura. Lena enrojeció vergonzosa y cambió su postura para verse con más seguridad.
— Estoy bien —aseguró— ¿Y por qué hablas con Dominic sobre mí? —inquirió un tanto molesta de ser el tema de conversación de otros. Él sonrió divertido.
— Eres un tema muy interesando Law —le guiño el ojo, y Lena sintió su cara arder. Aukan se rió divertido—. Solo estoy bromeando. Le prometí a tu hermana que mientras estuviese en la academia te cuidaría. Así que, cualquier cosa que necesites avísame, mi habitación esta junto a la de ella —comentó despeinando a Lena más de lo que estaba, luego la saludó con su mano y se alejó—. E intenta no faltar más —le recomendó desapareciendo entre los pasillos.
Lena permaneció observando la lejanía sin entender bien la actitud de Aukan y porque se interesaba en lo que hiciese. Aunque pensándolo bien, su hermana era tan protectora con ella que no dudaba que hubiese hecho prometer a alguien que la protegiera mientras no estaba.
— ¿Quién golpea la puerta a esta hora? —preguntó Marissa desorientaba. Aún se veía dormida, con el pelo desordenado y la mirada apagada.
— Era Aukan, el hermano de Newén preguntando porque no fui a las practicas —respondió cerrando la puerta tras de ella, y volviendo a su cama—. Por cierto, son las cinco de la tarde —agregó.
— ¡¿Qué?! —Exclamó con voz fina y aguda, sus ojos se ampliaron de golpe y se dirigió directamente al reloj—. ¡Joder! Hoy tenía un examen de Animalia —dijo preocupada, pero luego respiró hondo y se encogió de hombro—. Bueno, otra vez será.
Marissa se sentó en su cama atando su pelo con un rodete. Lena se sentó en su cama y recordando todo lo que había descubierto la pasada noche miró a Marissa con curiosidad. Ella notó la actitud de Lena y se volteó para mirarla con perspicacia. Lena no dijo nada, sin embargo Marissa tomó una actitud de obvia incomodidad y se cruzó de brazos.
— ¿Me ves así porque me veo desastrosa recién despierta o porque quieres preguntar algo que probablemente yo no quiera responder? —preguntó, y Lena sonrió culpable.
— Por ambas cosas —reconoció con simpatía, y luego se volvió más seria—. ¿Por qué no me nombraste a tu padre cuando me contaste de tu familia? —preguntó.
Toda expresión se desdibujo en el rostro de Marissa y su mirada se oscureció aún más. Era evidente el malestar que le daba hablar de su padre, y Lena creyó pensar que la trataría mal o ni siquiera le respondería, sin embargo, Marissa suspiró con frustración y torció el gesto con disgusto.
— Mi padre y yo tenemos una relación de amor y odio. Según mi madre, luego de que fuese herido su personalidad se volvió más sombría. Ella intentó siempre apoyarlo y estar con él, y cuando mi hermano y yo nacimos, él se volvió más solitario que antes. Su decepción no poder ser un brillante cazador ni poder vernos crecer, aunque una y otra vez le decíamos cuan afortunados éramos de tenerlo con nosotros él seguía comportándose como si su vida no fuese otra cosa que ser una molestia —explicó; su voz suave era solemne y llena de emociones que Lena creía que Marissa no podía llegar a tener—. Él es mi padre y lo amo, pero hay veces que simplemente no soporto que se dé por vencido con tanta facilidad. Y así es como paso la mayor parte del tiempo enojada con él —sentenció. Lena la oyó con entusiasmo, y comprendió su punto.
— Yo también muchas veces me he enojado con mi abuela y mi hermana, pero siento que no vale la pena vivir enojados siendo que nunca sabes cuando ya no podrían estar más. Además, son la única familia que tengo y bastante molesto es ver a mi hermana odiando a mi abuela —comentó con serenidad, rememorando todas las veces que había intentado mediar sin éxito alguno.
Marissa quedó con la mirada perdida, y Lena intentó no caer en su usual sentimentalismo.
— Tu familia siempre ha sido reconocida en el ámbito kamikaze y con gran tradición. ¿Por qué recién ahora comenzaste? —preguntó Marissa con curiosidad. Lena apoyó su cabeza en el respaldar de la cama.
— Mi abuela me ocultó toda mi vida que era una cazadora para protegerme. Me mantuvo en una perfecta burbuja lejos de todo, sin embargo, siempre sentí que algo me faltaba como si supiese en el fondo que lo que vivía no era lo correcto. Y cuando lo descubrí, fue como despertar en una realidad distinta pero con la que me sentía extrañamente curiosa. Y decidí que tenía que seguir lo que mi corazón me decía que era lo correcto: seguir con el legado para que mis padres, donde fuesen que estuvieran, estén orgullosos de mí —dijo llena de una solemnidad arrebatadora, sus ojos grises eran profundos y repletos de emociones encontradas. Una tenue sonrisa se dibujó al recordar a sus padres—. Y ahora que sé más acerca de mis padres, creo que he tomado la decisión correcta —suspiró entrecortadamente.
Marissa sonrió con melancolía, y ambas se mantuvieron en un silencio analítico. Al principio, se habían sentido tan ajenas la una con la otra que era un tanto paradójico que encontrasen algo, aunque fuese mínimo, que pudiesen compartir.
Ambas se distrajeron al oír a Therón hablar entre sueños. Reconocieron el portugués aunque no comprendían que decía. Lena sonrió, y Marissa tomó uno de sus almohadones para tirárselo. Él despertó alerta y miró a su alrededor en busca de peligro, y se relajó al ver a Marissa y Lena riéndose divertidas de él.
— Riéndose de los otros. Muy gracioso Guerrero y Von Engels —murmuró refregando sus ojos. Luego estiró su cuerpo y miró la ventana— Creo que hemos dormido de más —reconoció. Marissa pareció que aquello no le importaba, mientras Lena se encogió de hombros—. ¿Quién tiene hambre? —preguntó luego. Ambas levantaron las manos dispuestas a alimentarse, olvidando un poco de la realidad que las rodeaba.
Sentada en su cama, Lena miraba sumergida en sus pensamientos la pila de libros que tanto había pasado leyendo. Ya era de noche y se sentía llena de tanto comer en la cena. Marissa se bañaba y ella estaba disfrutando un poco de la música de Nayra para distraerse.
Seguía pensando en su hermana, queriendo que todo fuese bien, mientras ella luchaba con las chocantes emociones de los últimos días. Pese a que no se arrepentía de su elección, extrañaba sus días en Aage con su abuela, su hermana, Leonardo y Newén, y sobre todo de sus amigos.
Eran tan lejanos aquellos tiempos que daba la sensación de que hubiese sido otra vida, y otra Lena. Percibía algunos cambios pero le costaba comprender la magnitud de ellos. Sonreía con tristeza al darse cuenta que la antigua Lena, quizás, hubiese tardado más tiempo en poder adaptarse a un lugar completamente nuevo, aunque tenía la seguridad que aún faltaba mucho para poder sentirse completamente cómoda allí. Podía percibir un poco de hogar en la academia, allí donde miles de historias había de su familia y tenía muchas otras por conocer.
En medio de la melancolía, sus ojos se posaron por un libro que pasaba inadvertido entre todos los demás. La curiosidad, siempre recorriéndola, la llevó a agarrarlo. Lo abrió con interés y empezó a leer sus hojas intercaladamente.
Se trataba de uno de los libros que Marissa había sacado para contarles sobre los mitos y leyendas que rondaban la academia. Éste era bastante nuevo y poseía algunos dibujos que atraían a la lectura. Uno de los tantos captó la atención de Lena. Se trataba de una habitación antigua, donde personas rodeaban una gran mesa con solemnidad, y en el medio, descansaban varios libros. Sintió un escalofrío cuando leyó lo que estaba inscripto bajo imagen:
Cuentan las historias que está sociedad se erigió en base al empoderamiento de sus integrantes, estableciendo lazos que resultaron inquebrantables.
Su objetivo primordial se desconoce pero se cree fervientemente que persiguen una causa celestial. Hay integrantes en todo el mundo, y para serlo requieren una serie de pruebas basadas en la lealtad y sacrificio.
Se dice que sus fundadores ocupan altos cargos, pero nada está asegurado sobre esta sociedad secreta y prolífica, llamada La Sociedad Fantasma.
***
— Entonces, ¿Le contaste todo? —preguntó Solange mirando fijamente a Byron con cierto reproche bajo aquel manto de autoridad.
Byron la observó con tranquilidad y negó suavemente. Sus ojos verdes brillaban con solemnidad, y sus rasgos estaban sumidos en una perpetua inexpresividad.
— Solo les conté lo que debían saber —respondió. Sus manos permanecían cruzadas sobre aquella extensa mesa donde todos se encontraban.
A un lado, Bernardo se estiró sobre su silla y cruzó miradas con Aurora.
— ¿Entonces, Lena recurrió a ti pensando que los nuevos ataques pueden estar relacionados? —inquirió ella.
— Así es —asintió Byron—. Al parecer está al tanto de las características de los mismos, y dudo como es que lo está. Valquiria aún no se ha comunicado conmigo y según Tosh, ella todavía no ha aparecido en la residencia en la que se encuentran. Leonardo y Newén tampoco —reconoció con pesar mirando a Mailén y a Gianella.
Mailén apoyaba su cara sobre su mano, con actitud llena de confianza, pero lograba verse tejos de preocupación sobre el estado de su hijo. Gianella, por su parte, tenía la completa seguridad que Leonardo haría lo que fuese por sobrevivir. Así era él, y así eran los Gonzaga.
El silencio emergió como un manto de oscuridad pero todo emergió cuando los pasos de Constantin hicieron eco en su reentrada a la sala. Se sentó junto a su esposo, y tomándola de la mano con fuese se dirigió a los demás.
— Newén recurrió a Víctor, él parece estar haciéndose cargo de lo que sucede allá.
— ¿Y Norbert? —preguntó Martin; pese a toda la distancia que tenía con su hijo, él se preocupada por Norbert y lamentaba que las cosas fuesen como lo eran.
— Él está bien, al igual que Martiano y Eleonora —respondió mirando a Bernardo y Aurora.
— ¿Y tú qué crees? —Preguntó Corney, con los ojos fijos en Byron—. ¿Lo qué está ocurriendo puede estar relacionado con aquello? —inquirió. Byron suspiró.
— Podría serlo, todo depende —comentó casi agotado.
— ¿De qué? —preguntó Mailén.
— De si lo que nos advirtieron Sarah y Louis que sucedería, en verdad está ocurriendo —sentenció Vicente interviniendo. Todas las miradas lo tomaron como foco, sintiendo la presión de la verdad de sus palabras.
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