Capitulo 14. Los temerarios
La noche era oscura afuera, y el silencio en los pasillos era lúgubre. En su habitación, Lena y Marissa llevaban horas y horas leyendo junto a Therón. Se sentían cansados, sobre todo por las prácticas de la tarde, y tras cenar, siguieron investigando para obtener más información pero parecía que lo que había allí no era suficiente.
Desde hacía un buen rato, Lena continuaba leyendo aquel libro que tanto le había llamado la atención sobre la batalla de los temerarios. Tras todas las páginas había encontrado una extraña lista que intentaba codificar. SCL; LAVE; BYW; MAE; BEA; AUCO; COA; COBE; MABE; EVE; GIGO; VIGUE; SOZ. La expresión de Lena se llenó de confusión y levantó la vista hacia Marissa que no dejaba de leer un gran libro. Mientras tanto, Therón parecia haber sido derrotado y dormía incómodamente en el suelo con la cabeza apoyada sobre la cama de Lena.
Lena lo miró con pena y volvió a Marissa. Ella estaba tan ensimismada con esto que Lena no lograba comprender la razón. Solo unas palabras y Marissa había cambiado completamente su forma de actuar con ella, y eso la hacía tener sentimientos encontrados.
— Marissa, ¿puedo hacerte una pregunta? —inquirió Lena mirándola con análisis. Los oscuros ojos de ella se elevaron de las viejas hojas que leía y se posaron en Lena con astucia para luego asentir— ¿Por qué quieres ayudar? Pensé que nosotros no te agradábamos —dijo; su voz era tenue.
Marissa observó la habitación como si intentara buscar la respuesta en algún lado. Suspiró y con su mano peinó su pelo.
— No me agradan —sentenció ella pero intentó retractarse en seguida—. En verdad nadie me agrada, pero es porque no permito acercarme a nadie. Los cazadores somos efímeros y no vale la pena encariñarse con personas que sabes que tarde o temprano morirán —respondió.
Mortificada y horrorizada, Lena no supo que responder. Aquello le resultaba tan chocante. Boquiabierta y anonadada dejó el libro a un lado.
— Esa es la excusa más estúpida que he escuchado en toda mi vida —exclamó—. Si todo fuese así, entonces no deberías comer porque luego tendrías que volver a comer, y tampoco deberías dormir si ya dormiste —agregó molesta deseando hacer entrar en razón a Marissa, pero para su sorpresa, ella comenzó a reír.
— Nunca creí oírte maldecir —murmuró—, y lo sé, la excusa es estúpida pero es la realidad. No sabemos cuántos de nosotros permanecerán el próximo año, mes o día. Prefiero mantener distancias de todos y así no sufrir —sentenció.
— Valquiria diría eso —comentó con el entrecejo arrugado, pensando en el comportamiento de su hermana. Lena contempló a Marissa, que sonreía tenuemente, y fue la primera vez que reconoció cierto parecido en ambas. Ese afán que tenían por querer ser fuertes a costa de no sentir cariño ni querer recibirlo.
— Nunca imagine que Valquiria pudiese tener una hermana... ella es mi modelo a seguir —aseguró Marissa.
Pese a todo el malestar que le daban las anteriores palabras de ella, Lena sonrió sumergida en el orgullo pero rápidamente se deshizo de todo el sentimentalismo para mirarla con agudeza.
— Nunca respondiste mi pregunta... —insistió Lena. Marissa torció sus labios con una mueca de disgusto.
— Mi madre trabaja en la academia de España, mientras que mi hermano está en una misión en el oriente medio. Si a ellos les pasara algo... —las palabras murieron en su boca, pero el mensaje era explicito para Lena que la miraba con comprensión.
— Entiendo —susurró ella pensando en su hermana y su abuela.
— Y, ¿Has encontrado algo? —preguntó Marissa cambiando de tema. Lena miró el libro entre sus manos con ánimo derrotado.
— Hay una extraña lista al final —comentó alcanzándoselo. Ella lo analizó con cuidado; líneas de confusión jugueteaban en su frente y entrecejo.
— Lucen como códigos —dijo ella, recorriendo la lista con su dedo—. Pueden ser códigos de nombres, ¿Ves este de aquí? —preguntó acercándose a ella y mostrándole la hoja— EVE: Ernestina Von Engels; tu tía —explicó. Lena se vio sorprendida ante aquel descubrimiento.
— Mi tía era parte de Los Temerarios —susurró, y sus ojos se abrieron con expectación.
«Valquiria podría saberlo» pensó pero inmediatamente se arrepintió; Valquiria no sabía qué era lo que ella estaba haciendo y no creía que fuese lo mejor molestarla cuando estaba trabajando. Llegó a su mente la figura de su abuela, pero tenía la seguridad de que Augusta enloquecería por estar metiéndose donde no la llamaban.
— Y si... ¿le preguntamos al director?—su voz sonó débil en un primer momento, pero la idea era firme. Aclaró su garganta sutilmente. Los gestos de Marissa le advirtieron que su idea era descabellada, pero ella no lo creía así para nada—. Por lo que tengo entendido, Byron es un gran amigo de la familia y él ha estado siempre. Con mi se ha portado casi como un tío —dijo—. Bueno, creo que así se comportaría uno, ya que nunca tuve uno físicamente—reconoció con melancolía.
Marissa pareció analizar aquella idea. No tenían muchas opciones para saber a verdad, y recurrir a Byron podía desembocar en dos cosas: meterse en problemas y que todo quede allí, o lograr saber todo y lograr ayudar. Ella suspiró, sabiendo que no era alguien de analizar demasiado las cosas y posó los ojos en Lena.
— Tendremos que arriesgarnos —decretó.
***
Pese a la oscuridad del panorama, todo era claro para ella. El caos reinaba en medio de la salvaje naturaleza. Los sonidos de peleas se expandían como ondas en todas las direcciones. Respiró hondo para catar el olor a tierra y sangre, y ese extraño dulzor agrio de los demonios.
— ¡Por el amor de Dios! —exclamó Demyan observando la cantidad de demonios que atacaban a sus compañeros.
Valquiria miró con astucia el panorama sin poder controlar los impulsos que la gobernaban. Entre todos, identifico a la chica pelirroja siendo atacada cruelmente por dos demonios. Ella tenía una buena técnica de pelea pero le faltaba la fuerza suficiente para deshacerse de ellos con facilidad.
Se sonó los dedos para comenzar la carrera directamente a ellos. La pelirroja la observó un instante para reconocer que no era otro demonio que la intentaba atacar. Una vez tomó la velocidad suficiente, Valquiria saltó hacia las ramas de un árbol para columpiarse hacia la cabeza de uno de ellos.
Luchando contra el movimiento impreciso y primitivo de la bestia, Valquiria rodeó su extraño cuello y con ayuda de su cuchillo se encargó de decapitarlo. Ella aterrizo de pie tras el cuerpo aún con movimientos, por lo que sacó de su cinturón el arma que llevaba y tras la misma oración de siempre disparó hacia el centro de la espalda. La bestia convulsionó hasta yacer en el suelo. Valquiria miró a la pelirroja, quien asintió como señal de agradecimiento y al ver que podía manejar al otro apuntó con su arma a otra dirección.
El sonido de los disparos retumbaron en la oscuridad creando chispazos de luz. Solo un par cayeron pero aún quedaban más por derribar.
— Son demasiados y necesitamos buscar recursos —gritó Neryan entre el ruido de las peleas en dirección a Demyan que se deshacía de uno utilizando una espada de gran tamaño.
Valquiria se detuvo un minuto para analizar la circunstancias. Ellos tenían que ayudar a salvar una vida, y ella tenía que salvarlos a todos ellos de aquellas bestias, aunque insistiesen que fuesen personas acostumbradas a la pelea.
Sabía que probablemente se arrepentiría de la decisión a tomar pero llevó su dedo al auricular de su oído para activarlo.
— Viridis —llamó.
Su cuerpo se tensó cuando oyó la risa jovial de ella, pero no provenía del auricular. Instantáneamente, una sombra descendió de los árboles y se posicionó a su lado.
— Estaba preguntándome cuanto tiempo tardarías en llamarme —comentó sombría. Su rostro estaba oculto entre la capa, pero su sonrisa brillaba con sagacidad—. Humanos —susurró contemplándolos y acomodando el manto de oscuridad que la ocultaba; ella era famosa entre los humanos como actriz y cantante, y no podía dejar que ellos la vieran así como así.
— Larga historia —sentenció Valquiria percibiendo las miradas curiosas de ellos hacia ambas—. ¿Entonces, comenzamos? —preguntó ladeando su cabeza. Guardó el cuchillo para reemplazar su arma predilecta por la vara que poseía. La desplegó y tras chocar los nudillos con Viridis, se separaron para atacar.
Parecían horas cuando en verdad eran minutos. La legión de demonios había descendido gratamente y eso había permitido que el grupo de humanos huyera para solo quedar en batalla Demyan, Valquiria y Viridis.
La vegetación no permitía poder observar el cielo, pero Valquiria podía suponer que aún faltaba para que amaneciera pero solo un poco. En medio de un pedazo respiro tras deshacerse de otro, contempló a Demyan. Él se veía más grande y siniestro cuando luchaba. Sus rasgos se ensombrecían y emanaba un peligro demencial.
— Es lindo —escucho la voz cantarina de Viridis tras ella. La mirada de Valquiria se ensombreció sobre ella con poca animosidad—. Vamos, es obvio que piensas eso. Es demasiado guapo incluso para nosotras —comentó.
Valquiria decidió no responder y limpió la vara con su saco. Ella podía pensar lo que quisiese de él o cualquier otro humano, pero nunca le daría la razón a Viridis. Sus ojos sondearon la zona y tras todo, reconoció un ligero perfume pero no era ni dulce ni agrio, se sentía como una melodía de aromas florales, amaderados y un toque dulzón.
Sin importarle la presencia de Viridis caminó en dirección de aquel aroma. Analítica y precavida, observó los arboles y la maleza. Un suave susurro melódico la obligó a girarse pero no se encontró con nada. Algo había allí, o había estado, podía asegurarlo. Sintió en su cuerpo una rara calma y un sentimiento de bienestar poca veces experimentado. «Eres la perfección personificada» oyó en su cabeza.
Se erizó y giró a todas partes en busca de aquella voz, pero nada. Él. Aquel demonio la estaba torturando en su mente, persiguiéndola para hundirla en la locura, y observándola desde lejos, ¿pero, porqué?
— ¡Valquiria! —escuchó su nombre con urgencia.
Sintió un escalofrío y un extraño sentimiento le recorrió las venas, al oír su nombre de Demyan. Ella lo miró claramente desorientada; algo no muy propio de ella. Sus rasgos se vieron llenos de temor y preocupación cuando sus ojos se ampliaron tras ella.
Valquiria se giró para verse acorralada por una nueva bestia que venía al ataque, a solo pasos de ella. Aún estaba aturdida por la voz y por la supuesta presencia de aquel demonio. No tenía tiempo de atacar y menos defenderse, lo sabía. Un recuerdo, profundo y casi olvidado, la golpeó; aquella misión, aquel demonio, ella herida y Joshua salvándola. Había gastado tiempo que no reconocería en preguntarse dónde estaría él, que haría y cuáles eran las razones de su traición.
Rió fríamente ante aquella palabra. Traición. Eso requería confianza, y ella nunca había confiado completamente en él... o por lo menos eso era lo que se decía.
Cerró los ojos y se agazapo, pero nada ocurrió tras un tiempo. El sonido de la bestia cesó de repente y Valquiria dudo si había muerto. Cielo o infierno, ¿a dónde iría ella? Miró a todos lados. Viridis estaba terminando de matar al último, mientras Demyan la observaba fijamente. Él la había salvado. «Un humano» pensó inaudita. No podía pensar ni actuar, solo contemplar aquel horroroso deja vu que experimentó.
Él se acercó lentamente. Le dio un vistazo al demonio amorfo que yacía con una espada atravesándole la cabeza y clavándolo en un árbol. Suspiró limpiando el sudor de su frente y bajó la vista hacia Valquiria, tendiéndole la mano.
— ¿Estás bien? —le preguntó; su voz sonó más profunda de lo que la había oído antes. Valquiria asintió, dudando que su voz se oyera débil o dudosa. Se puso de pie con su ayuda, aún sintiendo su cuerpo vibrar de adrenalina. Sus ojos grises tormentosos se posaron en él.
— Gracias —susurró insegura. Él sonrió tenuemente, pero se podía percibir su preocupación. Un ligero silbido llamó la atención de ambos, que voltearon hacia la oscuridad de Viridis.
— Creo que aquí tenemos un amigo que puede llegar a servirnos —dijo ella señalando el demonio capturado e inconsciente. Se deshizo de su capucha y Demyan miró a Valquiria con asombro.
— ¿Ella es? —preguntó él. Ella suspiró profundamente, suprimiendo todo y solo intentando usar la cabeza. Ya había intentado hacer hablar a uno de esos demonios sin éxito, aunque ese se veía distinto al resto de los que los habían atacado esa noche y con el que había hablado antes.
— Si, Nayra es una cazadora, pero por favor no digas cuanto la amas. Ella es demasiado vanidosa y eso me da ganas de vomitar —murmuró. Demyan volvió a mirar a la muchacha de tez morena, grandes ojos y cabello largo. La expresión de Viridis se llenó de impaciencia y Valquiria resopló—. Vamos, llevémoslo a algún sitio —dijo yendo hacia ella.
***
Los tres se encontraban frente a la mesa de la secretaria. Marissa permanecia de pie, apoyada sobre la pared, mientras Therón, sentado en una silla, no dejaba de hacer sonar los huesos de sus dedos. Por su parte Lena, caminaba de un lado a otro inquieta.
— ¿Cuánto tiempo más debemos esperar? —preguntó Lena a la secretaria. Ella le dedicó una mirada desaprobatorio y tras mirar sus hojas, volvió a tomar el teléfono con aprehensión.
— Señor, aquí se encuentra la señorita Law Lena, con otros dos estudiantes. Desean hablar con usted —dijo ella en tono falsamente simpatico—. Aja, esta bien —su voz sonó suave antes de cortar y miró a Lena con arrogancia—. Pueden pasar —dijo.
Pese a la poca empatía de la secretaria, Lena sonrió e hizo señas a los demás para que la acompañaran. No llegaron a tocar la puerta que esta se abrió, y los tres se detuvieron frente a la imponente figura de Byron. Él se veía igual que siempre: pelo semi largo negro y con ciertas canas, barba y sus brillantes ojos firmes y analíticos en los tres.
— ¿Por qué esto me resulta extrañamente familiar? —preguntó para sí mismo. Lena dudó y miró a Marissa que se encogió de hombros. Él meneó la cabeza y los obligó a pasar—. Gutiérrez, Guerrero y Law. ¿En que los puedo ayudar? — canturreó señalando las sillas frente a su escritorio. Él tomó su lugar, estirándose sobre su silla y cruzando sus manos tras su cabeza.
— Eh... ella ya sabe quien soy —reconoció Lena moviendo su cabeza hacia Marissa; ella se veía tensa ahí y con cierto nerviosismo—. Necesitamos tu ayuda —comentó.
Byron ladeó la cabeza, con duda.
— ¿Acerca de qué? —preguntó. Buscando algun tipo de ayuda cósmica, Lena respiró hondo y movió sus manos con nerviosismo sobre el escritorio.
— Sobre mi tía Ernestina —respondió—. Tengo entendido que han hábitos varios ataques sin explicación en varias partes del mundo. Quise ayudar de alguna forma, y encontré una posible explicación en una batalla en la que ella formó parte —explicó. Therón y Marissa se veían tan preocupados como Lena, y los tres percibieron su alma escapar de su cuerpo cuando Byron dejó su posición para acercarse al escritorio y mirarlos con una seriedad solemne y espectral.
— ¿Qué batalla? —preguntó él, su voz fue como un cuchillo en el aire.
— La batalla de los temerarios —respondió Marissa, intentando ayudar a Lena que se sentía más torpe de lo habitual.
Byron no respondió. Quedó detenido, con sus pensamientos en algún sitio muy lejos de allí. Sus dedos jugueteaban en su barba y sus labios. Therón cruzo miradas con Lena, en busca de alguna respuesta pero ella no la tenía.
— Byron —Lena lo llamó, despacio, tras un tiempo en estado hipnótico. Sus ojos cobraron vida y los miró desorientado.
— ¿Piensan que podría tener relación? —preguntó, su voz era un suave susurró lleno de emociones que no lograban codificar. Ellos asintieron descoordinadamente. Él suspiró y volvió a recostarse pesadamente—. Lo que desean saber es una historia larga y complicada. Probablemente muchos de los hechos no sean de su agrado —dijo con precaución.
Pero era tarde para arrepentirse, los tres ya estaban metidos en eso y hasta no saber todo no pararían.
— Queremos oír lo que sea —aseguró Therón, teniendo la seguridad de que Lena y Marissa estaban de acuerdo. Él sonrió con tristeza y señaló una vieja foto en el mueble tras él.
Lena reconoció solo a cuatro figuras allí, entre los chicos y chicas de apariencia juvenil: a su tía Ernestina, a su padre Louis, a su madre Sarah, y a Byron.
— Bien, entonces sabrán como comenzó y en que terminaron los temerarios —susurró.
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