Capítulo 28. Vientos de Oscuridad y Esperanza
Valquiria sacudió la cabeza, conteniendo lagrimas, viendo los ojos en llamas entre la oscuridad.
—Caleb —susurró con poco aliento.
—Él hizo un buen trabajo sacándome de tus recuerdos y protegiéndote, aunque no es el único. Es una lástima que se haya sacrificado — comentó.
Ella se sentía culpable y dolida por no haber podido recordarlo ayudándola, después de todas las cosas que le había dicho. Él la había salvado pero nunca se había enterado. Y ahora estaba sola sin su ángel protector.
—Pero, no puedes matarme, eres un ángel y perderías tu lugar en el paraíso — dijo desesperada.
—Yo no voy a matarte, lo harás tu misma ya que tenés un cuchillo — canturreó alejándose un poco.
¿Qué? Se llenó de desesperación percibiendo una energía poderosa que la obligaba a quedarse quieta contra la pared. Alzó su mano con el cuchillo y lo agarró con las dos manos, empuñándolo en dirección de su corazón.
Hacía una fuerza descomunal para impedir que el cuchillo siguiera su curso. Cerró los ojos pensando en sus padres, en su hermana, en su abuela y primo, y en sus amigos. Ya no había más nada que hacer ni decir. Y dándose por vencida, deseando que fuera lo que tenía que ser, se dio por vencida. Pero como su fuera una vuelta del destino, las luces comenzaron a parpadear en la habitación y Merari observó alrededor como si supiera lo que fuese a pasar.
—Él lo sabe — exclamó horrorizada. Valquiria abrió los ojos notando la falta de fuerza en la energía que la poseía.
—¿Saber qué? — preguntó. La negrura en la que se envolvía desapreció, dejándose ver tan hermosa y venenosa como fue en el pasado. Sus ojos eyectados de cólera vengativo la miraron.
—Él se enteró que estaba por matarte — dijo alejándose de ella de manera precavida y grácil— No es justo —decía una y otra vez mirando alrededor— No es justo que tu tengas más atención que yo. Soy un ángel y tu eres tan solo una bastarda —escupió con intolerancia, paranoica y con miedo.
Valquiria se dio cuenta que ya no había fuerza que la obligara. Suspiró sacándose el cuchillo de su pecho y observó con pena a Merari. La desesperación iracunda, que era su veneno, estaba jugando en su propia contra.
— ¿Quién se enteró? — le preguntó apoyándose sobre sus propios pies. Merari se detuvo observándola detenidamente, deseando que se muriera y desapareciera de su existencia, pero la única que desapareció, fue ella en ese preciso instante. Nos volveremos a ver; las palabras hicieron eco en su mente.
Hundiéndose en un suspiró lleno de cansancio, hizo un esfuerzo más para mantenerse en pie. Estaba mareada de tantas cosas que habían pasado, y aún quedaba mucho mas. Agarró el cuchillo para que no cayera, y caminó hacia la puerta por irse. Atravesó el umbral y aumentó su audición para percibir el ambiente. Algo había cambiado.
Corría como podía para seguir con la búsqueda, pero se detuvo tan bruscamente que casi se tropieza con sus propios pies. Miró boquiabierta hacia adelante, donde un batallón de personas la observaban. Con uniformes negros, con detalles en azul y rojo, apuntaron sus armas a ella. Por favor, no otra vez; rogaba internamente solo queriendo buscar a su hermana. Dispuesta a pasar por encima de ellos, Valquiria tomó impulso.
— En nombre de las leyes celestiales, deténgase —gritó uno de ellos. Desbordada de incredulidad, ella sonrió sin pensarlo, acercándose a ellos—Hemos dicho que se detenga, identifíquese —ordenó.
No podía contener la alegría. Nunca había estado tan feliz de ver a otros como ella.
— Teniente Valquiria Von Engels, área de defensa, perteneciente a la academia de Austria —respondió guardándose el cuchillo. El batallón de hombres bajó las armas relajándose.
—Teniente, estábamos en su búsqueda, ¿Cómo se encuentra? — preguntó uno de ellos acercándose a ella, y estrechando su mano. Valquiria miró sus heridas sangrantes y su estado deplorable.
— Sobreviviré — murmuró— ¿Y los demás? Mi hermana y mi abuela también se encuentran encerradas en este lugar —preguntó. ¿La llame abuela? Se preguntó irónica; aún en ese estado podía haber un poco de diversión maliciosa en ella.
— Ellos nos avisaron en el momento en su dispositivo de rastreo se detuvo, y están arriba con la Sra. Warden. Su hermana y su abuela también están con ellos, en perfecto estado —respondió rápidamente.
La risa de Valquiria retumbó en el pasillo. Los hombres la miraban sin entender nada pero ni siquiera ella lo entendía. No reía así desde hacía años. Llevaba su mano a su boca para intentar callarse, sin éxito. Reía por la tranquilidad que la recorría y por saberse viva al igual que los demás. No le importaba el dolor de su cuerpo ni todo lo sucedido. En ese momento, le importaba todo un cuerno.
***
Estaba sentada en un banco de la gran entrada. Respiraba ya tranquila de que todo había acabado. No recordaba mucho después del humor. Cuando abrió los ojos, estaba en un cuarto cerrado junto a su abuela, y lo siguiente, fue un grupo comando yendo a rescatarlas. No entendía nada hasta que aparecieron Leonardo y Newén frente a ella para explicarle todo. Se metieron en el edificio en que se suponía que funcionaba la logia, hubo una pelea y un capturado, su hermana. Sintió su mundo derrumbarse al pensar en lo que podrían haberle hecho a su hermana.
— No te creas que no nos sentimos culpable —comentó Newén viéndose realmente apenado. Él estaba sentado en uno de sus lados, apoyando sus brazos sobre sus piernas, pasando su mano por su pelo con nerviosismo. Leonardo, sentado del otro lado, puso los ojos en blanco.
— El objetivo era que hubiese alguien en la cueva del tigre y pudiésemos saber el verdadero lugar —explicó.
Lena suspiró. Más allá de ella, su abuela hablaba con su primo y con la Sra. Warden. Estaban preocupados, y era porque llevaban un buen tiempo ahí y no podían encontrar a Valquiria.
— ¿Estás bien? —le preguntó Leonardo de nuevo.
— Si —respondió con una sonrisa.
Ella estaba bien pero sentía que algo le faltaba, y era ser más fuerte y capaz. Su hermana la había dejado atrás por eso, aunque ya no sentía enojo ni rencor sino que la entendía. Vio un futuro alternativo en que la misma inutilidad que tuvo en el hospedaje tenía peores consecuencias en ese lugar. Nunca había estado tan segura en su vida como lo estaba de querer seguir su legado.
— ¡Valquiria! — exclamó su abuela mirando a un lado.
Lena se puso de pie. Valquiria caminaba agotada hacia ellos. La sangre y el sudor la bañaban de pies a cabeza, tenía rasguños, magullones y cortes. Pero detrás de todo ese sufrimiento tenía una sonrisa inquietante. Augusta corrió hacia ella y la abrazó. Lena vio a su hermana vacilar, sus ojos brillaban pero manteniendo su rigidez hacia ella poso su brazo alrededor de su abuela. La esta abrazando; pensó sonriendo.
— Este momento nos va a servir en el futuro para extorsionarla — comentó Leonardo mirando a un Newén tranquilo.
Lena, con una mueca sonriente, corrió hacia ella. Augusta secaba sus lágrimas sin querer mostrarse débil, y le dio permiso a Lena. Valquiria sonreía. Había algo que había cambiado en ella que no podía explicar, aunque quizás ni ella misma se haya dado cuenta.
— ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? —le preguntó corriéndole el pelo a un lado.
— No me hicieron nada. ¿a ti? —preguntó viendo desde más cerca sus heridas, pensando en el dolor que estaría pasando.
— Mejor que nunca — rió abrazándola. Sentía vibrar su pecho por la risa, y pese a que no la entendía estaba feliz por verla con vida.
***
La energía celestial se arremolinaba en el ambiente, sintiéndose con aroma floral. Estaban en la casona Von Engels pero en otro plano, observando la imagen del gran ángel que se alzaba de manera altiva en la escalera.
— Sabes cuál es la sentencia —murmuró una criatura pequeña, de aspecto andrógino. Vestía el vestido blanco y largo de siempre, sus ojos planteados centelleaban observando a la lejanía, su cabello oscuro y largo estaba cubierto de trenzas.
— Si, lo sé — respondió Caleb sin mirarla, a su lado.
El silencio entre los dos era suave y cálido, como lo era el resto del paraíso.
— Tienes un gran trabajo por delante; tu protección tiene que ser superior y tu mente tiene que ser clara —reconoció la figura pequeña— Se vienen tiempos oscuros, llenos de caos y no se puede perder la fe —agregó con precaución. Caleb asintió de acuerdo.
— ¿Y qué vamos a hacer con Merari? —preguntó girando hacia ella.
— No podemos hacer nada por el momento— respondió.
Caleb torció el gesto disconforme con eso. Merari siempre había sido un ángel temperamental e irracional, que se manejaba en los límites del bien y el mal.
— Siempre pensé que no hay nada peor que la desesperación, sobre todo en un ángel —murmuró ella divertida. Caleb sonrió con pena.
—Yetsye ¿Qué les espera para el futuro? —preguntó Caleb preocupado. Ella sonrió con un brillo en sus ojos lleno de seguridad.
— Esperanza — murmuró.
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