Capítulo 20. El Palacio Perdido
—¡Eres una inconsciente!— exclamó Augusta furiosa mientras rodeaba a Lena como si fuera una niña. A su lado, Leonardo se ocupaba de curar sus herida ya que Augusta no dejaba a Valquiria acercarse.
— Ya lo sé, es la séptima vez que me lo dices y no estoy sorda —insistió poniendo los ojos en blanco, intentando seguir hablando con Newén para que llegara a escuchar el punto importante en todo lo sucedido— La cuestión es que ellos nos van a llevar hacia allí, Palacio Perdido creo que lo llamaron. ¿No es así? —señalo a los dos jóvenes que los observaban anonadados, nunca en sus vidas creyeron que conocerían a esos héroes de leyendas. Ambos movieron sus cabezas como si fuesen marionetas sin emitir palabras.
—Es una lástima que me haya perdido un combate —Norbert torció el gesto jugando con su vara de metal y caminando por el hall. Augusta le dedicó una mirada venenosa que a él no le importó.
— Abuela, te digo que estoy bien —murmuró con cansancio Lena sacando sus manos de encima y solo dejando a Leonardo seguir con su trabajo. Valquiria sonrió levemente ante su reacción pero la seriedad con la que Newén la mirada le decía que debía de comportarse mejor.
— ¿Y cuando iríamos? —preguntó ella mirando a Magne y Ulla. Ambos se encogieron de hombros como si pudiesen ir cuando fuera.
— Eso va a tener que esperar —intervino Augusta aguando lo planes de Valquiria, que la miró colérica a punto de clavarle un cuchillo en el corazón— Tienen que bañarse y comer algo, están heridas —indicó como si de verdad creyera su rol de abuela. Valquiria bufó por lo bajo sintiendo que solo obstaculizaba su objetivo— Piensa en Lena —murmuró Newén haciéndola recapacitar.
— Como digas— resopló yéndose con la furia contenida.
Dejando atrás las ruinas, Valquiria caminaba hacia el hospedaje conteniendo todas sus emociones en sus manos cerradas en puños. Se sentía cansada pero no físicamente. Su cansancio iba mas allá de eso, era algo que no podía describir con palabras y mucho menos con sentimientos. Ella era como una hoja en blanco que había comenzado a escribirse cuando llegó a la academia, y todo lo anterior era confusión e incertidumbre. A diferencia de la mayoría de los cazadores, ella no sabía nada de su pasado familiar. Tan solo tenía pocos fragmentos de su historia recolectados azarosamente. En medio de resoplido se dio cuenta que nunca había percibido el momento justo en que Newén se había ubicado a su lado. Le dedicó una mirada venenosa que él resto importancia. Él solo se limitaba a caminar a su lado, rápido pero sereno, con un gesto de reflexión.
— Espero que no hayas venido a retarme por mi comportamiento probablemente infantil y temperamental —murmuró Valquiria observando cómo sus labios se curvaron en una media sonrisa.
— Solo estoy acompañándote, y como has reconocido tu comportamiento quiero creer que reflexionaras acerca de cómo actuar cuando se repita este tipo de cosas —indicó sin dejar de mirar hacia el frente manteniendo la media sonrisa. Ella no dijo nada y siguió mirando el camino—Tu abuela fue dura porque trajiste a Lena y tiene razón— murmuro Newén. Valquiria se giró hacia él ladeando la cabeza y con una sonrisa ironía.
— Oh, que buen amigo eres —tarareó molesta. Él se encogió de hombros.
— Como amigo tengo que reconocer los errores y saberte decir cuando te equivocas. Mi punto es que, lo que también tiene que entender tu abuela es que tu hermana es grande y sabe negarse a las cosas, y ella no lo hizo —aceptó viendo por unos minutos hacia atrás, donde los demás caminaban muchos metros por detrás.
Ella continuaba con su comportamiento rabioso e indiferente pero escuchando a Newén. Repentinamente, pasos rápidos comenzaron a hacerse más fuertes hasta que una frenada los obligó a mirar hacia la izquierda de Valquiria.
— Mierda que van alejados —se quejó Leonardo, sin enojo, peinando su rebelde pelo hacia atrás y entonándose con su rápido andar. Ella torció el gesto teniendo que reconocer que odiaba que su abuela le diera ordenes, y más ahora cuando estaba tan cerca. Lo único que podía hacer era alejarse de ella— Estoy entusiasmado con estar más cerca, quiero creer que tu también —comentó Leonardo acercándose a ella para observar minuciosamente sus rasgos. Valquiria apartó su cara de en medio y puso los ojos en blanco.
— Por supuesto que lo está— repuso Newén— Esa es la causa de que esté tan enojada, al fin está por descubrir el porqué de muchas cosas —asintió. Leonardo movió su cabeza en sentido ascendente. Ambos hablaban de ella como si la conociesen demasiado.
— Al fin va a poder dejar de sentirse incompleta —murmuró Leonardo estirando sus brazos hacia arriba, como si acabara de despertarse mientras que Valquiria se detuvo su andar.
Incompleta; repitió la palabra en su mente. Esa era la palabra que más se ajustaba a ella y que nunca había logrado encontrar. Sintió el aire recorrer su espalda y se tensó, volviéndose más inexpresiva que antes. Odiaba que la gente supusiera que la conocía porque nadie lo hacía.
— No hablen de mi como si no estuviera presente —gruño sombría volviendo a su andar. Leonardo y Newén cruzaron miradas cómplices, por un instante, intentando ocultar una mueca sonriente.
El cielo era una mezcla de azul, violeta y naranja. La caída del sol era la señal urgente que les indicaba que era hora de que ir hacia el palacio perdido. La imagen de las ruinas rodeadas por el verde de los árboles y los colores del cielo daban un aspecto surrealista a la escena. Todos seguían de cerca y en silencio a los dos guardianes. Ulla y Magne estaban a pasos de la gran puerta de madera esculpida que abrieron para dar pasos a los demás y sumergirse en la tenue oscuridad del interior.
— ¿A dónde vamos? —preguntó Lena rompiendo con la solemnidad del ambiente.
Tras la situación de la mañana había dejado atrás los jeans y las sandalias, había decidido usar unas calzas oscuras con una remera color natural y sus zapatillas de lona azul. Nadie le respondió porque no sabían la respuesta, esperando que los dos guardianes dijeran algo.
— A la biblioteca que esta hacia el final de uno de los pasillo, que se accede a través de la habitación oval —sentenció Ulla señalándoles la dirección.
En medio del silencio lo único que resonaba eran los pasos secos contra el viejo piso y el murmullo del viento que se filtraba en el interior. Las desgastadas paredes se veían tétricas adornadas de estrambóticos dibujos y rellenas de pinturas de paisajes o escenas apocalípticas y retratos. A parte de eso, en el interior no había más nada; ningún rastro de la antigua vida allí. El movimiento del viento creaba un vaivén de movimientos de las hojas que se mezclaba con las sombras de ellos que deambulaban hacia el final del pasillo. Allí fue donde Magne se detuvo para abrir la puerta e ingresar.
Como todo el resto, la biblioteca solo era una habitación espaciosa y desolada. Del antiguo esplendor solo mantenía el tapizado gastado, el decorado del techo, del que se podían distinguir cientos de siluetas de ángeles semidesnudos volando alrededor de una gran luz como si esperaran un gran acontecimiento, y de las paredes donde sobresalían de ellas miles de estrellas doradas. Tanto Magne como Ulla fueron hacia la pared lateral para hacer rotar tres estrellas en línea oblicua. Un sonido resonó en la habitación y todos miraron con cuidado a su alrededor.
— Por allí —señaló Magne hacia la otra dirección. En el suelo resaltaba una hendija que Leonardo, que estaba más cerca, se apresuró a correr. El hueco era grande y no se distinguía nada en el interior pero él aún así se atrevió a bajar de un salto.
— ¡Leo! —gritaron Newén y Valquiria al mismo tiempo inseguros de lo que hubiese allí.
— Típico de Gonzaga —rebuznó Norbert molesto con la lentitud de los sucesos. Newén y Valquiria lo miraron con serena amenaza y él rió con rudeza.
—¡Valquiria! —se escuchó el eco de la voz de Leonardo.
Ella sintió un golpe de adrenalina que la obligo a correr para saltar dentro de ese mar de oscuridad. Se serenó un poco al aterrizar en suelo firma a varios metros de donde había estado. Segundos tardaron sus irises para acomodarse a la oscuridad y encontrar a Leonardo a un costado.
— ¿Estás bien? —preguntó yendo hacia él que miraba a una pared con cuidado.
— Si, préstame tu encendedor —estiró su mano con desdén y ella lo miró enfurecida.
— ¿Me llamaste por el encendedor? —preguntó.
— Si, porque sino...—se encogió de hombros mientras ella buscaba en su bolsillo. De pronto él la miró con más análisis y sonrió— ¿No me digas que te preocupaste por mi? —rió.
— No seas idiota —se quejó dándole el encendedor para alejarse hacia el hueco de luz arriba. La cabellera con rulos de Newén apareció en la claridad— Pueden bajar —gritó al ver como la oscuridad se iba siendo reemplazada por la luz de las piras que Leonardo acababa de encender.
Newén fue el siguiente en bajar observando todo con cuidado y centrándose en Leonardo que caminaba con énfasis de un lado a otro. Valquiria también volteó hacia él que intentaba observar a través de una gran puerta enrejada. Parece un perro; pensó acercándose para ver nada más que negrura.
— No se puede abrir —dijo con desesperación en su voz.
— Intenta romperlas —sugirió Newén. Él le hizo caso pero no tuvo éxito.
—Puedo intentarlo yo —retumbó espectral la voz de Norbert al mismo tiempo que extendía su vara y la clavó a un costado de la reja. Todos se asustaron al no escucharlo descender y por el fuerte ruido que produjo con su vara.
— No grandulón, no funcionó— canturreó Leonardo.
Norbert golpeó nuevamente la puerta, y en la quinta vez se dio por vencido con el grito de Augusta. Todas la miraban siguieron la dirección de su voz proveniente de arriba.
— Ulla y Magne me dijeron que hasta acá pueden llegar, y decidieron quedarse arriba ante cualquier cosa. Lena y yo decidimos quedarnos a protegerlos— indicó autoritariamente.
Valquiria dudó si en verdad su hermana había decidido quedarse por su propia cuenta o por orden de Augusta, pero sabía que con ella estaría más segura.
—Genial, ¿Y ahora? —preguntó Leonardo— ¿Dónde está el ángel cuando se lo necesita? —miró a todos lados.
— Quizás protegiendo a otros que también lo necesitan —inquirió con solemnidad Caleb apareciendo de entre la oscuridad como si fuese un fantasma.
Leonardo puso los ojos en blanco mientras el resto lo miraba caminar hacia la puerta con una pose dolorosa. Valquiria miró con cuidado su abdomen desde donde el color rojo se expandía.
— Estas herido —susurró yendo hacia él con urgencia.
— Estoy bien, de verdad —le dijo con una sonrisa tranquilizadora, pero eso no hizo que ella se desinteresara.
— Por la mancha puedo decir que fue mucha sangre la que perdiste —murmuró intentando alcanzarlo, pero Caleb la agarró de las manos alejándola con cuidado de él.
Valquiria intentó quejarse pero se encontró con sus ojos negros llenos de seguridad. Caleb se movió para correr su remera y mostrarle la herida sanada. No es humano; recordó Valquiria. Eso la tranquilizó pero una parte de ella se preguntó si en verdad se había preocupado por su ángel o era simplemente su deber medico.
— En mi vida terrenal soy como un humano, pero puedo curarme más rápido —comentó respondiendo a la pregunta que ella nunca se llegó a formular. Valquiria cambió su postura y pensó en la situación en la que se encontraban.
— ¿Sabias de este lugar? Según los protectores de las ruinas por medio de acá se accede al palacio perdido— dijo. Él asintió con suavidad y por un momento, Valquiria se sintió nuevamente engañada.
— Sabía que existía, por este sitio se accede a las catacumbas pero no tenía idea de que también al palacio porque nunca he estado mas allá de estas paredes —indicó. Ella dudó pero finalmente suspiró queriendo creer que decía la verdad.
— ¿Sabes cómo ingresar? —preguntó Newén. Los ojos de Caleb no abandonaron el rostro inexpresivo de Valquiria, sumergido en una lucha interna. Finalmente suspiró moviendo su cabeza.
— Se necesita la llave que tenias guardada en la caja musical, esa es una llave maestra —respondió.
El corazón de Valquiria se detuvo por unos segundos antes de comenzar a bombear con fuerza. La forma de poder saber la verdad había estado más cerca de lo que ella pensaba. Enseguida se sacó el colgante donde descansaba la mediana llave vieja y la introdujo en la cerradura que al girar inmediatamente abrió la puerta. No tuvo tiempo de poder caer en que estaba cada vez más cerca que vio la figura de Norbert interponerse y adelantarse arrastrándola con él desde la muñeca. No se veía nada pero podían sentir el frio y la humedad rodeándolos, y en un suspiro todo se ilumino como por arte de magia. El lugar por el que andaban era un tramo de uno de los tantos pasadizos que había.
— ¿A dónde hay que ir?— preguntó Valquiria.
— No sé, pero hay que mantenerse juntos— ordenó Newén.
Caminaron a través de lo que parecían cientos de pasillos, encontrándose con los vestigios de antiguas sepulturas de más de cientos de integrantes de la dinastía Engelson. Pero pese a dar vueltas sentían que allí no había nada más que muertos bajo tierra.
— ¿Perdidos? —preguntó burlonamente lo que se escuchaba como la voz de Joshua. Valquiria fue la primera en girar aunque sabía que era él porque su cuerpo se lo había confirmado.
— ¿Qué haces acá?— preguntó.
— Es de noche y seguí el rastro del olor que dejan sus cuerpos llenos de vida —respiró hondo catando el aire que los rodeaba. Aún así Valquiria desconfiaba de él al igual que Caleb que lo miraba con desagrado— ¿A dónde quieren ir?— preguntó acercándose a ella.
— Al Palacio Perdido— respondió gruñonamente pero él negó rápidamente.
—No, lo que tú quieres no está en el Palacio Perdido, esta en este lugar. El palacio es simplemente una casa vieja mas —murmuró.
Los ojos de Valquiria se ampliaron y retrocedió unos pasos, alejándose de él, con la certeza de que él sabía más de lo que decía saber. Joshua la agarró ágilmente de la mano y la sostuvo con firmeza impidiendo que se alejara más.
— ¿Has estado en este lugar? —preguntó Norbert sacándole de su mente las palabras que ella no se animaba a pronunciar.
— Solo hasta el segundo recinto, y hay mas, por donde se accede a las catacumbas más antiguas —respondió manteniendo los ojos firmes en Valquiria.
— ¿Cómo lograste ingresar? —la voz de Caleb era tenue, casi un murmullo, pero era sombría y amenazadora.
— Trude, ella quiso mostrarme todo. Estaba enamorada de mi pese a estar comprometida con su hermano desde el nacimiento —indicó. La furia contenida de Caleb fue en aumento hasta que no pudo más y se dirigió hacia Joshua, sosteniendo su arma con rabia.
— Te aprovechaste de ella —gritó.
Su voz retumbó e hizo eco a través del pasillo. Las palabras parecieron no repercutir en Joshua, que solo miraba a Valquiria. Nunca fue mi intención mentirte; escuchó ella en su mente. Una vez más, ella se sintió dolida y traicionada pero que más podía hacer. Sabía su naturaleza y solo era culpa suya sentir confianza hacia alguien como él, aunque fuera quien le salvara la vida. El tacto frio sobre su piel era doloroso, más doloroso que un golpe o una puñalada porque siempre había hecho lo posible por no confiar ni querer a nadie, y así no salir lastimada.
—Lo peor es que ahora estas volviéndote a aprovechar de ella. Siempre haces lo mismo. No sé cuál es tu propósito pero evidentemente no es nada bueno —exclamó Caleb furioso.
Repentinamente la mano de Joshua soltó a Valquiria y sus ojos se posaron en Caleb. La tensión que se creó era áspera y tajante. Sus miradas implacables no dejaban los ojos del otro. Y algo les decía a todos que ambos estaban llevando esa pelea más allá de palabras y gestos. Estaba concentrada en sus conciencias, en la profundidad de sus mentes, donde rememoraban la historia milenaria que había tras ellos.
— ¿Por qué no le decís todo de una buena vez? Tú sabes más de lo que decís porque al fin y al cabo, no somos tan diferentes —murmuró siseante. Los gestos de Caleb no se movieron, aun manteniendo su máscara de inexpresividad pero en sus ojos había más oscuridad que antes.
—No eres nadie para venirme a faltar el respeto —gruño Caleb entre dientes. Joshua rió a carcajadas con fuerte ironía acercándose más, altanero y desafiante, con sus ojos verdes como esmeraldas.
— No mereces ningún respeto, si ni siquiera te respetas tu mismo. Solo te la pasas cambiando tanto de bando que ya no tu mismo sabes a quien juras fidelidad —agregó sentencioso. Todos sintieron un silencioso estremecimiento que los obligó a enderezar sus posturas y mirar de frente a Caleb a la espera de alguna respuesta.
Valquiria solo miraba. En su mente intentaba crear oraciones inexistentes para darle más sentidos a las palabras de Joshua. La única seguridad que tenía era que había sido burlada por un vampiro y por su supuesto protector. Sucesivas escenas se crearon imaginariamente frente a sus ojos y la pregunta que predominaba aún seguía siendo porque esa persona frente a ella que era un ángel la cuidaba. Según había dicho era porque estaba en peligro y todas las familias tenían un ángel, pero ya no sabía si todo eso era verdad. ¿Y si había algo mas detrás de todo toda esa travesía, de todo el sufrimiento y tantas muertes?
Los ojos de Caleb abandonaron el rostro de Joshua para terminar en Valquiria. Su gélida mirada estaba llena de inseguridad e intriga.
— La dinastía Engelson se creó cuando un cazador se cruzó con un ángel, algo de lo que no se estaba seguro que podría suceder y mucho menos las consecuencias que acarrearía —explicó con solemnidad. Otra oleada de estremecimiento recorrió las columnas de todos excepto de Valquiria que permaneció sin poder comprender del todo las palabras. ¿Provengo de un ángel? Se preguntó posando brevemente sus ojos en su primo que tenía la misma estupefacción que ella— La esencia celestial de los ángeles fluye por sus venas y esa es la causa del porque de tantas muertes. Su sangre es más fuerte y más poderosa, y sirve como elemento principal para hechizos y pociones —explicó.
— ¿Tanto como para intentar traer al primer caído? —preguntó Newén acercándose levemente hacia Valquiria con pose erguida y protectora.
— Así es. Es la maldición con la que carga esta familia —asintió Caleb sin dejar de mirar a Valquiria— Llevan...
—La gloria y la desgracia en la sangre —terminó Valquiria la frase por él. Era la primera vez que hablaba de lo que parecían horas, y su voz sonó más débil de lo que podría haber imaginado. Unas finas arrugas juguetearon en el entrecejo de Caleb— Eras quien hablaba con Augusta cuando mis padres murieron —dijo y aunque no era una pregunta él asintió afirmativamente.
Los músculos de su cuerpo se tensaron y su mente se lleno de confusión, todo daba vueltas y solo quería adelantarse y golpearlo bien fuerte. Sufrimiento, muerte y mentira eran los pilares en los que ella se había criado pero no quería nada de eso.
—¿Quién es el ángel? —preguntó Leonardo sonando más serio que de costumbre. Caleb movió la cabeza en negación.
— No lo sé— reconoció sintiendo la brutal mirada de Norbert sobre él. Sus manos estaban casi encarnadas sobre su vara y se sabía que no tendría reparos en golpearlo aunque fuera su propio ángel.
— ¿Cómo puedes no saberlo? ¿Quién es tu jefe? ¿Quién te mando a protegernos? —gruño Norbert.
— Ese es el problema. Dos ángeles me han pedido su protección —dijo.
— Uno es el Arcángel Miguel y el otro es un demonio, Asmodeo— respondió sepulcral. Valquiria retuvo la respiración ante la noción de que podría descender de uno de los príncipes de cielo o uno de los siete príncipes del infierno.
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