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Capítulo 17. The Fallen

 —¿Piensas ir con nosotros? —preguntó Leonardo mirando a Caleb de pie y apoyado sobre una de las paredes como si fuese una escultura.

Aunque ni siquiera el David de Miguel Ángel se vería tan bello y etéreo como la imagen que él poseía. Sus oscuros ojos abandonaron el suelo para levantar la vista hacia él, que se encontraba sentado en una silla y con sus armas cerca para poder guardarlas. Caleb no se había dado cuenta el tiempo que llevaba metido en sus pensamientos hasta que vio su alrededor y se ubicó dentro del cuarto de entrenamiento de la casa de Norbert.

Leonardo estaba más formal que de costumbre con un jean oscuro, camisa de rayas finas blancas y negras, corbata negra y un saco bordó. Su pelo estaba estratégicamente desordenado y llevaba la barba recortada. La oscuridad de sus ojos se enfocaba en él con intriga.

— Si, los acompaño —respondió Caleb tras darse cuenta que llevaba unos minutos sin decirle nada.

— ¿Y vas a ir vestido como si salieras de un velorio gótico? —preguntó horrorizado. Caleb se miró a sí mismo y no veía nada malo, esa era su ropa usual jeans oscuros, camisetas lisas y su campera de cuero negra.

— No todos los hombres están tan a la moda como tu —gritó Norbert desde la otra punta de la habitación a lo que Leonardo le dedicó una mirada venenosa.

— No le hagas caso —indicó Newén cerca de él, mirándose en el reflejo de un espejo roto y teniendo dificultades con su corbata. Tanto él como Norbert también vestían semi formal— Y puedes usar lo que quieras —agregó mirando a Caleb y tirando la corbata a un lado.

—Vamos a ir de cacería y a una fiesta, así que debemos llevar las mejores armas, sean de fuego o físicas —sonrió Leonardo guardando sus dos pistolas 9mm debajo del saco.

— Él tiene razón —comentó una cuarta voz neutral.

Caleb se giró hacia la derecha donde Valquiria se acercaba a ellos caminando a pasos largos y firmes, y al verla sintió un sentimiento extraño en su interior, como si su corazón y vísceras se retorcieran de los nervios. Ella se veía hermosa y letal, con un vestido dorado lleno de piedras del mismo color, que llegaba hasta la mitad de sus muslos. Y unos centímetros más abajo comenzaban sus largas botas de cuero negro. Llevaba el pelo recogido haciendo ver su cuello largo e infinito, sus ojos enmarcados en sombra oscura y sus labios rojos como la sangre. Caleb la observaba con la certeza que incluso después de conocer a los ángeles más hermosos, nadie se compraba con ella.

—Genial, lo has dejado sin palabras —rebuznó Leonardo ofendido tras ver la palidez en él y la rigidez en su cuerpo, a lo que Valquiria sonrió victoriosa.

— Ese es el objetivo —murmuró— Y por cierto, ¿Cómo mierda vas a entrar en la fiesta con esas armas dentro del saco? —gruño.

Leonardo se puso de pie acercándose a ella desafiante para finalmente abrir su sacó. Inmediatamente Valquiria sonrió y lo miró chispeante.

— Ya sé, siempre te impresiono —él le guiño un ojo y se alejó— El agente Q lo creó para ocultar las armas de la vista. Produce una onda sonora que se emite hacia el cerebro y actúa en los focos de la visión, como nuestro dispositivo de invisibilidad. Y en los humanos el efecto dura mucho mas — indicó mostrando un pequeño aparatito.

— ¿Podes dejar de llamarlo Agente Q? Esto no es James Bond, y si no te sabes su nombre dile simplemente ingeniero —indicó ella con molestia pero en sus ojos había diversión.

Caleb miró por última vez a todos antes de que se fueran. Todos, incluso Norbert, se veían de buen humor. Era como si prepararse para la lucha y para la posible muerte los llenara de vida. Él pensaba que pasaría por la cabeza del primer ángel cuando decidió crearlos, simples humanos convertidos en guerreros celestiales expertos en aniquilar cualquier cosa que no quieran en su camino.

Tras prepararse abandonaron el cuarto para subir hacia la casa. Era tarde pero aún así Augusta y Lena seguían despiertas. Quizás era los cambios en los horarios o tal vez era el frenesí de andar de un lado a otro en busca de una verdad que todos deseaban.

— ¿Me prometes que vas a estar bien? —le preguntó Valquiria acercándose a su hermana. Ella asintió insegura pero bajo la mirada protectora de su abuela— Cuídense — murmuró Lena a su hermana y mirando al resto.

Caleb suspiró, no conocía a nadie que pudiese cuidarse mejor que ellos pero Lena no sabía su total magnitud. Él había sido encargado de proteger a esa familia como otros ángeles lo eran de otras familias, pero su misión no era igual porque había más en juegos que simples vidas humanas.

— No hay de qué preocuparse, ellos hacen esto todo el tiempo —indicó Augusta trayendo hacia ella a Lena, dándole permiso y la tranquilidad que necesitaba a Valquiria. Ambas se miraron por un milisegundo y con un movimiento de cabeza se despidieron fríamente.

—El desgraciado anda rápido —exclamó Valquiria desde el asiento de atrás haciendo referencia a su primo que iba en su propio auto.

— Mira quien se queja —rió Leonardo desde el asiento del conductor haciendo una maniobra algo violenta para poder volver a su carril.

— Cállate, no hagas que me arrepienta —indicó ella malignamente volviendo su espalda contra el asiento.

— No te puedes arrepentir, porque no puedes conducir con esos tacos que llevas —indicó él redoblando la apuesta.

— Claro que puedo, si lo quisiera, no me hagas pegarte la cabeza contra el volante —lo amenazó algo colérica.

— Esta discusión la tuvieron hace 30 minutos —dijo Newén con diplomacia, neutral pero al mismo tiempo con advertencia para que se callaran— Y cambiando de tema, ¿Cuándo pensabas decirnos que el vikingo era tu primo? —preguntó Newén girando para verla.

— Nunca —ella se encogió de hombros mirando los autos que iban a su alrededor— Quien quiere decir que es primo de alguien que es un verdadero sanguinario, torturador y psicópata —comentó.

— No creí que se llevaran tan mal —murmuró Caleb haciendo asustar a Valquiria.

Él había estado todo el tiempo a su lado pero no se había dejado ver hasta ese momento. Sabía que todos estos años, ella y Norbert habían compartido vida en la academia pero siempre había deseado que al estar juntos allí pudiesen estar más unidos. Ella lo miró fijamente. En su frente había un par de arrugas juguetonas y sus labios se curvaban en una mueca de disgusto, muy parecidos a los gestos de Lena. Son tan iguales; pensó.

— Tu no creíste muchas cosas, como que yo necesitaba ayuda. ¿Qué clase de ángel eres? Estoy pensando seriamente en mandarle una carta a tu jefe para que te despida —exclamó en medio de una sonrisa que hizo que sus emociones se desequilibraran. Era tan difícil verla sonreír que cuando lo hacía era como tener epifanía. Rápidamente ella notó el cambio en él y puso los ojos en blanco.

— Soy una persona normal o por lo menos casi lo soy. Estoy de buen humor y estoy de mal humor; aunque me predomina el segundo en algunas situaciones —le dijo.

— Por eso mismo es una persona tan complicada —murmuró Leonardo deseando que ella no lo escuchara, pero sí lo hizo. Se adelantó rápidamente y le pegó con la palma en la cara, él intentó defenderse y daba manotazos ciegos hacia atrás, como si se tratasen de dos nenes.

—Von Engels y Gonzaga —siseó Newén mirando a uno y a otro con furia en sus ojos. Ambos se detuvieron precipitadamente y retomaron su postura.

Caleb intentaba mantener la seriedad pero la escena le resultaba cotidiana y divertida, porque no veía tres cazadores camino a cazar, sino a tres amigos distopicos rumbo a una fiesta. Minutos después, Valquiria volvió a ser la misma, inexpresiva y neutral, sus ojos se detuvieron curiosos en Caleb, quien no dejaba de observarla. "Mi deber es ser protector, pero no es fácil estar al tanto de toda la descendencia, sobre todo cuando hay algunos más problemáticos y teniendo ciertos límites que cumplir. No es que creí que no necesitabas ayuda" dijo solemnemente sin romper el contacto visual. Ella sonrió con la certeza de que él llevaba la razón.

— ¿Y los otros? —preguntó.

— Los que quedan intentan llevar una vida normal, sean o no cazadores —le dijo.

— ¿Sabes cómo logran encontrarnos? —Valquiria torció el gesto.

— Lamentablemente no, pero es probable que haya una bruja en el medio —sentenció.

Valquiria no respondió quedando detenida con sus ojos brillantes sobre él. Caleb analizaba sus expresiones queriendo saber que pensaba pero no podía saberlo. Quizás si leyera su mente, pero eso no hacían los ángeles celestiales, no sin su permiso, aunque si caídos y toda su progenie.

— ¡Hemos llegado! —indicó festivo Leonardo pasando muy despacio frente a un edificio grande y tétrico a unas cuantas cuadras del centro de Berlín.

— ¿Están seguros que la dirección corresponde a una discoteca? Porque eso no se ve así —murmuró Newén confundido.

— Tan seguro como que me llamo Leonardo Rogelio Gonzaga —indicó— Y yo estoy tan seguro que te digo que esas dos chicas que caminan hacia acá se dirigen a la discoteca —dijo observando atentamente el exterior. A las cercanía no había nadie y todos esperaban el comportamiento de las chicas hasta que un ruidoso sonido los altero.

—Maldito bastardo —gruño Leonardo mirando hacia adelante, donde Norbert les sonreía con fiereza.

— ¿Van a bajar o piensan quedarse ahí formando raíces? —preguntó. Ninguno dijo nada, solo Leonardo se limitó a mirarlo con ojos entrecerrados y avanzar con el auto hasta estacionarlo.

— ¿Cómo se llama la discoteca? —preguntó Caleb caminando junto a Leonardo y Newén.

— The Fallen —respondió Valquiria sonriente intercambiando miradas con Leo.

Caleb pestañeó sucesivamente y sintió calor en su rostro, era extraño pero así se reflejaba en los humanos esa sensación de timidez y pudor. Los pasos de Valquiria resonaron con fuerza hasta que se encontraron en la vereda frente a la fachada del edificio. Abrieron la puerta y entraron a un hall pequeño, antiguo y solo iluminado por tenues lámparas. El final había un ascensor donde Caleb creyó que era donde debían ir.

— ¿A dónde vas? —le preguntó Valquiria y él miró la puerta de hierro oxidado. Una sutil sonrisa se le formó.

— Para caer hay que descender, no subir —indicó moviendo su cabeza hacia una escalera hacia abajo, oculta en la penumbra. Tanto ella como Leonardo tomaron la iniciativa bajando, seguido de Newén para finalmente Norbert bajar sin antes dedicarle una de sus miradas llenas de desafío.

— No sé si es bueno que un ángel como tu esté acá —susurró bajando. Caleb quedó de pie dubitativo. Esto no es literal; se dijo tomando coraje.

A medida descendían, la música y el bullicio de un lugar repleto de gente se hacía más fuerte. Todo era iluminado por luces azules y violentas que volvían al ambiente cada vez más excitante. Al final de la escalera había una puerta roja y negra custodiada por dos chicas, ambas tenían el pelo verde y extravagante, vestidas de rojo y con zapatos de tacones altos del mismo color.

— Bienvenidos —sonrió una de ellas a Valquiria una vez estuvo en frente.

Ella le devolvió una amplia y cautivante sonrisa mientras observaba sus rasgos angulosos y asimétricos, sus ojos eran alargados como las hojas de los arboles de un color verde oscuro y de su pelo sobresalían sus pequeñas y puntiagudas orejas. Elfos; la reconoció con facilidad. No era extraño ver Elfos en esa región pero si lo era en un lugar como ese, donde no había naturaleza a la que proteger. Algunos podían ser pequeños y flacuchos, mientras que otros, como esas dos chicas, tenían cuerpos altos y voluminosos.

— Buenas noches hermosas —las saludó Leonardo con carisma, y recibió unas risitas llenas de diversión y picardía por parte de las dos.

— Esperamos que disfruten —murmuró la otra acercándose a ellos para ponerle un sello en sus manos.

Ambas chicas miraron con atención las manos de los cinco, pero ellos habían sido más astutos de sacarse los anillos ya que no eran solo símbolos de herencia sino de profesión. Finalmente fue el turno de Caleb, él se veía serio y hermético cuando estiro su lánguida mano hacia la hermosa Elfo. Valquiria prestó atención en como los tatuajes y marcas que él solía tener desaparecieron de la nada. Los ojos de aquella chica se detuvieron por unos minutos que se volvieron eternos en él, no sabían si era la energía que emanaba o el aroma celestial que le impedía romper contacto con él.

— Puede pasar —murmuró inquieta tras separarse de Caleb y ayudando a su compañera a abrir la puerta.

— Muchas gracias —dijo Leonardo, dejando pasar a los demás.

Las puertas se cerraron detrás de ellos dejándolos en una completa oscuridad transitoria. Se encontraban en una pequeña recamara negra pero con luces intermitentes rojas que indicaban el camino a seguir hacia dos direcciones. La música se sentía fuerte y vibrante a través de la piel. Valquiria se giró hacia los chicos.

— Hay que separarse y buscar lo que sea que haya en este lugar —gritó.

Todos asintieron y una rápida correntada de aire les indicó que había alguien que ya se había marchado a seguir su propio camino. Ve con Newén; escuchó Caleb en su mente y miró a Valquiria, sus ojos eran simplemente dos anillos finos color plata.

— A trabajar y disfrutar —exclamó Leonardo lleno de euforia agarrando a Valquiria del brazo y arrastrándola hacia el interior. Caleb y Newén cruzaron miradas, él movió su cabeza hacia la otra dirección para empezar con la cacería.

Después de darle una ojeada a todo el lugar, Valquiria observó con suspicacia la banda sobre el escenario, con un estilo oscuro y metalero tocaban una canción fuerte e hipnótica.

— Una sirena —murmuró Leonardo sobre su hombro con cuidado, con sus ojos en la misma dirección que ella.

Agudizó su vista para identificar los rasgos armoniosos, los ojos claros, el cabello negro y la piel pálida cubierta de ropa negra. A simple vista parecería una humana más pero su voz y las esclavas en sus brazos indicaban su procedencia.

— Este lugar está lleno —agregó pero no se refería a las personas, las cuales eran muchas, sino a seres que pertenencia al mismo mundo que ellos.

Un mundo que se erigió en las sombras de la humanidad. Ella empezó a caminar hacia la barra donde pidió una cerveza y Leonardo hizo lo mismo.

— Intentemos que esto no termine como lo sucedido en Ámsterdam —le advirtió ella recordando el descontrol que se había producido después de tomar muchas cervezas y varios tragos de colores.

— Pienso lo mismo —asintió con preocupación agarrando la garra que le sirvieron y tomando unos cuantos sorbos.

— ¿Cómo sigue el plan? —preguntó él dándose un respiro.

— ¿Cuál plan? —sonrió Valquiria inaudita mirando en los alrededores.

— Esto no es una misión, no hay planes, no hay protocolos —agregó.

Se metían entre medio de la multitud para poder avanzar. Ya se habían bebido más de media garra de cerveza y se sentían livianos pero no tanto como para que cualquier pasara sobre ellos. Sentía sutiles toques en sus manos y en sus brazos mientras caminaba, incluso un par lograron encararla de frente.

— ¿Te han dicho que eres hermosa? —le dijo uno de los individuos a Valquiria. Ella se lo quedó mirando con una sutil mueca que no llegaba a ser una sonrisa y los ojos oscuros.

— La verdad es que si —respondió airosamente.

Él se veía bien, con el pelo rubio oscuro y ojos claros muy brillantes, de rasgos nórdicos como ella. El chico sonrió ampliamente ante su falta de humildad. Valquiria sentía curiosidad hacia él y pensaba avanzar cuando Leonardo aclaró su garganta, y se acercó para romper con el ambiente.

— ¿él es tu novio? —preguntó el chico mirando a Leonardo venenosamente como lo hacia ella.

— Soy su hermano... y espero que no nos creas incestuosos —comentó agarrándola del brazo y llevándosela a otro lado.

— ¿Sabes que me vas a pagar caro lo que hiciste? —preguntó amenazadoramente. Él asintió con cansancio poniendo los ojos en blanco.

— ¿También sabias que es un hada aire? —preguntó él. Ella abrió los ojos como platos y su boca cayó.

— Por supuesto que lo sé, pero no creí que serian tan atractivos —murmuró alargando su cuello para buscarlo. Leonardo chasqueó sus dedos frente a ella.

— Vayamos hacia atrás del escenario, me parece que hay una escalera —murmuró tras mirar hacia aquella dirección. Valquiria puso los ojos en blanco pero no respondió, solo lo siguió.

Tal como había dicho Leonardo, detrás del escenario se encontraba una escalera que se abría en el piso de arriba, donde también había personas pero parecía ser un lugar más elitico. Torciendo el gesto, Valquiria buscó algún tipo de seguridad cerca pero había nadie. Sin pensarlo se adelantó unos pasos hasta que repentinamente apareció una chico moreno, de cabello y ojos oscuros.

— Disculpe pero no puede pasar —dijo fríamente.

Ella lo miró molesta y desorientada, con su frente llena de arrugas y una expresión de incertidumbre. ¿Cómo mierda apareció tan rápido?; pensó dándose cuenta de que podría tratarse de un vampiro.

— ¿Por qué no puedo pasar? —preguntó inocentemente.

— Es un sector privado, tiene que tener invitación —inquirió él sin mirarla de frente. Valquiria miró hacia atrás a Leonardo, que observaba hacia arriba, y volvió la vista al chico.

— Pero quiero entrar —rechistó moviendo su cuerpo de manera inquieta para ver al chico negar rotundamente. Ella bufó por lo bajo y puso los ojos en blanco. Las cosas le estaban resultando difíciles pero no imposibles.

— ¿Qué pasa? — preguntó alguien más. Valquiria miró a su lado, a un hombre de aproximadamente la tercera década aunque aparentaba menos, rodeado por dos mujeres que parecían modelos. De pelo y ojos oscuros con tez bronceada, y vestido elegantemente.

— La señorita quiere entrar pero no tiene invitación — dijo el chico.

Ni que fuera un chupasangre; pensó ella malhumorada. El hombre la miró con curiosidad mientras las dos chicas recitaban comentarios sin sentido sobre el lugar.

— Quiero conocer este lugar, justo hoy es mi último día en Berlín, y estoy con mi hermano —murmuró con una expresión de indefensión que sabía que a muchos les resultaba irresistible.

— ¿Cómo te llamas? —preguntó tras mirar a Leonardo.

— Nerea Robbins —respondió usando uno de sus alias. Él quedó dubitativo pero segundos después le indicó al chico de la entrada su permiso a poder subir.

—Muchas gracias, pero ¿a quién tengo el gusto de agradecerle? —preguntó Valquiria por curiosidad cuando llegaron al piso de arriba.

—Cessaire Russo, fue un gusto haberlos ayudado —respondió dándoles paso a sus chicas hacia una de las mesas pero con los ojos puestos en el rostro de ella. Valquiria sonrió abiertamente y enseguida se giró para desaparecer entre el gentío con Leonardo.

— ¿Porqué me suena conocido su nombre? —preguntó él deteniéndose para ocultarse detrás de unas columnas de cemento.

— Porque cuando investigamos este lugar, su nombre aparece como uno de los dueños —dijo ella con una sonrisa maquiavélica.

— ¿Cómo llegaron acá? —escucharon gritar a alguien cerca de ellos. Ambos se giraron identificando a Newén con un aspecto agitado y desordenado. Tanto Valquiria como Leonardo intentaron disimular la diversión que les generaba verlo de esa forma.

— Nos invitaron a subir —respondió Valquiria llevando su mano hacia su boca para ocultar la sonrisa— ¿Y qué mierda te pasó? —preguntó mientras Leo le acomodaba la camisa a su lugar pero Newén, molesto, sacó sus manos de encima.

— No se imaginan lo que tuve que hacer para poder subir —los señaló a los dos con serena furia— La próxima vez, yo voy contigo —murmuró a Valquiria, sabiendo que con ella solía ser más fácil ir de un lado a otro.

— ¿Y Caleb? — Leonardo miró hacia todos lados sin encontrarlo. Newén suspiró pasando sus manos por su pelo, desordenándolo más de lo que ya estaba, y empezando a caminar.

Abrieron una angosta puerta para encontrarse con una fiesta privada. La música era distinta al rock alternativo que predominaba en el resto del lugar. Y alrededor de cincuenta mujeres bailaban frenéticas al ritmo de música electrónica y ritmos latinos. Valquiria miró a sus dos amigos; Leonardo se veía con una sonrisa deslumbrante con deseos de saltar dentro de ese lugar, mientras Newén estaba consternado con ojos oscuros y una mueca de incomodidad.

— ¿Con esto me estás diciendo que ingresaron con un grupo de mujeres ? —preguntó ella, a lo que Newén asintió sin palabras.

Nuevamente intentó ocultar la sonrisa cuando identificó, en medio del gentío, una figura oscura contra una de las columnas de cemento claro que se desplegaban desde el techo hasta el piso. Alrededor había un grupo concentrado de chicas que bailaban a su alrededor mientras intentaban llamar su atención. Una sonrisa llena de incredulidad y diversión pobló la cara de Valquiria.

— Esta noche está resultando mejor de lo que creí —murmuró notando que Caleb no llevaba su campera negra y tenía la camiseta rota, con el pelo desordenado y lleno de labial en sus mejillas— Pero hubiese sido genial, verte a ti en esa situación —dijo mirando a Newén, él se giró hacia ella viéndose como un nene emberrinchado.

— Esas mujeres son una pesadilla —gruñó.

— Soy voluntario si es que hay que suplantar a Caleb —indicó Leonardo levantando su mano. Bien pensado; se dijo Valquiria notando que si se llegaban a llevar a Caleb tendrían que pelear con un batallón de mujeres enojadas.

— Andiamo gigoló — dijo Valquiria arrastrando de la camisa a Leonardo en dirección a Caleb.

Cuanto más cerca de Caleb estaban más costaba pasar entre las mujeres de todas las edades, inclusive se hacía más difícil para Leonardo quien era detenido por varios brazos que se desplegaban como tentáculos hacia él. Valquiria vio con curiosidad el gesto de estupefacción y tranquilidad que puso Caleb al verla frente a él. También notó que sus manos estaban atadas para que no se fuera.

— Espero que la estés pasando bien —comentó ella. Sácame de aquí, no puedo usar mis poderes porque me descubrirían; la voz de él hizo eco en su consiente. Ella suspiró dando una mirada general antes de tocar la espalda de una de las chicas que bailaba junto a Caleb. Poniendo una mueca de simpatía y deshaciéndose de su usual postura erguida y altiva, Valquiria se acercó a ella.

— Discúlpame, pero, acá hay un problema —le comentó cerca de su oído para que la oyera mejor— Ese chico que tienen ahí, es mi novio —indicó poniendo una expresión angustiosa y volviendo sus ojos brillantes, como si fuese capaz de llorar— Hoy nos peleamos, y él se fue. Yo quise reconciliarme, y lo busque por su móvil en este lugar —agregó alejándose un poco. La chica se volvió seria y malhumorada, sus ojos verdes la miraban con antipatía.

— Imposible —sentenció.

— Por favor, además, traje a mi primo, él es de Italia y no entiende mucho de todo esto así que... —no terminó la frase para aprovechar su imaginación. La chica recorrió de pies a cabezas a Leonardo antes de volver a Valquiria.

— Está bien, pero haz el cambio rápido —murmuró yéndose hacia otro lado a bailar. Valquiria sonrió y le guiño el ojo a Leonardo para que tuviese prisa. Leonardo desató la soga para que Valquiria lo atara con rapidez.

— Te avisamos cuando hayamos terminado —murmuró Valquiria cerca de él para que la música no tapara sus palabras.

Leonardo asintió dejando de lado todo el plan y enfocándose de lleno en que era parte de una fiesta llenas de mujeres bonitas. Valquiria encontró la campera de Caleb, la agarró y se la tiró a él antes de comenzar la travesía hacia la salida.

Inmersos en la oscuridad del pasillo iban en busca de las otras salas, con la esperanza de que en algunas de ellas hubiese lugar de encuentro u otro templo como el que ya habían visitado. No tenían una total visión ahí pero aún así podía ver con bastante claridad el ambiente. Los cazadores no solo tenían grandes habilidades de lucha sino también características avanzadas en sus sentidos, como la visión.

— Alguien viene —dijo Valquiria cuidadosamente reconociendo la dirección de los pasos que escuchaba. Repentinamente, desplegó una vara de metal oculta en sus botas y retuvo un golpe que iba en dirección a ella.

— Siempre buena con los reflejos —dijo Norbert cínicamente.

— Idiota —murmuró ella alejándose de él hacia Caleb y Newén, quienes los observaban confundidos.

— Solo quería saber que estabas en guardia, y por cierto, ¿Desde cuándo tienes esa vara? —preguntó alejando su vara muy parecida a la de ella, después apretó un minúsculo botón y se volvió un fino cilindro plateado.

— La tía me la regaló a los nueve años —indicó haciendo lo mismo y guardándola en su bota. Norbert no dijo nada porque recordaba que un tiempo después había sido la muerte de ella— ¿Encontraste algo? —preguntó Valquiria para deshacerse de ese silencio incomodo.

— Todos los salones están vacios excepto ese que está lleno de mujeres y algunas que otras Ménades —respondió. ¿Ménades?; se preguntó Valquiria cruzando miradas con Newén.

— Te dije que esas mujeres eran una pesadilla —exclamó.

— ¿y el barba? —preguntó buscando a Leonardo, ese era el apodo que se había ganado después de dejar crecer su barba a los 18 años.

— Pasándola mejor que todos nosotros —comentó ella— ¿Algo mas averiguaste? —le preguntó.

— ¿¡Acaso soy Sherlock Holmes!? —exclamó impaciente, a lo que Valquiria puso los ojos en blanco— Solo que algunos de los dueños están reunidos en un sector de la fiesta —reconoció después de unos minutos.

— Genial entonces ya tenemos un plan —dijo Valquiria dándose la vuelta para volver a la fiesta donde estaba todo el mundo.

Apoyados sobre la barra intentaban verse lo más normales que podían llegar a ser, pidiendo unos tragos, escuchando la música y mirando a las personas bailar y hablar entre ellos. Pese a todo, Caleb se sentía nervioso estando allí. Primero había dudado con entrar y después de estar alrededor de media hora con todas esas mujeres se sentía irrumpido. Los ángeles debían comportarse de acuerdo a ciertas reglas que él temía violar. Dando un paneo general por el lugar sintió tranquilidad al ver a Valquiria, en la otra punta del salón, apoyada sobre una columna observando a todos y bebiendo de un vaso. Por unos segundos sus miradas se cruzaron, y él sintió la misma exaltación que había tenido cuando la vio frente a ella en ese lugar. Ella sonrió antes de voltear hacia su objetivo.

Se trataba de un hombre joven de cabello castaño y ojos brillantes, con un rostro rectangular y simétrico. Estaba rodeado de dos mujeres pero no les prestaba atención a ellas, sino a alguien mucho más allá, a Valquiria. Parecía que intentaba no demostrar su fascinación hacia ella pero irremediablemente sus ojos terminaban en el mismo lugar. También estaba junto a otros hombres, quienes hablaban con una mueca de seriedad que indicaba que discutían algo importante.

En un momento Valquiria mantuvo firme su mirada hacia él hasta que hizo un ligero movimiento de cabeza, dejó su vaso sobre una mesa para caminar lenta y grácilmente en dirección al pasillo.

— Lo tiene —murmuró Newén victorioso viendo al hombre hablar con las chicas para irse de ahí.

Él se movió sigiloso buscándola con cuidado mientras Valquiria retenía una sonrisa estando cada vez más cerca del pasillo. Antes de cruzar el arco ella se giró hacia ellos. Caleb vio en sus ojos brillantes el espíritu cazador, inundada de un aura de diversión y excitación. Ella se veía como un león a punto de cazar a su presa. Es tan diferente a Viveka; se dijo lleno de resignación y tranquilidad viendo su verdadera naturaleza.

Pese a que no lo veía tenia la seguridad de que Cessaire la seguía. Antes de ingresar a la oscuridad del pasillo le echó un vistazo a Newén y a Caleb que estaban en la barra intentando verse normales con demasiada dificultad. Volvió sus ojos al frente y traspasó el arco, deteniéndose junto a él. En medio de la música y el bullicio sobresalían unos pasos venideros. Una sombra grande ingresó a la penumbra y tras un ruido seco se escuchó el sonido de Cessaire caer inconsciente al suelo.

— Podrías haberle pegado más despacio, bruto —gruño ella observando del otro lado del arco a su primo. Él sonrió mostrando sus dientes blancos y puntiagudos con una mirada oscura y espectral; Valquiria no sabía cómo era el primer caído pero se lo imaginaba casi con la misma ferocidad que Norbert.

— Perdón, no quise hacerle daño a tu novio —puso los ojos en blanco agachándose para agarrar sus pies y arrastrarlo hacia uno de los salones desocupados.

Con la fuerza de Norbert no fue difícil colocarlo en una silla. Mientras Caleb cerraba la puerta Valquiria le ataba los pies y las manos, y Newén le inyectaba un suero para incitarlo a hablar. Finalmente, Newén y Valquiria lo miraron de frente para proceder a despertarlo. Atractivo pero común; pensó ella dándole cachetadas para que abriera los ojos.

Lentamente abrió los ojos con pesadez. Acomodando su visión a la poca luminosidad del salón observó a todos hasta terminar en Valquiria. Sus ojos se agrandaron y su boca cayó. Incrédulo intentó moverse dándose cuenta de que se encontraba atado.

— ¿Quiénes son ustedes? —preguntó con sus ojos en ella.

— Eso depende —dijo Valquiria encogiéndose de hombros— Podemos ser amigables o ser tu peor pesadilla —indicó agarrándolo de la mandíbula para observar con análisis sus rasgos— Es un simple humano —comentó alejándose de él con repugnancia. En él había una mezcla de temor y curiosidad que lo hacía mirarlos a todos como si se tratasen de una obra maestra.

— Ustedes son cazadores —susurró inaudito al ver la vara de hierro en la mano de Norbert y las marcas de antiguas heridas en sus brazos— Nunca creí que viviría para verlos en persona —agregó.

—Estas de suerte porque vinimos a hacerte una visita, y si no nos respondes, tu vida terminara en un instante —sonrió Norbert moviendo a Newén y entrando en su foco de atención— Ahora, ¿Para qué es que ustedes quieren la sangre Engelson? —preguntó toscamente. Cessaire no dijo nada porque estaba más ocupado admirando la presencia de ellos. Impaciente, Norbert le dio un golpe en la mandíbula que lo hizo gritar— Cuanto más tardes es respondes, mas golpes vas a recibir —indicó amenazante.

El rostro casi perfecto de Cessaire se vio opacado por el golpe que había recibido, aun así parecía negado a hablar.

—¿Por qué matan a los descendientes de los Engelson? —preguntó Valquiria uniéndose a su primo.

— Porque deben morir —respondió cínicamente, lo que hizo que ella se enfurezca pero se retuvo de pegarle.

— Así que yo y mi primo merecemos morir, en cambio, tu no, ¿Y eso porque? —la furia y la amenaza brotaba desde su interior alterando la neutralidad en su voz mientras levantaba su pierna y la estiraba sobre su pecho, clavando el taco largo y filoso sobre su piel.

— Así que son Engelson —sonrió él pese al dolor que sentía— Pueden hacerme lo que quieran. Torturarme, matarme o las dos cosas, pero no creo que salgan fácilmente de este lugar. Y si lo hacen, los encontraremos para que terminemos con sus existencias mediocres. Porque ha llegado la hora de su regreso, de que él ocupe su lugar en la creación y saque del medio a los bastardos —respondió crípticamente.

Los tres se miraron dudosos, sin entender el verdadero significado de sus palabras. En busca de una respuesta se giraron hacia Caleb, inseguros de que pudiese darles una respuesta concreta.

— Habla del primer caído —dijo para su sorpresa— Ellos desean traerlo de vuelta —agregó.

— Eso es imposible —repuso Newén negando con la cabeza.

—No —aseguró Cessaire— Él siempre estuvo y está con nosotros pero pronto será mucho más poderoso —murmuró entre guturales risas. Él dejó de reírse cuando sintió el dolor de los tacones de Valquiria clavarse más en su pecho.

— ¿Por que con la sangre Engelson? —preguntó reteniendo el deseo de gritar pero él no dijo nada, ni siquiera después de que ella hundiera mas los tacos en él— El suero no funciona —murmuró alejándose para poder tranquilizarse. Norbert iba a acercarse a él cuando Caleb lo detuvo posando su mano sobre él.

— Déjame a mi —le dijo haciéndolo desistir de golpearlo.

Cessaire lo miraba con sus grandes ojos celestes con cuidado a la espera de más golpes pero para su sorpresa, Caleb apoyó su mano sobre su cabeza y cerró los ojos balbuceando palabras muy despacio, como si rezara. Con curiosidad, Valquiria se acercó a él para identificar que hablaba en hebreo pero solo puso distinguir las palabras protegernos del mal. Cuando él dejó de susurrar abrió los ojos y vio como el semblante de Cessaire había cambiando, y su expresión se había vuelvo temerosa y culpable. Repentinamente sus ojos se inundaron de lágrimas y empezó a llorar.

— Tranquilo, todo está bien —murmuró Caleb alejándose de él. "Solo dinos lo que sabes" agregó pacientemente.

— Nosotros solo seguimos ordenes —dijo entre llantos— Nuestro deseo es que él vuelva pero necesitamos la sangre Engelson, no sabemos porque —respondió viéndose realmente culpable. Valquiria lo miraba y dudaba que fuesen reales sus sentimientos pero una pequeña parte de ella le decía que así era.

— ¿Ordenes de quien? —preguntó tras no soportar escucharlo llorar como si fuese una nena.

— De quienes nos dicen que hacer, ellos están en Noruega. Les digo la verdad, créanme —exclamaba ahogándose con sus propias lagrimas.

Todos los caminos llevan a Noruega; pensó intercambiando miradas con Newén, quien pensaba lo mismo. Pese a la desconfianza que les generaba el brusco cambio era increíble ver el efecto de Caleb en él.

— Dinos un nombre y te dejaremos en paz —indagó Norbert.

— Lucius Harvey, pero no se qué lugar en la jerarquía tiene —respondió exhausto. Caleb lo silencio como si fuese un niño y pasó su mano por su rostro haciéndolo dormir instantáneamente. Valquiria, Newén y Norbert miraron a Caleb fijamente.

— ¿Qué hiciste? —preguntó Newén.

— Solo reflotar su lado bueno. Cuando despierte no recordara nada pero seguirá arrepentido, lo que podría hacer que toma otro rumbo su vida —respondió señalando la puerta.

—¿Debemos creerlo? —Valquiria curvó sus labios en una mueca de duda.

— Si —dijo determinante Caleb pero la serenidad que gobernaba el ambiente se interrumpió cuando la puerta del salón se abrió violentamente, dando paso a una sombra oscura y agitada hacia el interior.

— ¡Hasta que los encontré! —exclamó Leonardo viéndose desgarbado y cansado; parte de su ropa estaba rota y su pelo estaba desordenado.

— Ya terminamos —comentó Valquiria suspirando.

— Yo también, pero vayámonos antes de que se den cuenta de que falto —sonrió de buen humor.

Norbert hizo girar la vara sobre sus dedos antes de guardarla en su saco e irse hacia afuera. Newén y Caleb desataron a Cessaire para poder irse tranquilos, solo Valquiria tardó más en marcharse porque quiso contemplar por última vez a ese hombre que era una simple marioneta de un mundo oscuro.

— ¿Y cómo te fue? —le preguntó a Leonardo cerrando la puerta tras ella.

— Una historia larga que creo sería mejor que nunca la sepas —sonrió él lleno de frenesí en sus ojos oscuros y leoninos— ¿Y a donde se supone que vamos ahora? —preguntó con curiosidad. Ella respiró hondo, estirando los huesos de sus brazos para relajarse.

— Al lugar donde todo comenzó, a Noruega —respondió viéndose bella y espectral sumergida en la oscuridad, y pensando que cada vez estaba más cerca de su venganza.

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