Capítulo 11. Asuntos de Familia
A medida se acercaban a la propiedad Von Engels todos analizaban con énfasis la estructura de la casa en busca daños. Pero no había nada de eso, la casona se veía tan bien como cuando dejaron Aage. Dudosos ingresaron con cautela, recorriendo todo.
Con una mueca de inesperada decepción Valquiria dejó a Newén, Leonardo y Lena en la cocina mientras ella se dirigía hacia la biblioteca. En su interior se esperaba que al volver estuviera destruido y que eso hubiera sido un buen motivo para huir, sin embargo, no había nada de eso. Cerrando la puerta detrás de ella, agarró un pequeño control para encender la música. Una pieza clásica de violín sonaba sutilmente mientras Valquiria se sentaba tras el escritorio.
— Violet —dijo después de un largo silencio para disfrutar de aquella música- Necesito informes de seguridad -exigió.
— Señorita Von Engels, la información se está procesando. Posee mensajes de voz —dijo la computadora.
— Escuchar mensajes —indicó. Sucesivamente escuchó la voz de la secretaria de Byron.
Mensaje 1: Tenientes Von Engels, Gonzaga y Belisario, el señor director de la academia exige su presencia en la institución a primera hora del día de mañana.
Mensaje 2: Tenientes, es mi deber volver a repetir la orden del señor director dada la falta respuesta.
Mensaje 3: Valquiria, Leonardo y Newén, ¿Qué hacen que no responden? Los necesito hoy mismo en mi oficina, quiero hablar con ustedes.
Mensaje 4: Más vale que no se hayan metido en graves problemas porque se la van a ver con la furia Warden.
Mensaje 5: ¡No me obliguen a tener que ir a buscarlos a donde sea que estén y los traiga a la fuerza!.
Los últimos mensajes que correspondían a Byron, se escuchaba que era urgente. Sabía que ya estaban en problemas y aunque prefería quedarse en su casa, tenían que presentarse ante a Byron para que no enviara a una tropa de cazadores a buscarlos.
Sin otra alternativa, los tres decidieron ir de manera urgente a la academia. Solo había un inconveniente en todo eso y era Lena, no podían dejarla allí sola y no estaban seguros de llevarla con ellos a la academia. Era un lugar críptico y de aspecto carcelario, que aunque podía llegar a parecer espeluznante era su hogar. Debatían entre ellos usando un idioma que Lena no supiera.
— Otra opción sería dejarla en la casa de alguna amiga o bien llamar a Caleb —comentó Newén en ruso.
— Perfecto ¿Tenes el numero hacia el paraíso y así avisarle a Caleb que deje de tocar el arpa? —preguntó Leonardo cínicamente— Para mi habría que llevarla —agregó este. Valquiria no respondió nada, solo escuchaba. A unos cuantos pasos de ellos se encontraba ella, concentrada en su computadora.
—Lena, nosotros tenemos que irnos —dijo Valquiria mirándola con análisis. Ella levantó la cabeza curiosa— Pero no podemos dejarte acá sola; ¿Quieres que te dejemos en la casa de Phoebe? —le pregunto dudosa.
— ¿A dónde van? —preguntó sin responder.
— A la academia, no estamos seguros que quieras ir ahí —susurró. Lena no dijo nada. Sus ojos tenían un brillo particular y una mueca dudosa.
— Quiero ir con ustedes —respondió insegura.
Valquiria podía ver el interés que le daba todo ese mundo; ella era una persona tan curiosa como lo era su madre. Siempre metiéndose en problemas por querer buscar respuestas. Asintió con solemnidad.
Atravesaban los pasillos con sigiloso cuidado, sin perder de vista a Lena que iba entre Valquiria y Newén. No había muchas personas en la academia, sobre todo en el edificio principal. Desde que habían salido de la casona no había mucho dialogo entre ellos, como si cada uno estuviese en su propio mundo.
Solo unos pocos se giraron hacia ellos al ingresar al último piso, notando la extraña presencia de una muchacha que curiosamente era muy parecida a Valquiria. Aunque varios conocían a Louis y Sara Von Engels, no todos estaban al tanto de las dos hijas de ellos. Solo Valquiria había estado allí cuando su padre aún vivía. Cerca de la puerta de Byron, saludaron a la secretaria. Una mujer lánguida y morena que los observó molesta pero solo por un momento.
— Pueden entrar —le dijo tajante posando sus ojos en Lena.
Ella no dejaba de girar hacia todos lados con una actitud ajena y estudiosa. Los ojos de aquella mujer terminaron en Valquiria, quien se acerco a su hermana protectoramente y la alejó hacia unos asientos. Mientras tanto, Leonardo le daba charla a la mujer para de su foco de atención.
— No te muevas de acá, cualquier cosa que necesiten pregúntale a ella pero no te confíes -le susurró corriéndole el pelo hacia atrás. Lena asintió silenciosa— Espero que no te asuste este lugar —dijo Valquiria casi para sí misma.
— Me lo imaginaba peor —indicó Lena intentando disimular una mueca sonriente. Valquiria sonrió para volver a su cotidiana inexpresividad.
— Vamos —les dijo a los chicos.
Golpearon el despacho varias veces sin recibir una respuesta del otro lado, por lo que ingresaron directamente encontrándose con Byron durmiendo, recostado en su silla y con las piernas tendidas en la mesa. Cruzaron miradas divertidas mientras Leonardo cerraba la puerta detrás de él con fuerza, haciendo que Byron despertara precipitadamente y cayera al suelo.
— ¡Santa mierda! —exclamó. Valquiria y Newén miraron a Leonardo con enojo por su comportamiento malicioso.
Él se encogió de hombros ubicándose junto a Valquiria. En un ágil salto Byron se puso de pie.
— Ustedes tres, siéntense —les dijo con tono amenazante, casi paternal, caminando hacia la cafetera para llenar su tasa.
Caminó a su escritorio los observaba letalmente, entrecerrando sus ojos. Ellos se veían juiciosos y cordiales, y él parecía querer adivinar en que eran en lo que estaban metidos. Se sentó en su asiento y movió la cabeza a la espera de algo.
— ¿Piensan decirme donde estaban? —preguntó mordazmente.
Ninguno dijo nada. Los tres sabían que Valquiria era quien tenía que hablar pero ella estaba buscando las palabras precisas, pero dar explicaciones no era una de sus tareas favoritas.
— Es una larga historia —comenzó a hablar. La expresión de Byron se volvió cínica— Lo principal seria que tuvimos que huir de mi casa porque intentaron matarme a mí y a mi hermana, después encontramos una pista del posible asesino de mis padres y quizás de quien intentó atacarnos que nos llevó a Rio de Janeiro, y ahí descubrimos un par de cosas que pueden ayudarnos -dijo con serena confianza. Byron se volvió inexpresivo; sus ojos eran como dos glaciales y su postura estaba tensa.
— ¿Qué descubrieron? —preguntó con tono profundo y ronco.
— Hasta lo que tenemos entendido la mayoría de los Von Engels mueren desangrados; el hombre que investigamos en Brasil pertenecía a una logia que protege a mi familia; y respuesta a todo podría estar en una casa que nadie sabe donde esta —respondió.
El silencio en aquella oficina era críptico. Byron permanecía inexpresivo y pensativo, moviendo sus manos con nerviosismo. Valquiria estaba tranquila pero ver a su jefe así no le agradaba.
— Señor —dijo Newén suavemente. Saliendo de su trance, Byron lo miró— ¿Piensan seguir investigando? -preguntó deteniéndose en cada uno.
— Necesito saber la verdad —dijo Valquiria sonando como un ruego. La máscara impermeable de Byron poco a poco se quebraba.
— ¿Ustedes piensan ir con ella? —volvió a preguntar sin romper contacto con Valquiria. Sin dudarlo, Newén y Leonardo respondieron al unísono afirmativamente. Byron movió su cabeza y respiro hondo.
— Señor, si nos necesita... —Valquiria comenzó a hablar pero él la detuvo.
— Hay otros cazadores —indicó— Leonardo y Newén, por favor, ¿podrían dejarme a solas con Valquiria? -preguntó neutral. Los dos chicos asintieron sin quejas y salieron afuera- Les daré un tiempo indeterminado —dijo Byron a los segundos que la puerta se cerró sin mirar directamente a Valquiria— Pero si la ocasión lo amerita, voy a tener que llamarlos —agregó.
Ella asintió de acuerdo; los tres eran de los mejores cazadores de la academia y de su generación, no era fácil prescindir de su trabajo. Finalmente, los ojos de Byron se detuvieron en ella. Melancólico y solemne, así se veía Byron bajo la máscara impermeable que se había roto. Esa expresión en él había sido vista pocas veces por Valquiria, una de ellas era el día de su ingreso a la academia. Byron abrió el cajón su escritorio y sacó un pequeño objeto que se lo cedió a Valquiria con delicadeza, como si fuese algo muy preciado. Y lo era para ambos. Se trataba de un anillo de sello de oro oscuro, que llevaba esculpido el escudo de la familia Von Engels. Una ola de sentimientos golpeando violentamente a Valquiria, quien intentaba controlar sus emociones.
— Tu padre me lo dio uno de los últimos días que nos vimos —dijo Byron con voz quebradiza. Inestable y exaltada, Valquiria se puso el anillo con orgullo y levantó la cabeza hacia Byron. Él se veía triste y dolorido— Tendría que habértelo dado antes... —susurró.
Ella respiraba hondo para lograr controlarse. Sus vidriosos ojos fueron más allá de Byron, a una repisa, donde estaba la foto de un grupo de jóvenes. Louis y Byron, en el centro, se abrazaban llenos de felicidad y diversión. Como un ángel rubio y hermoso, así se veía Louis en su juventud con una sonrisa amplia y despreocupada. A su lado, como un joven macizo y alto, Byron estaba rodeado de todos sus amigos.
—Creo que ahora lo necesitarás —le dijo esbozando una sonrisa.
— Gracias —le dijo ella.
Byron se puso de pie para despedir a Valquiria cuando sus ojos se enfocaron en la ventana, hacia afuera. Él palideció un poco, volviendo a ver a Valquiria.
— Teníamos que traerla —comentó dándose cuenta del origen de su asombro.
— ¿Sabe sobre todo eso? —preguntó él.
— No me quedó alternativa cuando huimos —respondió mirándola.
— Se parece a Sarah —comentó. Valquiria movió su cabeza de acuerdo con una sonrisa, para luego acercarse a la puerta.
— ¿Cuándo se van a ir? —preguntó él.
— Lo antes posible luego de que descubramos algo —sentenció con una sonrisa, decidida y animada.
Después de bajarse ellos, comenzaron a bajar todas esas cosas que se habían traído del sector de tecnología. Leonardo había dejado de comportarse como un nene, bromeando con todo y con todos, sobre todo con uno de los ingenieros más prometedores de la academia. Él era quien había instalado a Violet y había hecho otros pequeños trabajos para ellos, sobre todo para Valquiria. Se habían abarajado varias opciones sobre los porque, y la más segura era que le tenía miedo a Valquiria.
— A veces creo que a ese chico no le agradan mis chistes —murmuró Leonardo pensativo caminando hacia la entrada de la casa con un bolso lleno de herramientas y armas.
— ¿De verdad lo crees? —le preguntó irónico Newén. Lena caminaba entre ellos entretenida con sus comportamientos, mientras Valquiria iba a la vanguardia con su arma en mano.
Valquiria avanzó con agilidad hacia la puerta y la abrió; la oscuridad de la casa inspiraba temor y el silencio era críptico. Una sombra se movió delante de sus ojos, su cuerpo se encrespó y disparó sin dudarlo. Newén sacó su cuchillo y Leonardo se acercó a Lena protectoramente. Se escuchó un grito de dolor y Valquiria abrió grandes los ojos, enderezando su postura.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Lena moviendo su cabeza intentando ser en la oscuridad, sin éxito.
— El idiota de Joshua, no se preocupen, no muere —explicó Valquiria adentrándose en la casa a oscuras- Ya lo he intentado antes- agregó en un susurró que retumbó sobre las macizas paredes.
— ¿Si me ves en la oscuridad porque me disparaste? —preguntó enojado.
— Lo hubieras pensado antes de entrar a mi casa sin ser invitado —respondió.
— Fui invitado, ¿lo olvidas? —renegó acercándose a ella.
Ambos seguían peleando a oscuras en el interior, mientras los demás intentaban ver que ocurría afuera. Ella puso los ojos en blanco, olvidándose que él podía verla.
— Luces encendidas -dijo con fuerza y toda la casa se iluminó. Joshua sonrió divertido mirándola frente a frente, solo los separamos unos centímetros.
— Así que volvimos a Aage —comentó— Podrían haber esperado a la noche y así haber disfrutado de la vida carioca —exclamó.
Como si nunca hubiese ido ahí; pensó ella. Detrás de ellos, Newén, Leonardo y Lena ingresaban a la casa.
— Mejor anda a disfrutar de tu patética existencia y déjame seguir con lo que estaba —dijo Valquiria pasando por su lado para ir hacia la biblioteca. Él quedó detenido observándola con curiosidad, y una mueca insolente.
Dio un rápido recorrido por la casa para terminar en la biblioteca. Se recostó en la silla del escritorio, disfrutando del sonido del violín. Respiraba profundamente, con los ojos cerrados para poder bajar la velocidad en que todo estaba transcurriendo.
— Violet —dijo despacio.
— Señorita Von Engels —respondió la voz electrónica.
— Informe de daños y videos de las cámaras de seguridad —indicó.
— Daños: 0% —respondió.
Valquiria arrugo sus facciones incrédula. Podía ver que la casa estaba bien pero no se imaginaba que los daños eran inexistentes. ¿Cómo podía ser que no hubiese daños? En su mente aparecía la idea de que en verdad nunca había estado en peligro, comenzando a pensar en Caleb como una especia de impostor.
— Videos cámaras —exigió.
Las imágenes de las cámaras empezaron a proyectarse, holográficamente, frente a sus ojos. Pasaba su mano ligeramente sobre la proyección para adelantar grandes tramos. Miraba todo con atención; en su rostro se formaban arrugas en el entrecejo que demostraban la confusión que eso le generaba. Se detuvo cuando vio el momento de la huida. Volvió a adelantar hasta que notó cierto movimiento. Se detuvo y observo detenidamente, inclinándose levemente hacia adelante. No se veía nada en particular, solo especies de sombras que rodeaban la casa pero nunca intentando penetrarla. Quizás por la protección de la casa; pensó ella. Una figura ágil se metió en el medio de la escena y comenzó a luchar contra las sombras que de repente tomaban diversas formas y le hacían frente. Nuevamente adelantó la filmación para ver el modo en que todo terminaba. La figura era de una persona de negro, totalmente tapada. Desplegó una larga vara y la hizo girar encima de su cabeza. Poco podía divisarse de aquella figura. Sus labios parecían moverse. Valquiria subió el volumen y escuchó una extraña oración de la que solo pudo detectar que era en hebreo. Clavó la vara en el suelo y una luz cegó la imagen. En el momento en que todo volvió a la normalidad notó que las sombras ya no se encontraban, ni siquiera la figura ágil que peleaba contra ellos.
Adelantó y adelantó pero no pasaba nada nuevo. Atrasó el video hasta el momento en que la figura aparecía. La detuvo y la acercó un poco. Ella se reclino contra el asiento nuevamente mirando fijamente la imagen.
— ¿Porque lo hiciste? —preguntó ella sabiendo que no estaba sola.
— Tenía que volver a combatirlos —murmuró Caleb detrás de ella- Podrían haberse quedado en la ciudad y tomar vidas, sustituir a personas. Todo por conseguir lo que se les pidió -agregó.
Él miraba pensativo la imagen de él. En ese momento, vestía informal sin cambiar su campera de cuerpo negra. Entre sus manos tenía su daga que tenía un tamaño menor al que se veía en la lucha. Valquiria se dio cuenta que esas sombras no eran quienes deseaban matarlos, se trataba de simples lacayos. Sentía curiosidad por aquellas sombras endemoniadas.
— ¿Qué son? —le preguntó arrastrando la imagen hacia una de las sombras.
— Espíritus negros. Sus vidas terrenales terminaron pero sus almas se encadenaron a este plano y se niegan a cruzarlo. No digo que cualquier alma que se niegue a cruzar y permanezca acá sea un espíritu negro, para ello tiene que haber obrado mal, sin arrepentimiento y además tiene que haber sido invocado por fuerzas oscuras —explicó. Ella asintió y dejó correr la cinta. Giró su silla y miró a Caleb fijamente.
— ¿Sabes porque es que intentan matarnos? —preguntó serenamente. Él no dijo nada pero movió su cabeza asintiendo- ¿Sabias de la logia "Los elegidos"? —volvió a indagar y él asintió.
Sabes todo; pensó teniendo la esperanza de que él estuviese en su mente pero él no respondió así que dudó si era un no o él no escuchó su pensamiento.
— ¿Y que se supone que haces acá si no podes decir nada? —dijo cínicamente.
— Protegerlas —respondió con solemnidad. Valquiria se dio cuenta que él solo seguía ordenes, como ella con Byron. Respiró hondo y peinó su pelo hacia atrás pensando alguna estrategia a seguir— Reúne a los demás, enseguida, acá —le ordenó poniéndose de pie para abandonar la biblioteca.
La puerta se abrió bruscamente. La solemnidad en la habitación se rompió con la sola presencia de Valquiria. Ella atravesó la habitación para ir directamente a uno de los espejos colgados de las paredes. Lo movió cuidadosamente, dejando al descubierto una caja fuerte. Ingresó unos números, la fecha de su nacimiento, seguido de un imperceptible ruido que le indicó que había sido desbloqueado. La abrió y sacó de ella una antigua caja de hierro con laboriosos grabados. Después de cerrar la caja, movió el espejo y deposito la caja sobre la cama. Sentándose, levantó cuidadosamente la tapa que produjo el inicio de una relajante melodía. Inspeccionó con cautela cada rincón y sacó de ella un reloj de bolsillo que se veía viejo con las iniciales R.V.E, un colgante con una pequeña esmeralda y una llave oxidada. Quedó pensativa con la vista fija en los objetos. Sabía que habían pertenecido a antepasados de ella y que se relevaban de generación en generación. Ellos quizás le servirían en la búsqueda que estaba por iniciar. A los minutos los volvió a guardar y agarró con fuerza la caja música con varios dibujos de flores para llevarlas hacia la biblioteca.
En la biblioteca, Leonardo y Newén se encontraban comiendo ligeramente, sentados en el sillón; Caleb leía uno de los tantos libros de la biblioteca, de pie, bastante alejado de Joshua que estaba sentado tras el escritorio y con las piernas estiradas sobre él. Cada uno parecía estar en su propio mundo, concentrados en sus pensamientos. El ambiente se volvió un poco dinámico cuando ingresó Valquiria, trayendo consigo la caja y depositándola en el escritorio.
— ¿Lena? —preguntó notando su ausencia.
— Duerme —respondió Newén con sus ojos en las manos de ella.
Valquiria le dedicó una de sus miradas autoritarias a Joshua, quien bajó enseguida las piernas del escritorio.
— ¿Eso qué es? —preguntó él cuando ella dejó la caja en sobre la mesa. Ella sonrió con malicia y él puso los ojos en blanco— Se lo que es, quiero decir ¿por qué la traes? —se explicó.
— Tanto la caja como los objetos en el interior, están en mi familia desde muchas generaciones -dijo fuerte para que todos escucharan. Sacó todos los objetos para esparciéndolos sobre la mesa. Joshua miraba pensativo.
— ¿Ayudar a qué? —preguntó Leonardo dejando de comer.
— Encontrar alguna pista sobre algo —respondió.
— ¿Y los sospechosos? —preguntó Newén.
— Necesitamos miles de pistas para poder responder a todas las preguntas — exclamó, dramático, Leonardo. Valquiria hizo caso omiso a su comentario. Desatando el nudo principal, los demás se desatan solos; hizo eco la voz de Caleb en su mente como la voz de su conciencia. La recorrió un escalofrío.
— Dejaremos los sospechosos a un lado, posiblemente Augusta ya haya estado ahí. En cambio, iremos a la última referencia, una dirección en Alemania —decretó.
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