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XXI.


Debo, seguir las señales hacía ti...


—¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto exactamente? —Dijo Taron en cuanto la visión se hizo clara.

Nuestros pies tocaron el suelo, él se afianzo a lugar como si temiera que fuera a desaparecer ante sus ojos si parpadeaba.

—No me vas a preguntar porque es que estamos aquí —estábamos en Ravena.

—No, a estas alturas, todo me parece muy lógico. —Taron le echo un vistazo apenas a la plaza de Ravena.

El lugar donde por primera vez habíamos salido. Además no muy lejos de aquí estaba el lugar donde nos habíamos dado nuestro primer beso.

—Pensaba que te importaría más de lo que parece.

—Lo que necesito saber es la verdad.

—Bien, que es lo que quieres saber, pregunta y yo responderé honestamente.

—Segura me responderás con la verdad.

—Sí —le dije lo más segura que podía demostrar estar frente a él.

—¿Desde cuándo está pasando esto?

—Desde que llegué a Ravena. Solo que no lo comencé yo.

—Así que solo fui parte del plan.

—No, no precisamente.

—No te entiendo, pero quiero hacerlo.

—Lo sé.

—¿Entonces cómo es que todo esto paso?

—Camina conmigo, ¿sí? Taron? —Le tendí mi mano para que la tomara, lo cual hizo, aunque con mucha cautela debo agregar.

Casi como si tuviera miedo de algo, o quizás de mí, pero de una u otra manera solo lo podría averiguar hablando honestamente y con la verdad.

—Princesa, yo solo quiero saber si...

—Sé lo que quieres saber. Si te amé alguna vez, si lo que te dije era verdad, sí...

—Si aún me amas, eso lo sé. —Me sorprendió su manera de interrumpirme y de afirmar algo que a veces ni yo misma estaba segura de sentir. Sin embargo lo dejé seguir, quería saber hasta donde era capaz de llegar— lo que quiero saber es ¿por qué nunca confiaste en mí para ayudarte?

Me he hecho esa pregunta demasiadas veces, en mi mente, frente al espejo, durante mis visiones, cuando sabía hasta donde llegaría, cuando tuve que dejarlo ir para estar con Nicholas y durante todos esos momentos, todas esas veces, solo una única respuesta venía a mi mente.

Era por nosotros, por un fututo.

—Hace mucho tiempo, consulte a una adivina, ella me dijo que, en diferentes tiempos, en diferentes lugares y culturas conocería a dos hombres, serían parte de mí y yo de ellos.

>Serían todo para mí y al mismo tiempo los dos, acabarían siendo mi destrucción si no cumplía el papel para el cual había sido traída a este mundo, así que fingí que todo estaba bien y esperé a encontrarme con los dos. Tarde o temprano.

Primero llego Nicholas a mi vida, la verdad en un principio pensé que él estaba conmigo por las razones correctas, siempre estaba cuando lo necesitaba, siempre atento, siempre me apoyaba en mis aventuras y locuras y al mismo tiempo siempre estábamos separados por alguna razón.

Luego pasó lo de París y pensé que el segundo hombre era Leonardo.

Y sí, lo que te dije de él es todo real, me cerré al amor después de él y aún cuando siempre estaba Nicholas a mi alcance, siempre cerca, siempre tenía a alguien a quien amar por él, no era suficiente, sentía siempre que una parte de mí había muerto con Leonardo y con mi hijo.

Y entonces, te juro que había decidido nunca volver a confiarle mi corazón a nadie más que a Nicholas, pensé mil veces que, aunque mi vida se había vuelto simple y aburrida para los míos, para mí era lo mejor del mundo intentar fingir que era común y corriente.

Tenía un trabajo, tenía lugares a donde ir frecuentemente, lugares que me gustaban y donde la gente se extrañaba si no iba por días, estaba cómoda con mi manera de estar y de ser.

Pero luego los avisos comenzaron a llegar, comencé a sentir que me seguían y que ya no podía sentirme segura a donde fuera que iba. Ahí me di cuenta de que tenía que dejar mi burbuja perfecta de ensueño, tenía que salir a resolver los problemas que el pasado tenía para mí y con eso pagar mis propias cuentas pendientes con el universo.

Pero no fue hasta que Nicholas me propuso matrimonio que algo en mí se removió con la duda, no siempre fue así, pero eso sembró la duda.

Y llegaste tú. Toda la calma salió por la ventana cuando conocía a Nicholas, pero cuando tú viniste a mí vida, fue calma.

Y me pregunté si esa calma era para mí. Si me la merecía por fin y si podríamos quedarnos con ella.

Por primera vez en mi vida me sentí perdida en ti, en tu tranquilidad, tu cuidado, tu sencillez, tú, todo tú, me disté la paz que no sabía que estaba buscando.

Abriste mi corazón roto, lo sanaste y lo obligaste a amarte por completo. Pero sabía que si estaba demasiado concentrada en ti no podría estar enfocada en lo que tenía que hacer.

Y por eso te alejé, te pedí mil veces que no me hablarás, que me tratarás con respeto porque era tu princesa, porque debíamos de estar separados, porque Nicholas era el hombre que había elegido para compartir mi vida, pero tú te negaste a dejarme ir.

Y fue cuando supe que tú eras el segundo hombre que me había dicho la adivina.>

—¿Así que dices que hiciste todo eso por amor a mí?

—Básicamente sí.

—Es absurdo.

—Te juro que todo lo que he sentido por ti desde el primer momento que te vi ha sido auténtico en su totalidad y que no hay día ni momento en que estuve separada de ti que no pensará en lo mucho que te estaba lastimando todo esto. —Tomé su camisa para obligarle a mirarme— Siempre quise decírtelo, pero también sabía que tenía que tener toda mi energía enfocada en lo que debía hacer porque si me distraía tan siquiera un poco mi misión fracasaría de nuevo.

No sé qué esperaba ahora que había decidido ser sincera con él, quizás que me golpeará o que simplemente me dijera que se había ofendido por no haber confiado en él y que nunca me lo iba a perdonar.

Pero definitivamente no esperaba lo que paso.

Él me besó.

Me tomó entre sus brazos de una manera torpe y desesperada y me besó por completo.

Besó mi alma, mi presencia, mi ser por completo.

—¿Eso quiere decir que no estás molesto conmigo? —Dije entre nuestros labios soltando una pequeña risita.

—No, estoy muy enojado contigo por eso.

—¿Cómo he de convencerte de perdonarme?

—No lo sé, creo que tendrás que tener mucha paciencia para lograrlo. Para comenzar.

—¿Será mucho tiempo?

—No lo sé —contesto seguro.

—Esperaré por ti, hasta que la misma luna, las estrellas y el sol se queden sin luz, hasta que me quiten toda la magia de mi cuerpo, hasta que el día ya no inicie de nuevo una y otra vez... —Le dije besándolo otra vez.

—¿Entonces me amas? —Dijo él apartándose de mí un poco.

—Te amo. —Le dije sin una sola pizca de duda en mi voz— pero aún no sé lo puedo gritar al mundo, ya sabes por razones de seguridad.

—Está bien, guardaré el secreto contigo, lo prometo —dijo llevándose una mano hacia su corazón y así supe que no solo este secreto estaba a salvo con él, sino también yo y mi corazón.

Vamos a estar bien.

Ambos vamos a estar bien.

Al fin.


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Horas más tarde, Taron y yo estábamos caminando por un pequeño sendero cerca del campamento donde estaban todos los soldados que amablemente el pueblo de Dreifus nos habría prestado para una batalla que ahora misma estaba segura que ya no tendría lugar.

—¿Y dime cómo es que ya no los vamos a necesitar más? —Dijo él señalando a los pocos hombres que quedaban ahora que aún estaban recogiendo sus pertenecías, listos para volver a casa.

—Ya te expliqué el plan —le dije tomando su brazo y llevándolo a mi cintura.

Él sonrió por el gesto.

—¿No sé supone que seríamos discretos?

—Sí —le dije acercándome más a él. Coloque ambas palmas en su pecho para tenerlo.

No sé porque, pero de pronto me invadía una seguridad y confianza que tengo que decir que se sentía increíble tenerla.

—Oye —dije entre risas tomando mi rostro entre sus manos y parándome así de avanzar más lejos en público— debemos ser cuidadosos, tú misma lo dijiste, debes estar concentrada en lo que debes hacer.

—Lo sé —agache la cabeza.

Demonios santos.

Que él me corrigiera a mí era algo a lo que no estaba acostumbrada, tendría que hacerlo, pero por él valdría totalmente la pena.

Nosotros valíamos la pena.

Cómo pude pensar en estar tanto tiempo separado de ti.

—Ven, debemos de llevarte con tu tía, dijo que tenía que hablar contigo de algo importante.

—Dime que no es algo malo, por favor.

—Es difícil decirlo cuando se trata de tu tía. Pero ¡hey...! —Él alzo mi barbilla para que lo viera— prefiero ser positivo que pesimista.

Luego me guía de vuelta a la tienda del capitán. Le sonreí en respuesta a sus palabras.

Cuando llegamos lo primero que vi al entrar fui a mi querida tía y a mi abuelo enfrascados en una gran pelea.

—Por favor denme buenas noticias, por favor. —Dije para ambos.

—No son malas, pero creo que tampoco pasarían por buenas noticias precisamente.

—Será mejor si te sientas antes de escucharnos —Merlín me observó poco impaciente.

—Está bien, dilo, estoy lista —dije sentándome de manera graciosa en una silla que estaba cerca.

Cruzada de piernas y sin importarme que el vestido que me obligaron a ponerme esta mañana se me arrugará.

—Como ya sabes por nuestras venas corre la sangre de dos dinastías importantes. Por una parte, la de Ginebra Reina Consorte de Inglaterra y por otra parte la sangre de Merlín heredero único y legítimo heredero al trono del Reino muerto.

—Sí ¿y eso que tiene que ver conmigo?

—¿Eres tan tonta niña?

—Tenle respeto. —Gritó Merlín.

—No se atreva a hablarle así a la futura reina. —Dijo Taron mientras daba un paso al frente.

—¡Ya basta! —Grité levantándome, y cuando lo hice una ráfaga de magia de color rosado salió dispara de mis manos—. No quiero una pelea de esto, sé lo que significa, sé que tengo el trono en la tierra de los humanos y que también lo tengo en el reino de los seres mágicos. Pero lo que estoy preguntando, ¿es qué es lo que esperan que haga con eso?

—Esperamos que de ahora en adelante te comportes como debes, tienes que reclamar tu trono.

—Sí, pero ¿cuál?

—Ambos. —Soltó Morgana.

—¡Jamás! —Declaré molesta.

—Debes hacerlo. ¿Sabes cuántos años hemos esperado a que un ser como tú pudiese gobernar en el cielo y el infierno? Este mundo ya ha visto demasiado descontrol en las últimas décadas, necesita una líder, una fuerte y poderosa como para que todos le tengan respeto.

—¿Respeto o miedo?

—En tú posición esas dos cosas, van de la mano.

—No, no pueden pedirme que haga eso.

—Debe haber otra manera, debe de haber otra salida —dijo Taron notando que estaba en total desacuerdo ante esa idea.

Yo sabía muy bien lo que significaba para los humanos el poder, sabía muy bien que, si una desconocida salía de la nada reclamando un trono, se causaría una nueva revolución y eso es lo que menos quería ni necesitaba ahora.

Estaba bien hace solo unos minutos atrás ¿por qué tenían que salirme con esto?

Ahora...

—Discúlpenme, pero no lo haré y de ninguna manera eso era posible, yo no puedo imponerme en un trono que otro está ocupando y que debo agregar lleva muy bien.

—Sabes Morgana estoy de acuerdo con ella en esta. —Dijo Merlín sin apenas inmutarse.

Se veía tan sereno, tan normal, como si estuviera ajeno a todo, a todos, el tiempo y la vida pasaban a su alrededor y el parecía ni siquiera pestañar ante ellos.

O tal vez era que estaba capturando todo de nuevo, las esencias, el aire, el cielo, las personas, el tiempo, sobre todo el tiempo que había pasado.

Todo había cambiado a su alrededor y aunque estaba contenta de que por fin tuviera a un miembro de mi familia un poco más cuerdo de mi lado también le tenía una cierta reserva en cuanto a confiar en él por completo.

Como siempre mi nivel de desconfianza estaba al tope cuando se trataba de mi familia.

—¿Lo estás? —Pregunté sonando lo más convencida posible.

—Sí, lo estoy —dijo él, dando un paso adelante.

—Explícate Merlín —Morgana tenía la cara a punto de estallarle por la furia que esas palabras le causaban.

Si la historia era correcta, Morgana, no era una persona que fuera famosa por ser paciente y calmada.

Así que por si las dudas, alcé mis manos para parar una posible pelea con mi magia.

—Yo no he estado por aquí en mucho tiempo y es claro que las cosas, las personas, situaciones, han cambiado. —Dijo el hombre recorriendo con la mirada el lugar y dando varias vueltas como si estuviera buscando algo.

—¿Y eso qué? —Ella contraataco.

—Cálmate hermana o voy a tener que...

—¿Qué? ¿Exiliarme? ¡Tú no tienes no idea de cómo funciona ni este mundo ni el nuestro! Y sabes muy bien que este es su destino, su derecho de nacimiento, su Legado de Sangre.

—Lo que yo sé, es que nunca debí de haber cedido con mi amigo a cumplir una promesa que no estaba seguro si podía cumplir cuando es más que obvio que ella no está lista como creí que lo iba a estar.

—En la última parte estoy de acuerdo, está muchacha es inmadura, presume de ser una mujer grande, de querer formar una familia, pero no tiene idea de lo que es realmente el mundo.

Mi magia contesto por mí ese argumento arrojando una bola de fuego casi a la cara de Morgana. Casi, porque ella se movió de lugar.

—¿Ves? Es de lo que hablo, no tiene ni un hueso de madurez en su cuerpo. —Morgana se limpio las cenizas de la cara producidas por la bola de fuego y de la falda de su vestido color plata como si hubiese sido casi golpeada por una almohada de plumas.

—En eso estoy de acuerdo, ni si quiera viste apropiadamente.

¿Qué tenían de malo mis vaqueros y mis camisetas graciosas?

De acuerdo yo no era especialmente un muy buen ejemplo de la mejor moda de alta costura del mundo, pero tampoco creo que merezca ser atacada por eso.

Los miré atacarme, opinar de mí, decir a diestra y siniestra todas sus opiniones sobre mi magia, mi educación, en fin, todo lo que pudieron encontrar sobre mí, lo criticaron.

Estaba atónita, tanto que hasta me senté en el lugar donde la silla se había caído momentos atrás.

Sí, ahí, en el suelo, no sé exactamente en qué momento había decido sentarme, pero ahí estaba y cuando volteé a ver a Taron para ver como lo estaba llevando, me encontré con que estaba más enojado que yo.

De hecho, parecía que iba a explotar del coraje contenido.

Y lo hizo.

—¿Están bromeando? —Gritó Taron— Luna no ha hecho nada más que preocuparse por su pueblo, por su raza, por su sangre, sacrifico años de su vida para servir a otros propósitos que no fueran los suyos, se dedicó a buscar su misión en la vida, su destino, se ha sacrificado por todos nosotros más de una vez, ¿pero todavía quieren que haga más? ¡Váyanse al carajo! —Me tomó de la mano y sacándome de ahí.

Nadie pudo haberlo dicho mejor por mí.

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