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XVIII.


Soy radioactiva...


Oh no.

Aquella chica frente a mí, llevaba un vestido negro de dos piezas, contando el corsé.

Tenía costuras y bordados finos que simulaban ramas de árboles en tonos azules y cafés por toda la falda y en el corsé flores bordadas, a mano y aquello se notaba por los trazos (pensé, solo un sobrenatural como los sastres de Dreifus podría haberle hecho esto) y por lo exactos, aquellos detalles me recordaban todos esos sueños que había tenido antes.

Esas ramas... esos bosques...

Donde yo corría desesperada por mi vida.

Cabello suelto, con una corona de diamantes en color rosa magenta que en el centro llevaba una media luna en fase menguante. Aquel era el emblema de la extinta casa real Jadis. Y ahora sería el mío, así que tenía sentido que ella lo llevara como la nueva cabeza del reino.

Y sus ojos... eran de un color magenta brillante a juego con la gema en el centro de la corona, en los bordes del iris un degradado negro. No había como negar que ella, era yo.

Oscura, pero éramos la misma persona.

Porque esos ojos eran míos también, eran parte de mi pasado por lo cual nunca los dejaba ver a nadie, pero era como debería de llevarlos siempre.

Pocos sabían eso de mí, y es que esa era una de las muchas cosas que mí yo malvada y yo diferíamos. No me gustaban mis ojos, mis auténticos ojos, porque me recordaban algo que no me gustaba de mí y eso era mi magia.

Mi yo malvada tenía un excelente punto en eso.

Yo si había intentado ser normal, una y veinte veces más en mi vida, quería ser la de la casa grande en la colina, la mini van aparcada en el porche y los niños en los recitales de ballet y fútbol soccer, quería todo el paquete completo.

Yo quería ser normal, pero no lo era.

Y nada en el mundo haría que yo dejará de ser como era, era una bruja por nacimiento y aunque no me gustará ese era mi Legado de Sangre.

Pero entonces como evitaría que yo misma me destruyera, que mi madre me cazará y me matará para completar el absurdo ritual que quería llevar a cabo.

Y sí... podía, acaso sería posible, que ella me dijera como es que había vencido a nuestra madre. Después de todo, ella acaba de decir que en su futuro todo estaba bien, que todo se había acomodado a la perfección.

Sabía lo que tenía que hacer ahora.

—En algo tienes razón, no debo renegar de algo que es tan absolutamente increíble, sé me dio una oportunidad única en la vida en bandeja de oro y yo la he estado desperdiciando todo este tiempo.

—Así se habla, tú. —La chica me repaso con la mirada, estaba en el suelo, temblando de miedo aún. Entonces apago la flama que había nacido de su mano derecha, dispuesta a usarla como arma en mi contra para conseguir lo que quería.

Pero yo no me iba a rendir tan pronto.

—Solo hay un pequeño problema, una pequeña falla en tu plan querida.

—¿Cuál?

—Que viniste al tiempo equivocado, aquí aún no he derrotado a mi madre.

—Yo no me preocuparía por eso.

—¿Pero cómo voy a cumplir el destino que crees que tenemos si ella me está cazando para matarme?

—Sencillo —la chica se quedó en silencio y luego se formó en su rostro la sonrisa más macabra, helada y vacía que jamás había visto en mi vida— mátala primero, créeme es lo mejor, no hay un solo escenario que no haya previsto ya, y en ninguno tienes una gran familia feliz o al menos no una dónde esté tu madre biológica.

—¿Estás diciendo que debo matarla antes de que ella me mate a mí? ¿Esa es la única manera de acabar con todo esto?

—Sí.

—Está bien ¿y cómo se supone que debo hacer eso?

—Yo creía que aquí eras más inteligente de lo que eras antes pero tristemente ahora me doy cuenta de que no.

—¿Quieres por una vez decirme cómo tengo que hacer las cosas tal cual? Estoy cansada de que todo el mundo a mí alrededor me diga que tengo que hacer las cosas a su manera pero nunca me dicen si quiera como.

La chica bufo exasperada.

—Somos más desesperantes de lo que recordaba.

—Eso no me lo tienes que decir a mí.

—Vamos sé que quieres decirme, vamos. —La rete.

Ella la se había quedado bastante pasmada cuando me había descongelado y tengo que reconocer que yo también, pero debí suponer que solo la persona que te hechiza es capaz de romper su propio hechizo.

Y esa persona era yo, malvada, pero yo al final.

—Vaya, vaya si eres toda una joya, mírate ya estás más cerca de la oscuridad de lo que pensé, bien, te diré lo que quieres oír, aunque no te guste ¿de acuerdo?

—De acuerdo —aunque no me guste, es lo que debería de ser.

—¿Qué sabes tú de los brujos que juran su lealtad a un demonio mayor?

—Sé que sé vuelven oscuros permanentemente.

—Bien, eso es lo que tienes que hacer.

—Claro, por supuesto, de ahí es de donde viene la fuerza de mi magia, por eso es que no rompí tu hechizo antes, claro, perfecto que debía de ser eso.

Sin darme cuenta y en un impulso, alcancé con un poco de magia a un árbol cercano. Al principio se sintió bien descargar un poco de la furia que sentía, pero cuando vi el resultado me quedé horrorizada de mí misma.

Lo había partido en dos.

¡Oh Dios mío!

Si eso es lo que podía hacer siendo una bruja buena, no quería ni imaginarme como sería de oscura.

Ya entiendo porque Lena temía haberse quedado en medio.

—No, no puedes pedirme eso, debe haber otra manera.

—Pues si hay otra, esta la única que conozco yo. —Dijo ella sentándose en una pequeña roca cerca del camino. Fue la primera vez desde que la vi mi humanidad dentro de ella— nuestra madre es muy poderosa, incluso más que Merlín y lo intentamos antes y ya viste como término todo, dos veces.

—No, no y no, debe de haber otra manera.

—Ya te dije, ni su propio padre pudo hacerlo, ¿cómo piensas hacerlo tú que eres su hija? La oscuridad es la única manera.

—¿Y sí...? —¿Y sí la oscuridad no es solo maldad?

—¿Y sí qué?

—Y si encuentro la manera de traerlo aquí.

—¿A Merlín? Estás chiflada, ¿verdad? Sabes muy bien que nunca debes de sacar a una persona importante de su época, no debes interferir en la historia como ya está escrita.

Buen punto, si no puedo sacarlo de su época, entonces quizá deba de sacarlo de su prisión y dejar que él solo venga a mí.

—¡Estás loca!, soy tú y sé lo que piensas, eso es suicidio y no dejaré que lo hagas, si algo sale mal las consecuencias para mi futuro, serán catastróficas, y ni que decir para los demás.

—No tengo que pedirte permiso. —Me puse de pie y me sacudí la tierra de la ropa. El hechizo ahora estaba roto.

—No, pero aún así no dejaré que lo hagas. —La chica también se puso de pie de un brinco.

—Mírame. —Dije dándole la espalda.

—No, lo harás. —Ella se puso frente a mí.

—Sí, lo haré.

—No, no lo harás.

Tenía que pensar rápido.

Porque estaba más que claro que no podía lanzarle un hechizo porque siendo yo, ella misma sabría cómo esquivarlos, además si me había durado tan poco tiempo antes el efecto, ahora que conocía todas mis cartas, duraría menos.

Necesitaba ayuda para distraerla.

Necesitaba que alguien me ayudará aquí y ahora. Pero no sé me podía ocurrir nadie que quisiera que me ayudarme y es que después de todo lo que las personas habían hecho por mí, para ayudarme, cuidarme, salvarme de un destino cruel, no podía seguirle pidiendo a nadie que se sacrificará aquí por mí, nadie lo merecía.

Pero también sabía que, si no pedía ayuda, era muy posible que no saliera de esta sola.

Afortunadamente Dios escucho mis suplicas y mi debate mental.

Porque en cuestión de segundos aparecieron mis amigos para ayudarme.

Helena, Ana, Taron, Nicholas, Inés e incluso Felipe aparecieron junto a mí. No podía creerlo, eran mis amigos, mis verdaderos amigos, no podía pedirles nada y aún así estaban aquí.

—Están aquí —dije sonriendo, no podía con tanta felicidad, fue tanta que sin pensarlo me lancé a los brazos de Helena.

—Por supuesto que estamos aquí, nos necesitabas. —Dijo ella rodeándome con sus brazos.

—Ya todo estará bien. —Le dije soltándola.

—Que conmovedor —dijo mi gemela malvada tratando de cortar el momento— pero créeme ni ellos podrán impedirme que te detenga, cariño.

—¡¡Cállate clon malvado de quinta!!

—¿Y a esta qué le pasa? —Dijo Nicholas.

—¿Si te has dado cuenta de que es exactamente tú, pero cómo más sofisticada y así? —Me dijo Felipe acercándose a hablarme al oído.

—Sí, soy yo, pero digamos que es mi versión malvada del futuro.

—¿Del futuro? —Dijo Inés.

—Sí, del futuro bobos. —Dijo mi clon riéndose de la escena.

Aquello no me gusto.

—No tienes por qué ser tan grosera. —Dijo Taron.

Hasta que hablo no me había acordado de que estaba ahí. Me sentí mal por ello, solo un poco quizás.

Un pinchazo en mi pecho denoto que no era poca pena lo que sentía. Pero a la chica frente a mí, le fue peor, el dolor que sintió en su pecho hizo que se doblara brevemente frente a todos nosotros.

—Yo hablo como me de la real gana. —Aún así encontró la manera de seguir siendo grosera con todos.

—Sin duda alguna es tú... —Dijo Felipe volteando a verme— Pero ¿por qué está aquí?

Aquella distracción le dio tiempo de reincorporarse, la vi acomodarse la corona de la cabeza y alisar la falda de su vestido como solo nosotras lo hacíamos. Me reí internamente y brillo dentro de sus ojos me dijo que ella también sintió eso.

Parecía que cuanto más tiempo pasara aquí, más fuerte se hacia la conexión entre las dos.

—En resumen, quiero sacar a Merlín de su prisión porque lo necesito para matar a la loca de mi madre que quiere usarme en un viejo ritual con un demonio para revivir a mi padre y para eso me necesita, fui clara ¿o no?

—Bastante cariño —Nicholas se abrió paso hasta a mí y me jalo a sus brazos para recibir con amor dentro de ellos.

Me perdí un poco, en su aroma, en nosotros, tanto que cuando abrí los ojos y volteé a mí alrededor para ver a todos, incluyendo a mi clon malvado observándonos con cierto recelo y al mismo tiempo con una mezcla entre envidia y amor.

El pinchazo ahora me toco sentirlo a mí de parte de ella.

Sin embargo, no fue lo único que las dos sentimos de ambos lados en el momento, debido a la mirada de tristeza de dos personas, la de Taron y la de mí clon del futuro.

No podía siquiera imaginarme lo mal que lo estaba pasando Taron viéndome ser feliz con otro que no fuera él, sobre todo después de que su prometida muriera y yo fuera la única posibilidad que él tenía de ser feliz en mucho tiempo. Por el lado más amable, esperaba, quería creer que esto último no era tan cierto, y así como me había encontrado a mí antes, encontraría su alma gemela de nuevo, entre el tiempo y el espacio, como yo lo había hecho con Nicholas.

No había ninguna posibilidad ya para los dos.

Y si no me he hecho a la idea ahora, lo haré pronto.

—¿Que perdiste tú? —Le dije a la chica frente a mí— ¿qué perdiste en ese futuro?

—Lo perdimos todo, lo perdimos si quiera antes de ganar la guerra.

—¿A qué te refieres con eso?

—Sería mucho mejor si te lo muestro, pero sé que no nos gustan las visiones.

—Por primera vez aciertas en algo.

—Lo perdimos a él —dijo ella señalando a Nicholas— y luego a él —señalando a Taron— pero lo que más nos dolió fue volver a perder al producto del amor de los tres.

—¿Estás diciendo que...? —Las palabras no me salieron más, pero no lo necesitaba para darme cuenta de que quería decir la chica, solo basto ver su mirada.

Ella llevo una mano a su vientre.

No necesito recordar lo que dolió perder al bebé que tendría con Felipe en el pasado para saber qué era lo que ella había querido decirme con esas palabras.

—Sí, si vine aquí, no fue solo para asegurarme que hagas lo que debes como te dije antes, si no para te des cuenta de que vas a perder más de lo que puedes dar sino se hacen las cosas como deberían.

—¿Vamos a tener un hijo? —Dijo Nicholas.

—En el futuro de donde yo vengo ya lo han perdido.

—¿Por qué dices el fruto de los tres?

—Porque no es su destino estar juntos y ustedes lo saben.

—Eso no es cierto —dijo Nicholas tomando a la chica por los hombros— nosotros...

—Hasta tú lo sabes amor mío —le dijo la chica mientras se las arreglaba para liberar una mano y llevarla hasta su rostro. La chica lo acaricio un poco y él se rindió, la soltó y la tomó entre sus brazos— por favor dime que no es cierto... —Le escuché susurrar una y otra vez a Nicholas.

—Lo lamento mucho, sé que han luchado muchas veces para estar juntos, sé que les ha costado, pero es el destino. Por mucho que lo quieran, su corazón no le pertenece al otro.

—¿Pero sé puede cambiar? ¿No? Tú misma dijiste que ese futuro cambio cuando yo empecé a dudar...

—Creo yo... —Vi a la chica dudar por primera vez desde que comenzamos a hablar— quiero suponer que eso sé puede, pero no sé cómo.

"Debemos hablar..."

"Aquí no..."

"¿Vamos a nuestro lugar feliz...?"

"Vamos"

—Entonces ayúdame, si quieres que el vuelva, que todo vuelva, ayúdame a cambiar las cosas, déjame ayudar a Merlín... —La chica seguía dudando, aunque no estaba tan segura de porque exactamente es que dudaba, lo que, si es que seguí observándonos a todos, pero más a Taron y a Nicholas.

Nuestro corazón estaba dividido entre los dos, aún en el futuro.

—Está bien, vayamos por el abuelo. —Dijo mostrando una de las sonrisas más grandes que nosotras teníamos.

Y así la gemela malvada se convirtió en la buena.

Espero no convertirme yo en la malvada ahora.

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