XI.
Yo soy inquebrantable.
No sabía dónde exactamente es que estaba.
Solo recuerdo que un segundo atrás estaba abrazando a Nicholas y al siguiente estaba aquí, aunque no sé dónde exactamente es aquí.
Es un bosque, eso es seguro, porque hay hojas.
Es en el tiempo presente o al menos eso parece.
Pero no sé más.
También sé otras cosas, como que me duele la cabeza, y me da vueltas y a ratos siento que podría vomitar, pero luego se pasa, casi como si nunca hubiese ocurrido.
Y me duele el cuerpo, además he comenzado a notarme cardenales por todo el cuerpo. En mis brazos, en mis piernas, mi vestimenta está rasgada y tengo rasguños y pedazos de mi ropa colgando por todas partes, pero aún sigo vestida bien.
Bastante presentable diría yo.
Si así me veía solo recorriéndome yo misma con la mirada no quería ni pensar como me vería ante un espejo o peor aún ante un extraño. Solo esperaba que Nicholas estuviera bien, donde quiera que esté.
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Después de deambular por lo que yo creo que fueron horas y de intentar por quinceava vez de transportarme, sin éxito, me encontré un lugar donde parar. Era un pequeño pueblo.
Me acerqué lenta y cautelosamente, primero a una ancianita, luego a un señor un poco más grande y al final a un sacerdote.
Todos ellos me dijeron lo mismo.
Que estaba en Dreifus.
Me había traslado al peor lugar en la historia para una bruja como yo. O peor aún para una princesa.
La historia de este lugar, me la contó aquella que creí que era mi abuela cuando tenía doce años.
Este lugar fue la sede de las más importantes batallas en la historia de la magia, estaba en los límites del Reino Muerto. Pero no por eso era menos importante a los ojos de todos. Al contrario, era el lugar donde se fundó nuestro país y por lo tanto fue nuestra primera ciudad capital. Hoy, lo es la ciudad de Jadis, donde se alojan todas las residencias de la familia real, la corte y todo el personal de ella. Incluso los sirvientes de la familia real, viven ahí.
También cabe decir que ha sido un poco olvidado por todos en las últimas décadas. Más que nada por estar de orilla a orilla.
Y por último debo agregar que está en otra dimensión. Como todo el Reino Muerto.
Y es que recuerdan cuando dije que Nicholas y yo inventamos un lugar dónde pudiéramos ser felices, uno dónde tuviéramos todo lo que quisimos.
Bueno creo que también debí mencionar que no es posible crear una dimensión así si no existe parcialmente en un plano de entrada, debe haber un hueco en el espacio tiempo para poder tener algo en ella.
Algo nuevo.
Es decir, que exista un lugar fuente, un antes, una base dónde se puedan crear estos otros mundos, otros escenarios.
Y este lugar es conocido como el Reino Muerto y es el lugar donde habitan todos los seres mágicos, de aquí venimos, algunos aquí nacieron y luego van y vienen de aquí al mundo humano y otros se van de aquí y nunca vuelven. En mi caso yo lo conozco, he vivido aquí, pero me fui y ahora al parecer estoy de vuelta.
Aunque aún no sé por qué estoy aquí.
Lo que, si estaba más que claro en mi mente, es que de ninguna manera podía quedarme en donde estaba, pero por otro lado mi magia estaba tan intranquila aún que sentía que, si conjuraba algo, lo más mínimo, la magia desprendida de mi cuerpo como resultado de ese simple hechizo bien podría equivaler a destruir toda la aldea.
¿Oh Dios mío por qué me has traído aquí?
Le pregunté al cielo, porque es que, en lugar de irme a casa, vine a este lugar.
¿Por qué?
Pero lo más importante es porque Nicholas no estaba aquí conmigo...
Me quedé sentada en una pequeña roca mientras veía como la noche caía, mientras veía como el mundo entero se apagaba.
¿Será que yo podía encontrar refugio aquí?
¿Será que aún quedaría alguien aquí que me recordará y quisiera ayudarme?
Y es que lo último que hice aquí, no me dejó en muy buenas condiciones con nadie.
Digamos que me hice de unos cuantos enemigos.
Sin embargo, deseaba con todo mi corazón que todavía quedará alguien que no me reconociera y que quisiera ayudarme. Esperaba que las noticias aquí viajaran más lentas por el solo hecho de que aquí no había internet y que no sé hubieran enterado que yo era su princesa, la heredera al trono y que mi madre estaba loca y viva.
Y no sé cuál de las dos es peor.
Y si es que un buen samaritano como el que le pido a Dios ahora mismo existe, y si es posible... desearía que una de ellos me encontrará en lugar de que yo tuviera que ir a buscarlo.
—¡¡¡Mierda!!! —Grite frustrada al cielo. Solo para mí. Bueno, y para una bandada de aves que salieron despedidas asustadas de las ramas de algunos árboles a mí alrededor.
Tenía que moverme y lo sabía, ya sea en dirección a Dreifus o hacía el otro lado.
Pero tenía que moverme, porque sé hacía tarde y eso solo quería decir que la noche estaba llegando y porque era una bruja con una magia inquieta que estaba segura, estaba a punto de estallar.
Así que eso hice, me moví. Me levanté de la roca y empecé a mover mis pies, los pies que Dios y mis padres me habían dado.
No camine mucho antes de encontrarme ya en la entrada del pueblo, por suerte. Había ya pocas personas afuera de sus casas, quise suponer que esto era porque aquí como en otros tiempos del mundo humano, se acostumbraba recogerse temprano y no porque me hubieran reconocido y decidieran salir huyendo ante mí.
Trate de recordar cómo y a dónde se debía recurrir en estos casos.
Debía existir un sitio, siempre hay uno. En el Siglo XXI del mundo humano, eran los albergues, aquí debía de haber algo así como refugios o casas de asistencia manejados por buenos samaritanos, pero, ¿cómo es que se vería un buen samaritano? ¿O sería que todos podrían ser uno?
Dicha pregunta estaba a punto de ser contestada.
—Disculpe señorita, ¿está usted perdida?
—Sí —confesé.
El gesto de aquel hombre se relajo y me sonrió.
A veces solo necesitas a una persona con la guardia baja para pedirle ayuda. La persona correcta en el momento inesperado, se llama.
—Sabe hay una pequeña casa de asistencia al terminar el camino, estoy seguro que ahí le pueden ayudar.
—Gracias —le dije al hombre encaminándome para donde me dijo.
—Por nada, que tenga bonita tarde. —Dijo antes de irse en la dirección contraria a la mía.
Gracias Dios, Gracias.
Caminé hacía donde me había dicho el hombre, pase unas cuantas casas con personas apresurándose a entrar en casa. Quizá por miedo de la oscuridad o quizá por mí.
Esperaba estar equivocada con esa última opción.
Que irónico, pero eso es justo lo que yo iba a hacer cuando llegará a esa casa de asistencia. Esconderme de mí misma.
Pero qué más podía hacer estaba, agotada, hambrienta y mi magia estaba demasiado alborotada como para llevarme de regreso a mi época. Supongo que algo malo había pasado para que estuviera aquí. En un lugar que había sido mi pasado, mi presente y que ahora me estaba haciéndome preguntar si sería parte de mi futuro también.
Y es que aquí también fue donde se crearon y reconocieron otros seres mágicos. Brujas, magos, cambia formas, hadas, vampiros, hombres lobos, camaleones y demás criaturas. Y aunque algunas simplemente fueron accidentes, (como en el caso de los cambia formas, los vampiros y los camaleones) otras si tuvieron la suerte de legar su magia por medio del nacimiento (brujas y magos) y otras lo pidieron y se les fue dado (como en el caso de los hombres lobos y las hadas).
Aunque al final de una u otra manera, por un medio o por otro, todos somos seres mágicos que igualmente somos perseguidos y cazados casi en cualquier tiempo en el que estamos, somos temidos y legendarios a través de las épocas y lo más importante estamos escondidos siempre, porque hasta ahora está más que demostrado que ninguna de nosotros es bienvenido en el mundo humano.
Y esto es aún a pesar de que somos más poderosos que ningún ser vivo en el planeta entero.
Estamos condenados a vivir en esta otra dimensión o en la oscuridad por siempre, escondidos en las tinieblas como si fuéramos monstruos.
Después de pasar por una larga hilera de casas, por fin, encontré la que estaba buscando, la del final del camino casi, y mi salvación si lograba calmar a mi magia ahí dentro.
Toqué una vez, luego dos veces y al tercer toque obtuve una respuesta positiva. Alguien, una mujer, abrió la puerta lentamente y pregunto quién era.
—¿Quién es y qué quieres? —Gritó la mujer algo molesta.
—Mi nombre es Luna y necesito un lugar donde pasar la noche.
Aquella mujer abrió un poco la puerta y me examino de la cabeza a los pies después de escuchar mi petición.
—Necesitas ayuda, eso está claro. —La chica abrió la puerta completa y planto los dos pies en el suelo, se sacudió el vestido de la falda y me sonrió. El aura de su firma era de color dorado. Bruja, por suerte—. Vamos a ver, que tenemos aquí.
Yo no me moví para dejar que la mujer me viera bien.
—Bruja —dijo ella sin que su rostro reflejara nada por unos segundos, luego volvió a sonreír— pudiste empezar por decirme eso, ¿sabes?
—¿Cómo lo sabes?
—Vamos, leemos nuestras firmas desde que podemos respirar.
—Buen punto.
—Y para tu buena suerte, sé que a estas alturas ya sabes que yo también lo soy. —dijo la mujer, segura—. Mi nombre es Helena Goodman y estoy a tus servicios, princesa. —Dijo ella dejándome entrar a su casa.
Maldición.
<<>>
Después de unos minutos de quedarme totalmente inmovilizada en el marco de la puerta de aquella casa extraña. La chica me jaló del brazo y me introdujo dentro de su casa.
—Debes estar hambrienta —la chica me sentó con un breve empujón en una pequeñas silla de madera, a su lado estaba una mesa cuadrada y luego puso poniendo un plato de pan y un vaso de agua que sirvió de una jarra frente a mí, sin usar magia alguna, solo con sus manos, pero aún así la sentía, bailar y brillar por toda la casilla— ten, te hará bien, estoy segura de que has viajado mucho para llegar hasta aquí.
—Gracias.
Tomé el pequeño vasito en mis manos como si fuera la cosa más sagrada en el mundo, vacié el líquido en mi boca rápidamente y al instante sentí el alivio en mi garganta.
Luego tomé el pequeño pedazo de pan y lo devore en apenas dos bocados. Miré arriba y vi a una chica que me miraba complacida por haber aceptado lo que me había ofrecido.
—Así que es cierto que nuestra princesa eres tú y que has vuelto... —Dijo la mujer un poco dudosa, lo sabía por la manera con la que jugaba con sus manos mientras me hablaba. Se notaba que hablar del tema le ponía un poco los nervios de punta— los rumores incluso decían que habías muerto, pero yo siempre supe que no podía ser cierto. Nuestra Luna es más fuerte que eso.
Casi me atragante con esa confesión al final de su argumento.
—Disculpa, ¿pero nos conocemos? —Tosí un poco para ayudarme a aclarar la garganta y con eso la situación.
—No precisamente, princesa, —la chica, jaló otra pequeña silla que no había visto antes para sentarse—, no lo recuerdas, ¿cierto? —Le miré confundida, ciertamente ya he dicho que hice un montón de cosas malas en este lugar pero su cara no me parece para nada familiar.
—No. ¿Debería?
—No te preocupes paso más de una década desde que viniste aquí, ¿cierto?
—Sí, así es.
—Tú, viniste a este lugar poco después de que yo naciera.
—Recuerdo haber venido, sí, pero nada más allá de eso.
Por supuesto que trate de recordar algo, pero fueron tiempos confusos para mí. Además en ellos también hubo muchos disturbios así que es difícil saber que hice como, cuando y porque sin viajar en el tiempo y como obviamente no estoy en condiciones de hacerlo, no lo sabré si esta chica no me dice nada más.
—¿Me lo dirás?
—Primero dime, ¿qué es lo último que recuerdas?
—Vine aquí, hice un gran desastre y luego me fui antes de que pudieran atraparme.
—¿Por qué habríamos de atrapar a nuestra salvadora?
—¿Yo? ¿Salvadora?
—Sí —la chica sonrió, se enderezo en su asiento y habló— viniste a darnos luz cuando todo el mundo ya pensaba que éramos un caso perdido después de estar bajo el dominio de la Casa Vivaris por miles de años.
La Casa Vivaris, es la casa real actual del Reino Muerto. Al no haber un heredero del trono de sangre, los representantes de otros reinos y de los consejos de las diferentes especies de sobre naturales, nombraron una nueva casa real.
Todo para poder preservar el legado.
Sin la sangre, por supuesto.
No puede haber camino sin alguien que lo lidere, el pueblo necesitaba un líder, un rey. Así que el pueblo lo eligió. Eso hasta que el poder se les subió a la cabeza y fueron derrocados y ejecutados...
Ah. Ya.
—Yo estuve en la revuelta que encabezo la caída de los Vivaris hace dieciocho años.
—Usted vino a este lugar a salvarnos de ese reinado de oscuridad y terror absoluto, caos era todo lo que conocimos hasta ese momento.
Tomé el último trago de agua de manera victoriosa, dibujando una gran sonrisa en mi rostro y poco me importo que una simple gota de agua se me resbalo al final del trago de la esquina derecha de mi boca.
Es más la recogí soltando una pequeña risita.
—Quién diría que aquella valerosa guerrera era nuestra princesa perdida.
Sí, ¿verdad?
—Y no te preocupes, mientras regresabas, todos nosotros hemos estado cuidando de aquí, tal y como tú y los mayores lo habían decidido antes.
—Me alega escuchar eso —me eché hacía atrás, dejando caer todo el peso que pude en el respaldo de aquella silla. Que no era mucho, pero en ese momento me pareció como si el sillón más mullido del reino me estuviera recibiendo y no una simple silla— Esto sí que es vida... —Una alarma se encendió en lo profundo de mi memoria tu apellido me es algo familiar, ¿verdad?
—Es que conoció a mi madre, ella ya murió, pero yo me he quedado con su puesto dentro del aquelarre.
—¿Cuál era su nombre?
—Sara, Sara Goodman.
—Ella era... —Guardé silencio por miedo a decir algo equivocado. Pero ambas sabíamos las palabras que le seguían a esa oración cortada.
Esta chica, era la hija de una muy buena amiga mía.
Y la razón por la que no había regresado a este lugar en años, es porque alguien había muerto por mi culpa. Y ahora tenía a la hija de ese alguien frente a mí. Me calle simplemente esperando, rogando al cielo que la chica no supiera en las condiciones en las que murió su madre, esperando, deseando que nadie le hubiera dicho nada, tal y como yo lo había pedido tiempo atrás.
Y parecía que había sido así, porque la chica no dijo nada más y lo tomé como una señal para seguir la conversación por otro lado.
—Lo siento tanto, ella fue una buena amiga mía y también una fiel creyente del buen uso de la magia. —Le dije atravesando la mesa con mi mano para alcanzar la suya del otro lado de la mesa—. Lo siento mucho, en verdad.
—Lo sé princesa, yo sé que nada de lo que hacemos nosotros o lo que somos está mal y también sé que mi madre murió defendiendo esos principios porque eran ciertos.
—Por favor, llámame Luna —le dije soltando su mano y enderezándome de nuevo en la pequeña y modesta silla.
—No sería correcto de mi parte, su alteza. —Dijo ella encogiéndose en su asiento. Aquel acto lo tomé como una señal de cinismo absoluto de su aparte, pero lejos de ofenderme, me confortó saber que existían más personas como yo en este reino.
Sobre todo porque casi toda su conversación conmigo la chica había mandado las formalidades por la ventana.
—Pero lo harás de todos modos porque te lo he pedido yo, por favor. ¿Cierto?
—Cierto, Luna —Helena saboreó mi nombre letra por letra antes de dejarlo ir al aire— dicho eso, me imagino que estás aquí por una buena razón, ¿quieres contármela?
—La verdad es que no tengo idea de porque estoy aquí, en un momento estaba discutiendo con un amigo y al otro estaba vagando cerca de aquí, en los bosques.
—¿No recuerdas nada, de nada?
—Nada, quisiera, lo juro, siento que hay algo que no me lo permite.
—Lo sé, la siento, está muy perturbada por algo, su aura, está descontrolada, es casi como si ella tampoco supiera que hacer.
—Así que también heredaste los dones de tu madre.
—Así es. —Dijo la chica levantándose de la mesa y buscando algo en un pequeño mueble— aquí están, veamos lo que nos tienen que decir.
La madre de Sara era una Oraculum. Una bruja Oráculo.
Y ciertamente, fue la más poderosa que yo hubiese conocido, y aún después de siglos adelante en el futuro de los humanos, no he conocido a nadie que la iguale.
Era sin duda alguna, una mujer excepcional, pero también no había mucha duda del porque la habían elegido a ella como ejemplo de que el uso de la magia se debía hacer con moderación, de lo contrario se merecía un castigo muy alto, morir.
Su madre murió, porque creía que la magia podría usarse para hacer otras cosas, otras cosas como, con humanos.
Es sabido por todos en el Reino Muerto que la magia puede ser demasiado poderosa sino se usa adecuadamente. Sara no creía eso, ella pensaba que debíamos de compartir nuestra magia y nuestra sabiduría con los humanos. Idea que las dos compartimos defendimos después de derrocar a la Casa Vivaris.
Después de todo ellos nos dieron permiso de vivir en su mundo, de retirarnos y reproducirnos con ellos, claro, todo eso mientras no hiriéramos a ningún humano al hacerlo y los respetáramos, mientras eso pasara, ellos nos dejarían quedarnos.
Pero lo más importante es que no debíamos de usar magia con ningún humano o peor aún compartirla.
Sara lo hizo y pago un precio muy alto por ello.
La chica frente a mí desplego una baraja de cartas. Cartas ancestrales y valiosas, antiguas y sabias. Cartas que tenían la habilidad de decirte o predecir el más dulce final o el más cruel y amargo.
Cada Oráculo tiene un medio para ver sus propias profecías, Helena heredo el de su madre Sara, y también sus mismas cartas, las reconocí en cuanto salieron del cajón.
Sin verlas. Cada objeto mágico también posee firmas de magia. Y si ya las has visto, es fácil identificarlas.
—La primera carta en salir es el guardián —dijo ella poniendo la carta sobre la mesa— parece que tienes a alguien fuerte para cuidarte —ella me sonrió— la segunda es la sacerdotisa, parece que debí echar las cartas antes para que por lo menos me hubieran prevenido de tu llegada.
La chica continúo sacando cartas y acomodándolas frente a mí.
Primero salieron los amantes, lo cual significaba una unión o bien una ruptura.
Después, salió el diablo, lo cual solo podía significar que la persona que estaba a mi lado podía ser tanto buena como mala o también que algo se acercaba a nosotros, un peligro latente, algo que nos acechaba desde la oscuridad.
Luego salió la carta del juicio final, este era obviamente algo pendiente, yo sabía a qué se refería, tenía que pagar por todo lo que había hecho, por todos a los que había herido, hubiera querido o no.
Le siguió la torre, la cual representa cambios.
El sol, la carta de la confianza en sí mismo, de la luz, del amor hacía nosotros mismos, parecía que sea lo que fuera a pasar esta vez yo tendría de las de ganar.
Y la penúltima fue la muerte. Eso solo podía significar una cosa, mi muerte o la de un ser querido importante.
—Aún me sigue impresionando lo mucho que pueden decir las cartas, a pesar de los años, pero no me han dado nada que yo no sepa ya.
—Espera... aún falta una carta. —De debajo de todas las demás, apareció una carta volteada. Así que no pudimos presagiar nada sobre ella hasta que Helena no la giro.
Y entonces salió, algo que temía demasiado, la carta de la Emperatriz.
Esta carta puede tener muchos significados, el primero puede ser la feminidad, significa también que establece una fuerte conexión con la base del ser humano, su naturaleza, y por último simboliza a los embarazos no deseados.
Eso, embarazos no deseados. Era lo que me daba miedo.
Yo misma conozco el significado de estas cartas, porque yo misma se las di a su madre, mucho antes de que esta chica si quiera fuera concebida.
—Esas cartas deben estar mal, o debes de haberlas sacado mal, dime por favor que lo hiciste así.
—Me temo que no hay ningún error, las cartas han hablado. —Dijo la chica encogiéndose sentada en esa pequeña sillita en la que estaba.
No, eso no podía estar bien, la chica debía de haberse equivocado, el universo, Dios, no podría estar haciéndome esto, no, a mí.
—No puedo estar embarazada, no ahora ni en ningún futuro cercano.
—Lo sé, supe de París.
—Espera... ¿cómo es que sabes eso? No es de tu tiempo, ni mucho menos de tu dimensión.
La chica se levantó de la mesa y se encamino a la puerta, cuando esta estuvo abierta, se dio la media vuelta y me llamó para seguirla. Pero no pude, seguía helada por la revelación de aquella carta.
—Luna, es obvio que hay mucho que no sabes de este lugar, pero lo más importante es que es hora de que conozcas a alguien.
Y no sé porque, pero parecía que estas alturas de mi vida las sorpresas no pararían de llegar.
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