
V.
Si está noche me pierdo, estaremos solo tú y yo.
He pasado el mejor tiempo de mi vida, aquí. Gracias a Taron y a Felipe por supuesto. Y aunque en un principio fui tratada como un huésped más, con el pasar de los días esas etiquetas y formalidades del día uno salieron corriendo por la ventana
Y de la nada. Había pasado ya una semana en Italia.
Y me sentía tan plena y llena que mientras me metía un par de tomates secos a la boca en la cena de esta noche, pensé, ¿sería tan loco no irme nunca de un lugar como este?
La verdad todo parecía genial aquí, la compañía, la comida, la vista, lugares nuevos y magníficos que ver todos los días.
Y aunque se escuché cruel decirlo hasta en mi mente, no extrañaba nada de lo que tenía en casa. Ahí es cuando esta idea paso por de mi cabeza a mi corazón.
Yo quería quedarme. Quedarme aquí.
¿Para qué volver...?
¿O mejor dicho a qué volver...?
¿A cuidar de mi madre loca y senil todos los días?
¿A tener que tratar con clientes amargados o locos por la cafeína?
Si con solo desearlo un poco más, me puedo trasladar y quedarme aquí para siempre.
Pero y mi magia, mi inmortalidad... mi historia sin respuestas...
Hasta las pesadillas se habían ido...
...
A quien engaño, si no tengo a nadie, más que a mamá y el gato, y apuesto a que ella amaría quedarse a vivir en lugar así. Por favor, si era casi un paraíso.
Mientras seguía con mi pensamiento, no me percaté de que alguien había pasado un sobre por debajo de la puerta de mi habitación.
—¿Y esto qué es? —Levanté el pequeño sobre y lo abrí.
Era una nota, el papel era normal, como cualquier hoja de papel del mundo.
Pero no tenía un remitente y solo unas cuantas palabras escritas en él.
"Plaza principal de Ravena. 5 pm. Sola".
—¿Y esto qué es?
¿Será que sería de Taron? ¿Qué me quería enseñar algo? Llevarme a algún lugar más tarde o algo así...
Pero si no teníamos nada programado hoy porque se suponía que ayudaría a Felipe con unas cosas de la Hostelería.
O será que...
No, no creía que nadie más me hubiera podido enviar ese mensaje.
Nadie más, que ellos dos sabían que yo estaba aquí, ni si quiera en casa se habrían dado cuenta de que me fui todavía.
Solo mamá lo sabía, si es que se acordaba de que me había ido, pero ni si quiera ella me hubiera mandado una nota, además apenas y le queda magia a mi madre para enviar una nota, mucho menos para venir hasta aquí.
Así que hice lo que mi instinto me decía que era lo correcto y tire la nota a la basura.
Luego llamé a casa, me contesto Ana al tercer timbre.
—Hola cafetería de Al's, ¿en qué le puedo servir? —Y contesto como siempre.
—Ana, soy Luna.
—Luna, hola, es algo temprano para que llames... ¿Ya vienes en camino?
—No, por eso te llamaba precisamente.
—¿Es qué te has enfermado...? —Dijo la chica un poco preocupada al teléfono— por favor, por el mismísimo Stan Lee, dime que no me vas a dejar sola en esta pocilga con toda la bola de clientes adictos a la cafeína. Por favor, dímelo...
—En realidad, sí. —Dije por fin al mismo tiempo que solté una gran cantidad de aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo— Ana, estoy en Italia, en un pequeño pueblo que se llama Ravena y no pienso volver a casa.
Por unos segundos no escuche más que silencio del otro lado de la línea, otro segundo pasó y estaba empezando a temer lo peor, otro par de segundos pasaron y empecé a pensar que quizá la llamada se habría cortado y yo no me había dado cuenta.
Así que como una loca desesperada busque el cordón de la línea del teléfono para comprobarla, pero parecía que todo estaba bien. Estuve a nada de presionar el botón de colgar debajo de la bocina del teléfono de cable pero no lo hice.
—Hola, Ana... ¿Me escuchas...? —Pero no escuché más que respiraciones rápidas al teléfono— Ana...
—Estoy aquí, tranquila, estoy aquí. —La chica no habló por otro par de segundos— pero explícame ¿cómo y porque has decidido irte hasta allá sin mí?
Gracias a Dios.
Ante eso solo pude reír histéricamente al otro lado de la línea.
—¿Eso es todo lo que me vas a decir Ana?
Gracias a Dios.
—Pues sí... —Confesó mi amiga resignada— ¿por qué te fuiste sin mí? Dime, pensé que éramos amigas, que nos contábamos casi todo, ¿dime ahora qué demonios haré en esta ciudad de porquería sin ti? —Dijo casi mortificada.
—Espera... —Dije tratando de reordenar lo que estaba pasando— ¿tú realmente estás molesta porque me fui sin ti?
—Claro que si torpe, eres mi única amiga, y la verdad va a apestar el estar sola en este lugar sin ti.
—¿Ana estás llorando? ¿Por mí? —Le dije atónita.
—Sí, tonta. —Dijo al otro lado de la línea.
No supe que decir una vez más, nunca había tenido una amiga antes, nunca había permitido que nadie se me acercara tanto como para ser mi amiga, nunca había convivido con nadie porque creía que no lo necesitaba y también que no lo quería.
Pero estaba equivocada, esta chica estaba aquí y ahora necesitándome.
Y yo estaba casi a punto de reírme de los nervios porque no sabía que lo quería, ni que la necesitaba. Hasta ahora.
Pero la verdad era que Ana, era lo único que me gustaba de ese trabajo aburrido, de ese lugar, de esa ciudad, de ese mundo, incluso era lo único que me hacía reír en todo el día.
Así que después de estarle dando demasiadas vueltas al asunto, por fin decidí hacer lo que mi corazón me estaba gritando que debía hacer.
—Ana ¿quieres venir a Italia conmigo?
—¿Qué si qué? —Dijo la chica medio atragantándose con las palabras— ¿estás segura?
—Sí, eres la única persona además de mi madre a quién querría tener aquí, tienes razón, soy una tonta, debí decirte que me iba, que me quedaría aquí, no sé por qué no lo hice, pero quiero que te vengas conmigo a vivir aquí. Sé que te parecerá una locura, pero por favor si nuestras vidas son unas tan aburridas ahí porque quedarnos, además ninguna de las dos tiene más familia allá, ni estudiamos, ni tenemos un trabajo que nos ate, ¿entonces qué dices?
Por favor, por favor quédate conmigo... tú sí...
—Digo que sí. —Dijo la chica estallando de felicidad— ¿Cuándo quieres que me vaya?
Todo se acomodo en su lugar como debería. Como debe de ser.
—Hoy mismo, pero antes tengo que pedirte un favor, ¿sí?
—Lo que sea, por ti lo que sea. —Esa era justo la respuesta que esperaba y necesitaba.
Así que le di instrucciones a Ana para que recogiera unas cosas en casa, las había ya mandado empaquetar y para que recogiera a Batman y lo trajera hasta aquí. No es seguro viajar distancias tan largas con un gato común y corriente como él, es decir sin magia, los gatos nacidos con magia no son nada susceptibles a los viajes lejanos con magia. En cambio el ser vivo normal... mejor no digamos más del tema.
Y de lo demás ya me encargaría yo en un segundo.
Lo desee, lo desee profundamente y al abrir los ojos ya estaba en casa de nuevo.
Me encontraba justo frente a la puerta de mi casero.
El Señor Rodríguez, dueño y administrador del edificio de dónde había vivido los últimos cinco años con mi madre. Toqué su puerta como tantas veces lo había hecho. Respondió después de unos segundos.
—Hola Luna, ¿cómo estás? Niña... —El Sr. Rodríguez siempre me llamaba de esa manera, siempre, porque solía decirme al principio que le recordaba a su hija, que también tenía veinticinco años y que antes lo visitaba.
Pero ahora estaba solo como nosotros, por lo cual, a veces le invitábamos a pasar las fiestas. Esto me hizo darme cuenta de que estaba equivocada. Si había más personas en este lugar a quienes iba a extrañar.
—Estoy bien, Sr. Rodríguez.
—¿Y tu madre? Hoy no la he visto salir por el correo. —Dijo el hombre.
—Está bien, en casa jugando con el gato. Pero no es por eso que estoy aquí. Vine a entregarle esto. —Le di un pequeño sobre al hombre quien al verlo lo tomó entre sus manos y lo abrió en seguida.
—¿Pero qué es esto niña? —Dentro había el dinero del alquiler de este mes y las llaves de la casa, ambos juegos, el mío y el de mi madre.
—Nos vamos, Sr. Rodríguez. —Le dije dándole una de mis mejores sonrisas al hombre.
—¿Cuándo? ¿Cómo? ¿A dónde? ¿Ya tienes un lugar seguro donde irte?
Esa pequeña muestra de afecto hizo que recordará que yo nunca había tenido un interés genuino de parte de mi padre. Porque ni siquiera sabía de donde venía.
—Hoy nos vamos, a Italia, y no, aún no, pero en cuanto llegue a haya seguro lo resolveremos.
—Pero niña, esto es algo precipitado, ¿si quiera lo has pensado bien...? —El hombre paso todo su peso hacía su pierna derecha. Y me miró como pienso que un padre ve a su hija pequeña cuando esta se quiere ir tan lejos de casa.
Si algún día tengo hijos, les contaré que este hombre fue mi padre y como me dio esta mirada cuando nos vimos por última vez, la recordaré por siempre dentro de mi memoria y juro que no haré nada para revivirla una y otra vez como muchos otros momentos de mi historia.
—Sí, señor, por eso es que me voy, he vivido demasiado tiempo ya sin hacer un gran cambio en mi vida, y creo que es hora, además estoy segura que a mi madre le vendrá bien el aire del lugar. —Reí un poco para disimular los verdaderos motivos de mi ida.
—Bien muchacha entonces te deseo lo mejor del mundo en tu nueva vida y espero que te nunca te olvides de mí y de que aquí tienes a un buen amigo cuando lo necesites, tú y tu madre siempre han sido unas muy buenas inquilinas y si alguna vez quieres volver aquí serán bien recibidas. —Dijo el hombre pasándose un gran nudo en la garganta que sé le había formado mientras hablaba, estaba claro que él quería llorar, pero yo no lo dejé y que quizás quería decir algo más pero no se atrevía.
Y así, obedeciendo a un impulso que salió desde mi corazón, lo abrace.
Yo no conocí a mi padre, según una historia que mi madre adoptiva me contó, él murió unos meses después de yo viniera al mundo. Cuando yo tenía doce años aquella historia me consoló y me acompaño cuando lo extrañe aún sin conocerlo, ahora a mis veinticinco años (aparentes frente a los naturales) esa historia ya no me convence en absoluto.
Y hasta donde sé no tenías más familiares, porque nunca nadie se presentó diciendo ser algo de él, nunca sentí sus abrazos, nunca me contó un cuento en la noche, ni si quiera ser su nombre, porque mi madre nunca ha querido decírmelo, nunca sentí su amor.
Pero aquí, ahora mismo, esto se siente como un abrazo paternal, como si él y yo nos estuviéramos despidiendo como un padre de una hija.
Después del abrazo más largo del mundo, me despedí con un breve saludo de mano y volví al apartamento.
Había entrado unos minutos atrás y todas mis cosas estaban en su lugar, pero ahora estaban todas metidas en cajas, la cocina, mi cuarto, mis cosas, todo, en unas cuantas cajas. Mi vida resumida en unas cuantas cajas.
No pude evitar sentir un poco de melancolía cuando pensé en todo lo que había pasado aquí, todos esos momentos buenos y malos se quedarían aquí o me los estaría llevando conmigo, que pasaría con las travesuras y las cosas desacomodadas, ¿me las llevaría también conmigo o se quedarían aquí?
—¿Mamá...? —La llamé una vez, luego dos veces y después de unos segundos ella salió de su cuarto.
—Así que nos vamos, ¿a dónde sí se puede saber? —Dijo mi madre más que molesta parecía intrigada.
—Italia, Ravena. —Le dije sin pensarlo si quiera.
—Así que ahí has estado todo este tiempo. —Dijo mi madre.
Las personas mágicas no caen en los encantamientos del tiempo, sobre todo si hablas de un bucle, así que mi madre había vivido los días que yo no había estado en tiempo real, por lo tanto, sé había dado cuenta de que me había ido por ocho días ya.
—¿Si tienes todo lo que necesitas...? Porque tú te vienes conmigo ahora.
—¿Y el gato? —Preguntó mi madre.
—Vendrá por él una amiga que nos acompañará en el viaje.
—¿Tú llevar a una amiga? Estás segura de que es tu amiga, ¿y no quiere algo de ti? ¿O es que es más que una amiga?
Antes de que piensen mal, déjenme les explico que es muy común que las brujas tengan amantes (mujeres y hombres) múltiples, y en diferentes lugares y momentos del tiempo, por lo que no es de extrañar que de la nada un humano viva en casa del mago o bruja por un corto tiempo.
Pero en mi caso eso nunca me ha pasado.
—No es nada de eso, solo es una amiga del trabajo.
—Ah ya sé quién dices. Esa Ana. —Dijo mi madre tomando su maleta entre las manos— me cae bien, siempre que viene huele a café.
—Eso es porque trabaja conmigo en un lugar donde hacen café, bueno trabajábamos.
—¿Y por qué vendrá ella? No es que me importe, pero me da curiosidad.
—Ya sé que no te importa, madre —le respondí molesta— vendrá porque yo la he invitado, no tiene a nadie más así que pensé que sería buena idea tener a alguien más para variar a nuestro alrededor.
—Sí, ¿por qué así tu vida sería menos patética no?
—Pero, ¿qué demonios te pasa a ti? —Le grité.
—A mí nada, pero me gustaría que me avisarás antes cuando tienes ganas de cambiar de ciudad, así como así, digo si no me vas a preguntar, por lo menos avísame con un día de anticipación, ¿no?
Lo pensé bien antes de contestar.
Mi madre nunca había objetado antes por cambiarnos de ciudad tan de pronto, a donde iba yo, iba ella. Sin rechistar, sin opinar nunca nada.
¿Entonces qué cambiaba ahora?
—Como sea, ¿tienes el último lote de correo que nos llegó?
—Está dónde siempre —dijo ella.
—¿Encima de la lavadora? —Le pregunté.
—Dónde siempre, dije.
—Está bien, donde siempre... solo necesito eso y nos vamos, así que no te vuelvas a desaparecer.
—Prometo quedarme sentada aquí en el sofá, hija querida. —Dicho esto se sentó en un sillón morado de gamuza que apareció de la nada.
—Bien y me alegra que aún te queden algunos trucos bajo la manga, madre —le sonreí un poco antes de ir a buscar al correo al cuarto de baño.
Lo encontré ahí unos segundos después de empezar a buscarlo.
Había cartas de los bancos, había cartas de otros vecinos, desee que estuvieran en sus puertas y acto seguido se habían ido a donde pertenecían, había cartas de un tiempo compartido en Florida, suscripciones de revistas que no habíamos pedido y al final un sobre pequeño amarillo totalmente sellado.
Se veía extraño y a la vez tan bonito en el fondo de todo ese correo basura.
Sin duda alguna, llamaba demasiado la atención.
Lo observé unos cuantos segundos más antes de decidirme a abrirlo. En verdad era un sobre hermoso y tenía un sello especial en la parte de atrás, con una sola letra en el centro "R".
Parecía tan delicado y sofisticado que casi me dieron ganas de no abrirlo. Pero lo hice al fin, lo abrí.
Tenía unas cuantas líneas solamente.
"Peligro, no vuelvas, peligro, puedes pagar tres veces el precio, no vuelvas, no vuelvas, puedes pagar tres veces, la muerte no será lo peor que te podrá pasar, peligro...
Peligro..."
Sin firma, sin destinatario. Solo unas cuantas palabras que sonaban a quizás la letra de una canción para algunos, pero para mí era una advertencia.
—¿Tú también recibiste una de esas? —Escuché a mi madre entrar a la habitación y hablar detrás de mí.
—¿A qué te refieres con tu también? —Le dije a mi madre— ¿Acaso está carta ya había llegado antes?
—La primera llego cuando te fuiste el año pasado en tu cumple años, la segunda cuando te fuiste hace ocho días y esa es la tercera.
—¿Sabes quién las envía?
—No, solo aparecieron con el demás correo.
—Porque me da la impresión de que sabes más de lo que me dices.
—Hay secretos que es mejor que se queden en el pasado, de donde nunca deben salir o el precio que se paga puede ser muy alto. —Y en ese preciso momento casi le creí a mi madre, que me quería y que los avisos también la habían alertado a ella por algún motivo, casi le creí pero luego agrego algo más, como siempre. Y lo arruino—. ¿Sabes si a dónde vamos tienen ese café con la sirenita verde?
—Si no la hay, apuesto a que lo puedo agregar —le dije a mi madre antes de tomar nuestras maletas e irnos para siempre de ese lugar.
Llegamos después de unos minutos, recordaba que los viajes largos podían ocasionar algo de mareo cuando los haces tan seguido, pero en cuanto mis pies tocaron el suelo por fin, no pude contenerme las náuseas ni si quiera un segundo más y vomite en un pequeño bote que había en mi habitación de la hostelería.
—¿Así que aquí es donde vamos a vivir niña? —Dijo mi madre a mis espaldas antes de darse cuenta de lo que yo estaba haciendo— Principiante.
Después de que termine de volver el estómago y me pude sentar por fin en el piso de mi habitación, miré a mi madre y pensé que esto era lo que me estaría esperando para toda la eternidad o hasta que nuestro Dios se dignará a recoger su alma.
—Ya sé lo que estás pensando —dijo mi madre—, prometo portarme mejor si no me llevas a otro de esos manicomios, por favor.
Seguí pensando que es lo que podía hacer para salir de esta situación.
Me pregunté una vez más como es que mi madre y yo habíamos llegado a este punto, en el que la convivencia era demasiado pesada para ambas, en que casi siempre nos comunicábamos por gritos y ofensas y como siempre deseaba que esto cambiara, pero la verdad es que nunca hice nada, nunca intente razonar con ella, nunca si quiera busque un tratamiento que la ayudara a mejorar, solo me senté a esperar a que algún día empeorara tanto que moriría de pronto.
Eso me hizo sentir un gran nudo en la garganta.
Me sentí triste, enojada y culpable, porque aquí estaba ella frente a mí, rogándome que no la enviara a una casa de reposo en el mejor de los casos y en el peor a un manicomio.
Aquí estaba ella, pidiéndome, rogándome que por una vez fuera buena, que le tuviera misericordia, yo tenía su vida en mis manos.
Y de pronto me di cuenta de que ya no quería seguir así, que necesitaba tener otra vida, por una vez en mi vida ya no quería ser así, no quería tener siempre lo que quería, ya no quería chasquear los dedos y obtenerlo todo.
Ya entendía porque las brujas se cansaban de serlo en las películas y en los libros, porque era desesperante tener siempre lo que querías, tener el poder de cambiar las cosas y tener esa responsabilidad era demasiado, aunque para otros pudiera ser lo mejor que hay en este mundo, para mí, eso me estaba transformando en una persona despreciable, que era capaz de enviar a su madre a una casa de reposo con tal de no tener que tratar con ella nunca más.
Pero era mi madre, de quién estaba hablando, con quién he vivido todo este tiempo, era el único pariente vivo que me quedaba en la faz de la tierra, además era la única persona que me quiso en su vida, como podía estarle haciendo esto a ella precisamente de toda la gente.
—No, madre jamás volverás a un sitio como ese. —Le dije tomando sus manos entre las mías— recuerdas cuando tome mi juramento... —Le hablé una vez más tratando de tranquilizarla.
—Sí, que lo recuerdo, estaba tan orgullosa de ti, creo que hasta lloré —admitió.
Era la primera vez que escuchaba a mi madre, decir que estaba orgullosa de mí por algo.
Casi tuve miedo de seguir hablando por temor a no poder recuperar la magia de ese momento nunca.
—Ese día, tras tomar mi juramento me dijiste que una bruja debía siempre de ser buena, con todos, sin importa si eran animales, personas o naturaleza porque todo estaba conectado, y porque dependíamos unos de otros para vivir y sobrevivir.
—Sí, lo recuerdo —sonreí ante esa respuesta, por fin se acordaba de algo en concreto y era precisamente eso.
Un buen recuerdo entre las dos.
—No puedo seguirte haciendo esto, madre, creo que debes estar con gente que te quiera, con gente que pueda cuidarte y aunque te quiero más de lo que te imaginas, no creo que debas estar aquí... —Le dije un tanto llorosa y es que nunca había pensado que iba a hacer esto y me estaba costando mucho hacerlo— así que te voy a dar elegir, con quién y dónde quieres estar, ya no tienes que estar más conmigo si no quieres, ni tienes que estar aquí si no te sientes cómoda conmigo pero prometo que a dónde quiera que vayas te visitare.
—¿Me estás corriendo de tu vida Luna? —Preguntó mi madre con la peor cara de susto que he visto en mi vida.
—No, te estoy dando la opción de decidir lo que quieres hacer de ahora en adelante, porque sé que nunca has tenido esa opción antes, ni tú ni yo. Hemos estado dándole vueltas a las mismas cosas por tanto tiempo, por tantas lunas, que nos hemos acostumbrado a lo malo, a convivir, a pelear, a cargar con el pasado de nuestros pasados, con sus errores, con sus tareas pero jamás con lo bueno.
—Pero se supone que eso es lo que una bruja debe hacer.
—No creo que deba ser así como funcione nunca más. Enfrentémoslo en mundo entero ha cambiado por muchas eras, ahora nos toca a nosotras cambiar también con él.
—Pero y si quiero quedarme contigo, porque te quiero, porque eres mi hija, porque eres lo único que me queda en este mundo, lo único que me mantiene unida a este mundo. —Dijo mi madre llorando.
Se me arrugo el corazón al escuchar esas palabras salir de sus labios.
—Pero que no es mejor tener algo porque vivir, por un propósito.
—¿Pero y si tú eres mi propósito? ¿Y si tengo que estar aquí para ti cuándo me necesites? ¿O para cuando se cumpla la profecía que nuestra familia ha estado protegiendo siempre?
Aún hay mucha historia que contar sobre mí.
—Madre, seamos realistas, han pasado más de mil años desde que esa profecía sé dijo y no ha pasado nada. —Le grité molesta.
—Pero si ya te lo he dicho, va a pasar, yo lo sé, tarde o temprano, pero yo lo sé. —Gritó levantándose de la cama y sacudiendo la cabeza como si algo le estuviera rondando en ella.
—Pero... ¿cómo lo sabes? —Ahora ambas estábamos gritando— mamá... ¿cómo sabes que es cierto? ¿Cómo sabes que va a pasar?
—Lo sé, solo lo sé, lo siento en mi cabeza, en mi corazón, en mi magia, ¿que no lo sientes tú en tu magia?
No supe que contestar.
Mis manos comenzaron a arder, quemaban...
—No, no sé a qué te refieres con eso.
Tuve que apartar la mirada de ella para no soltar un hechizo sin querer debido a lo inestable que siempre era mi magia.
—Dime que no te han estado pasando cosas raras, has tenido visiones, dime que tu magia no se está comportando más inestable de lo normal, ¡¡¡dime qué no!!!
Una grieta comenzó a formarse en el suelo, un ligero golpe de mi madre o mío podría hacer ahora mismo que el suelo se abriera debajo de nuestros cuerpos.
No, aquí no habrá magia.
—No, mi magia está bien, como siempre.
—¡Hay por las barbas de Merlín! ¡Si tu tía Gina te escuchará sé habría vuelto a morir! —Gritó mi madre un tanto exasperada— sabes que olvídalo, yo me porto bien y tú me dejas quedarme aquí ese es el trato, ese era el trato antes y lo seguirá siendo hasta el día de muerte.
Esto era caso perdido.
De pronto hubo dos toques seguidos en la puerta y luego otro más.
Tomé una larga respiración y mi magia comenzó a calmarse con eso, llevé mi mirada al suelo y mi madre chasqueo los dedos para arreglarla.
—Felipe —dije para mí misma y corrí a abrir la puerta.
—Hola —me dijo el chico— escuché ruidos y vine a ver si se le ofrecía algo, señorita.
—Hola Felipe, en realidad sí, necesito una habitación extra para mi madre, de hecho, necesito dos más, una amiga mía vendrá a alcanzarme en mi viaje.
—¡¡¡Qué bien por usted señorita!!! —Dijo el chico dando un saltito pequeño en el aire— ¿Y cuándo llegan sus invitadas?
—Mi madre ya está aquí —le dije al mismo tiempo que abría la puerta un poco más para que la viera sentada en la cama hojeando una revista— y mi amiga, llegará por la noche y yo la recogeré en la estación de autobuses de Ravena.
—Muy bien, señorita, preparare la habitación de su madre en un dos por tres y la de su amiga la dejare para más tarde, ¿le parece? —Dijo el chico casi yéndose— Ah... y la está buscando Taron abajo. —Gritó casi desde la escalera.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro