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CAPÍTULO 11: Hasta que el cuerpo te diga lo contrario - Parte 1

El silencio se adueña de ese espacio en la sala, un enfrentamiento así siempre es esperado por todos. Ver a los herederos en una batalla contra el otro es fascinante y para agregarle la cereza al pastel, son dos portadores, la crema y nata del internado. Viggo mira fijamente a Kolbein y siente un nervio cruzar su espina dorsal, no es miedo, quizás sea respeto o algo más, no tiene idea; pero sí la certeza de que no es la primera vez. Sus ojos azul claro miran fijamente el cabello en desorden que cae sobre la frente de su nuevo oponente, luego el resto de su atractivo rostro y por último, se siente confundido. Este levanta la mirada y le da una sonrisa, que vagará errante el resto de la semana por sus pensamientos, sacude levemente la cabeza y comprende la fama que circula sobre la encantadora aura que rodea a su contrincante. 

Kolbein por su parte, no supera el nerviosismo y la sonrisa solo fue para liberar tensión y que sus músculos faciales se relajen un poco. Siente que su cuerpo es de mármol y teme que él o alguien más observador pueda darse cuenta. Sabe que su oponente no tiene ni idea de lo que pasa por su cabeza desde hace un par de años atrás, es claro que no lo entendería porque él intenta ser como todos los demás, seguir la tendencia, hacer más de lo mismo, como todos los chicos de su edad, y seguir lo “estipulado”.

No es como él que ya se ha dado cuenta de que es diferente a los otros descendientes, desde hace tiempo, y ya se ha propuesto no luchar contra ello. Él,  es lo bastante inteligente y seguro de sí mismo como para saber que así como los otros han encontrado su sitio al lado de su persona ideal, los dioses le han destinado a alguien también. Declararlo frente a su familia, el alto mando o los Directores, tampoco lo perturba, pues se ha ganado el título de portador y Alto Mando a pulso; no está interesado en atarse a lo convencional.

Viggo se sienta frente a su contrincante y se prepara moviendo los hombros, muñecas y el cuello. Ailana, parada atrás de su amigo, pone la mano en su hombro en clara señal de ánimo. Al fin los dos se miran fijamente y toman la mano del otro en la posición correcta, por un instante sienten que todo lo demás se evapora frente a ellos. La confusión se apodera de él, al no entender ese sentimiento tan extraño de comodidad, seguridad y paz que jamás ha experimentado con ninguna chica al tomarla de la mano, y por último se pierde increpando el porqué de esa comparación tan repentina. 

En cambio Kolbein que ya controla esa sensación, porque la viene sintiendo por dos largos años, solo tiene que imprimir la fuerza y técnica necesarias para vencerlo de forma colosal. Hasta no ver su mano tocar la barra de la mesa, no se percata de que le han ganado, los sonidos de asombro no se hacen esperar. Brand y Leif se acercan y levantan en hombros al vencedor para pasearlo por toda la sala mientras resuenan los vítores. Viggo, sigue mirando su mano ahora solitaria, de pronto un sentimiento de anhelo y urgencia empieza a apoderarse de él y se refleja en su cara. Ailana que se queda observando, con mucha alegría, comprueba de que su plan ha resultado a la perfección.

Kolbein baja de un brinco del muro en el que lo han depositado sus compañeros, ambos empiezan a conversar sobre la forma en que ha salido campeón sobre quién ha estado invicto toda la noche. Le preguntan qué técnica ha usado, sin darse cuenta de que él está tan sorprendido como todos los demás, entonces, trata de mirar sobre las cabezas de los que empiezan a rodearlos para ver qué ha sucedido con Viggo, pero solo alcanza a observar por un breve momento su rostro dubitativo mirándose la mano vacía. Aparece Ailana muy emocionada y se lleva a Kolbein del tumulto, pues quiere actualizarlo sobre todo el suceso.

—¿Cómo te sientes? —pregunta ella con una sonrisa amplia, no puede esperar a contarle lo que ha visto.

—Raro —responde pensativo, —no pensé que fuera a ganarle.

—Pues creo que hay más que eso, mi querido amigo—, comenta ella con tono confidente—, yo estuve observando todo el tiempo a Viggo.

—¿Y…? —la anima a que continúe.

—No quiero asegurarlo, aunque me muero de ganas por hacerlo—, respira—, pero él parece estar sintiendo algunas cosas por ti—.  Kolbein la mira estupefacto.

—¿Estás segura de lo que dices? ¿Cómo te has dado cuenta? —pregunta ansioso.

Lo he observado todo el tiempo, desde que te sentaste frente a él—,  indica la chica —es evidente que no entiende qué le pasa, pero lo siente y eso es un buen indicio.

Es posible que tengas razón, yo estuve tan nervioso que no he notado nada, ¿ridículo, verdad? —le dice avergonzado—. ¡Ya debería manejarlo mejor! 

—¡Imposible! —casi grita ella —¿Cómo podrías? Los sentimientos son difíciles de controlar, tranquilo, verás que todo termina bien.

No lo sé, él es… tan distinto a mí.

—¿Te refieres a lo de las chicas? —pregunta ella.

—Evidentemente, eso es algo que no puedo obviar—. Le responde.

—Pues sí—, dice pensativa y se pone la mano en el mentón —tenemos que continuar observando, quizás veas muchas cosas más que no te gusten, pero no quiero que te sientas decepcionado ni que algo te desanime, ¿de acuerdo? ¡Algo me dice que pronto se dará cuenta! —culmina animada.

—Está bien, lo intentaré—. Resopla, y se queda pensativo mirando al techo del salón, las risas, la música y el bullicio poco a poco se desvanecen en su mente; para darle paso a la idea de que siquiera un mínimo porcentaje de lo que dice Ailana se haga realidad.

La fiesta continúa y todos se ven más animados que cansados, las parejitas andan por ahí en los rincones, susurrando en medio de abrazos, besos y algunas cosas más. Ya nadie mira y menos los maestros o adultos, simplemente se ha dejado la celebración a total libertad y cada quién está haciendo lo que desea, intentando no excederse de lo “moralmente permitido”, que en ese instante, nadie tiene la certeza de estarlo cumpliendo a cabalidad.

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