1. Castigo.
NARRADOR OMNISCIENTE.
[Alemania; 12 años antes.]
—¡Corran! ¡Saquen a las mujeres y los niños primero! ¡Son el futuro de nuestra familia!
Fuego, gritos, lloriqueos. Todo eso sucedía al mismo tiempo.
En una zona bastante alejada de las aldeas, precisamente en el bosque, se encontraba una pequeña tribu de cazadores que se dedicaban a cuidar los alrededores. Un lugar pacífico para muchos.
Pero esa noche, no lo fue.
Durante muchos años los humanos han estado en guerra con las criaturas de formas diversas y singulares tamaños llamados "Kaijus."
Estos Kaijus se han expandido por todo el mundo causando terror y agonía, pero gracias a esos protectores han estado a salvo durante los últimos 300 años.
O al menos así fue hasta que en 1426, los humanos por primera vez rechazaban a estos cazadores, acusándolos que hacían pactos con los Kaijus.
Sin escuchar razón alguna la Iglesia y el Alcalde de esa época los sentenciaron a la mayor condena que existía en esos tiempos: La Purga.
Y ahora después de casi 600 años, por segunda vez, vuelven a ser condenados.
—¡No dejen que vean las rutas! —dijo un hombre de alrededor de 24 años. —¡Protejan a las nuevas generaciones! —dicho eso se enlistó y se montó en un pequeño kaiju cuadrúpedo adiestrado para ir contra los invasores.
Esa era una de las razones por la cuál se les dio ese castigo.
Esas criaturas deben ser exterminados, pero ellos los usaban como si fuesen caballos o mascotas.
Eso no era aceptable.
Pero aquel clan debía de adaptarse a los cambios, y este era uno de ellos.
—Recuerden que la prioridad es evitar que se conozca nuestro armamento, conocimientos y sobretodo; nuestras razones. —les dice un hombre algo canoso de aproximadamente 50 años a su gente. —Si morimos aquí que nadie sepa sobre lo que hemos estado haciendo en los últimos 35 años.
—¡Si, patriarca!
Estos se montaron en unos kaijus medianos de cuatro patas para ir más rápido, mientras que el hombre mayor se subió a uno volador para poder redirigir las tropas y localizar mejor al enemigo.
—¡No dejen que las aldeas sufran daños! —dicho eso, se alzó en los aires recibiendo una afirmación de sus hombres.
En otro lado, se encontraban varias mujeres y niños corriendo en linea recta hacia una de las ritas secretas de evacuación en casos como este.
—¡Dense prisa! ¡No resistirán por mucho tiempo! —indicó una adolescente apuntando la salida secreta mientras que con su otra mano apenas y podía sostener su estómago.
Ella estaba embarazada de 7 meses.
—¡Leo! —alguien la llamó. Era su esposo. —¡Leo, date prisa! ¡Tienes que irte!
—¡De eso nada! —rechazó. —Me quedo aquí, es mi deber.
—No si estás en esas condiciones. —aquello de cierto modo ofendió a la mujer.
—¿Y desde cuando estar embarazada es un impedimento para luchar contra esos imbéciles? —su cara de frustración no tardó en reflejarse. —¡Escúchame bien Wayne! ¡Tú no vas a decirme que hacer en este clan! ¡Porque yo soy el clan! ¡Y lucharé aunque caiga muerta!
—¿¡Y nuestro bebé!? ¿¡Vas a dejarlo morir!? —se empezó a alterar mientras impedían que aquellos invasores se siguiesen moviendo.
Wayne portaba una lanza mientras que su esposa usaba unas dagas que iban directo hacia las cabezas de los intrusos.
—No morirá, ¿no sabes quién es su madre? —le alzó la ceja mientras mataba a otro intruso sin siquiera mirar. —Cubre el flanco derecho y yo el izquierdo. La evacuación fue exitosa, solo quedan los guerreros.
Wayne suspira ante las órdenes de la mujer.
—A veces me sorprende haber dicho que si en el altar.
—Ya somos dos.
Mirándose una última vez se dieron un "te veré después" con la mirada para disponerse a ir hacia los lugares que dijo la chica.
Una vez ahí, la chica observó a la peste en forma de humanos.
—Solamente diré esto una vez hijos de perra. —se preparó junto a sus dagas. —¡Lárguense de mis tierras!
La sangre y los órganos salían volando por doquier.
—¡Tomen mi furia! —exclamó un niño de 10 años mientras se abalanzaba contra uno de ellos con unas tonfas dándole en la cabeza.
—¡Dirás nuestra furia, hermano! —dijo su gemelo para partir por la mitad a otro que iba por su punto ciego con una espada.
—¡Ustedes dos dejen de hablar y sigan matando! —les dijo otro joven de alrededor de 14 años mientras les cortaba los brazos a 7 de ellos con sus cadenas.
—Lo sentimos, hermano. —dijeron ambos y se fueron a otro lado para seguir con la tarea.
—Estos niños de hoy en día... —suspiró resignado mientras se daba la media vuelta encarando a los que aún seguían con vida. —¿Qué? ¿Aún quieren un poco de esto? ¡Pues aquí lo tienen, bastardos!
Hombres atravesados con lanzas, algunos cuerpos destripados gracias a los kaijus que tenían consigo, poco a poco los invasores iban retrocediendo dejando en claro la futura victoria del clan.
Sin embargo, lo que no sabían era que todo estaba planeado por el enemigo.
—Con esto se confirma que ustedes rompieron su juramento de proteger a la humanidad, se aliaron con esos monstruos y ahora matan a los de su propia especie. Por eso, con el poder que se me ha conferido los condeno por segunda vez en su historia familiar... La Purga.
Los invasores habían colocado pequeños sacos de pólvora en algunos rincones de aquellas tierras mientras que los cazadores estaban enfocados en las batallas.
Aquel sacerdote con mirada frívola alzó la antorcha que llevaba consigo y lo arrojó hacia el pequeño pero medio visible camino de pólvora y algo de aceite para dar inicio a una cadena imparable de fuego en donde surgieron explosiones masivos.
Los gritos de los kaijus que estaban con los cazadores resonaban por todo el bosque, no importaba si la mayoría de ellos eran jóvenes. Para aquellos hombres todos eran iguales, unos traidores que hacían pactos con las criaturas que juraron matar.
La reacción en cadena de las explosiones no se detuvo por un buen tiempo, todo con el fin de dejar todo en cenizas.
—¡Maldito hijo de perra! ¡Te veremos en el infierno, Schulze! —fue lo que alcanzó a escuchar el sacerdote antes de que las explosiones lo silenciasen para siempre.
La zona estaba completamente negra. Los árboles, las chozas de madera, los materiales de alimento, los corrales que se hicieron a mano. Todo estaba destruido, junto con la única esperanza de la humanidad.
El comentario de aquel hombre le hizo que se le saliese una risa sin gracia. ¿Él, en el infierno? Imposible.
Todo lo que hacía era en el nombre de Dios y por el bien de la humanidad.
—¿Y ahora que será de nosotros, su santidad? —preguntó uno de sus siervos. —Ellos eran los únicos que podían luchar contra ellos. Quizás fue algo extremista.
El sacerdote lo miró con incredulidad e ira mezclada en sus ojos claros. Bajando del caballo fue hacia él y lo tomó del cuello.
—¿¡Me estás insinuando que yo he tomado una mala decisión!? —lo zarandeaba mientras le escupía en la cara. —¿¡Tú sabes más que yo!?
—N-No, s-su santidad. —negó nervioso. —P-Pero, ¿quiénes se encargarán de esas cosas ahora? —lo miró con miedo a volver a ser sacudido.
El hombre lo soltó haciendo que cayese al suelo, se dio la vuelta para mirar aquella escena que le transmitía paz: Ningún cazador y ningún Kaiju vivos.
Lo meditó por un momento hasta que finalmente habló.
—Este país no tiene tantas de esas cosas como en otros lugares, y los únicos que yacían aquí ahora están muertos. —examinó la situación riendo para si mismo. —No hay nada que temer. Con la gracia de Dios nada nos perturbará. Ahora, larguémonos de aquí antes de que los pueblerinos vengan hacia aquí por el olor a quemado.
Dicho eso el grupo religioso se marchó sin mirar atrás.
Eran alrededor de las 3:55 de la madrugada cuando aquella tragedia sucedió. Unas horas más tarde los aldeanos fueron hacia aquella zona por el olor para poder encontrarse con la escena más escalofriante de sus vidas.
Cadáveres de todas las edades calcinados a más no poder. Incluso vieron algunos cuerpos pequeños.
Entre todos ayudaron a que esos cuerpos fuesen quemados por completo; esa era una de las instrucciones que había dejado el hombre canoso si les llegase a suceder algo.
Cumpliendo con la última voluntad de aquel señor que les ayudó en todo lo que podía junto a su gente, ahora se podría decir que descansan en paz.
—Solo espero que ese desgraciado obtenga lo que se merece. —susurró un joven de 20 años al ver todas las tumbas de aquellos que le ofrecieron mejor vida en su pueblo.
Una señora lo golpeó en el hombro mientras le chitaba.
—¡No vuelvas a decir eso! —le dice ella, era su madre. —Si te llegasen a escuchar, terminarás igual que ellos.
—Es una pena que la Iglesia no haya cambiado después de tantos años. Pareciese que no aprenden de los errores del pasado. —dijo un hombre viejo con bastón mientras rezaba un poco más por las almas de aquellos guerreros.
—¿Qué se le puede hacer? —suspiró resignada la misma mujer mientras miraba con tristeza las tumbas. —Ellos jamás pudieron comprender que estas personas solo querían el bienestar del pueblo, pero ahora ¿quién podrá socorrernos? Lo mejor será que abandonemos este lugar.
—Será mejor pasar la voz en discreción, al menos así no moriremos de negligencia. —estando de acuerdo por lo que dijo la mujer, aquellos que ayudaron en las tumbas se fueron de ahí.
Con esto se podría decir que la humanidad si estaba perdida.
Con la ausencia de aquel clan ya daban por hecho de que solo era cuestión de tiempo que su raza se fuera al borde de la extinción.
[8:20 am.]
Un hombre de cabellos rubios junto a una mujer de mismos tonos llegaron al sitio que les indicaron los últimos aldeanos antes de irse de ahí para nunca regresar.
Les contaron más o menos lo que pasó e inmediatamente fueron hacía ahí con la leve esperanza de que no fuese del todo cierto.
Pero evidentemente era mentira.
Quemado.
Destrozado.
Cenizas.
La misma nada era lo que veían.
—Dios mío... —dijo la mujer tapándose la boca con ambas manos. —Esto es... esto es...
—Lo sé. —expresó el hombre con semblante duro sin creer lo que veía. —Ni siquiera les dieron oportunidad de defenderse, los atacaron en su momento de descanso.
—Y aún así veo que esos tipos tenían las de perder. —dice ella al ver los cuerpos atravesados con las armas de aquella tribu escondida.
—Era claro que no se dejarían vencer por esos cualquiera. —viendo a sus alrededores mientras avanzaba por un lado y la mujer hacia otro, tenía la leve ilusión de que al menos uno haya sobrevivido.
Pero con cada paso que daba más se desvanecían sus ideas.
—¡Por aquí, lo encontré! —dijo la rubia e inmediatamente fue hacia su lado para ver que era aquel hombre canoso.
Su cuerpo presentaba quemaduras de segundo y tercer grado, era casi imposible que siguiese con vida.
O al menos eso pensó cuando vio que abrió un ojo casi espantándolo.
El hombre tosía sangre mientras que la mujer lo ayudaba y lo ponía en sus brazos.
—Scott... —susurró finalmente su nombre la mujer. —¿Qué te hicieron?
El rubio se arrodilló para que lo pudiese ver mejor, Scott al verlo medio sonrió.
—Lamento que me tengas que ver así... —dijo duras penas sin quitar su media sonrisa.
—No hables más, tus órganos están más que calcinados. Es un milagro que todavía puedas articular palabra. O al menos un músculo.
El herido rió a secas por el comentario.
—¿Qué puedo decir? Soy un tipo duro. —vuelve a toser y en eso sale sangre de su boca. —O al menos lo era.
—Scott, ¿quién te hizo esto? ¿Fue un kaiju? Si es así, dinos a donde se fue y lo mataremos por ti. —le dijo seriamente el hombre dispuesto a hacer lo que sea por su amigo.
Más este negó despacio, ya casi no tenía fuerzas.
—No mi amigo... —le dice entre susurros. —No fue una criatura... Fue el hombre...
—¿¡Qué!? —exclamaron ambos sin creer lo que dijo.
—¿Estás seguro? Puede que tus heridas causen delirios también, además el humo puede... —la mujer cortó cuando sintió presión en su brazo.
Era la mano carbonizada de su amigo quien volvió a negar.
—Fueron ellos. —aseguró sin más. —No puedo decirles todo pero lo único que si les puedo contar... es que... nunca nos llevamos bien...
—Su pulso está disminuyendo. —dice ella mientras lo revisaba. —Ya no le queda mucho. —exclamó con tristeza.
—Perdóname linda... Quería ver a mi ahijada por última vez. Quería verla crecer y que se enfrentase a mis nietos... Pero al parecer eso no se podrá...
La rubia se le salieron las lágrimas al decir aquello, él vio nacer a su hija, estuvo con ellos desde que se enteró de su embarazo.
—¿Podrías pasarme a los brazos de tu esposo? Necesito... decirle algo... —le pidió de favor y esta se lo concedió.
El hombre lo carga con toda la delicadeza que puede para poder tenerlo cara a cara.
—Hola amor, ¿cómo estás? —dijo con algo de gracia para que el momento no fuese tan fúnebre. Haciendo que casi se le soltase una risa sin ganas al hombre que lo cargaba. —Quiero disculparme... por todo...
Este solo le negaba con la cabeza, en señal de que no tenía nada que perdonarle.
—Te prometí que estaría contigo siempre, pero tal parece que no se va a poder... —suspiró resignado, poco a poco su respiración se volvía más lenta. Debía ser rápido. —Pero el lado bueno... es que estás a mi lado...
—Ese era el trato, ¿recuerdas? Si uno de los dos moría el otro debía de acompañarlo ya sea honrando su memoria o morir junto a él. Así son de leales ustedes.
—No te pediré que dejes a esta bella mujer sola desgraciado, ni mucho menos a mi linda ahijada. Solo quiero que me hagas un pequeño favor, ¿podrías por un viejo amigo?
Este solo asiente.
—Lo que sea, Scott.
—Encuéntralos... Te lo encargo... Por favor...
—¿Scott? —preguntó preocupado por su tono de voz apagado.
—Diles... todo... a los "protectores..." —al finalizar aquellas palabras, oficialmente Scott había perdido la vida.
La esposa solloza al perder a su amigo y padrino de su hija, mientras que su esposo solo lo abraza mientras maldice a aquellos que le hicieron esto y apretando los dientes.
Cumpliría su promesa, de eso estaba seguro.
—Hay que enterrarlo junto a su gente, cariño... Debemos quemar bien el cuerpo. —le toma del hombro para que la mirase.
Este solo asintió y tomó en brazos al ahora fallecido patriarca del clan, para darle sagrada sepultura.
«Te prometo que lo haré, no importa cuanto tiempo me tome Scott. Cumpliré con tu última voluntad. Encontraré a tu descendencia.»
Entre los escombros la pareja encontró un baúl antiguo cerrado bajo llave. Dicha llave ya no lo portaba el cuerpo de Scott, por lo que eso significaba que había posibilidades de que un miembro del clan la haya tomado.
O que estuviese perdida para siempre.
Mejor tener fe que nada.
Decidieron que se lo llevarían hasta su país para mantenerlo a salvo y así evitar que caigan en manos desconocidas y peligrosas junto con otras cosas más que salieron libradas de las explosiones.
Con el corazón sentido por la pérdida y llenos de frustración, acordaron que si llegase el día en que se topasen con uno de ellos lo adoptarían para poder protegerlo y que pudiesen ayudarlo a hacerse más fuerte.
Y que mejor lugar que en las Fuerzas de Defensas Anti-Kaijus.
-Alessa.
Escrito: 10/07/2024.
Publicado: 04/08/2024.
Cualquier pregunta o duda que tengan sobre la historia, son libres de hacerla en este segmento.
En futuros capítulos haré la misma pregunta respecto a la historia y sus personajes ^^.
Espero y la disfruten como yo de escribirla.
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