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† V. El poder de los originales †

Después de buscar por horas a Sebastian, Eira se enteró que había ido a correr al bosque, cosa que podía tomarle horas, así que salió en su búsqueda aprovechando para usar sus habilidades vampíricas. Después de un rato logró encontrarle haciendo abdominales cerca de las antiguas bodegas Lockwood.

Eira frenó en seco al verle, observándolo durante varios segundos, Sebastian sonrío, sabía que lo estaba mirando. Eira parpadeó y cuando volvió a abrir los ojos, Sebastian ya no estaba ahí.

— Bu —dijo el chico a sus espaldas sobresaltandola.

Eira se volteó luciendo enfadada para encararle, pero Sebastian no estaba ahí, le tocó el hombro y cuando la chica se giró ya no había nadie.

Phasmatos Capitis —exclamó la bruja perdiendo la paciencia, finalmente logró localizar a Sebastian retorciéndose de dolor frente a ella, detuvo el hechizo y lo encaró— ¿Divertido? No me parece.

— A mi sí, siempre me ha gustado cazar a mi presa.

— ¿Desde cuándo soy una presa?

Sebastian se incorporó, tenía una sonrisa plasmada en sus labios, lo próximo que Eira notó fue como su espalda chocaba contra un árbol y Sebastian estaba pegado al raz de su cuerpo.

— Puede que siempre lo hayas sido —murmuró el chico aspirando el aroma del cuello de la híbrida—, delicioso.

Eira intentó moverlo usando toda su fuerza vampírica, pero solo logró que la mano de Sebastian se cerrara entorno a su cuello y su cuerpo se pegara muchísimo más al de ella.

— Puedes ser una bruja increíble, pero como vampira dejas mucho que desear. Me pregunto si... no.

— ¿Si qué? —cuestionó Eira, le costaba respirar y no estaba muy segura de que se debiera a la mano de Sebastian en torno a su cuello.

— No quieras saberlo, pequeña.

Eira enterró sus uñas en pecho desnudo de Sebastian consiguiendo rasgarle la piel y que la sangre brotara de la herida. El chico se alejó tan solo unos milímetros gracias al ardor de la herida, pero enseguida volvió a estar pegado al cuerpo de ella, esta vez, Eira sintió algo nuevo presionando contra ella.

— Apartate —exigió ella mirando directamente a los ojos azules de Sebastian.

— No es eso lo que quieres —aseguró Sebastian en un susurro muy cerca de su oído, sonrió al ver como la piel de Eira se erizaba.

— No sabes lo que quiero.

— Ahí te equivocas, sé exactamente qué es lo que quieres: esto.

Sebastian comenzó a acercar su rostro al de Eira, sus labios cada vez más cerca, a punto de rozarse cuando una tercera voz se hizo presente haciendo que ellos se separaran para mirar a la rubia que los observaba con algo de incredulidad y una pizca de diversión.

— ¿Interrumpo algo?

— Elizabeth, tan oportuna como siempre —dijo Sebastian.

— No interrumpes nada, Lizzie. Hola, MG.

— ¿Es mi impresión o está... siendo amable? —cuestiona MG mirando a Lizzie.

— Tenemos asamblea en el salón conmemorativo de Ethan Machado —informó Lizzie—, es obligatoria la asistencia de todos, así que mejor terminen lo que sea que iban a hacer y vayan.

— ¿Celosa, Elizabeth? —cuestionó Sebastian con una sonrisa, soltando a Eira.

— No tendría porqué, solamente te estaba diciendo algo. Adelantense, ya vamos.

Lizzie alzó las cejas haciendo que Eira pusiera los ojos en blanco, tomara a Sebastian de la mano y, haciendo uso de la velocidad vampírica, ambos desaparecieran. En la habitación de Eira, la chica usó salvia para hacer un hechizo de silencio y poder hablar con Sebastian sin interrupciones.

— Es un antiguo hechizo de mi abuela —explicó—, la salvia quemada impedirá que nos escuchen mientras esto esté ardiendo, es algo menos llamativo que mi hechizo de sonido. Ahora, fui a la morgue a obligar al forense a decir que el alcalde había muerto por una enfermedad, pero resultó que no estaba muerto por un anillo mágico que lo devuelve a la vida o algo así de patético, así que tuve que matarlo otra vez, pero un practicante me interrumpió y también le maté, lo cual no sería un problema si no hubiera despertado como vampiro en transición.

— ¿Por qué no haces otro hechizo y listo?

— Porque no fui yo quien lo notó, fue la réplica y ya informó a la directora, de hecho estoy segura que la reunión es para hablar de ese tema.

— ¿Entonces?

— Hay algo... sabes que vengo de la familia original, mi padre y mis tíos tienen la habilidad de obligar a otros vampiros, Hope nació de Klaus y tiene ese mismo poder, quizás yo también lo tenga, digo, no me convertí con sangre de ningún vampiro, solo... nací con esa sangre en mi organismo.

— Haz la prueba —habló Sebastian dando un paso atrás y ofreciéndose como sujeto de prueba—, obligame, someteme, haz conmigo lo que quieras.

— ¿Eso era un chiste? Porque no es gracioso.

Sebastian blanqueó sus ojos

— Tu sólo obligame a hacer algo.

Eira hizo una mueca, se acercó a él y miró directamente a sus ojos antes de pronunciar las siguientes palabras:

— Harás todo lo que te diga. Ehm... eres una gallina.

Sebastian tardó solo unos segundos en doblar sus codos y cacarear como una gallina, incluso se subió a la cama y posicionó como si fuera a poner un huevo. Solo se detuvo cuando Eira lo ordenó.

— Entre tantas cosas tenías que decir eso.

— Fue lo primero que se me ocurrió —se excusó la bruja a la defensiva.

— Al menos sabemos que funcionó.

— No lo sé, deberíamos probar de nuevo.

— ¿Ahora quieres que sea un pato o un cisne?

— Besame.

Sebastian no perdió ni un segundo en responder a la orden de Eira, se aventó sobre ella con toda la velocidad que el vampirismo le permitía, el choque de sus cuerpos resonando cuando se estrellaron contra la pared, fue cuando sus labios finalmente se encontraron. La pasión de ese beso parecía devorarlos, envolverlos. Las manos de Sebastian se movían desesperadas en busca de la piel de Eira, rozando de forma tentadora las curvas de su cuerpo. Los gemidos ahogados hacían eco mientras sus bocas se devoraban mutuamente y sus lenguas bailaban entrelazadas, hasta que Eira se apartó, rompiendo todo contacto y, mirando directamente a los ojos de Sebastian le dio una nueva orden:

— Olvida esto y lo del bosque también, entre nosotros nunca ha pasado nada.

Cuando sus miradas se separaron Sebastian frunció el ceño extrañado y se alejó de ella.

— Deberíamos irnos a la asamblea esa ya —dijo Eira.

— ¿Que vas a hacer con el vampiro en transición?

— Tranquilo, sé exactamente qué hacer con él.

***
Aquí les dejo una foto de cómo se vería Eira Mikaelson según la IA

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