43화
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JungKook y yo estábamos de camino a casa, tomados de la mano, después de haber estado toda la tarde jugando en un arcade. Pasábamos mucho ahí esos días, ya que teníamos vacaciones de invierno. Todavía no era buena y él siempre me ganaba, pero era divertido.
―¿Qué harás el sábado?
―¿El sábado? ―Le vi sin entender por qué preguntaba. Él asintió―. Me quedaré en casa o tal vez iremos a casa de mis abuelos desde el viernes. Es año nuevo después de todo.
En realidad, no sabía. Era la primera vez que estaría en Corea para esas fechas y mamá me llevaba a casa de los abuelos bastante seguido, por lo que supuse que sería igual. En Canadá, celebrábamos año nuevo en la madrugada y en la noche soplaba las velas. Tuve pocas fiestas estando allá, pero era entendible.
―Si estás aquí, ¿quieres salir conmigo?
―¿Una cita?
―Sí, una cita.
―¿Y si no estoy aquí?
―Cruzaré toda la ciudad para darte tu regalo de cumpleaños.
―¿Me compraste algo? No tenías que.
―Claro que tenía que, porque tú sí me diste un regalo. Así que no puedes poner objeciones. Ya lo compré y lo envolví.
Sonreí con los labios juntos y le di un beso en la mejilla. Después le abracé y él me correspondió. Empezó a moverse de lado a lado.
―Le preguntaré a mi mamá y te aviso. ―Escondí mi rostro entre su hombro y cuello.
―Hay que irnos. Ya empezó a nevar.
Levanté mi cabeza apoyando mi barbilla en JungKook. Vi los pequeños copos de nieve caer de apoco y de forma hermosa. Me encantaba ver la nieve caer. Cuando vivíamos en la casa de mis tíos, me sentaba en el patio para ver la primera nevada cada año. Cuando ya anochecía y entraba en casa, la abuela ya había preparado chocolate caliente. Ese año extrañé que pasara eso.
―Vamos.
Me separé y seguimos caminando.
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―Mamá ―llamé mientras le veía cocinar la cena. Ella hizo un sonido con la boca indicándome que siguiera―. JungKook me invitó a una cita.
―Sales todos los días con él, cariño. Sabes que me agrada y no tengo problema.
―Es que es este sábado. Quería saber si íbamos a hacer algo o si íbamos a ir donde los abuelos.
―Iremos el viernes en la tarde cuando regrese del trabajo, pero estaremos de vuelta antes de mediodía el sábado.
―¿De verdad? ―Inquirí con entusiasmo―. Eres la mejor mamá del mundo mundial. ―Me levanté y le abracé con fuerza.
―Es tu cumpleaños, cariño. Es tu día.
―Le diré a JungKook ahora.
Subí corriendo a mi habitación y casi me tropiezo en el último escalón. Tomé mi celular y le llamé.
―Estaré aquí ―fue lo primero que dije apenas contestó.
―Hola. ―Se rio levemente―. Entonces prepárate. Será en la noche. Iremos a la feria.
―Estaré ansiosa toda la semana.
―Solo espero no defraudarte.
―No lo harás.
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Me sentía un poco mal por querer que la visita en casa de los abuelos terminara, pero ya quería tener mi cita con JungKook. Además, era aburrido, muy aburrido. Mi mamá no tenía hermanos, así que yo no tenía primos. Los abuelos ya eran mayores y pasaban el rato haciendo quehaceres o saliendo a caminar por la playa, porque vivían cerca. Fue entretenido la primera vez, sin embargo, me hastié.
Así que, ahí estaba, sentada en el piso del salón viendo televisión. Hace unos minutos que quería cambiar el canal, pero perdí el control remoto y no quería gatear hasta poder presionar los botones debajo de la pantalla.
De pronto, todo se apagó. Vi a los lados con susto pensando que la luz se cortó. A los segundos, mis abuelos y mi madre entraron con un pastel que tenía las velas encendidas. Estaban cantando el feliz cumpleaños.
Dejaron el pastel en el medio de la mesa central y se sentaron alrededor.
―Pide un deseo. ―Mi abuela apuntó las velas.
Cerré mis ojos pidiendo algo que olvidé. Nunca recordaba mis deseos de cumpleaños. Después, soplé las velas y la oscuridad inundó la habitación. Mi madre fue rápida y encendió las luces.
―Aún es 31 de diciembre, pero no queríamos hacer esto de forma apurada mañana. ―El abuelo sonrió y me tendió un sobre. Dentro había dinero, no recuerdo cuánto.
―Gracias, abuelos. ―Abracé a cada uno―. Gracias, mamá.
Comimos el pastel y jugamos algún juego de mesa hasta media noche. Vimos fuegos artificiales y lanzamos linternas flotantes.
No fue un mal año nuevo.
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Terminé de peinarme y maquillarme un poco. Aún no sabía hacerlo bien, por lo que no exageraba. Me vestí usando lo más lindo y abrigado que tuviera. Aunque prefería el frío, eso no significaba que quisiera congelarme.
Tomé mi bolso y mi celular y bajé a esperar en la sala. JungKook dijo que llegaría en quince minutos hace un rato.
Estaba sola en casa, pues mamá había tenido una reunión con sus compañeros de trabajo. Me alegraba por ella y por qué se distrajera. Últimamente se veía más feliz y no le había escuchado llorar hace mucho.
Apenas él timbre sonó, me levanté, me calcé los zapatos que decidí usar y abrí la puerta. Me encontré con mi novio del otro lado.
―Me demoré porque casi olvido tu regalo ―confesó extendiendo su mano para que la tomara. Así lo hice y salí cerrando y bloqueando la puerta.
―¿Por eso estás cansado? ¿Viniste corriendo?
―Me atrapaste. ―Sonrió y caminamos a la par.
La feria quedaba algo cerca, pero decidimos tomar el autobús de cualquier forma. Ya caminaríamos mucho el resto de la tarde y noche, no necesitábamos más.
Fue bastante divertido para mí. Comimos mucho y jugamos varios juegos. JungKook, obviamente, ganó en la mayoría de ellos. Entre los dos estábamos cargando una cantidad muy grande de peluches.
―Mira, vamos a ese.
―No, ya no. No tenemos más brazos para más premios. Además, quiero algodón de azúcar. ―Hice un mohín.
―Okay, ven.
Empezó a caminar y dejó los peluches sobre una banca. Yo hice lo mismo y le senté. Estaba bastante cansada ya. También había querido subirme a la rueda de la fortuna, pero no teníamos donde dejar todas las cosas.
―Tomemos un descanso.
―Iré a comprarte algodón de azúcar, ¿sí? Espérame.
―No tienes que comprarme nada.
―Es tu cumpleaños, así que no dejaré que gastes tu dinero. Además, yo te invité.
Se fue antes de que pudiera quejarme por eso. Le vi perderse entre la cantidad enorme de personas. Luego, me acomodé entre los peluches y me recargué en ellos. Saqué mi teléfono para ver la hora y ya eran las ocho de la noche. Aún me quedaban dos horas para estar fuera.
Unos minutos después, JungKook regresó con un par de algodones de azúcar y se sentó a mi lado. Comimos mientras debatíamos qué haríamos luego. Para mí, ya había sido suficiente actividad física, pero Jeon aún tenía energía.
―Ni siquiera sabes que vas a hacer con todos estos, ¿para qué quieres más?
―No quiero los peluches, solo quiero ganar. Al principio, solo iba a conseguir este pingüino para ti, pero ya me emocioné.
El pingüino era uno de los más grandes que estábamos cargando. Admitía que era muy bonito, pero, así mismo, estorbaba por su tamaño. Ahora añadan el resto de felpudos, no resultaba para mí.
―Sí quieres ir a jugar, te espero aquí. Ya me duelen las piernas también.
―Vayamos a comer entonces.
―Y luego nos vamos a casa.
―¿No querías subir a la rueda de la fortuna?
―Sí, pero, con todo esto, lo veo difícil.
―Los voy a regalar. ―Se puso de pie―. Todos menos el pingüino.
―No tienes que hacer eso. Los ganaste con tu esfuerzo.
―Es verdad, pero tienes razón en que no sé qué hacer con todos ellos.
Empezó a regalar uno tras otro a niños y niñas que pasaban por ahí. Una chica mayor que nosotros se llevó una pantera de felpa. Literalmente, se acercó preguntando si se lo dábamos y JungKook solo se lo regaló.
Al final, solo quedó el pingüino, con el cual fuimos hasta un puesto de comida. Escogimos una mesa y luego compramos la comida. Nos pusimos a hablar sobre la serie que estábamos viendo al mismo tiempo. Al principio, no me había gustado, pero terminé más enganchada que él.
Nos quedamos ahí incluso después de haber terminado de comer. Me había apoyado sobre mis antebrazos y sobre la mesa. Veía la rueda de la fortuna girar y girar. Nunca me había subido a una y quería hacerlo. Me entusiasmaba imaginar la vista que podría tener cuando llegara a la cima.
―Esto es una promesa. ―Llamó mi atención y me acomodé para verle. Había dejado una pequeña caja sobre la mesa―. Voy a quererte por toda mi vida.
Me erguí preguntándome que contenía el regalo.
―Toda la vida es mucho tiempo. No sabes qué pasará en un mes.
―Pero quiero que seas mi para siempre.
Era muy inocente pensar de esa forma a esa edad. Apenas teníamos catorce. Las parejas ya no duraban tanto como hace medio siglo, por ejemplo. Pero también quería eso, que fuera mi para siempre.
―Vamos, ábrelo.
Apuntó la cajita y le hice caso. Tomé el objeto, deshice la envoltura y abrí la caja. Había dos pulseras. Estaban hechas de cordel y se podía ajustar su tamaño. Ambas estaban unidas por el único dije que tenían.
JungKook tomó ambas y las separó bastante. Parecía que sólo me las estaba enseñando.
―¿Una promesa?
―Las dos tienen imanes. Tarde o temprano, van a juntarse de nuevo. ―Las acercó lentamente hasta que los imanes en los dijes hicieron que se unan―. Espero que nosotros nos encontremos siempre si en algún momento nos separamos.
―Esto es demasiado... cursi ―dije viendo los brazaletes. JungKook dejo que sus brazos se apoyaran sobre la mesa y agachó un poco la cabeza―. Pero me gusta mucho. ―Sonreí.
―¿No crees que exageré?
―Tal vez un poquito, pero me encanta. Es significativo.
―Dame tu muñeca, te pondré la tuya.
Estiré mi brazo izquierdo sobre la mesa y lo acerqué lo suficiente a JungKook. Él separó las pulseras y me puso una de ellas. Después, yo le puse la otra. Lo primero que hizo, fue acercar ambas hasta que se unieron. Lo repitió unas cuantas veces. Se veía muy entretenido y concentrado haciéndolo.
Cuando estuvo satisfecho, me tomó de la mano, haciendo que los imanes se juntaran, y me llevó hasta la rueda de la fortuna. Él fue el encargado de llevar el gran peluche. No me equivoqué al suponer que me gustaría la vista en la cima del giro. Me fascinó.
Ese fue un cumpleaños memorable. Se sintió mío y no solo como un extra de año nuevo.
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1/5
Estos últimos capítulos están cortitos. UwU
-비🌧
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