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5 | Ella - Corregido

KYLE (perspectiva)

Me encuentro fumando un porro; esta cosa me ayuda a relajarme cuando estoy estresado. Estoy afuera de la universidad, en la entrada, justo donde todos se reúnen antes de entrar a clases. Siento varias miradas sobre mí, como siempre. A lo lejos, diviso a Thomas llegando con los demás chicos. Se colocan a mi lado y nos reunimos.

Escucho las tonterías que dicen sobre las chicas con las que se acuestan y otras que comparten. El único que tiene pareja en este grupo es Lee, así que se mantiene callado, al igual que yo, escuchando la conversación.

— Heee, escuché que ganaste, hermano —me dice Lee sonriendo.

— Eso fue pan comido —respondo, encogiendo los hombros y restándole importancia.

— Me contaron que la mejor parte fue la celebración, jajaja —dice Taylor—. No seas cabrón y cuéntanos la buena mamada que te hicieron en la fiesta. No puedo evitar reírme, porque la verdad es que estuvo bien, aunque pudo haber sido mejor.

— Joder, estuvo buena, tenía un gran trasero —digo—. Pero he estado con mejores.

— No seas pendejo, jajaja —responde Evans—. Nos salió creído, también, me contaron de Emma cuan... —lo interrumpo.

— Y una mierda, ¿quién les cuenta mi vida? —digo, ya cansado. Todos, y cuando digo "todos", miran a Thomas, que se hace el loco.

— Yo no sé nada —dice, acomodándose la chaqueta y encaminándose a la entrada de la universidad—. Soy turista, jajaja.

— Eres una perra chismosa, Thomas —digo, un poco enojado.

— ¿Yo? —se toca el pecho, indignado—. Jamás. Aparte, no conté sobre Em... —se detiene al ver mi cara.

— ¿Sobre quién? —molesta Taylor, quien es el más mujeriego y el que nada se toma en serio del grupo, a diferencia de Lee, que es el más callado y serio.

— Sobre una chica que me quise coger, pero me aburrí y la dejé tirada —digo, restándole importancia para no profundizar en el tema.

— Sí, ajá, cosita —dice Thomas, poniéndose en modo idiota.

Iba a contestarle cuando una dulce voz a lo lejos me saca de foco, y entonces la miro. Ella camina apurada, con unos pantalones sueltos manchados de pintura y rasgados en las rodillas, una camiseta blanca que, para mi mal gusto, es un poco transparente, y un moño mal hecho en su cabello. A diferencia de su amiga, que lleva pantalones ajustados, una blusa de flores, el cabello arreglado y maquillaje, son como el agua y el aceite.

— Espérame, Mia, no camines tan rápido, por favor. Ni siquiera me dejaste lavarme la cara —dice, tratando de alcanzarla. La mencionada voltea y habla una vez que Emma está a su altura y puede verla bien.

— Ni por favor, ni por favorcito —dice, moviendo las manos de forma exagerada—. Te dije que si volvían a levantarte tarde, te las verías conmigo, cariño. Ahora, abstente a las consecuencias —se voltea y sigue caminando.

— Loca —logro escucharla susurrar mientras comienza a correr tras su amiga.

También escucho a Taylor susurrar tras de mí y vuelvo a mirarlo.

— Mierda, ¿quién era la de la camiseta blanca? —dice, sin dejar de mirarla hasta que se pierde dentro de la universidad. Sin poder contenerme, me acerco a él y lo agarro de la camisa.

— Ni siquiera lo pienses —le digo, gruñendo. Él levanta las manos en son de paz.

— Tranquilo, bro. Solo quiero saber quién es —me mira a los ojos y eleva una ceja—. Pero veo que ya está pedida. ¿Desde cuándo no compartimos? —No puedo evitar que ese comentario me moleste, pero lo hace.

— Desde ahora —digo, soltándolo. Cojo mi mochila y salgo de ahí, con ellos detrás de mí. Lee se pone a mi lado junto a Thomas.

— Ignoraré esa escenita que te has montado porque ha sido más sexy que la mierda. Si me gustaran los hombres, ya te hubiera hecho mío —dice Thomas. Sin poder evitarlo, me río. Sé que lo dice para calmar mi temperamento.

— Cuando no hablas huevadas —dice Lee, sonriendo de costado. Él también ha tenido dificultades, así que lo entiendo.

Nos encaminamos al salón de clases. Hoy nos toca a los tres juntos. Entramos sin tocar la puerta y nos encontramos con la mala cara del profesor.

— Otra vez tarde —dice, enojado.

Decido ignorarlo y me dirijo a mi asiento, que está en la parte de atrás. Siento cómo todos nos miran mientras caminamos, excepto una persona: Emma. No puedo evitar quitarle los ojos de encima. Ella está mirando hacia la ventana y puedo ver que tiene ojeras marcadas, como si no hubiera dormido en días. Sus manos están manchadas de pintura, al igual que su pantalón. Mueve una lapicera con impaciencia, llevándose los dedos a los labios; parece ansiosa. Se ve tan extraña, exasperante y, a la vez, interesante. Siempre tan sumida en sus pensamientos. Me pregunto qué estará pensando para estar así.

Una vez sentado, el profesor prosigue con su clase y veo cómo Mia le da un codazo a Emma para que preste atención. Ella voltea y le sonríe, pero no es la sonrisa de siempre; se ve fingida y forzada. Mira al profesor sin tomar apuntes. Ahora que la miro bien, parece una chica sencilla. No lleva joyas extravagantes, ni siquiera las más simples; solo unos aretes de perlas pequeños y delicados. Tampoco veo que use maquillaje y, por cómo está vestida, resalta en contraste con sus compañeras, que llevan tacones o botas altas y caras pintadas. Ella, en cambio, usa unas converse bajas de color blanco, sucias. No puedo evitar sonreír un poco; se ve guapa de todas formas.

— Deja de mirarla de esa manera, que se va a dar cuenta —me susurra Thomas.

— No la miro de ninguna manera —le respondo, volteando a verlo.

— Ajaaa —me dice, mirándome—. La observas como si estuvieras analizándola de pies a cabeza, sin perderte un puto y mísero detalle. A mí no me engañas —me da un golpe en el hombro.

— Deja de hablar huevadas y presta atención.

Lo ignoro y decido concentrarme en lo que el profesor explica. Una vez que termina, todos comienzan a salir del salón, y ella no es la excepción. Recoge sus cosas un poco desesperada, se acerca a Mia y le dice algo rápido, para luego despedirse con un beso en la mejilla.

— Kyle, me iré a almorzar con Mia. Te veo luego —asiento y chocamos los puños como despedida. Busco a Lee, pero no lo encuentro por ninguna parte del salón. Solo veo a una Emma inquieta salir por la puerta, lo que llama mi atención, ya que siempre es tan calmada.

Decido seguirla para ver hacia dónde va con tanta prisa. Esta chica me causa una intriga como ninguna otra; simplemente me parece tan interesante. La veo dirigirse hacia la torre de Arte, lo cual es raro, ya que, según Thomas, ella estudia literatura.

La observo desde lejos, esperando a ver si se le ocurre voltear o hacer algo parecido. Ella da la vuelta al edificio, dirigiéndose hacia la parte trasera, y me detengo antes de seguirla porque logro ver que se encuentra con una persona, o mejor dicho, un chico alto y pálido. La abraza como si la conociera de toda la vida y, sin saber por qué, eso logra molestarme un poco. Se quedan hablando un rato y, antes de irse, él le entrega una bolsa mediana y transparente, pero no logro ver bien el contenido debido a la distancia. Ella la recibe y lo vuelve a abrazar con un poco más de euforia. Por último, él le da un beso en la frente y logro escuchar que le dice que se cuide. Después de eso, se retira hacia los comedores.

Ella se queda parada, observando cómo se aleja, y luego guarda la bolsa en su mochila para entrar al edificio con prisa.

— Me siento como un espía de mierda —susurro para mí mismo mientras sigo su paso.

Una vez dentro del edificio de artes, se dirige a un salón que, a simple vista, parece solitario, aunque en realidad el edificio se ve bastante abandonado; no pasa ningún alumno ni profesor. La puerta tiene una ventana no muy grande, pero lo suficientemente amplia como para permitirme ver lo que hay dentro.

La observo acercarse a un asiento y quitar la manta que cubre una pintura. Desde aquí afuera, logro ver que es una casa que se ve acogedora; está tan bien pintada que parece una fotografía. La casa es de color blanco, con un contraste de madera oscura en las ventanas. El cielo se ve oscuro, las nubes son perfectas y tormentosas, y se puede apreciar que hay nieve sobre la casa y en el patio, cubriendo las flores, el carro, absolutamente todo. Se ve increíble.

Emma se queda mirándola y, de sus dulces ojos marrones, caen lágrimas. Coge la pintura y se acerca al cuadro, comenzando a decorar el césped mientras llora. Trata de limpiarse la cara sin mancharse, pero fracasa en el intento. Escucho sus sollozos desde afuera. Intenta seguir pintando, usando los dedos y el pincel en diferentes partes, pero sigue fracasando en el intento.

— Mierda —me toco la cabeza al ver tal imagen tan triste y melancólica. Jamás pensé que ella sufriera tanto; a simple vista, parece una chica tranquila y feliz.

Vuelvo a centrar mi mirada en ella al escuchar cómo se cae algo, o mejor dicho, cómo tira un balde de pintura al suelo. Los sollozos comienzan a ser más fuertes y largos, como si se le cortara la respiración. Se deja caer al piso, quedando sentada, y se estira para agarrar su mochila, buscando algo con desesperación. Al encontrarlo, saca la bolsa transparente junto a una fotografía, se apoya en la pared y mira la imagen frente a ella, con lágrimas saliendo de sus ojos, mientras recoge sus rodillas y las pega al pecho.

— ¡¿POR QUÉ?! ¡¿POR QUÉ?! ¡DÍGANME! —grita entre sollozos y patea la silla más cercana—. Por favor —llora—. Díganme, ¿por qué ustedes? —susurra—. Yo... los necesito tanto —solloza, pegando la fotografía a su pecho—. Los echo tanto de menos.

Limpia con su mano libre sus mejillas mojadas de tanto llorar, para luego despegar la fotografía de su pecho y besarla.

— Si supieran que ahora pinto y escribo, estarían tan felices —sonríe melancólicamente—. Si supieran que ya no pinto las paredes de la casa, que ahora pinto de verdad, con lienzo y todo —ríe por lo bajo.

Verla así, tan rota y frágil, es totalmente irreconocible. Es una imagen desgarradora. Vuelve a limpiarse el rostro, deja la fotografía a un costado y agarra la bolsa que sacó de la mochila junto a la fotografía. Comienza a abrirla y a tirar todo el contenido al suelo. Desde la distancia en la que me encuentro, no logro ver bien qué es, ya que parecen ser cosas muy pequeñas.

La observo alzar una cuchara y luego abrir una bolsita pequeña, vaciando todo su contenido blanco en la cuchara.

— ¿Qué mierda es eso? —trato de buscar una posición mejor para ver desde la ventana de la puerta.

Luego, con su otra mano libre, levanta un encendedor y lo acerca a la cuchara, poniéndolo debajo de ella y comenzando a mover el encendedor ya encendido en círculos. Logro ver cómo se comienza a derretir el contenido de la cuchara. Una vez derretido, saca una jeringa y lo absorbe para luego depositarlo en el suelo.

— Mierda, que no sea lo que creo que es; ella no seria capas —niego con la cabeza mientras la observo de nuevo.

Comienza a remangarse la camisa para atarse una liga gruesa alrededor de su pequeño y flacucho brazo, dándose palmadas en él. La escucho susurrar entre sollozos un débil "lo siento", y luego, decidida, levanta la jeringa para inyectarse todo el contenido en su brazo.

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