2 | Su mirada - Corregido
Me encuentro en la fila de la cafetería, esperando a que Mia se digne a aparecer. Jamás pensé que se demoraría tanto en sacar su billetera del casillero. No lo entiendo, ¿tan difícil puede ser? Veo cómo todos avanzan y no puedo pensar en otra cosa más que en mi estómago vacío.
De la nada, alguien me tapa los ojos, y no puedo evitar sobresaltarme. Sin embargo, el susto se me pasa en cuanto reconozco ese inconfundible aroma a limón que siempre acompaña a mi mejor amiga. Sonrío, sabiendo quién es.
— Ya sé que eres tú, Mia —digo, sintiendo cómo quita sus manos de mi rostro y se coloca frente a mí.
— ¿Cómo rayos te das cuenta de que soy yo? —pregunta, haciendo señas.
— No te diré mi secreto —respondo, sin poder evitar reírme al ver cómo rueda los ojos.
— Para mí que tienes descendencia de superhéroes y no me lo quieres decir —replica, cruzándose de brazos al terminar de hablar.
No puedo evitar soltar una carcajada por las tremendas idioteces que salen de su boca. Para ser sincera, ella siempre ha sido así. Tiene una personalidad un poco peculiar, pero eso es lo que la hace ser Mia.
Sin poder evitarlo, la observo. Mia O'Neill es guapa, trigueña, de ojos verdes, cabello castaño ondulado hasta los hombros y buen cuerpo. La muy hija de su madre salió con buenas tetas, mientras que a mí es lo que me falta. ¿La envidio? Qué va, solo sus tetas, y ella lo sabe.
En cuanto a mí, bueno, soy de estatura normal, solo un poco más alta que Mia. Mis ojos son marrones oscuros, y mi cabello es marrón también, aunque en verano la muy loca de Mia me llevó a pintármelo. Ahora tengo un balayage con toques de rubio. Soy blanca, con algunas pecas en el rostro, y no me quejo de mi cuerpo. La verdad es que me gusto como soy. Tengo mis inseguridades, pero ahí vamos.
Una vez que hemos comprado nuestros almuerzos, comenzamos a buscar una mesa libre hasta que encontramos una al fondo, junto a la ventana, frente a la cancha de fútbol.
Ya sentadas, nos acomodamos y empiezo a abrir mi bandeja. Levanto la mirada y veo al chico de ojos bonitos con el que me choqué antes de llegar a la cafetería: Ian. Jamás podría olvidarme de ese nombre. Da la casualidad de que él voltea, choca con mi mirada, sonríe y agita su mano en señal de saludo. Yo le devuelvo la sonrisa.
Mia me sacude el hombro y levanta una ceja, y aquí vamos, lista para escuchar la mente sucia de mi mejor amiga.
— Emma Miller, no me digas que te has acostado con tremendo cuerazo y no me has contado —dice, y me río; para ella, todo lo ve con un tinte de sexo.
— ¡No! Mujer, ¡no! Llegué tarde porque me quedé dormida, Mia —digo mientras comienzo a comer.
— ¿Con él? —insiste, ganándose un tortazo de mi parte en mi mente.
— ¿Me estás jodiendo, no? —le digo, mirándola—. Recién acabo de conocer a Ian —digo, tragando duro.
Veo cómo Mia baja la mirada. Sé que le he hecho recordar a mi hermano de cuando éramos niñas. Ella tuvo un pequeño enamoramiento con él, y no puedo negar que mi hermano la adoraba. Ese pensamiento me pone un poco triste, y ella lo nota.
— Bueno, bueno, si no hubo sexo, entonces, ¿cómo lo conociste? —dice, y me río mientras niego con la cabeza.
— Me lo encontré cuando venía a la cafetería; me choqué con él —digo, encogiéndome de hombros, restándole importancia.
— Vaya, amiga, él no sería el segundo con el que te chocas —responde, moviendo las manos como si anunciara algo, y yo asiento.
— La diferencia es que él es buena gente, mientras que el otro es un idiota —comento, gesticulando con las manos.
Mia mira detrás de mí, abre los ojos, sorprendida y un poco asustada. Vuelve a mirarme, pero no dice nada.
— A todo esto, ¿por qué te demoraste tanto en venir? —pregunto, ignorando su actitud rara en este momento.
— Em, porque el chico detrás de ti, con esa pinta de "me vale mierda la vida", te está mirando como si quisiera devorarte. Y, respondiendo a tu pregunta, estaba con Thomas —dice, mientras mira detrás de mí y mueve las manos.
Me quedo procesando las palabras de Mia y giro lentamente. Siento cómo se me eriza la piel, como si una corriente recorriera todo mi cuerpo. Esa mirada tiene el efecto de hacerme reaccionar así.
Es el idiota con quien choqué esta mañana. Me lo imaginaba. Su mirada sigue fija en mí, y, aunque yo también lo miro de vuelta, no parece tener la intención de desviar la suya. Empiezo a sentirme intimidada, así que decido girarme nuevamente.
— Ya deja de mirarlo, Mia.
— Pero, ¡qué hombre! Madre mía, si yo fuera tú, ya lo tendría en mi cama —comenta, tosiendo tras su propio comentario.
— ¿Puedes dejar de tener esa mente pervertida por un momento? —le lanzo una papita frita de mi comida.
— Vale, vale, está bien. Solo lo decía, mujer. Qué agresiva amaneciste hoy. Eso debe ser por falta de sex... —la interrumpo antes de que termine.
— ¿No tenías algo que contarme? —le digo, alzando una ceja.
Mia se pone pensativa y luego abre los ojos de par en par. Comienza a buscar en su bolso como loca, sacando cuadernos, ropa, lapiceros, maquillaje... una manzana. ¿Una manzana? Esta mujer sí que está preparada para todo. Finalmente, saca una hoja y me la extiende.
— ¿Te acuerdas del chico con el que estoy saliendo?
— Sí, ¿qué hay con él? Nunca me mostraste quién era —le digo, mirando la hoja.
— A eso quiero llegar. Quiero que lo conozcas porque esta vez voy en serio con él —me dice, y yo la miro sorprendida. Mia nunca va en serio con nadie.
— ¿No eras un alma libre? —le digo riéndome, y ella me mira mal.
— Lo sigo siendo, perra, solo que ahora en un aspecto diferente —y ahí comienzo a reírme.
— Amiga, acéptalo, te han atrapado —ella rueda los ojos, molesta.
— Ya deja de tocarme los ovarios, mujer. ¿Quieres que te cuente o no? —se cruza de brazos.
— Ahora, ¿quién es la agresiva? Jajajaja —me mira enojada— ¡Valeeee! —levanto las manos en son de paz— Sígueme contando.
— Bueno, como te decía, Thomas me ha invitado a ver una pelea de boxeo y me entregó este pase —dice, señalando el pase que tengo en mis manos—. El punto es que quiero que lo conozcas, así que le pregunté si podía llevar a una amiga y me dijo que no hay problema.
— Mm... sabes que no me gusta nada la violencia, y esto me huele a que habrá mucha.
— Emma, no me jodas, irás conmigo. Es este viernes —dice, mostrándome la fecha que está en la hoja.
— Está bien, iré —le digo rendida—. Perooooo con la condición de que te metas al gimnasio conmigo —ella me mira mal.
Mia es de esas personas que odian hacer ejercicio. Llevo semanas pidiéndole que se una a mí en uno, y siempre me da una negativa como respuesta. Lo bueno de ella es que come sin engordar, pero yo no quiero arriesgarme y prefiero ejercitarme un poco. No me vendría nada mal hacer algo de ejercicio.
— Sabes que odio hacer deporte, Emma.
— Lo sé, pero lo necesito y no quiero ir sola.
— Emmm, cualquier cosa menos eso. Mira, te puedo ayudar a hacer yoga si quieres —dice sonriéndome.
La última vez la llevé a una clase de yoga y se quedó dormida en plena sesión. La vergüenza que me hizo pasar cuando comenzó a roncar fue increíble. Afortunadamente, la coach era buena gente; si no, no sé qué hubiera hecho.
— Mia, la última vez que hicimos yoga te quedaste dormida. ¡Frente a todos y hasta roncaste!
— Por eso te digo que es perfecto. Yo duermo y tú te ejercitas —y la miro mal.
— Ya te dije, gimnasio o nada. Tú decides.
— Está bien, tú ganas, con una condición —me dice, levantando su dedo hacia mí.
— ¿Cuál?
— Que salgas más de fiestas conmigo. Esto del gimnasio no será solo un día, sino varios. Entonces, cada vez que yo quiera salir, tú te vienes conmigo.
— Eres una zorra —le digo, sacando la lengua—. Pero tienes un trato.
Ella se levanta feliz y comienza a menear las caderas. Se acerca y me da un beso en la cabeza.
— Te la pasarás bomba, amiga —dice feliz, y yo sonrío a medias.
— Emma, sé lo que estás pensando. No vayas por ahí —me dice.
— Sabes bien por qué no me gusta ir a esos lugares. Ni siquiera podré bailar —le digo, un poco triste.
— Claro que podrás bailar, para eso están hechos esos lugares. No necesitas la música, amiga.
— No es lo mismo, y lo sabes —ella me da una mirada triste.
— Lo haremos funcionar, ¿sí? No dejaré que sigas metida en casa y no hagas nada solo porque tienes miedo de que la gente se ría de ti por ser diferente —dice mirándome con cariño. Hemos sido mejores amigas desde que salimos de la panza de nuestras madres.
Después de todo lo que ocurrió, pasaron muchas cosas. Mia siempre estuvo para mí e incluso aprendió a hablar el lenguaje de señas para poder comunicarse conmigo. Yo aprendí a leer los labios para entender a las personas que no saben manejar este lenguaje. Fue difícil, lo admito. Perdí mucho, y hasta hoy me duele.
Respiro y exhalo. Me pongo a pensar en lo que me dice mi mejor amiga, y tiene demasiada razón en cada una de sus palabras. Sé que ella solo me quiere ayudar a ser más fuerte y a aceptarme.
— Ser diferente no es malo —le digo mirándola a los ojos, repitiendo la frase que siempre nos decimos desde los 8 años.
— Exacto, ser diferente no es malo —dice en señas y me abraza.
— Es hora de que volemos a clase, Em —justo vibra mi celular, avisándome que ha terminado el receso.
— ¿Qué clase te toca?
— Finanzas —dice, haciendo puchero—. ¿Y a ti?
— Literatura inglesa —sonrío.
— No nos toca juntas —dice fastidiada—. Antes de que me olvide, Em, el carro de mudanza llega hoy a tu departamento. Estate atenta a tu celular. Te mandaré un mensaje cuando esté abajo para que me ayudes a subir mis cosas, ¿ok?
Mia y yo siempre hemos querido vivir juntas cuando vayamos a la universidad, y ahora que ya estamos aquí, se está mudando a mi departamento, que es grande. Cuenta con dos dormitorios con baño, sala con balcón, una cocina mediana, baño de visita y, finalmente, una bonita terraza.
— Vale —le digo sonriendo—. Te veo luego —grito alejándome.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro