11 | Una oportunidad - Corregido
Emma
Ha sido un día completamente extraño. Kyle ha sido amable conmigo, y eso es raro, porque normalmente no nos llevamos bien. Pero hoy me trajo a casa de mis padres. Decido no darle demasiada importancia y me encamino a mi cuarto. Lo primero que veo al entrar es el retrato del auto destrozado de mis padres. No puedo evitar que la melancolía me invada junto con la tentación de consumir, solo un poco, para olvidar ese día.
Fue mi culpa. Si tan solo me hubiera puesto el cinturón, mamá seguiría viva, mi papá no habría perdido el control y mi hermano estaría aquí. Pero la realidad es que estoy sola, sola contra el mundo, luchando contra la adicción, sin nadie que me guíe. Una lágrima cae por mi mejilla, mientras un sudor frío recorre mi cuerpo por la falta de esa maldita sustancia que he estado consumiendo.
Me acerco a la fotografía de mi familia y suelto un sollozo. La soledad aviva mi melancolía y me hace desear consumir de nuevo.
—Mierda, Emma, has estado sola toda tu vida y jamás te has quejado —me digo a mí misma—. No puedes seguir consumiendo esa porquería.
Tengo que parar; llevo proponiéndomelo desde el día que vi la tristeza en los ojos de mi abuelo y eché a Dereck de casa. Tocó la foto, admirando la sonrisa de mi madre. Es tan sorprendente cómo, de un momento a otro, toda la felicidad desapareció. Recordar los días en el orfanato me da escalofríos: solo recibía desprecio, burlas por ser sorda y golpes, mientras mis abuelos luchaban por obtener mi custodia. Dejo la fotografía a un lado cuando siento mi teléfono vibrar en el bolsillo trasero.
Mensaje de Ian:
Te recojo a las 8:00. :)
—¿De qué carajos está hablando? —Frunzo el ceño mientras le respondo.
Mensaje de Emma:
¿A las 8? 🤔
Mensaje de Ian:
¿Se te olvidó, verdad?
—¿Se me olvidó? —Intento recordar, hasta que me llega el vago recuerdo de la cafetería, cuando Ian me pidió mi número—. Eres una olvidadiza, Emma —murmuro para mí misma.
Mensaje de Emma:
¡No! A las 8 te veo. ☺️
Mensaje de Ian:
¡Jajaja, perfecto! 😍
Comienzo a buscar desesperadamente qué ponerme. Elijo un pantalón ajustado y rasgado negro, mi color favorito, y una blusa de tiras color blanco perla. Me gusta especialmente porque la espalda queda casi descubierta y se amarra con tiras. Me pongo unas botas altas y me miro en el espejo. No soy de usar mucho maquillaje, así que opto por lo básico: un poco de rubor, rímel y labial rosado pálido. Me dejo el cabello suelto. Cuando termino, parezco una chica sin problemas, feliz y con una vida perfecta. Sonrío con ironía.
—Estás muy lejos de serlo —me digo al espejo.
Entonces, el teléfono vibra con una llamada entrante.
—¿Quién es el idiota que me llama cuando no escucho nada? —Al ver que es Ian, me golpeo la frente, recordando que él no sabe que soy sorda. Decido no contestar para que me envíe un mensaje.
Mensaje de Ian:
Estoy abajo. ¿Lista?
Sin responder, agarro mi bolso y guardo el celular. Al salir de casa, lo veo apoyado en su auto, con una sonrisa en los labios. Trato de corresponderle. Mientras me acerco, noto que trae un ramo de rosas rojas. No puedo evitar reírme.
—Te ves preciosa —me dice, escaneándome de pies a cabeza—. Estas son para ti. —Me entrega las rosas, y añade—: Sé que a las chicas les encantan las rosas.
Ay, cariño, si supieras que soy todo menos una chica "normal" y que odio, detesto con toda mi alma las rosas. Todas las flores, en realidad. Solo me recuerdan a los funerales. Así que sonrío como puedo y suelto un simple "Gracias" mientras él me abre la puerta del auto. Da la vuelta y se sienta al volante, arrancando el auto. En el camino hablamos de varias cosas, sobre todo de él, hasta que llegamos a un restaurante-bar bastante bonito.
—Te va a encantar; la comida es deliciosa y la bebida, ni qué decir.
Me ayuda a bajar y entramos. El lugar es más grande de lo que parece desde fuera. Nos sentamos en una esquina, cerca del bar.
—Déjame decirte que te ves espectacular, muy diferente a cómo te ves en la escuela —sonríe mientras suelta toda esa palabrería.
Dejo la carta que el mesero me dio y lo miro fijamente.
—¿Sí? —Le sonrío—. ¿Y se puede saber cómo es que me veo en la escuela?
Abre los ojos, sorprendido por mi falta de tacto, pero así soy yo. Digo lo que pienso, la mayoría de las veces.
—No quise ofenderte, Emma. Al contrario, trataba de halagarte... Solo que hoy te ves mucho más... decente. —Abre los ojos aún más al darse cuenta de su error, pero levanto la mano para detenerlo.
—Jajaja, eres igual que todos, buscando el estúpido prototipo de chica guapa y bien vestida, totalmente superficial —me levanto de la mesa y tomo mi bolso.
—¿Te vas? Solo fue un comentario; no era para que te ofendieras. Quédate y comamos algo.
—No, gracias —recalco el "no"—. Ya he tenido suficiente de personas superficiales. Y, por si no te queda claro, estoy muy lejos de ser una chica perfecta. Pero te daré un consejo: la ropa es solo ropa, y el maquillaje es solo maquillaje. Lo que realmente importa es quién eres como persona, porque eso es lo que te hace lucir realmente hermoso.
Recojo mis cosas y me dirijo hacia la salida. Al salir, noto que está lloviendo a cántaros, y por supuesto, no hay un solo taxi a esta hora. Suspiro, resignada, y me dirijo hacia la estación de autobuses, a unas pocas calles de distancia. La lluvia me empapa de pies a cabeza, y siento cómo mis botas se llenan de agua, así que decido quitármelas.
Después de veinte minutos llego a la estación, tiritando de frío y completamente empapada. Miro la hora y pienso con ironía en mi mala suerte. Los minutos pasan, y el maldito autobús no aparece. No dejo de temblar; sigue lloviendo, y no siento los dedos de las manos. Estamos a nueve grados, y no traje ni una chaqueta.
Al no poder soportar más el frío y viendo que el autobús no llega, decido usar mi último recurso: avisarle a mi mejor amiga para que pase a recogerme antes de morir de hipotermia. Tomo el celular y le hago una videollamada para que vea que es una urgencia; siempre prefiero los mensajes, pero esta vez no tengo otra opción. Cuando contesta, lo primero que le digo es:
— Te necesito —. Me mira sorprendida y hace gestos con las manos, probablemente gritando al otro lado de la pantalla.
— ¿Dónde carajos estás? ¿Por qué estás tan mojada? ¡Dios mío, Emma, contesta, cariño! — habla, preocupada.
— Estoy en el restobar cerca de la playa de San Felipe —. Toso, y un escalofrío me recorre el cuerpo—. No pasan taxis ni buses. Necesito que me saques de aquí antes de que muera de hipotermia —. Una lágrima resbala por mi mejilla, impotente ante el frío—. Mía, por favor, ayúdame.
— No te preocupes, estoy... — La veo salir corriendo, y parece que persigue a alguien—. ¡Mierda! — exclama, mirando al frente y luego de nuevo hacia mí—. Escucha, Kyle va para allá, tomó el auto. No te preocupes, en unos minutos llega. Estaba acá con Thomas. — Veo cómo alguien más toma la cámara.
— Tranquila, Emma, Kyle salió como un loco apenas te escuchó decir que te congelabas. Pero explícame, ¿cómo rayos terminaste así? — pregunta Thomas, visiblemente preocupado. Mía se coloca a su lado en la pantalla.
— Larga historia... — tartamudeo, con los dientes castañeando.
— Cariño, tranquila, en unos momentos estarás conmigo — me dice Mía con preocupación, y solo puedo asentir con la cabeza.
Todo comienza a verse borroso. El frío penetra hasta mis huesos, y la lluvia empeora todo. De pronto, unas luces me iluminan. Es un auto, que se detiene de golpe, y veo a Kyle bajar apresuradamente. Guarda su teléfono en su bolsillo y corre hacia mí, me levanta y me lleva al auto. Al sentarme, me pasa su chaqueta y sube la calefacción a todo lo que da.
— ¡Mierda, Emma! ¿En qué estabas pensando al salir así y sin zapatos? — gruñe mientras comienza a conducir rápidamente.
— N-no podía caminar bien... — trato de justificarme, con la voz temblorosa.
— ¿A dónde ibas vestida así? — Me mira esperando una respuesta, pero al ver que no le contesto, decide no insistir—. Bueno. Quítate esa ropa mojada y ponte mi chaqueta. Debajo del asiento encontrarás una maleta de emergencia; cámbiate con el buzo y el polo de manga larga que están ahí. Así evitaremos que te enfermes.
Intento cambiarme en el asiento trasero lo más rápido posible, aunque sé que Kyle me ha visto casi desnuda. Cuando termino de cambiarme, el calor aún no regresa a mi cuerpo, y empiezo a estornudar y a toser sin control. Entonces Kyle hace algo que me sorprende: coloca una mano en mi frente y luego me mira preocupado.
— ¡Mierda! Estás ardiendo en fiebre. Pararé en una farmacia en cuanto pueda.
No puedo evitar sonreír. El gesto me ha parecido dulce y sorprendente, ya que nadie se había preocupado tanto por mí antes. Los párpados comienzan a pesarme, siento cómo alguien me levanta en brazos y camina conmigo, hasta que pierdo la conciencia por completo.
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