13/10/2018
Relato Verídico
En vacaciones cuando tenía de 8 a 12 años, solía visitar a mi padre, el cual vive en otro estado, y en mi estadía me quedaba con él en casa de mi abuela.
Me gustaba estar allí en las vacaciones, salia a trabajar con él en las mañanas, almorzábamos con mi abuela y por la hora de la tarde yo yacía en su habitación viendo películas, mientras mi abuela veía la novela.
Cuando él llegaba del trabajo era que las cosas se ponían un poco difíciles. Debido a que en la habitación de mi padre no había ni aire acondicionado ni ventilador, las noches allí eran muy duras y calurosas.
Mi padre me sugería dormir con mi abuela, la cual en su habitación tenia aire acondicionado. Yo aceptaba, para poder descansar un poco mejor con el fresco del cuarto.
Sin embargo, lo que menos hacia era descansar o en su defecto dormir.
¿Conocen ese aroma que usualmente tienen las personas mayores?
Esa fragancia de vejez, que es dulzona y a su vez muy relajante en cada cosa que ellos posean, sean objetos o ropa de cama o personal, es un aroma que está presente en su entorno siempre.
Al menos en el caso de mi abuela, su habitación es un lugar que desprende ese aroma con creces, al inicio es embriagante y jugoso; te da una sensación de calidez sumamente adorable y pacífica.
A pesar de tener esa sensación, era simplemente horrible dormir en su habitación con ese aroma por todos lados.
En la mañana era encantador sentir esa fragancia, te recuerda a la melancolía que esconde cada recuerdo vivido en el pasado, que ahora es atesorado con cariño; pero en las noches se respiraba un aire mucho más frío que el del mismo aire acondicionado. Un aire de muerte rotunda.
Me daba miedo entrar allí en las noches, a tal punto que hasta de día la sensación persistía fuertemente.
Mi abuela es católica, y tiene muchas imágenes de santos en cuadros y fotografías en su peinadora, todo eso abarca gran parte de la decoración de su habitación, en su clóset también tiene estampas pegadas ¡Hasta en su baño tiene dos vírgenes pequeñas de porcelana!
Oh rayos, el baño; diría que era la parte de la habitación que más me incomodaba; podría jurar y perjurar que cada vez que me bañaba en los pequeños charcos que quedaban en la porcelana del piso, se vislumbraba la imagen de la Virgen del Valle.
Era muy extraño, pero yo suponía en aquel entonces que era por ver tantas imágenes de la misma en la habitación, que mi subconsciente la veía en el agua.
Cuando entraba y estaba sola la sensación era tan sofocante que hacia lo posible por durar el menor tiempo allí adentro. Y sobretodo con la imagen de la Virgen Rosa Mística.
*Imagen exacta de la estampa en casa de mi abuela y sí,
La Virgen Rosa Mística es conocida por llorar sangre*
Recuerdo, que una vez duré a lo mucho 5 minutos bañándome, y es que me estaba lavando el cabello. Salí rápidamente de allí, y sólo cuando cruce la puerta fue cuando me pude relajar en verdad.
Es curioso, pensé que por estar rodeada de tantas ilustraciones religiosas, por el contrario de sentir tanto miedo, debía de sentirme resguardada y segura. Y absurdo era, que imágenes como la anterior me causaran ese terror.
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Una noche que accedí a dormir allí con mi abuela, me acomodé de modo que mi cara diera directamente con la puerta principal del cuarto, esa era la única posición cómoda donde con esfuerzo lograba conciliar el sueño.
Lo que yo mayormente trataba siempre de hacer, era que antes de acostarme, iba al baño, para no tener que pararme de noche en plena habitación para ir.
Sin embargo había días que lo hacia, y siempre que me levantaba para hacer pis, iba con los ojos cerrados, a tientas tocando la pared, en el baño apenas encendía la luz, medio me sentía segura, pero de resto, cuando acababa y salia, vislumbraba mi lugar en la cama, cerraba la puerta luego de apagar la luz, y caminaba rápido a la cama.
Siempre en la oscuridad, sentía que me miraban y que me tocarían los pies una vez estando en el piso.
Esa noche, me dio tanto miedo, que armándome de valor me decidí ir a la habitación de mi papa que estaba al cruzar la sala y la mesa del comedor. Un trayecto en diagonal, rápido y simple.
Pero, no lo era en absoluto. Porque ahí siempre veía pasar a mi abuelo, el cual se perdía en el baño, o a menos que yo cruzara rápido, no lo veía más allá de su celaje blanco.
Desde que lo vi, cambié mi rutina de sueño por completo, y desde entonces dormía con mi padre siempre, sin importar el calor que hubiese en la noche, sin importar qué.
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Ustedes dirán.
¿Qué tiene de malo ver a tú abuelo en la noche?
Simple. Yo no lo conozco, porque...
Mi abuelo falleció un año antes de mi nacimiento.
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