Vuelta a clase
Las vacaciones en la Madriguera habían acabado demasiado tensas debido al desencuentro entre Harry y Ginny. En los días que nos quedaban el ambiente estaba raro, Harry quería y la señora Weasley le convenció para que no lo hiciese. A Ginny teníamos que controlarla para que no le lanzase al moreno todo lo que se encontraba por la casa cada vez que se encontraba con él. No era una tarea fácil.
Sumado a esto, ni George ni yo habíamos hablado sobre que tipo de relación teníamos. Y el acuerdo tácito parecía ser que lo seguiríamos manteniendo en secreto. Cosa con la que yo estaba totalmente de acuerdo. Nunca había tenido ninguna relación de este tipo y me ponía demasiado nerviosa el pensar como actuar en ciertas situaciones.
Así es que la vuelta a las clases fue precedida solo de miradas cariñosas y fugaces roces cuando nadie nos veía. Tenía ganas de volver a ver a mis alumnos, continuar con las clases y tener un poco de privacidad para estar con el pelirrojo.
Llegué al castillo un poco antes que mis compañeros, tenía que revisar algunas pociones que había dejado para que estuviesen preparadas cuando volviese. También quería pasarme por el invernadero para coger algunas plantas que necesitaba para los exámenes y el nuevo trimestre. La emoción de volver a clase me fue embriagando poco a poco. Incluso tenía ganas de presentar a los alumnos el Torneo.
De camino a uno de los invernaderos vi a lo lejos una melena rubia engominada, lo que hizo que una sonrisa más amplia se dibujase en mi cara. Salí corriendo hacia él y salté sobre sus hombros.
- ¿Qué tal esta mi rubio favorito?
Noté tensión en su cuerpo cuando me lancé encima de él. Pensé que sería por el susto y sostener mi peso, pero en cuanto escuchó mi voz se relajó.
- ¿Qué te pasa? -dije mientras me bajaba de su espalda.
- Nada, Marta. Pensaba que eras otra persona - contestó con una media sonrisa - ¿Te has cansado de tanto pelirrojo y has decidido volver a los brazos del chico más guapo del colegio?
- No seas creído - respondí dándole un leve puñetazo en el hombro - ¿Me acompañas al invernadero?
Asintió mientras lo tomaba del brazo. Miré su semblante con disimulo, su mandíbula estaba tensa y parecía que había preocupación en sus ojos. Llevaba una camisa negra que marcaba sus fibrados brazos, unos pantalones del mismo color arreglados y sus zapatos. Ese estilo me encantaba, siempre había pensado que le daba un aire muy misterioso. Y ahora que como profesor no tenía que llevar uniforme me alegraba la vista todos los días.
Sacudí la cabeza, quería eliminar esos pensamientos de mi mente. Draco era mi amigo, mi cuelgue por él había pasado. En su momento le quería demasiado como para arriesgarme a perder su amistad y esta aceptación se fue convirtiendo en algo mucho más cálido que el amor. Me sobraba con eso.
Pero una no es de piedra. Así es que pensé que podía disfrutar de las vistas.
- ¿Qué estas mirando? - me dijo con una mueca.
- Tu cara de estirado - contesté sacándole la lengua - En serio, ¿ha pasado algo estos días? Te noto demasiado serio.
- Bueno... Lo de siempre. Tampoco ha sido nada nuevo.
- ¿Pansy?
Asintió mientras se paraba y hacía crujir el cuello. Siempre había odiado que hiciese ese gesto, comenzó después de la batalla de Hogwarts y cuando estaba tenso se relajaba haciéndolo. era un sonido muy desagradable.
- Ha pasado las vacaciones en la casa Malfoy, a pesar de que le dije que no quería ir. Al final me convenció pero ella y mi padre son insoportables cuando están juntos. Solo quieren asistir u organizar reuniones de sus amigos de alta sociedad en las que podrás imaginar que clase de gente va.
Habíamos llegado a la puerta del invernadero. Cuando fue a abrir la puerta lateral por la que íbamos a pasar puse mi mano sobre la suya. Pareció relajarse mientras su mirada seguía perdida en un punto del horizonte.
- Draco, recuérdalo. No somos nuestros padres, ni nuestra familia. Nosotros podemos aprender de los errores y ser dueños de nuestro destino.
Me miró con una sonrisa triste, pero sincera, mientras abría la puerta. Pero sus labios se fruncieron cuando entramos al lugar y contemplamos la escena que teníamos delante.
Neville estaba apoyado en una de las mesas, que se le estaba clavando en la parte baja de la espalda haciendo que su posición pareciese bastante incómoda. Agarrada a él, con los brazos alrededor de su cuello, sus piernas enroscadas en su cintura y besándole apasionadamente estaba Pansy.
Me quedé con la boca abierta, sin saber que decir. Había sido testigo del tonteo que habían tenido pero pensaba que no llegaría a más. Era algo que la novia de mi amigo siempre hacía para intentar conseguir favores.
Neville tenía los ojos abiertos, por lo que miró hacia nosotros y cuando se dio cuenta soltó a Pansy que calló al suelo entre quejidos, palpándose el trasero.
- ¿Qué haces, estupido?
- Y-yo... - tartamudeó Neville mirando en nuestra dirección.
Pansy nos vio y una mueca de auténtico miedo se formó en su rostro. Salió corriendo hacia nosotros pero el rubio dio la vuelta y salió, tranquilamente, hacia el castillo sin decir una palabra.
- Draco, cielo...
Se calló cuando me puse delante de ella, parándola en seco. Me miró con cara de odio, con esa que siempre intentaba disimular cuando estaba con Draco para que no se diese cuenta de que no me soportaba. Porque sabía que si el rubio tenía que elegir entre nosotras, yo ganaría.
- Déjame pasar, Black, tengo que hablar con él.
Intentó salir pero le di un empujón con el hombro mientras estaba de brazos cruzados. Trastabilló un poco pero intentó mantenerse con la poca dignidad que aún le quedaba.
- Ni se te ocurra acercarte a él, Parkinson. Si sabes lo que te conviene.
- ¿Quién lo va a impedir? ¿Tú, asquerosa...?
Amagué hacia ella, lo que hizo que se asustase. Nunca había sido nada agresiva, pero en esos momentos quería pegarle. De verdad quería hacerlo. Y ganaría, una de las ventajas de tener mi peso y fuerza. Pero me contuve al ver que se asustaba. Yo no era así, era mejor que ella.
- Déjale en paz. En serio.
No se si fue el tono de mi voz o el destello de furia que tuvo que pasar por mis ojos, pero retrocedió para abandonar el invernadero por una de las puertas principales. Neville seguía apoyado en la mesa con cara de susto, mirándome desde la distancia.
- Marta, yo...
- No digas nada Neville - contesté decepcionada.
Salí del lugar en busca de mi amigo, pero ya no estaba. Pensé en ir hasta su habitación pero por azares del destino vi, de nuevo, un destello rubio por una de las ventanas de la torre de astronomía. Así es que cogí aire y me preparé mentalmente para una conversación que me hubiese gustado no tener nunca.
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