Todo principio...
Sirius...
No me lo podía creer, después de tanto tiempo. Había ingresado a Azkaban antes de que yo naciese por un crimen que no había cometido. Sufrió durante años encerrado hasta que al fin pudo escapar, pero su felicidad duró poco y la mía al poder al fin conocerle, también.
Cuando todo esto pasó me buscó, sabiendo que mi familia siempre había sido una parte racional de los Black, al ser mi padre repudiado por casarse con una muggle. No se por qué pero, a pesar de ver la locura en su mirada debido a sus años de encierro y torturas, le creí. Le ayudé en todo lo que pude, siempre manteniéndome al margen debido a que no él no quería meterme en una guerra que. según su opinión, no me correspondía.
Cuando el profesor Lupin me contó su muerte una pequeña parte de mí desapareció con él ese día. Tuve una de las mayores discusiones con Draco y estuvimos alejados mucho tiempo después de eso. Hasta que no comenzó a alejarse de la sombra de su padre no volvimos a tener la misma relación.
Y Lucius... bueno. Si antes de eso lo odiaba, la muerte de Sirius solo sirvió para que desease cada día que desapareciese de la faz de la tierra. Además empecé a realizar pequeñas acciones para frustrar los planes del Señor Tenebroso manteniéndome alejada del foco. Tal y como Sirius habría querido.
Sirius seguía vivo. Torturado y encerrado por antiguos mortífagos que querían volver al poder de la manera más legal posible: Ganando las elecciones a Ministro de Magia. Era un plan tan sencillo que me sorprendió que nadie lo hubiese intentado antes, sabiendo que el odio era un arma muy fuerte para mover a las masas. Más en tiempos de postguerra, en las que el miedo sigue siendo una forma de manipulación política importante.
Me encontraba en la Torre de Astronomía, sentada casi al filo de el ventanal apoyada en la pared. El calor suave del verano empezaba a asomar en esta zona del país y el sol acariciaba mi blanca piel con dulzura. Los alumnos estaban preparándose para la vuelta a casa y se oían sus voces desde esa altura. Risas, llantos, gritos desesperados por no encontrar algo importante... el curso había terminado y, con él, cientos de historias que el año siguiente serían distintas y puede que hasta más emocionantes para ellos.
Habían pasado semanas desde mi "secuestro". Algunos se alegraron mucho cuando aparecí, otros preferían que no lo hubiese hecho. Draco dijo que me había encontrado desmayada en uno de los pasillos y continué su juego. Dije que no me encontraba bien y perdí la consciencia cuando me dirigía a la enfermería. Todos parecieron creerme, aunque pude ver dudas en el rostro de algunos de mis amigos pero ninguno quiso indagar.
No encontraron a los responsables de la pintada y el curso transcurrió con normalidad. Con un poco de miedo y llantos por parte de algunos alumnos, pero ni Draco ni yo dijimos nada. Aun estábamos asimilando lo que iba a pasar. Además, fue una idea tan infantil por parte de Pansy y Blaise para atraer a Draco y desacreditarme de alguna manera que daba hasta vergüenza. Aunque escuché a Angelina y Cho cuchichear en algún momento sobre mi implicación y ganas de atención, pero las ignoré. Tenía problemas mucho mayores a los que enfrentarme.
El torneo siguió su curso normal. Hogwarts se alzó con el primer Trofeo de la Concordia gracias a Marissa Stein, de Slytherin. Me sentí muy orgullosa de su actuación como capitana en la tercera prueba, eligiendo a jugadores y jugadoras mejores que ella y quedándose en las gradas para dar indicaciones y ánimos. Zabinni y Theo encontraron gente para las pruebas de su equipo, tal y como querían desde el principio, pero no me convenció su escusa. Sabiendo sus verdaderas intenciones era muy probable que quisiesen reclutarlos para algo distinto. Los visitantes de Durnstrang y Beauxbatons abandonaron el colegio encantados a pesar de la derrota. Viktor prometió volver a vernos lo antes posible con Ivan y Fleur estaba muy feliz de llevarse una buena experiencia. Leonor, bueno, la verdad es que no me importaba mucho lo que pensase.
Durante este tiempo me encerré en las mazmorras con mis pociones. Siempre me había ayudado a pensar y hasta dormía en la habitación de Snape para no tener que encontrarme con mis compañeros. Todos estaban muy ocupados con el final del torneo y los exámenes, por lo que quitando un par de preguntas sobre mi estado de ánimo no me molestaron mucho. En ese momento, sentada en la torre contemplando las alturas supe lo que tenía que hacer.
—Black.
La voz me sorprendió, pues pensaba que estaba completamente sola. Me giré para encontrarme con los ojos castaños que tantas veces me habían vuelto loca en muchos sentidos. George se sentó al otro lado del ventanal en silencio, mientras miraba el paisaje. No habíamos hablado desde la discusión.
—No te he dado las gracias por buscarme cuando me desmayé —dije, rompiendo el silencio—. Ginny me lo contó de pasada y, con todo el lío de los exámenes y el torneo, lo olvidé.
—No es nada. Me preocupé después de nuestra discusión. Temí que te hubiese pasado algo por mi culpa —respondió con tranquilidad.
Continuamos admirando las vistas durante un tiempo, en silencio. Me sentía cómoda a su lado, a pesar de que nos habíamos alejado. Había tomado una decisión y que hubiese aparecido en ese momento parecía una señal de que era lo correcto. Tendría que tener cuidado y, a pesar de todo, evitar que Draco sufriese ningún daño. Porque era mi amigo y lo seguía queriendo. Sabía que esto era debido al miedo que aun sentía por su padre y por protegerme. Eso sería una de mis prioridades, intentar que se alejase de todo eso.
—George, tengo algo que contarte. Bueno, a todos.
—Me alegro que lo digas —dijo, soltando un suspiro de alivio—. Te he notado rara estas semanas, pero no quería agobiarte. Pensé que era por los exámenes y eso, pero todo lo de tu desaparición me pareció extraño. Yo había recorrido el pasillo por donde contaste que te desmayaste y no estabas. Además, Malfoy vuelve a tener ese aire extraño como cuando...
Tenía razón, había sido una excusa horrible. Y que Draco y yo nos hubiésemos separado tanto y el volviese a retomar su amistad con Nott, Zabinni y Pansy podía resultar sospechoso, pero eso no era nada más que la punta del iceberg.
—Es que... es muy difícil —contesté levantándome y caminando hasta la puerta para que no notase que las lágrimas comenzaban a recorrer mi rostro.
—Eh. No te preocupes, te ayudaremos.
Noté como caminaba a mis espaldas y tomaba mi mano. Una corriente atravesó mi cuerpo naciendo donde sus dedos rozaban los míos. Me giré y vi como una sonrisa cansada atravesaba su rostro. Su pelo brillaba con la luz del sol mientras con su mano libre acariciaba mi mejilla. Cerré los ojos, sintiendo la calidez y rudeza de su piel.
—Cuando sepas lo que está pasando puede que no quieras volver a tener que ver conmigo —contesté.
—No creo que eso sea posible.
Salimos del aula camino de la entrada del castillo. No me soltó la mano en ningún momento y eso ayudó a que me reafirmara más en mis intenciones. Se que podía confiar en ellos. No solo en George, también en Ginny, Hermione, Ron y Harry. Son mis amigos, juntos podríamos parar la locura que Malfoy quería desatar y liberar a Sirius.
—Bueno, ¿vas a contarme lo que está pasando? —preguntó en mi oído cuando llegamos a donde estaban todos los alumnos esperando los carruajes que les llevarían al tren.
Miré, sin querer, hacia donde estaba Draco. Pansy le tenía cogido del brazo como antiguamente y reía como una loca de algo que Zabinni les estaba contado. El rubio estaba serio, con la mirada gris perdida en el horizonte y sus cuerpo encorvado como hace años. Parecía que volviese a llevar un gran peso a sus espaldas. Y así era.
—Quiero contároslo a todos juntos —contesté—. Podríamos quedar en Londres en un par de días, cuando estéis todos tranquilos y acomodados en casa.
—Creo que no hará falta —respondió con una sonrisa—. Ginny te va a pedir que pases unas semanas con nosotros. Hermione y Harry siguen viviendo con nosotros y dice que necesitará toda la ayuda posible para lidiar con Ron y conmigo.
Una risa escapó de mis labios, lo que me sorprendió porque hacía mucho tiempo que no la escuchaba. Me encantaba el plan y era muy útil para mis intenciones. Porque aunque todo principio tiene un final, este año parecía que no iba a acabar. Aun tendría que lidiar con bastantes problemas y prefería hacerlo desde la calidez de la Madriguera antes que en mi frío piso en Londres.
Nos subimos a uno de los carros, ya que quedaban pocos alumnos en el claro y nos necesitarían en la estación. Cuando puse el pie en el segundo escalón trastabillé y los brazos fuertes de George me sujetaron para que no cayese, levantándome con fuerza haciendo que me sonrojara. Entonces sentí la cercanía de sus labios en mi oreja mientras susurraba con voz ronca:
—No voy a estar ahí siempre para sujetarte, Black.
Sonreí, esperando que siempre estuviese allí.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
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