La madriguera
- ¡Ronald Weasley! ¡Te he dicho mil veces que no te comieses la tarta que preparo cuando tenemos invitados!
- Lof fiento, madfe.
- Y no hables con la boca llena. Vamos, limpia ese estropicio. A mano, ni se te ocurra usar magia. ¿Dónde está tu hermana? Las chicas tienen que estar a punto de llegar.
Y efectivamente, estábamos llegando. Escuchamos esta conversación desde la puerta, donde me quedé petrificada mientras pensaba que narices estaba haciendo allí.
El sol primaveral resplandecía en el cielo cuando aún faltaban bastantes horas para el ocaso. Llevaba una camiseta negra de manga corta y sin escote, metida dentro de unos pantalones negros muy anchos. Me tendría que haber puesto algo corto pero quería causar buena impresión a la familia, aunque no se que sería peor: se encontrarían con una Black gorda, bajita y sudorosa a la que se le estaba empezando a quemar la cara por no haberse puesto crema. Que buen comienzo.
- ¿Qué te pasa? - preguntó Hermione
Habíamos llegado las dos juntas pues tuvimos que pasar por nuestros apartamentos en Londres para coger algunas cosas. En realidad yo solo quería comprobar que todo estuviese correcto, llevaba sin estar allí desde verano, pero mi amiga me insistió en que debía cambiar mi vestuario y coger cosas más "alegres". Se rindió en cuanto vio mi armario y todo era igual: negro, verde oscuro y vaquero. Cogió las cosas vaqueras y un par de cosas coloridas que encontramos de milagro. Casi le da un soponcio cuando me vio cambiada toda de negro, pero no protestó. Llegábamos tarde al traslador que nos llevaría cerca de la madriguera y Hermione Granger odiaba llegar tarde, más aun a casa de su suegra.
- Esto no ha sido una buena idea.
- No digas tonterías - dijo mientras me empujaba, obligándome a entrar en la casa.
Nada más pasar un olor a canela y naranja me golpeó con fuerza. Una sensación cálida invadió mi cuerpo, mis músculos se destensaron en el momento. Sonreí sin darme cuenta, ese lugar tan desordenado y colorido parecía un hogar. Si los espacios tuviesen alma la de este sería buena, divertida y pura. Me sobresalté al notar que mi maleta quería escapar de mis manos. La solté y subió rápidamente por las escaleras justo en el momento en el que una pequeña mujer salía de la cocina sosteniendo un trapo que se colocó en el hombro mientras nos dirigía una sonrisa.
- ¡Mi pequeña Hermione! - dijo abrazando a mi amiga - Te he extrañado muchísimo, tus cartas me alegran los días. Al menos alguien se encarga de contarme que esta pasando por la escuela. Si, lo digo por ti Ronald. No me haces ni caso. ¡Y te he dicho que no uses magia! Disculpa los gritos, ya sabes como son estos chicos. Me vuelven loca. Perdón, que maleducada soy. Tu debes de ser Marta, ¿verdad?
- Encantada, se-señora Weasley - contesté tendiéndole la mano - Gracias por acogerme en su casa.
- Querida, llámame Molly - respondió, esquivando mi mano y dándome un abrazo que me dejo sin respiración - llevo intentando que Harry y Hermione lo hagan durante años y no lo consigo. Espero que tu seas una buena chica y me hagas caso.
- De acuerdo se... Molly - dije con una sonrisa.
- Vuestras maletas están en la habitación, dormiréis con Ginny y no quiero que nadie haga escapadas nocturnas. Esta noche estaréis solos, Arthur tiene mucho trabajo porque a algún idiota se le ocurrió que podría ser divertido encantar la noria del parque de atracciones para que no dejase de girar. En fin, él no estará y Ginny vendrá después de comer conmigo a ayudar a Bill y a Fleur con la niña. Estoy hablando demasiado, en fin. Os dejo a las dos de responsables. ¿Puedo confiar en vosotras?
- Claro que si - respondió Hermione - Sabe que siempre puede contar conmigo y Marta me ayudará.
- Tutéame Hermione. Y ahora a cambiarse y en diez minutos os quiero sentadas en la mesa.
Subimos a la habitación, estaba un poco aturullada por la conversación con la señora Weasley pero me había dejado una buena sensación. Me gustaba esa mujer, nos íbamos a llevar bien. Allí estaba Ginny que nos recibió con un gran abrazo. Había tres camas en la habitación que parecían tan mullidas como una nube, con mantas gruesas y suaves. Todas eran rojas y naranjas. Había muchos posters de Quidditch y varias cosas de Ginny esparcidas todos lados. Me cambié la ropa, poniéndome un pantalón de chándal gris por las rodillas y una camiseta blanca ancha. Bajamos riéndonos hasta que nos cruzamos con Harry. Le saludé tímidamente pero la tensión se palpaba en el ambiente. Llegamos a la cocina en silencio, donde Ron y la señora Weasley nos estaban esperando.
- ¿Dónde está George? Este chico... siempre tan impuntual.
Mientras nos sentábamos el aludido apareció por la puerta del jardín. Tenía el pelo revuelto, iba sin camiseta y sus músculos se acentuaban en las partes por donde el sudor le recorría. Tenía manchas de tierra y fue a lavarse las manos, por lo que quedó de espaldas a nosotros y pude disfrutar de...
- Cierra la boca, te van a pillar - dijo Hermione mientras me daba una patada.
La verdad ese que me había quedado embobada contemplando al pelirrojo. La señora Weasley estaba increpándole diciendo que tenían invitados y que no podía pasearse de esa manera por la casa. George sonreía intentando darle un abrazo para mancharla mientras ella huía entre risas por la cocina. Empezamos a comer cuando este volvió ya vestido y charlamos sobre cosas sin importancia. Molly nos preguntó por las clases, los alumnos y pasamos un rato bastante agradable.
Cuando terminamos subimos a la habitación y aproveché para ducharme. Me puse la misma ropa, no estaba sucia y podía estar cómoda. Escuchaba a Ginny y a Hermione hablar animadamente mientras me peinaba. Parecía que la pelirroja estaba mucho mejor y me alegré por ello. Solo habían pasado dos días de la horrible fiesta y ninguno de mis amigos había mencionado el tema de Blaise, aunque tampoco me había cruzado con mucha gente. Draco vino a verme al día siguiente preguntándome que había pasado, pues aunque no se encontraba en la fiesta Pansy le había contado todo. Lo tranquilicé, le dije que estaba bien y que pasaría las vacaciones fuera y le hice prometerme que no haría nada a Blaise (al menos mientras yo no estuviese presente para disfrutarlo) Él pasaría las vacaciones en la casa Malfoy, así es que nos mandaríamos cartas durante estas dos semanas.
Nos sentamos las tres en las camas, pensando que haríamos esta tarde antes de que Ginny se fuese y justo en ese instante alguien toco la puerta.
- Adelante - dijo Hermione.
Pero nadie entró. En cambio, una nota apareció por debajo de la puerta mientras escuchábamos unos pies corriendo por las escaleras. Hermione se levantó a cogerlo, lo leyó y comenzó a ponerse colorada. Parecía enfadada. Abrió la puerta y comenzó a gritar.
- ¡Ronald!
- ¡Dime! - se escuchó a lo lejos.
- ¡Sube aquí ahora mismo!
El aludido llegó a la habitación y se quedó en el umbral con las manos en los bolsillos y una sonrisa. Nos saludó a Ginny y a mí con un movimiento de cabeza antes de poner toda su atención en Hermione.
- ¿Qué es esto? - dijo Herms tendiéndole la nota - ¿Cómo que una fiesta?
- Ha sido una tontería - contestó este cogiéndola - Solo quería decíroslo de una forma graciosa, pero ha sido infantil. Ahora lo veo.
- No vamos a hacer ninguna fiesta esta noche - contestó mi amiga cruzándose de brazos.
- Pero...
- No hay peros.
- Herms - dije tomándola del brazo - No creo que Ron se refiriese a una fiesta. Más bien una reunión, tomar algo mientras jugamos o vemos alguna película muggle.
- ¡Eso! - contestó el aludido - Va a hacer una noche muy buena y podríamos pasarla todos juntos.
- Sin mi... - dijo Ginny, haciendo un puchero.
- Tranquila - respondí pasando mi brazo por sus hombros - Cuando vuelvas haremos otra. Ya somos adultos, seguro que tus padres nos dejan sin problema. O podemos esperar a alguna otra noche que falten los dos para que sea más...emocionante.
- ¿Me lo prometes?
Asentí sonriendo y me dio un abrazo. Sabía que no le apetecía mucho ir a ver a su hermano, sobre todo por su relación con Fleur. Pero ella sabía comportarse mejor que su madre y si no iba podía acabar todo en un desastre. Hermione y Ron siguieron discutiendo un poco más, diciendo esta lo que estaba permitido esa noche y lo que no mientras el pelirrojo la miraba seria. De repente, se acercó y le dio un beso corto en los labios y salió corriendo escaleras abajo. Hermione no se lo esperaba y se quedó sin palabras con una sonrisa tonta en los labios.
- Bueno, ya se que tengo que hacer cuando quiera que te calles - dijo Ginny.
Hermione le miró amenazante y comenzó a reír mientras le tiraba un cojín. Jugamos un rato hasta que Ginny tuvo que irse, nos despedimos prometiendo contarle todo lo que hiciésemos esa noche. La señora Weasley nos dejó toda la cena preparada y se despidió con una advertencia mientras nos abrazaba a todos.
Terminamos de cenar y nos fuimos al salón los cuatro, con bebidas muggles que había comprado Harry en su último viaje a Londres. De repente, George apareció por la puerta. Llevaba una camiseta negra de manga corta que marcaba sus brazos, unos pantalones granates de pijama con goma en los tobillos y cintura baja. Tenía el pelo mojado, como si acabase de ducharse. Lanzó una sonrisa mientras recorría a todos con la mirada.
- ¿Habéis empezado sin mí? Muy mal, chicos. Muy mal.
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