Fiesta de profesores (Parte 2)
En ese momento no quería encontrarme con nadie y menos con la persona que me llamó.
—¡Vete! No quiero hablar con nadie.
Me levanté despacio, limpié mis lágrimas intentando no emborronar más el desastre en el que se había convertido mi maquillaje. Ignoré los golpes suaves en la puerta y me dirigí hacia el armario que tenía en la habitación. Cogí una túnica de repuesto que tenía. No quería que nadie volviese a verme con ese vestido y si no lo quemaba con algún hechizo en ese momento era porque me lo había prestado Hermione y no quería que se disgustase. Me lo quité, con tan mala suerte que se me enganchó en el collar mientras lo sacaba por la cabeza, lo que hizo que me desestabilizase y tropezara con uno de los pupitres cercanos. Me lastimé la espinilla y acabé en el suelo de una forma bastante vergonzosa. Después de esto, escuché como la persona que estaba detrás de la puerta realizaba un alohomora y entraba en la habitación.
—No sé qué decir a esto...
Bajé un poco el vestido que me estaba tapando la vista y mis peores temores se confirmaron. George me miraba divertido, con una mano en la nuca y una sonrisa pícara. Inmediatamente me puse colorada y me levanté intentando ponerme de nuevo el vestido, pero lo malo de ponerse ropa demasiado ajustada cuando tienes kilos de más era que es muy difícil de bajar.
—Espera, espera —dijo George mientras sentía sus grandes manos cogiendo el vestido—. Creo que lo mejor sería que te lo quitases, no parece muy cómodo volverlo a bajar.
—¿Qué? —exclamé poniéndome nerviosa— ¡No pienso dejar que me quites el vestido!
—Pero si ya te estoy viendo sin él —contestó divertido mientras lo sacaba.
Cuando acabó, me encontré totalmente expuesta. Aún llevaba un sujetador de encaje que casi no abarcaba mi abundante pecho y un culote alto de encaje negro a juego. CÓmo me alegraba de no haberme puesto mi ropa interior cómoda, principalmente gracias a que Herms me convenció de no hacerlo por si, y cito textualmente, "conseguía tener algo de acción esa noche". Subí la cabeza para mirarle a los ojos, tenía a George demasiado cerca y una de sus grandes manos seguía rozando mi cuello. Durante unos segundos, noté como miraba mi pecho y sus ojos marrones se oscurecieron. Una corriente recorrió todo mi cuerpo y mi piel se erizó, sintiendo un cosquilleo que hacía mucho que no sentía. Puede que me equivocase, pero noté su deseo. Tras esto, George me miró a los ojos y vi como su piel se tornaba roja. Volteó su cara hacia otro lado. Recordé entonces la situación y rápidamente me tapé como pude con las manos.
—¿Puedes pasarme la túnica? —dije avergonzada.
—Claro —contestó separándose de mí y buscándola. Cuando la encontró y sin que se lo pidiese comenzó a ponérmela, al contrario que había hecho con el vestido. Y a pesar de que la tensión había desaparecido, noté como sus dedos rozaban mi cuerpo al colocarla.
—Gracias por tu ayuda, ya puedes irte. No quiero fastidiarte la fiesta.
Me senté en mi escritorio y disimulando cogí unos pergaminos que tenía encima de la mesa y me dispuse a ojearlos. En ese momento quería estar sola y sumergirme en mis pociones, buscar mi lugar seguro. Recordé que mi cara debía de parecer un desastre, por todo el maquillaje corrido con las lágrimas y el vestido. Cogí unos pañuelos que tenía en el cajón y cuando levanté la mirada vi que George se encontraba apoyado delante de mí en el escritorio, mirando fijamente. Le sostuve la mirada, desafiante, mientras me limpiaba la cara despacio.
—¿Qué?
—No deberías hacerles caso.
—No sé de lo que me estas hablando —contesté apartando la mirada.
—Black —dijo mientras se acercaba más a mí—, puede que sea por el alcohol, o porque antes de todo esto... antes de todo, yo no era así. Nunca me ha gustado que hiciesen daño a los demás. Me echaron de Hogwarts por defender a mis compañeros de una abusona. El caso... Que no me caigas bien no significa que apoye a Angelina en esto. No debió meterse contigo de esa manera.
—Vaya.
Me había dejado sin palabras. Siempre había pensado que el odio de George era más fuerte. Estos meses en el castillo habían sido demasiado para mí, intentando evitarlos porque sabía que por mucho que les explicase que yo no era como mi tía, no era una mortífaga, nunca me aceptarían. Conseguí esbozar una sonrisa que no fue correspondida, pero al menos su mirada no irradiaba ese odio de antes.
—Muchas gracias, pero no te preocupes. Sé cuidarme sola.
—Ya lo sé —contestó mientras se dirigía a la puerta—. ¿Seguro qué no quieres volver a la fiesta?
—No te preocupes. Adelantaré algunas cosas y me iré a descansar. Ha sido un día cansado.
—De acuerdo. Por cierto, no creas no me acuerdo de que tenemos una conversación pendiente, pero creo que podrá esperar.
Continuó hacia la salida y, cuando llegó, pareció titubear y se dio la vuelta. Puede que fuese porque ese día había bebido un poco o su cambio hacia mí en esos momentos, pero verlo ahí tan alto, con su camisa negra y los vaqueros anchos, su pelo rojo cayendo despreocupadamente y al fin, su sonrisa, despertó algo en mí. Cielo santo, era demasiado atractivo.
—Black.
¿Qué me estaba pasando?
—¿Sí? —pregunté un poco azorada, pensando que me había pillado mirándole fijamente.
—Sé que no debería decirlo, que mi opinión no importa, pero que sepas que para mí estabas preciosa.
Antes de que pudiese contestarle, salió rápidamente y me dejo allí, pasmada. ¿Qué diablos acababa de pasar?
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