Desesperación
—Black, por favor, reacciona... No me hagas esto... ¡Marta!
La voz de Draco sonaba en mi cabeza como si se encontrase a cientos de metros de distancia. La pesadez de mis párpados me impedía abrir los ojos pero poco a poco la consciencia volvía a mi. Sentí el frío suelo en mi espalda, el olor a humedad y polvo que había en el ambiente de cualquiera que fuese el lugar en el que me encontraba, el dolor que nacía desde lo más hondo de mi cabeza llegando a las diferentes partes de mi cuerpo.
—Marta, no me hagas esto... despierta. ¡Despierta, maldita sea!
Mientras intentaba, sin éxito, levantarme los recuerdos volvieron a mi mente como un torbellino arrasando con todo lo que encontraba. La pelea con George, la llegada de Draco, su discusión y mi huida hacia el castillo hasta que escuché una voz conocida y después... Oscuridad.
Con las pocas fuerzas que iba recobrando apreté la mano que Draco me estaba sujetando. Abrí los ojos y vi su cara pálida llena de lágrimas mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Se limpió las mejillas mientras acariciaba mi pelo con dulzura.
—Dios, Black. ¡Qué susto me has dado! Pensaba que te había perdido.
—Aun tendrás que aguantarme durante, al menos, un poco más de tiempo —contesté mientras carraspeaba. Tenía la garganta seca y agarrotada.
Me incorporé con dificultad y Draco me rodeó con sus brazos. Noté su cuerpo temblando mientras me apretaba con fuerza. Sorprendida, le devolví el abrazo mirando a mi alrededor. Reconocí la sala de los menesteres. Había encontrado este lugar varias veces a lo largo de mi estancia en la escuela, sobre todo cuando discutía con el rubio o necesitaba tiempo para estar sola y despejarme de todo lo que había pasado.
Pensaba que se había destruido hace tres años durante la batalla pero parecía que la magia de este lugar era mucho más fuerte de lo que todos nosotros imaginábamos.
—¿Qué ha pasado?¿Quién te ha hecho esto?
—No estoy segura —respondí mientras Draco me ayudaba a levantarme—. Me habló antes de perder la conciencia pero no creo que...
—Vaya, Malfoy. Pensamos que tardarías más en encontrarla. Es una pena, nos hubiésemos divertido mucho con ella.
De nuevo mi instinto me había fallado. Recordaba su voz, pero no quería pensar que a pesar de todo pudiese hacerme daño. Creí que había sido solo un jueguecito y ya se le había pasado, pero parecía que aún no podría sacarle de mi vida.
—Blaise, ¿qué narices esta pasando? —preguntó Draco, desconcertado.
La sonrisa de Zabinni hizo que las fuerzas me fallaran. No podía evitar pensar que había estado mucho tiempo inconsciente con el dueño de esa expresión tan desquiciada. Sin darme cuenta me había colocado detrás de Draco que utilizaba su cuerpo para protegerme.
—Lo sabrás muy pronto —contestó caminando mientras miraba hacia un punto detrás de nosotros.
—¿No fue suficiente con la vergüenza que me hiciste pasar? —grité enfadada, sacando fuerzas de donde no las tenía—. ¿Te parece normal golpear a alguien y secuestrarla?
—No todo gira en torno a ti, zorra pretenciosa.
Esas palabras llegaron a nuestras espaldas e hicieron que me sobresaltara. Pansy caminaba hacia nosotros con un llamativo vestido verde que parecía un elemento discordante en el lugar. Al verla me di cuenta de que Blaise llevaba una camisa del mismo color. Fruncí el ceño ante la sorpresa de no haberme fijado en ello, pues siempre vestía de negro.
—Pansy, ¿qué haces aquí?
—Enseguida voy contigo, mi querido Draco. Antes quiero decirle a esta idiota que siempre la he odiado. Odio tu cara, tu cuerpo fofo, tu forma de ser y, sobre todo, odio la forma en la que siempre revoloteabas alrededor de mi novio como una desesperada. ¿De verdad creías que se iba a fijar en ti? Solo eras su perrito faldero y, aunque hayas conseguido separarnos, todo ha sido en vano porque estamos destinados a estar juntos.
Cuando terminó su cara estaba tan roja de toda la bilis que había expulsado que pensé que iba a desmayarse. Poco a poco fue recobrando la compostura, limpiando un poco de saliva que había quedado entre sus labios y sonriendo como una desquiciada.
Draco levantó su varita, preparado para atacarla, pero Blaise fue más rápido.
—¡Expeliermus!
La varita del rubio salió disparada perdiéndose debajo de uno de los cientos de muebles que había en la habitación. Sujeté su brazo para impedir que hiciese una locura. Estaba muy tenso y enfadado, no solo por la situación si no por el odio que le tenía a ese hechizo.
—Eres tan predecible, Malfoy. Después de tanto tiempo y aún se te puede sorprender con un hechizo que sabe hasta un niño de once años.
Le agarré con más fuerza. Era una estupidez enfrentarse a ellos desarmados. Con la mano libre comencé a buscar mi varita al darme cuenta de que ni si quiera había comprobado si la tenía.
—¿Buscas esto? —dijo Pansy con una sonrisa divertida mientras sostenía mi varita.
Esto estaba siendo demasiado, no entendía nada. ¿Por qué estaban los dos aquí? ¿Por qué me habían dejado inconsciente? ¿Todo esto era por celos, envidia o despecho? No los creía capaces de algo tan ruin. Ni si quiera a Pansy.
—Nos vamos, Marta. No se que queríais conseguir con esto pero no tiene gracia. Estáis locos —dijo Draco mientras tomaba mi mano y me guiaba a la salida.
Cuando solo habíamos avanzado un par de metros Theodore Nott nos cortó el paso. Llevaba una corbata verde sobre un traje negro, del mismo tono que los otros dos. Me llamaba demasiado la atención ese detalle pero puede que fuese porque mi mente aún no estaba muy despierta.
Nos habían rodeado entre los tres y estábamos desarmados. Solo nos quedaba esperar y rogar porque solo fuese una broma o un escarmiento y pudiésemos volver a nuestras vidas normales. Pero eso no iba a ser posible, estaba segura.
—Nott, ¿tu también formas parte de esta locura?
El chico no contestó, solo se encogió de hombros y continuó con esa expresión imperturbable. Me daba incluso más miedo que los otros dos, esa frialdad que desprendía dudaba mucho que lo hiciese cometer algún error en caso de que fuese necesario defendernos. Además, ¿qué pintaba él en todo esto? Los otros dos tenían sus retorcidos motivos contra nosotros, pero que yo sepa nunca habíamos tenido ningún problema con Theo. Nuestra relación había sido buena y cordial desde hace años.
Draco se encontraba a punto de estallar. Lo notaba por la fuerza con la que me estaba sujetando. Su cara se fue tiñendo de color granate y los ojos parecía que fuesen a salirse de sus órbitas. Puse mi mano en su espalda, esperando calmarle. Pero no surtió efecto.
—Dejadnos salir de aquí ahora mismo o mi padre se enterará...
—¿De qué me enteraré, Draco?
Si no llega a ser porque el rubio me estaba sujetando me hubiese desmayado en ese mismo momento. Lucius Malfoy apareció de detrás de uno de los armarios con su bastón en la mano. Lentamente se iba acercando a nosotros y me di cuenta de que estaba mucho más delgado que la última vez que le vi hace algunos años. Siempre evitaba ir a casa de Draco cuando estaba él, no nos llevábamos bien.
Esa había sido siempre mi cruz, no encajaba en ningún lado. Todos tenían algún motivo para detestarme.
Su pelo rubio, la nariz aguileña y el porte recio seguían imponiendo a pesar de que los últimos años no habían sido buenos para su familia. Me di cuenta de que en el rostro de Draco se podía observar una mezcla de pánico y sorpresa.
—Padre...
—Veo que sigues igual de pusilánime que siempre, hijo. No me puedo creer que cayeses en la trampa y vinieses a buscar a esa chica.
—Tengo un nombre, Lucius. Y lo conoces perfectamente —dije mientras me arrepentía al momento de haber abierto la boca.
—No te he dado permiso para que hables —respondió haciendo un gesto con la mano—. La verdad, no creo que hubiese hecho falta todo este teatro para reunir a los Slytherin en un lugar seguro, Zabinni.
El chico se encogió levemente al escuchar su nombre mientras agachaba la cabeza. Me seguía impresionando como ese hombre tenía controlada a casi toda la comunidad mágica. No era más que una sabandija y un cobarde.
—Lo siento, señor Malfoy. Fue idea de Parkinson, quería darle una... una lección a Black y le dije... le dije que no era necesario pero...
—Ya basta —cortó Lucius antes de que a Blaise le diera un ataque con tanto trabarse—. Te dejé a cargo de convocar esta reunión. Cuando me dijisteis lo que habíais hecho pensé que ibais a echarlo todo a perder. No le eches nunca la culpa a los demás de tus errores, muchacho.
—Si, señor —contestó más azorado aún que antes mientras Pansy le sacaba la lengua disimuladamente.
—¿De qué estáis hablando? —pregunté entre desconcertada y enfadada. No entendía nada de lo que estaba pasando.
Todos se acercaron a Lucius, colocándose a su lado quedando los cuatro en lo que parecía una pose ensayada delante de nosotros. Theodore con los brazos cruzados y la mirada segura, Pansy con una sonrisa de desdén y una mano apoyada en la cadera, Blaise con la cabeza aún un poco agachada pero firme. Me di cuenta de que el padre de mi amigo llevaba un pañuelo del mismo verde que la ropa de los demás, lo que hacía la escena más extraña aún.
—Quería que reuniesen a todos los Slytherin de la época del segundo alzamiento de nuestro señor tenebroso, Black. Tenemos que hablar de nuestra venganza contra el mundo mágico.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro