Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 27

Alexa.

Le doy un vistazo al recipiente que se encuentra sobre el lavabo, dentro de él hay una, dos, tres, hasta cuatro pruebas caseras de embarazo, y a su lado, el recipiente que contiene una quinta en proceso de dar su veredicto. ¿Qué probabilidades hay de que las primeras cuatro se equivoquen? Que la quinta marque negativo, y sea la única que está en lo correcto. Realmente ninguna, ¿o si? La alarma de mi celular suena, logrando que me sobresalte, luego de estar viendo a un punto incierto mientras esperaba. Tengo miedo de ver el resultado, estoy a punto de llorar, pues con cada prueba todo se vuelve un poco más real, soy consciente de lo que está sucediendo, por supuesto, pero una parte de mí está en negación, como si se tratara de un mal sueño. En realidad, esperando que lo sea.

Me acerco temblorosa a la última prueba, y lo veo por quinta vez, un positivo que me confirma lo obvio, estoy embarazada. Suelto el llanto sin saber realmente por qué, no me siento mal, al contrario, me emociona hasta cierto punto, pero temo la reacción de Javier, más que nada porque nos estábamos cuidando. Me debato entre decirle o no, es decir, tarde o temprano se dará cuenta, pero no sé si es un buen momento, ni siquiera lo he visto desde el día de la inauguración, no hemos hablado y en mi departamento sigue sin aparecerse.

Algo me dice que debo esperar, encontrar un poco de paz, ya que no puedo dejar de llorar. Incluso toco mi vientre incrédula,  mientras salgo del baño con las pruebas de embarazo en mano. Decido que lo mejor será prepararme uno de esos tés de frutas podridas que Loreto me regaló recientemente, y beberlo mientras pienso en cómo abordaré el tema. No puedo simplemente llegar con Javier y decirle "Oye, seremos padres". También debo pensar en cómo se lo diré a Loreto. Sé que se volverá loca cuando se lo cuente, y por supuesto se lo diré también a Elías, ambos serán los padrinos de mi bebé.

Me lleno de valor conforme bebo el té. Sé que es mejor enfrentar la situación lo antes posible, decirle a Javier que estamos esperando un bebé, y saber de una vez por todas qué opina al respecto, qué pasará con nosotros, ¿habrá un nosotros?. De nada sirve estarme haciendo ideas, ni darle vueltas al asunto mentalmente. Así que tras verificar que las pruebas de embarazo ya están secas, las meto en mi bolso. Me cambio de ropa para no llegar en pijama a su departamento, y salgo, con las llaves en mano, subiendo las escaleras hasta su piso, pues el maldito elevador dejó de funcionar hace unos tres días.

Cuando estoy frente a su departamento, hay algo dentro de mí, que me pide a gritos no entrar, es una especie de pánico que me impide moverme, y logra que mi estómago se contraiga por los nervios. De cualquier forma decido ignorar cualquier cosa que me detenga a enfrentar la situación. Meto la llave que Javier me dió, en el picaporte de su puerta, la abro y sin siquiera entrar en el departamento, siento como mi corazón se rompe en mil pedazos. La visión de Javier besando a Edith me hace salir disparada del departamento, luego de musitar una disculpa que no estoy segura de que escucharon.

No puedo creer lo que está sucediendo. Me siento mareada, con un nudo en la garganta y un escozor en los ojos. Trato de alejarme de ahí lo más pronto posible, pero me siento torpe repentinamente, para colmo de todo, olvido que el maldito elevador no sirve, y pierdo algunos segundos tratando de que abra. Veo a Javier salir de su departamento, buscándome con la mirada, por lo cual me encamino hacia las escaleras para volver a mí piso.

—Alexa, espera —pide, justo antes de que alcance el final del pasillo.

—Lo siento, no quise interrumpir —balbuceo sin voltear a verlo.

—Lamento no haberte dicho antes —se disculpa, alcanzándome.

Siento su mano, presionando sobre mi hombro para hacer que volteé. Mi corazón late desaforado y me digo a mi misma que debo ser valiente, que no debo llorar. Su tacto duele, escuchar su voz me llena de rabia, pero de cualquier forma, ésto pasaría en cualquier momento. Yo lo sabía, lo acepté y no tengo por qué llorar. No tengo por qué hacerlo.

—Me hubieras ahorrado una vergüenza frente a ella —respondo, tomando valor de no sé dónde, para verlo finalmente —. ¿Qué va a pensar? Sí me vio entrar a mis anchas en tu departamento, y luego salir de esa manera, contigo detrás.

—Creo que te debo una explicación —musita, ignorando lo que acabo de decir.

—De hecho no —contesto con voz temblorosa —. No tienes por qué. Es decir, teníamos un trato.

—Así es, pero siento que te lo debo. ¿Podemos hablar? En tu departamento.

—¿Qué le vas a decir? —cuestiono, refiriéndome a Edith y el hecho de que él vaya a mi departamento, dejándola sola en el suyo.

—No lo sé —admite.

Luce nervioso, quizá tanto o más de lo que yo estoy. No obstante, estoy segura que no es por el mismo motivo. Por supuesto, le importa ella y no quiere tener problemas al irse para hablar conmigo.

—Dejaste muchas de tus pertenencias en mi departamento —le recuerdo, dándole un pretexto de paso —, ve por ellas y hablaremos. Pero que sea rápido, tengo cosas que hacer —agrego fríamente.

Bajo las escaleras sin esperar una respuesta, y sin detenerme por miedo a que algún vecino me vea llorando por los pasillos.

—Vamos, Alexa, no puedes permitirte llorar —me digo en cuanto estoy a solas, a salvo en la cocina de mi casa —. No ahora. Debes ser fuerte.

Me repito ésto como un mantra, una y otra vez, durante lo que parece ser una eternidad. Estoy tan nerviosa que tiemblo involuntariamente. ¡Maldita sea! ¿Por qué ella? Se suponía que nada ocurría entre ellos dos, Edith sólo era una loca que lo acosaba con pretextos absurdos, pero él no correspondía. O sea, ¿en qué momento ocurrió? ¿cómo fue que no me di cuenta? Debí sospechar algo cuando los vi juntos en la inauguración del teatro, pero estaba más enfocada en lo que hacía ella, que en él correspondiéndole. Aunque también tuve que advertir algo cuando Javier dejó de venir a mi departamento, cuando supuestamente por el trabajo no podíamos vernos. Todo fue una vil mentira, yo realmente creí que él estaba trabajando, pero lo que hacía era estar con ella. ¡Maldita sea! Que ilusa fui. Pego un salto cuando escucho su voz llamándome desde la entrada.

—Pasa. Tus cosas están donde siempre —le informo, haciendo como que me preparo un té —. ¿Puedes llevarte todo de una vez? Necesito espacio en el closet para unas compras que Loreto y yo haremos el próximo fin de semana.

—Necesitamos hablar —me recuerda.

—No, ya te dije que no es necesario que me des ninguna explicación —respondo, encogiéndome de hombros, para restarle importancia. 

—Quiero hacerlo, Alexa —contesta, luciendo frustrado.

—¿Acaso me preguntaste si yo quiero? —cuestiono irónica —. Consentimiento, Javier.

—¿Podemos? Por favor —pide, señalándome que tome asiento en una silla frente a la mesa.

—De acuerdo. Pero que sea rápido.

Javier asiente, colocando su silla frente a la mía, de tal manera que lo único que nos separa, es el escaso medio metro de ancho en la mesa. Me escudriña por varios segundos, no sé exactamente qué busca, pero me mantengo con la misma actitud frívola de siempre ante las situaciones serias.

—Y bien —le apremio.

—Edith y yo comenzamos a salir hace poco —comienza —. Un par de semanas, luego de que tu sobrina naciera. Obviamente ya veníamos tratándonos desde antes, en los pasillos de la escuela, cuando ella pasaba cerca de la obra. Y poco a poco nos fuimos gustando.

—Lo entiendo, y te repito que no tienes por qué explicarme —le interrumpo.

—Y yo te repito que quiero hacerlo —me recuerda —. Alexa, contigo la paso genial y lo sabes. Pero necesito algo más. Nuestra..., Relación —duda —. Esto que teníamos, llegó a un punto en que se volvió monótono. Yo llegaba y tenía relaciones sexuales contigo, después trataba de hacerte un halago y sinceramente me daba miedo, porque algunos días te los tomabas a bien. Pero había otros en que te molestaba cuando yo te hablaba bonito, no sabía cómo ibas a reaccionar y sinceramente ya no quiero quedarme y averiguarlo.

Sus palabras me hieren. Me duele mucho escucharle hablar en ese tono cansado.

—Estoy tan harto de todo esto —continua —. Sabes que no es por tí, bien me dejaste claro desde el principio lo que querías, y yo acepté. Pero supongo que llega un punto en la vida de todo hombre, en que siente la necesidad de amar y ser amado. 

—Lo entiendo —murmuro.

—Alexa, eres una amiga y una amante excelente —me asegura —. Pero quiero algo más, algo que estoy seguro que puedo tener con Edith.

—Lo entiendo —le repito —. Sólo me queda desearte que seas feliz con ella. Y si me permites, debo irme. Quedé de ir con Loreto a organizar una cita para unos chicos que nos contactaron en la página de Facebook —miento levantándome de la silla —. Te quedas en tu casa. Por favor, cuando termines de sacar tus cosas cierras bien. Supongo que te veré en la escuela, para que me entregues tu copia de las llaves.

Javier asiente, levantándose también. No espero a que me responda nada más. Salgo de mi departamento, huyendo rumbo al estacionamiento. Mientras avanzo escaleras abajo, me siento mareada, todo es tan irreal, es una terrible pesadilla de la que no puedo despertar. Hay una presión en mi pecho que me impide respirar, y cuando llego a mi auto, me encierro en él como si se tratara de un refugio. Y lloro, lloro porque lo necesito, porque no sé qué más hacer, porque una parte de mí sabe que no habrá un nosotros, y tengo miedo de lo que me espera. No hay nadie que pueda sanar este dolor que me desgarra desde dentro, estoy rota, vacía y todo es mi maldita culpa. Quiero volver atrás, decirle que lo amo, que en el fondo de mi corazón siento que estamos destinados a estar juntos. Que ya no tengo más miedo de entregarle todo. Pero no hay remedio. 

Siento una ambivalencia que me destroza el alma. Por un lado es, como si la muerte me hubiera arrancado a alguien, alguien a quién tenía tantas cosas por decirle, a quien nunca le pedí perdón, y me duele porque ya no tendré la oportunidad de hacerlo, y si se lo digo de nada sirve porque es demasiado tarde. Y por otro lado siento como si la muerta fuera yo. No sé qué hacer, me estoy volviendo loca, sólo sé que debo salir de aquí, necesito desahogarme. Me limpio la lágrimas, enciendo el auto y comienzo a conducir rumbo al edificio de Loreto. Sé que es demasiado impertinente ir con ella y hablarle de mis problemas, sobre todo ahora que al fin parece estar feliz, luego de hacerse novia de Elías. Pero la necesito, necesito a mi mejor amiga, así como el consuelo y la seguridad que me brindan sus brazos, porque sé que ella no me va a juzgar, me escuchará y estoy segura que de alguna forma me hará sentir mejor.

Al llegar al edificio, el encargado me informa que Loreto ha salido a realizar algunas compras y que no tarda en volver. Por supuesto no me puede abrir la puerta del departamento, pero sí me permite pasar a esperarla frente a su puerta. Me siento en el suelo, incapaz de mantenerme de pie y me abrazo a mí misma, ni siquiera sé por qué lo hago, sólo sé que de alguna forma me hace sentir mejor. El pasillo se encuentra vacío, pero hay música proveniente del departamento vecino. La voz de Lewis Capaldi se cuela por la puerta hasta llegar a mí.

"And you're not here

To get me through it all

I let my guard down

And then you pulled the rug

I was getting kinda used to being someone you loved".

La letra de la canción sólo me hace sentir que me hundo más en la miseria, y por algún motivo me hace enojar. Tomo valor y me levanto para tocar la puerta del vecino hecha una furia.

—¿Qué ocurre? —pregunta el tipo que me abre la puerta, se le ve confundido —¿Pretendes tumbar mi puerta?

—Tu música me molesta, baja el volumen o quítala —le ordeno.

El chico sólo me sonríe encantador, y con el mando a distancia baja el volumen de la música, sin entrar a su casa nuevamente. Se cruza de hombros, apoya su cuerpo contra el umbral despreocupadamente y me echa un vistazo rápido de pies a cabeza.

—¿Por qué no me sorprende que seas tú quien atacó mi puerta? —pregunta, como si me conociera de toda la vida.

Es posible que quien ahora luzca confundida sea yo.

—Alexa Ponce —continúa, haciéndome ver que efectivamente me conoce —, un gusto conocerte finalmente, yo soy Hugo Martínez —agrega, tendiendo su mano hacia a mí, pero me causa desconfianza y no le correspondo al saludo.

—¿Cómo sabes quién soy? —pregunto sin rodeos.

—Primero que nada, no seas grosera —comenta divertido, moviendo su mano para que note que sigue estirada hacia mí, la estrecho, y él continúa hablando —. Digamos que tuve el honor de conocer tu voz la otra noche, mientras literalmente agredias a la ley en el departamento de Loreto. Después de eso, tuve que preguntarle al encargado del edificio quién era la histérica que no me había dejado dormir, posteriormente recibí un informe detallado sobre tí, y viendo el perfil en Facebook de Loreto, pude deducir que eras la chica que siempre salía con ella en las fotos. Y déjame decirte, tremendos ovarios tienes para ser tan pequeña, mira que golpear a un policía, ¡y frente a su compañero!.

—¿Lo supiste sólo, o las etiquetas te ayudaron? —cuestiono, ignorando lo último. 

—Las etiquetas ayudaron un poco —admite.

—Dices que eres Hugo Martínez, ¿no es cierto? —pregunto, conectando las piezas. Él asiente —. Eso explica muchas cosas.

—¿Como a Kitzia presentándose contigo en el baño de la escuela? —pregunta sin dejar de sonreír.

—Eso, por ejemplo.

—Justo estaba seleccionando las fotografías para el artículo que escribiré sobre el teatro de la secundaria —me informa, abriendo la puerta para invitarme a pasar con un ademán —¿Quieres pasar a escoger las tuyas?

—Mi madre me enseñó a no entrar en casa de un desconocido —bromeo, escuchando un par de pasos por el pasillo.

—No somos del todo desconocidos.

—De cualquier forma, Loreto ya viene —señalo —. Tal vez otro día —agrego, viendo a mi amiga sonreirnos y acercándose para abrir la puerta de su departamento.

—Es una cita —dice, antes de cerrar su puerta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro