Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Alexa

—Bien, de acuerdo, admito que burlarme de la virginidad de Loreto fue un golpe bajo, pero eso no justifica que me haya llamado mezquina para luego correrme de su casa.

—¿Y qué te dolió más, Alexa? —pregunta Javier, dando pequeños mordiscos en mi hombro desnudo —, ¿que te haya corrido de su casa, o que te haya golpeado con la verdad en la cara?

La pregunta me toma por sorpresa y para ser sincera, pensar en ello me resulta difícil con sus labios pegados a la piel de mi cuello y sus manos juguetonas en..., bueno, no importa dónde. Sólo no sé qué responder, así que opto por darle la vuelta al asunto.

—Me dolió más que subestimara las dimensiones de tu pene —respondo supuestamente ofendida. Eso distrae un poco su atención de los mimos que me está dando. Me mira curioso con esa sonrisa burlona de siempre y arquea una ceja —. Ella literalmente dijo que lo tenías del tamaño de un maní.

—No, cariño —me corrige volviendo a deslizar sus manos por debajo de las sábanas —. Ella claramente habló de esos amigos tuyos que describen cómo te quieren coger, yo me limito a hacerlo —me da un beso corto pero cargado de su habitual sensualidad, para después agregar con voz ronca: —Ven aquí para enseñarte lo que mi pene de maní es capaz de hacer.

Javier ha sido siempre lo más cercano a una relación que he tenido en toda mi vida. No somos novios ni nada por el estilo, para eso se requiere amor, somos más bien, lo que Loreto catalogaría como "cogeamigos". Nos conocimos en la facultad de arquitectura. Ambos compartíamos el mismo humor sardonico que nadie más entendía. Javier fue el único, de todo ese grupo de imbéciles, que realmente creía en mí; estuvo a mi lado en todas esas ocasiones que los estúpidos y estirados profesores limitaron mi creatividad y trataron de hacer mierda mi espíritu diciendo que no servía para eso y que la arquitectura no es cosa de mujeres. Malditos machistas de mierda. También fue el único que siguió en contacto conmigo luego de que abandonara la carrera para irme a estudiar educación artística, todos los demás se sintieron superiores a mí porque según ellos no aguanté la presión.

A

partir de entonces, Javier se convirtió en algo así como mi mejor amigo. Hemos estado con el otro en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, algo así como un matrimonio, pero con más sexo y menos amor. Y no es que no lo quiera, en realidad le tengo gran aprecio, es de las pocas personas que se han logrado colar en mi corazón, pero, ¿entonces por qué no somos novios?, bueno, la respuesta es mas simple de lo que parece. Sucede que ambos llegamos a un acuerdo para evitarnos problemas innecesarios. Cuando se es el novio o la novia de alguien se pierde cierta independencia y los celos comienzan a brotar de aquí y de allá. Que flojera.

Me levanto de la cama con la luz del faro colándose por la ventana, cuidando de no hacer mucho ruido para que Javier no se despierte. Me doy una ducha rápida, para después vestirme con lo primero que encuentro en el clóset, una blusa negra, un poncho color camello con negro, acompañado de una pashmina negra también, unos jeans algo desgastados y unos botines a juego con el poncho. Cuando entro a la cocina me encuentro a Javier en calzoncillos. El olor a hotcakes invade la cocina y me topo con la sonrisa de disculpas de mi amigo.

—Suéltalo ya —digo, sentándome frente a un enorme plato de hotcakes que él colocó sobre la mesa.

—¿A qué te refieres? —pregunta haciendo lo mismo que yo.

—Las malas noticias. Suéltalas ya —Me mira con ojos de no saber de qué diablos hablo —. Nunca eres tan servicial a menos que hayas hecho algo por lo que seguramente te trataré mal. ¿Qué hiciste?

—Nada..., todavía.

—¿Todavía?

—Adivina quién va a remodelar ese changarro que usas como teatro en la escuela. ¡Sorpresa! —agrega lo último al ver que no digo nada —No estás molesta, ¿por qué carajo no estás molesta?

—No tendría por qué estarlo —afirmo tranquila, bebiendo despreocupadamente mi café.

—Sí, tienes por qué estarlo. Alexa. El enano ese que tienes como director sabe que posees el conocimiento necesario para hacerlo tú misma, pero teme que lo vuelvas tan excéntrico como tú, es por eso que me contrató.

—El director no sabe que nos conocemos —informo como si fuera algo obvio.

—No, según sé. O sino no se hubiera atrevido a hablar así de ti en mi presencia.

—Bien —Sonrió pícara, levantándome a servirme más café.

—¿En qué estás pensando? —cuestiona él, siguiéndome con la mirada.

—En que el fanfarrón enano del director, cometió la grandísima estupidez de contratar al único arquitecto en toda Tlaxcala sobre el que tengo cierta influencia.

—No, Alexa —Abre los ojos de par en par al fin comprendiendo a qué me refiero —. Por ningún motivo voy a dejar que metas la naríz en mis planos, no hay forma que me convenzas.

—Cariño —canturreo, colocandome a horcadas sobre él y comienzo a mover mi cadera —. Tú y yo sabemos que tengo muchas y muy interesantes maneras de convencerte.

—Está bien. Acepto sugerencias, siempre y cuando sean razonables.

—¿Cuándo comienzas a trabajar en eso? —pregunto, haciendo caso omiso a la parte en que insinúa que no soy razonable.

—Hoy mismo.

—Perfecto —le doy un beso en los labios y me levanto de su regazo —. Apurémonos, que nos espera un día largo.

—¿Me vas a dejar así? —pregunta, haciendo un ademán para señalar la erección que se encuentra bajo sus calzoncillos.

—Ni que fuera para tanto —Me rio como boba al sentirlo levantarse tras de mí y pegar su erección contra mi trasero.

Salimos en el auto de Javier rumbo a la escuela. Queen suena en la radio y mi amigo me mira de reojo con una sonrisa en los labios al escucharme tratar de cantar toda la canción Bohemian Rhapsody sin equivocarme e imitando las distintas voces, tarea en la que estoy fracasando horriblemente y que se ve interrumpida porque Javier baja el volumen de la música cuando a pocos metros de la escuela ve a un oficial de tránsito hacerle una seña para que se orille.

—Buenos días —saluda el oficial que tan loca trae a Loreto.

Roberto, Rigoberto, Ruperto..., a decir verdad, no recuerdo su nombre. Pero si que tiene un bonito apodo que en una ocasión Loreto y yo le colocamos: el transidumbo. Una fusión entre tránsito y Dumbo, y es que el hombre tiene unas orejas tan grandes que me lo puedo imaginar volando con ellas. A Loreto le causa mucha gracia que lo llame así, solo que no se atreve a admitirlo y se hace la molesta por supuestamente ofender al futuro padre de sus hijos.

—¿Cuál es el problema, señor oficial? —pregunta Javier, entregando su licencia de conducir a Transidumbo.

—Su auto no trae placas, amigo.

—Sí, bueno, por si no se había dado cuenta, es un auto nuevo, de agencia —interfiero, haciéndole notar lo obvio —. Es probable que no vea de estos muy seguido, pero acá traemos el permiso, oficial Ruperto —Le señalo el documento que se encuentra pegado en el parabrisas del lado del copiloto, y él avanza hasta ahí.

—Los permisos expiran —dice leyendo a medias el papel.

Y ahí es cuando el hombre comienza a darnos una charla sobre la importancia de tramitar las placas lo antes posible. Charla que no termino de escuchar porque me pierdo en cavilaciones. Sinceramente no entiendo cómo es que Loreto está tan enamorada de ese hombre tan feo. Es decir, esas orejas, esas horribles muecas que hace mientras habla. Y el uniforme no es que le ayude mucho, hace que luzca como un saco de huesos. Ni siquiera llena el pantalón, hasta parece que no tiene trasero, ¡Uy! Y qué decir del frente.

—Muchas gracias, señor oficial. ¿Sería todo? —pregunta Javier, haciéndome volver a la realidad.

—Con usted sí, con ella no —Señala el Transidumbo.

—¿Yo qué hice? Ni siquiera vengo manejando —espeto molesta.

—Para empezar, no trae cinturón de seguridad, me he cansado de decirle que lo use —Me pongo el maldito cinturón de mala gana —. Bien, ahora, antes de que los deje ir, me gustaria que me hiciera un favor.

—No le hago sexo oral a desconocidos, lo siento —Al Transidumbo parece divertirle mi declaración.

—No se trataba de eso. Me gustaría que le diera ésto a su amiga Loreto —indica, tendiendome la licencia de conducir de mi amiga —. La detuve hace unos minutos y olvidé dársela cuando se fue.

—¿Otra vez el faro?

—Así es. Que tengan bonito día —se despide, haciéndose hacia atrás para que podamos seguir nuestro camino.

—¿Qué sucede con el faro de Loreto? —cuestiona Javier una vez que nos hemos alejado un poco.

—Siempre lo rompe. Hay una maldita rama con la que choca cada que se va a estacionar.

—¿Por qué no la manda quitar?

—Se lo ha pedido al enano director, pero él solo le da largas diciéndole que mandará al conserje después, o que está a punto de desiganrle un mejor espacio para que se estacione.

—¿Es esa rama de ahí? —Señala cuando pasamos al lado del auto de Loreto.

—Esa misma.

—Ya me encargaré de ella al rato —me asegura, estacionándose en el lugar que le indicó el director —. Puedo mandar a Joel para que la corte.

—Estoy segura que si la cortas, ella de todas formas encontrará la manera de que Transidumbo la detenga.

Javier rie ante mi declaración y baja del auto para después abrir la cajuela dónde he guargado el material con que impartiré clase hoy.
Cuando llegamos hasta el pequeño teatro de la escuela, ya hay varios alunmos de mi primera clase esperando a que yo llegue. Me saludan antes que termine de acercarme a ellos y miran a Javier.

—Buen día, chicos —saludo —. Él es el arquitecto que nos va a hacer el favor de embellecer esta mugrosa aula que se cae a pedazos. Su nombre es Javier Silva.

—¿Y sí silba, profesora? —atina a preguntar uno de los chicos, arrancando carcajadas a sus demás compañeros.

Para sorpresa de mis alumnos, Javier no se ofende ante el chiste sobre su apellido, sino que comienza a silbar alegremente, haciendo que todos le aplaudan.

—Tienes talento, Pulga —le digo al chico que hizo la broma —, pero necesitas poco más que eso para sacar de quicio al arquitecto, lleva conviviendo conmigo más de cinco años, eso lo vuelve un tanto inmune ante cualquier intento de broma.

—Con ella ya lo he escuchado todo —informa Javier, y no puedo evitar sonreir al captar la segunda intención de su comentario.

—Bien chicos, recojan sus mochilas, nos iremos al auditorio y...

La voz del director interrumpe lo que estoy diciendo. Escuchamos que nos manda llamar a Loreto y a mí. Lo que hace que los chicos lancen un grito de emoción al unísono cuando se dan cuenta que no tendrán la primera clase.

Cuando entro a la oficina, ahí esta Loreto, frente al escritorio del director, discutiendo nuevamente el asunto de la maldita rama que le rompe el foco del automóvil. Está vestida con su habitual estilo de abuela, esa falda en A color mostaza, que debe tener en por lo menos diez colores más y que combina con las medias negras, una blusa a rayas en blanco con negro, y por supuesto, esos feos lentes que ni siquiera necesita pero que le gusta utilizar para verse más profesional.

—Buenos días —Mi saludo es respondido por un asentimiento por parte del enano, y por un maldito silencio por parte de Loreto.

Sigue enojada por lo de anoche, no se necesita ser un puto genio para darse cuenta de eso.

—Toma asiento por favor, Alexandra —pide el director, haciendo una seña con la mano a la silla contigua a la de Loreto.

—Solo Alexa, ya se lo he dicho —le recuerdo, sentándome de mala gana.

—Las he mandado llamar, porque como ya se habrán dado cuenta, las fiestas decembrinas están próximas...

—Comencé con los ensayos del coro el día de ayer —interrumpo, dejándole claro que no es necesario que meta su narizota en mis asuntos.

—Me parece perfecto. Pero no era de eso de lo que quería hablar exactamente. Estoy muy interesado en que la profesora Loreto participe de estas actividades.

—¿Qué? ¿por qué? —pregunto sorprendida. Loreto no parece inmutarse ante la información —Señor director, soy perfectamente capáz de manejar todo el maldito festival yo sola. Lo...

—Este año no —me interrumpe tranquilamente —es obvio que estarás muy interesada en darle recomendaciones al arquitecto Silva en relación a la remodelación del teatro.

—Mis recomendaciones al arquitecto no tienen nada qué ver con el festival —grito furiosa —. No la quiero a ella, ni a nadie con la nariz metida en mis putos asuntos. El teatro es mío, el festival también. No voy a permitir que nadie se inmiscuya.

—Es eso o nada, Alexa —declara firmemente el director.

La tensión se siente en el ambiente, casi puedo tocarla y cortarla con unas tijeras, pero Loreto no hace nada, no parece preocupada.

—¿Tú se lo pediste, no es cierto? —le pregunto llena de rabia —es la puta manera que tienes para presionarme y que te ayude con tu maldita página, ¿no?

Loreto me mira sin inmutarse, da un par de respiraciones profundas antes de abrir la boca para responder:

—Yo no le he pedido nada al ena... señor director —dice, como si estuviera tratando con un pequeño de cuatro años—. Para empezar, yo también estoy siendo forzada, además de que no creo que sea necesario ventilar nuestros problemas personales frente al director.

—Pues sino lo haz pedido no sé qué putas haces aquí —grito furiosa. No le creo ni una sola palabra, es obvio que ella tuvo que ver algo con ésto, de no ser así, no estaría tan tranquila.

Ella suspira dramáticamente, se acomoda los lentes sobre el.puente de la nariz y continúa:

—Estoy aquí para solicitar un nuevo lugar de aparcamiento. Ese es mi único objetivo.

—¿Es porque la estrategia ya no está funcionando? ¿Qué harás a continuación chocar contra los árboles? —Estoy tan enojada que no me importa ser hiriente con ella. Me levanto de mi silla y me acerco a la puerta —Si ya terminaste con eso, hazme favor de salir.

Entonces Loreto infla los cachetes y se pone roja como un faro, como siempre que algo le molesta y se voltea al director y le dice: —Acepto. Participaré en el festival.

La sonrisa triunfante del enano me provoca querer asesinarlos ahí mismo. Loreto se levanta tranquilamente y se despide del director:

—Si es todo, me despido, tengo una clase que dar, con permiso —pasa a mi lado y mirándome de frente gesticula la palabra "madura"
Ésto no se va a quedar así. Salgo de la oficina detrás de Loreto y de un tirón le doy la vuelta.

—¿Qué demonios sucede contigo? —cuestiono entre dientes —Dijiste que no querías participar,  ¿entonces por qué aceptaste?

—Por que estoy cansada de que pienses que todo cuanto hago tiene que ver con Renato —gruñe, soltándose de mi agarre—. Y porque no gano el dinero suficiente para cambiar el maldito faro cada semana.

—¿Qué demonios tiene que ver el puto faro en esto?

—Ayer dijiste que rompo el faro a propósito —dice, claramente dolida—. Sonó como si tuviera un grave problema mental y el único del que podría estar sufriendo es ese que me hace ser amiga de alguien tan insensible.

No sé qué decir. Su expresión me hace darme cuenta que fui una idiota al portarme así con ella.

—Javier se hará cargo del maldito árbol de mierda —digo mirándola fijamente pero sin suavizar del todo mi expresión —. Ahora hazme el favor de ir con el enano y decirle que no te interesa participar en el festival.

—No lo haré, Alexa. No siempre tienes que salirte con la tuya.

—Vete al diablo, entonces —digo enseñándole el dedo medio —. Y si crees que mis alumnos se van a dejar dirigir por ti, estás muy equivocada.

Loreto niega con la cabeza, como si sintiera pena por mí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro