Capítulo 14
Mientras Stephan campeaba la zona y esperaba a ver rastros del vehículo ministerial, Carlos iba al otro lado de la ciudad con sus propios asuntos, su informante a medio tiempo le había avisado que cerca de allí se encontraría uno de los empleados de Roger Martin, si quería conseguir un acercamiento con el individuo debía empezar a localizar o frecuentar un poco más su círculo. Llegando echó un vistazo de lado a lado y entrecerró sus almendrados ojos mirando una esquina, se acercó metiendo sus manos en los bolsillos del suéter y susurró la frase <<¿tienes caramelos?>>, ante aquella pregunta, un corpulento muchacho vestido con pantalones y chaleco negro raídos se hizo ver y le indicó que lo siguiera al interior de una compuerta escondida en el muro a sus espaldas, Carlos, con un deje de desconfianza ingresó al espacio y observó a un grupo de cinco personas empaquetando el clásico polvo blanco y algunas pastillas también, él hizo una especie de esquema mental del lugar y detalló a las personas empaquetando solo por un corto segundo, todas ellas tenían un tapabocas y solo dejaban ver sus ojos.
―¿De qué caramelos estamos hablando?
Su arito del labio relució bajo la bombilla y sus ojos negros lo escudriñaron como si lo estuvieran apurando.
―Principalmente las metas.
Actuó como un verdadero comprador o un adicto, pero ese rostro se le hacía muy familiar y no podía entender de dónde exactamente.
―¿Qué tanto me ves, te gusto o qué? ―Se burló.
―Te me haces conocido... ¿cómo puedo decirte?
―No estamos para hacer relaciones sociales, compra lo que quieres y lárgate ―gruñó de mala gana ahora.
Carlos tragó saliva y sacó de sus bolsillos un puñado de billetes enrollados, los ojos azabaches del otro adoptaron un brillo extraño pero pintado con tintes de satisfacción.
―¿Es suficiente? ―lo miró.
―No vienes mucho... no eres de por aquí, al parecer ―recibió los billetes y le tendió una bolsa de cristales ―, tres gramos, aquí los tienes... ¿y esto? ―Preguntó al ver una nota junto al dinero.
―Tengo... algunas preguntas referentes a un sujeto, ¿quizá podríamos quedar un día?
Una fuerte y tosca risa emergió de la garganta del chico y negó, ¿en qué mundo se creía este que estaba?
―Tengo una mejor idea, ¿por qué no mejor te das la vuelta y regresas por donde viniste si no quieres que te meta una patada por el culo? ―Su irritación era palpable y su poca paciencia en este punto, también.
―Roger Martin, ¿lo conoces? ―Murmuró.
―¿Qué has dicho? ―Llevó su mano al mango de un cuchillo que tenía en el cinturón.
Él quedó callado, no pensaba repetir la pregunta, pues el otro había entendido perfectamente.
―Lo que oíste ―soltó más serio.
El otro lo observó de arriba abajo y luego escribió algo con letra desprolija en el mismo pedazo de papel.
"El jueves en el gran árbol rojo, ven solo y sin trampas"
Se le dificultó un poco entender la letra, pero al final le afirmó con la cabeza y por fin se retiró, sin embargo, al salir, le dejó la mercancía y miró a todos lados antes de emprender camino a la mansión de vuelta.
***
Con una bala en el cargador del franco, Stephan se hallaba con los hombros tensionados, no era fácil llevar a cabo una tarea como esa bajo las condiciones que tenía impuestas que se basaban precisamente en: objetivo de alta importancia en movimiento, sin margen de errores y cinco escasos minutos posteriores para largarse cuanto antes del lugar de los hechos sin dejar rastros detrás.
Teniendo los músculos contraídos y presa de la impaciencia, ojeó su reloj digital de muñeca, cuando el contador de los segundos llegó a cero y cambió el minuto, por el rabillo del ojo divisó primero el auto del primer escolta, seguido de este pasaba la limusina ministerial y esta siendo seguida por otro escolta. Stephan tomó posición, no sin antes asegurarse de que el vehículo donde se movilizaba su objetivo cargaba abajo la ventanilla, lo cual dejaba al chico con el señor ministro de exteriores en la mira.
Silenciador bien ubicado.
Dedo en el gatillo.
Respiración profunda.
El impacto de una bala.
Un fuerte frenazo seguido de la pérdida de control colectiva, ahí estaba su señal para salir corriendo antes que voltearan hacia su dirección. Corrió lo más veloz que sus pies le permitieron, en estos momentos sentía como si el tiempo lo apremiara y lo presionara, sentía un peso invisible en sus hombros, dejaba atrás cada uno de sus alientos recorriendo hasta llegar a la camioneta, prácticamente lanzar el estuche del arma dentro y subirse casi a las patadas. Stephan no había necesitado quedarse a ver el espectáculo para saber que efectivamente la figura política había fallecido y, además, en tiempo récord, pero ahora debía permanecer con el perfil bajo al menos hasta que se calmaran los humos. A lo lejos no tardaron en sonar sirenas, por lo que se regresó a la mansión.
Al recorrer los diez minutos más rápidos de toda su vida, logró llegar y giró el volante limpiamente quedando contra la acera, descendió de su vehículo y en esas casi coincidió con Carlos, sin embargo, este venía distraído, con la mirada gacha y encogido en sí mismo, no se había percatado del otro chico hasta que el mismo chocó con su hombro apenas cerró la puerta de a camioneta generando una expresión de sorpresa.
―Hey, hermano, ¿y esa cara larga? ―Lo abordó.
―¿Qué? Ah, Stephan, hola. No, nada, solo salí a buscar información del maldito de Roger Martin pero no tuve tanta suerte hoy ―explicó brevemente.
―¿Y por qué tanta urgencia? Sabes que estoy aquí para escuchar si te hace falta ―instó transmitiéndole confianza.
―El regreso de ese imbécil en mis menciones, eso pasa, y yo quiero sacarle las vísceras y hacérselas tragar.
Habló con furia contenida, revolviéndose el pelo azabache con sus dedos.
―¿Tan crítica es la situación? ¿ya lo has ubicado?
―Sí, es crítica y como ya te mencioné intenté encontrar información, pero no hubo suerte.
Volvió a explicar recostándose de la pared blanca rugosa ubicada a sus espaldas, observando a Stephan y estando aún furioso.
―Oye, está bien, ¿necesitas ayuda?, capaz podemos montar un grupo táctico ―ofreció.
Las narinas del azabache se inflaron momentáneamente en un intento por calmarse.
―No, no, todo en orden, debe ser algo que yo resuelva por mi cuenta, no deseo que alguien más peligre ―negó.
―No es problema, estamos para ayudar a los nuestros siempre, lo sabes, tú solamente debes decir lugar, fecha y hora ―colocó la mirada sobre la ajena.
―Gracias, hermano, pero no me hace falta ―una vez más la sugerencia de Stephan fue rechazada, aunque Carlos le sonrió levemente.
―De acuerdo, no insistiré más ―retrocedió.
Acto seguido, el aludido se retiró con el pretexto de que debía ir a entrenar, pasó por su habitación sacando de dentro del cajón unos puños de hierro, todos sabían que eran sus míticos puños de hierro, pero no tenían claro el porqué. La realidad era que dichos objetos acompañaban a Carlos desde joven y este se recriminaba por momentos al sentir el mínimo ápice de agradecimiento con la persona que se los había dado, ese ser no merecía simpatía o empatía de nadie y esto Carlos lo tenía claro.
Ahora, estando en el lugar en calma con sus propios demonios y sus mil y una razones por las que quería buscar a dicho personaje conversado hacía unos minutos, el primer golpe al muro medio acolchado no se hizo esperar, a este lo acompañaron varios más, ningún habitante en la casa acudió a interrumpirlo puesto que era mejor fuera que dentro.
***
Al otro lado de la casa, Kurten junto a Selena se preparaban para salir con el auto a correr, ya que como era sabido, ella era buena, pero requería pulirse y la manera era practicando.
―¡Vamos, Sel, pierdes el tiempo, que te dejo y corro yo en tu lugar!
Exclamó a través de las escaleras con un marcado tonito burlón.
―¡No es justo, tú ya estabas vestido!
Se la escuchó protestar y a continuación se la vio aparecer por el pasillo con una cara algo seria.
―Anda, luego me reclamas, correremos por los caminos de tierra ―avisó en cuanto la chica se calzó los guantes de carreras y tomó el volante de uno de los tantos vehículos disponibles ―. ¿Estás segura de tu decisión? ―La observó al entrar de copiloto.
―Sí, ¿por qué no lo estaría? ―Inquirió curiosa.
―No lo sé, dime tú ―el muchacho se cruzó de brazos mirándola.
―¿No era que yo tenía poder de decisión? ―Volvió a preguntar.
―Sí, pero debes hacerlo correctamente, no todos los autos se llevan bien con los senderos de tierra debido a que sus llantas fueron diseñadas para andar en asfalto o superficies lisas, te pedí que estudiaras un poco, ¿cierto? ―La miró largamente, esta se encogió en su sitio, algo incómoda, a lo que él suavizó la expresión ―, bueno, ya está bien, puedes escoger otro y pedir cauchos diferentes para este, pero debes decirlo con tiempo.
Selena asintió y enseguida procedió a escoger otro vehículo, dejando a Kurten más satisfecho de su elección, que formó una suave sonrisa y realizó un movimiento afirmativo con su cabeza tan pronto volvieron a estar en la parte delantera de ese auto diferente.
>>Okay, arranca, Sel, y ve metiéndote por aquel callejón, ahora hay más gente concurriendo la carretera, pero debemos pasar por ella para llegar a nuestro destino ―le pidió y le explicó.
La chica hizo lo que le mandó y en cuanto estuvo lista pisó el acelerador casi catapultando el auto hacia el frente, bajó un tanto la velocidad para no chocar con una camioneta que se le metió de repente y siguió su camino intentando no colocarse nerviosa, ya que, <<los nervios son el peor enemigo de un conductor>>, según su tutor sentado a su lado.
―¿Y ahora por dónde voy? ―Preguntó pasados unos cinco minutos.
―Saca luz derecha, no seas como Stef en sus comienzos ―la molestó medio riendo, contagiando a la chica.
―Seguro le sacó canas verdes a Stephan ―rio más fuerte ella también.
―Verdes, moradas, amarillas, ni te imaginas... al final entendió, no le quedaba de otra, pero sabemos cómo es ella ―sonrió negando.
―Sí, que se manda sola.
Puso los ojos en blanco y cruzó. Al final de la carretera asfaltada existía un vasto espacio en el que había formada prácticamente una pista cubierta de tierra con pequeños montículos, curvas pronunciadas y abiertas, algunas barras provisionales marcando el camino y una línea de meta precariamente sobrepuesta y formada con una cuerda estirada y atada a dos troncos a ras del suelo.
―¿Qué te parece? ―Kurten sonrió al preguntarlo.
―Esto... se ve como un lugar desértico, parece muy tranquilo, la verdad es que sí me agrada ―admitió.
Admiró el paraje que tenía al frente, inhaló profundo dejando que el aire limpio llenara sus pulmones, el lugar parecía ser un desierto (tal como había expresado ella misma antes), pero contaba con un fresco agradable, especialmente aquel día, se permitió unos dos minutos para apreciar todo a su alrededor antes de que la voz de su acompañante llegara a sus oídos.
―Usualmente, ese tipo de carreras se realizan en pistas como esta, por esa razón te he traído y también porque pocas veces tratamos este estilo de suelos; ahora me voy a salir para ponerme en el punto de partida, darás la vuelta como si tuvieras a otras personas compitiendo contra ti, trucos permitidos, pero sin choques o juegos sucios, irás a mi señal.
Las ordenes proferidas por Kurten habían sido bastante claras, él cumplió con lo que dijo, descendió del puesto del copiloto ubicándose en el la línea de comienzo mientras Sel se puso tras el volante y de frente al chico, el cual elevó un trapo de gran tamaño, ejecutó el conteo y agitó la tela, acto seguido, Selena apretó a fondo el acelerador una vez más, levantando el polvo.
Ahora, estando ella sola detrás de ese timón y sintiendo la máquina rugir bajo su control, se dio cuenta que ese realmente era su lugar feliz, su yo infante no se había equivocado al escoger los autos por sobre las muñecas y su madre le había acertado totalmente al dejarle el par de guantes que cargaba puestos. Detrás del vidrio esbozó una sonrisa y poco a poco fue agarrando más confianza, hasta sintió que se le quitaba un peso invisible del que no era consciente hasta aquel preciso instante.
Pasó por los obstáculos aumentando la velocidad cuando debía, también, se iba percatando de que las llantas de verdad importaban, pues no sentía que se trabaran o que le dieran problemas, en la curva más pronunciada giró bruscamente y ejecutó un derrape limpio y justo, pocos minutos antes simuló apretar el botón que liberaría el turbo y aceleró aun más pasando por la línea donde Kurten aguardaba con un cronómetro en una mano y un surco de extremo a extremo en su cara.
―¿Y?
Bajando la ventanilla y con tono impaciente Sel miró a su amigo al formular aquella sencilla pregunta de un solo sonido, él intentó ponerse serio para bromear con ella, pero sus comisuras lo delataban de forma vil.
―¡Tiempo récord! ―Soltó por fin y la despeinó en un gesto fraternal ―, te adueñaste de esa pista, te hiciste una con el auto y hasta trucos, ¡eres increíble, reina! ―Felicitó como si de un padre orgulloso se tratara y fingió limpiarse una lágrima falsa ―, crecen tan rápido ―agregó con voz lastimera.
―Tan bobo.
Le dio un empujón formando una línea recta en una expresión póker que no camuflaba la emoción que le producían las palabras del chico, quien rio levemente con la reacción.
―Los próximos días te pondré a correr contra algunos chicos para hacer el entrenamiento más realista, pero les diré que no te dejen ganar, tú debes dar todo de ti porque los competidores reales no serán compasivos.
Culminó dándole una mirada calmada, a lo que Selena simplemente afirmó con la cabeza, después de una corta conversación banal, dieron un par de vueltas, Kurt le hizo algunas correcciones, recomendaciones y observaciones igualmente antes de regresarse a la casa.
***
En cuanto a los británicos se refería, Daniel había tomado la unánime decisión junto a algunos chicos de su equipo, que la competidora que mandaría a correr en dicha carrera, sería Taylor, una imponente y esbelta rubia, derrochaba sensualidad y talento a partes iguales, según el punto de vista de varios de los integrantes de aquella banda.
―¡Taylor! ―La voz de Daniel resonó por los pasillos llenos de columnas de la casa como un eco, por un par de segundos no hubo una respuesta, solo hasta que lo típicos tacones se oyeron aproximándose por las placas de madera pulida y los ojos grises se asomaron bajo el marco de la puerta, exhibiendo los aires de prepotencia y altanería en su máximo esplendor, el hombre aguardó hasta tenerla de frente y luego habló nuevamente ―, la carrera como ya sabes es en un mes, de nuestra parte hemos decidido que la que compita seas tú ―le informó directamente.
La mujer escaneó el rostro de su jefe con gesto irritado mientras se soplaba las uñas recién hechas con determinación y procesaba la nueva información recibida antes de dar una contestación concreta.
―No me jodas, eh, Winchester, no estoy para tus jueguitos de venganza contra ese grupito precisamente, tengo asuntos más importantes a los que poner mi atención ―respondió finalmente.
Daniel que se estaba terminando de abrochar los gemelos de la camisa (un par de botones bastante elegantes que en su caso eran metálicos con una pequeña piedra espinela en cada uno), le dio una mirada fría y severa.
―No me está gustando tu actitud en este momento, para nada ―terció y agregó ―: además, es una orden, no una opción la que te estoy dando ―Taylor giró sus ojos en respuesta y su mandíbula se pronunció.
―¿Qué importancia o interés tiene ese escenario para ti? ―Cuestionó con un tono seco.
―Tengo motivos, Leblanc, y no tengo por qué darte a ti ni a nadie explicaciones al respecto, puedes dejarlo en que hay una reputación que se debe mantener ―devolvió con un ligero tono petulante.
―<<Claro, una reputación>> ―se dijo mentalmente antes de contestar en alto ―, bien, ¿entonces qué obtengo yo a cambio?, ni creas que corro de gratis ―le brindó otra de sus famosas miradas irritadas.
―No te preocupes, serás muy bien recompensada, eso lo tienes bien asegurado ―respiró hondo para llenarse de seguridad y paciencia, así como también para despojarse de la tensión de su espalda, acto seguido esbozó una ladina sonrisa mirándola fijamente ―, además, esta noche tendrás un adelanto ―finalizó con voz rasposa.
La chica sonrió un tanto seductora hacia su jefe en esta ocasión escuchando su ofrecimiento, luego le dedico un guiño en forma de aceptación como si hubieran pactado el negocio de sus vidas. Se acercó a su rostro conectando sus ojos con los ajenos, de ambas partes se podía leer el deseo que volvía a florecer en anticipación de aquello que posiblemente sucedería en unas horas, ambos se devoraban con la mirada en silencio, pero ninguno decía o hacía algo más.
―Pues cumple con tu parte, Winchester ―murmuró por lo bajo igual o más ronca que él y justo antes de pegar sus labios retrocedió un paso, observando así su mirada oscurecida, su pecho hinchándose lentamente junto al movimiento de su manzana de Adán, elevó su comisura ante todo ello ―, y otra cosa... mi auto será el blanco ―agregó, con todo eso dicho, se alejó contoneando sus caderas bajo la atenta mirada del muchacho.
Inhalando una bocanada de aire se retiró en busca de Harold, un chico de cuerpo menudo, rulos castaños y ojos verdes, voceó la orden de que fuera con los demás chicos a ver si el auto deportivo blanco requería modificaciones o repuestos. Apenas recibió aquel pedido salió rápidamente musitando un <<sí, señor>>. El jefe lo observó moverse a las prisas a cumplir con el encargo, mientras estaba a solas, su teléfono celular comenzó a timbrar anunciando una llamada que contestó sin mirar de quién se trataba.
―Winchester.
―Señor Daniel, qué gusto, al habla Zapata, quería confirmar el encuentro que programamos con su empleado, ese que tenemos en un mes ―explicó hablando de forma acelerada, hasta cortaba un poco las palabras, producto de los nervios quizá.
―Vicente Zapata, qué bien que lo escucho ―habló educado, pero sin evitar el tinte de frialdad en su voz ―, sí, el trato de lo que te encargué en un mes sigue en pie, por tu bien espero no pienses en echarte para atrás frente a tal oportunidad.
―¿Qué dice, hombre?, claro que no, soy un hombre de palabra, me educaron a cumplir con lo que digo y prometo...
―Más vale que así sea ―lo interrumpió este, tanta verborragia lo estaba mareando.
―Pero señor...
No fue capaz de seguir escuchando, sencillamente no gustaba de decir lo mismo, por lo que esperaba que el acto de colgar la llamada lo ayudara a darse a entender. Soltó el pequeño aparato en algún rincón del sillón reclinable de cuero beis y seguidamente se dejó caer en el mismo en silencio para contemplar sus opciones y sus diferentes pendientes de ese y los próximos días...
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¡Hola mis buitrecitos del señor!
Espero que estén bien, yo sí pero ahí vamos, ya saben... sé que volví a desaparecer casi un año pero era momento de subir algo, pasaron algunas cositas en este cap, qué opinamos? Como siempre digo, si tienen alguna sugerencia o una observación me lo pueden poner en los comentarios, también si les gustaría que sucediera algo en concreto o cualquier cosa, los leo!
Creo que no tengo más que agregar, solo ténganme paciencia, el siguiente lo subiré, no sé cuándo pero lo haré, solo decirles que se vienen cosas en la historia ;)
Wueno, la yo se va retirando, nos leemos por aquí, en el privado, el tablero o en mis otras historias donde si no hay rimas sin cesar, hay relojes turbios, gobernantas y una oz así como diversas cosas
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Se les quiere y se les aprecia 💘
Con parte de mi amor 💜
Tiniebla.
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