Capítulo 11
Al llegar arriba se habían unido dos parejas, una formada por la recién llegada rubia y por Carlos y la otra por Allyson y la jefa, se podía escuchar de fondo el sonido de objetos varios chocando contra el suelo, quejidos, suspiros y labios toparse voraces, se notaba que ninguno de los presentes perdía el tiempo pues en un abrir y cerrar de ojos, la recién venida había sido estampada contra una de las dos peinadoras que se encontraban en el amplio ático de la habitación por el único chico en ella, los labios de este habían invadido la boca de la de dorados cabellos y la de ella parecía adaptarse a la de él mientras sus manos se deshacían de la camiseta de pijama del muchacho casi a los tirones.
Por el otro lado, la más bajita había aferrado sus manos al cuello de la otra camiseta del colorido (cabe resaltar) conjunto y estaba tirando de ella hacia abajo en busca de sus labios igualmente arrancándole a la jefa una pequeña exclamación de sorpresa que dejó satisfecha a la otra muchacha, quien aprovechó el momento de distracción para dejar una suave pero prolongada mordida en el labio inferior, Stef cerró sus ojos por una milésima de segundo y al volverlos a abrir se le podían notar ligeramente dilatados.
—Maldición, Allyson, detenme ahora porque después será muy tarde —su voz se oía bastante ronca, su pequeña amiga simplemente sonrió con un brillo travieso surcando por su mirada.
—Tú fuiste la que nos mandó a venir contigo y nosotros aceptamos, fue un mutuo acuerdo.
Recordó y con otro beso hambriento evitó la objeción que habría salido de la boca de Stef, esta no habló más, solamente dejó que Ally la atrajera hasta quedar acostadas y "enrolladas" en la esponjosa alfombra, Estefanía coló sus manos debajo de la bata de dormir sobando su abdomen y sintiendo una vez más aquella piel, pronto, a ellas dos se unió la otra pareja, Carlos toqueteaba las curvas de la rubia mientras la rubia introducía una de sus manos en la cinturilla del short de él y la otra palpaba los senos de la más alta debajo de la camisa de pijama y por encima del sujetador apretando de vez en cuando, si antes en el cuarto se oían sonidos, en esos momentos si no estuviera insonorizado, quizá habría sido una madrugada un poco (muy) ruidosa, claro que sí.
Poco bastó para que las prendas comenzaran a sobrar y posteriormente, a volar por la habitación, pese a que algunas no eran prendas enteras sino partes de ellas, poco les importó a sus dueños este hecho, ahora estaban dominados todos por sus instintos y el momento pasional que estaban viviendo, Carlos realizó una fugaz pausa, misma que aprovechó para abrir con sus manos ágiles y toscas el conocido por todos paquetito, enfundándose el preservativo e invitando a cualquiera de las tres chicas, luego de haber sido estimulada lo suficiente, la más baja fue voluntaria para aquella "especial hazaña", el de cabellera azabache la envolvió por la cintura pegándola a su fornido cuerpo y mientras repartía húmedos besos en el cuello de su actual víctima se iba adentrando en su cavidad generando algunos gemidos ahogados en esta, que se arqueara de puro placer, se moviera para crear fricción entre ambos cuerpos y que se escucharan colisionar entre ambos.
Sin embargo aquello no quedó ahí, la rubia se había posicionado detrás de la más pequeña en tamaño mientras masajeaba sus pechos y pezones con bastante maestría, aumentando así los jadeos y gemidos provenientes de la garganta de Ally. Por su parte, Stef se había unido a la rucia pero de forma silenciosa colocó una de sus piernas entre las suyas con el propósito de que las mantuviera sutilmente abiertas mientras con su mano emprendía camino ascendente desde el muslo hasta sus pliegues y ahí se instaló, causando estragos en el terreno ajeno y extrayéndole guturales ruidos a su dueña...
Al día siguiente, las cuatro personas que se hallaban en el espacio, amanecieron en una posición y lugar diferente cada uno. Carlos estaba acostado junto a la esquina del ático, Ally yacía en el sillón reclinable al lado de esa esquina pero lo ocupaba a lo ancho y no a lo largo como se pensaría, Stef permanecía en la alfombra bocarriba y la rubia en una hamaca a la que quizá la jefa la había alcanzado a depositar minutos antes de que le agarrara el sueño igual que a los presentes, la primera que despertó fue Estefanía, la cual arrugó la frente viendo alrededor y sonriendo al recordar la aventura de hacía solo dos pares de horas. La segunda en comenzar a removerse fue la chica aún desconocida para todos, seguidamente, abrió sus ojos también algo desorientada, pero igualmente una sonrisa se pintó en su rostro.
—Buenos días... ni tan mal, la verdad —murmuró ronca, acercándose a dejar un beso de saludo en los labios de Stef.
—Buenos días —habló un poco bajo pero volvió a sonreír mirándola dejar un piquito en Carlos y otro en Allyson por igual pese a que siguieran dormidos.
—Fue una gran noche la que pasamos ayer.
Sonrió de forma pícara aunque la jefa no se percató de aquello pues la otra estaba de espaldas a ella, por lo que se dedicó a admirar su cuerpo con más detenimiento.
—¿Disfrutando las vistas? —Ni se molestó en esconder que había sido cachada mirando, simplemente asintió, elevando su comisura —. Eres una pervertida, ¿sabías? —Volvió a afirmar con la cabeza riendo suavemente, la rubia se empezó a vestir a pesar de que parte de su traje había sido sobre-estirado durante el encuentro anterior, Stef hizo lo mismo —. Creo que no nos conocimos adecuadamente por la situación de ayer... Evans, Ophelia Evans —se estrecharon la mano.
—Mucho gusto, Ophelia, creo que ya sabes quién soy yo —ella hizo un movimiento afirmativo con su cabeza —, sin embargo, tengo una duda, ¿por qué no nos mataste o atacaste si tenías la oportunidad? —preguntó un tanto confundida.
—No soy tan mala como lo hacen pensar, realmente yo no quería matarte, a pesar de ser quien eres me pareces una persona que ha sufrido mucho a lo largo de tu vida, he investigado un par de cosas de ustedes —la castaña se sorprendió de lo acertada que estaba la rubia en cuanto a ella con tan solo esa frase dicha —. Realmente soy una espía que se infiltró en el Cartel Británico Sur, van casi a la par con Winchester y estoy al tanto de lo que han hecho, por eso quisiera unirme a tu equipo, si quieres no me des una respuesta ahora mismo, yo solo tendría que idear la forma de que Roger no sospeche algo —la jefa quedó un momento callada mientras sopesaba las opciones que tenía.
—¿Qué tanto hablan?, parecen loros —bostezó Carlos estirándose.
—Le decía que si quiere a alguien más, puede decirme, solo le diré a Roger cualquier cosa...
—¡¿Roger Martin?! —Bramó el chico entre nervioso y enojado cuando recibió un movimiento afirmativo de parte de la chica.
—¿Lo conoces? —Estefanía examinó su rostro con atención.
—Yo... sí, pero no quiero hablar ahora.
Antes de que su jefa formulara otra pregunta, el muchacho había hecho su camino fuera de la habitación y escaleras abajo colocándose de forma apresurada su playera, las dos chicas se miraron y luego a Ally que también iba despertando con una suave sonrisita en la cara.
—Ya hablaré yo con él otro día... cuando tengas alguna actualización respecto al tal Roger Martin hazme un llamado, no quiero meterte en algún aprieto que tú no quieras —había usado un tonito ligeramente sugerente, a Ally se le dibujó una línea recta en los labios —, ¿por qué la poker face, qué dije yo?
—Perdónala, en su modo jefa mantiene su seriedad pero ahora parece que se le pierde haciendo el payaso —la más bajita rodó los ojos cuando la castaña sonrió algo infantil —, y ya que ella no lo dijo, te recomiendo que no la hagas enojar, si vas a estar aquí debes mostrarle lealtad porque además tiende a descontrolarse y nos cuesta calmarla.
El marrón de sus orbes se clavó en el azul, generando que Evans tragara saliva en cuanto un cuchillo arrojadizo se había clavado en todo el medio de la puerta y al otro extremo se encontraba la jefa viendo un poco burlona.
—No tengo nada que perdonarle, me resulta una jefa dedicada y es normal que no confíe tan fácilmente —se giró dirección a la nombrada y continuó —, mi lealtad la tendrás, tú dame un día y resuelvo eso, ¿sí?
—Bien —dijo y evacuó de la habitación.
Ophelia y Allyson fueron detrás de la otra, la primera le dedicó una mirada fija y habló un poco nerviosa.
—Mejor me voy encaminando, mientras antes termine esa tontería, para mí es perfecto. Adiós Stef y Ally —las atrajo a ambas y les dejó un beso compartido antes de correr hacia abajo y cruzar la puerta de entrada de forma acelerada sin siquiera ingerir bocado.
—Teffa, ¿qué pasó ahí? —dijo Dinah asomándose por el pasillo.
—Esa chica era una infiltrada del Británico Sur, me pidió estar en el equipo pero salió a terminar con esa farsa.
—¿Es buena en la cama?
Teffa largó una carcajada mientras que Ally oyendo aquello se sonrojó bastante llamativamente lanzando manotazos hacia la más alta.
—¡Dinah Jane! —Reprendió medio escandalizada Allyson.
—¿Qué, me dirás que solo subiste a observar, monja? —Se burló, aumentando el color rojo de sus cachetes y los golpecillos fueron efectuados con mayor efusividad.
—Déjame contestar a mí... sabes que no le diría que no a una oportunidad como esa y sí, es muy buena —sonrió pícara —, pero saliendo de eso me preocupa un poco, parecía asustada al irse... los británicos sureños son tramposos, incluso más que los norteños, deberíamos ir a brindarle apoyo de alguna manera, parecía sincera —las dos afirmaron, una de ellas conservaba su semblante burlesco pero al final se enserió.
—Tú sabrás lo que haces, pero no voy a dejarte salir sola, que lo sepas por si se te ocurre algún plan suicida al que mandarte, si te lanzas tú, nos lanzamos nosotras también.
—Todo bien, pero ¿nosotras quiénes?
La polinesia simplemente silbó algo fuerte haciendo aparecer a su lado a Camila, Normani y Lauren, aprovechando aquello, Lauren le aventó un termo a Stef con proteína de galleta batida con helado, una especie de bomba azucarada que se había inventado para cuando no tuviera tiempo de "sentarse a degustar un desayuno digno", Camila por su parte, le tendió a Ally un sándwich de jamón, queso y mayonesa junto a un vaso de café negro bien cargado y se sentaron las seis a crear un plan para ayudar a su ahora próxima integrante del grupo.
***
—Sel, si piensas mucho la pirueta no vas a lograr hacerla verse natural.
—Kurten, hemos estado dos horas hablando de la misma maniobra a manos libres, ¿qué sentido tiene? —Se quejó la menor.
—Todo el sentido, porque si un día estás al volante y hay alguna emboscada te tocará defenderte y no solamente debes mantener el auto en su carril sino que debes poder manipular un arma estando tras el volante, si el otro es más rápido que tú, podrías no vivir para contarlo o podrían herirte de gravedad, así que, desde el comienzo, hacia la calle, derrapes limpios y disparos certeros o lo máximo que se pueda —demandó.
Selena suspiró medio cansada con aquella lección, pero si se esforzaba lo lograría y estaba decidida. Puso el vehículo en marcha, manejando por ese pedazo de calle desolado, esquivaba los conos e iba en zigzag por la rampa hasta que solo pasó con dos de las ruedas dejando las demás al aire y mientras afirmaba el volante con su mano izquierda y más nerviosa que de costumbre, sacó la pistola y disparó hacia un blanco con la mano derecha, no logró dar en el centro, pero para ella que la bala golpeara aquel cartón, representaba un súper avance, Kurten sonrió completamente satisfecho con los frutos de su lección y para deleite de la chica, dio término a su entrenamiento en auto de ese día, le dio un pequeño abrazo en forma de agradecimiento y paró en un lugar de regreso a comprar unas donas, se le habían antojado, y en su opinión, las merecía.
—Que no se te haga costumbre, señorita, no siempre podremos parar por dulces.
—Shhhh, tú solo disfruta los placeres, hombre —habló algo misteriosa provocando una silenciosa risa en él.
***
Algunas horas después, Ophelia se había cambiado de ropa y se dirigía hacia un lugar temporal donde se reunían los "sureños", era como un lugar subterráneo muy moderno por dentro pero por fuera simplemente se veía como una especie de compuerta descuidada en la acera al lado de un callejón que había en las afueras de Atenas. Aunque la rubia no lo admitiera, se sentía nerviosa, ansiosa tal vez, sabía que trataba con gente poco confiable de la que seguramente habría perdido la credibilidad gracias al número montado durante la madrugada, instintivamente se encontró sonriendo ante aquel fugaz recuerdo, sacudió la cabeza para centrarse en su situación actual y en el pensamiento de que debía tener cuidado.
Estacionó el auto a unas dos cuadras de aquella compuerta que a cualquier persona común podría ocurrírsele que la misma pertenecía a una alcantarilla, la primera vez que ella había pasado por ahí también había pensado algo parecido hasta que esa noche lluviosa Tomás emergió de debajo de esa placa cuadrada y casi le habría disparado si no fuera que quiso darle una oportunidad y aquí estaban un par de años más tarde. Se estremeció por ese otro recuerdo y volvió a la realidad viendo a los lados por si había alguien cerca, cuando se aseguró de que el sitio estaba despejado se acercó al túnel adyacente a la calle y movió una compuerta oxidada revelando unas empinadas escaleras, descendió por estas lentamente y tocó la puerta que estaba ahí, Tomás abrió con cara de pocos amigos.
—¿Dónde estabas? Tardaste más de lo esperado —se cruzó de brazos y prosiguió —, explícame tu definición de misión oficial, ves a una persona atractiva y ya echas a perder la operación, ¿qué carajo pasa por tu puta mente, Evans?, planeamos ese golpe por dos meses y lo arruinaste, dame una explicación o algo porque no te entiendo —su tono era demandante e imponente, uno de sus blancos rulos resbaló por su sudada frente mientras posicionaba su mano justo debajo de la mandíbula de la chica haciendo que lo mirara a sus lentillas rojas —. Estoy empezando a creer que no encajas aquí —la chica se tensó pero siguió mirándolo.
—Lo que pasa es que no iba a ser sencillo adentrarnos, nos doblaban en número, no nos convenía que hubiera ninguna baja, tú lo sabes —se apresuró a explicarse antes de ser interrumpida.
—Tienes un punto, pero todos conocían los riesgos al igual que yo conocía los míos dejándote entrometerte en el grupo, así que lo siento, pero esos episodios no se pueden repetir... James, Dominic, Brian, enséñenle a no ser una entrometida a esta perra —se acercaron los otros tres hombres, Tomás le soltó una bofetada antes de verla caer de cara al suelo.
—Eres un imbécil que no se da cuenta de los detalles, siempre quieres ir a lo bruto y por eso la mayoría de tus operativos son fallidos.
Le escupió aquellas palabras como si fueran balas, él solo rio pero ella se levantó, le pegó un fuerte cabezazo y golpeó a los demás lo más fuerte que le salió, Tomás estaba en el suelo de cerámicas polvoriento, agarrándose la nariz entre quejidos, los otros también se tocaban una zona adolorida diferente.
—TONTOS, NO SE QUEDEN AHÍ PARADOS —bramó algo molesto el que estaba a cargo de ese pequeño grupo.
James se aproximó a Ophelia corriendo, la chica le realizó una llave que hizo que le pegara un segundo codazo en la nariz a Brian y Dominic trató de propinarle un puñetazo a la muchacha la cual se desenrolló pañuelo de la cintura (el que llevaba en la operación de la madrugada, más concretamente), y envolvió el brazo del hombre doblándoselo en la espalda mientras que pasaba por encima de él y le daba una patada en la cara a James. Tomás también fue hacia ella pero apuntándola con una escopeta, al verse metafóricamente entre la espada y la pared, subió sus manos tragando saliva.
—Baja el arma, inútil —se oyó a Estefanía apareciendo por la puerta.
—O si no, ¿qué? —la desafió Tomás cargando la escopeta.
Los otros tres se estabilizaron e igualmente las apuntaron con distintas armas cada uno al verse amenazados y sorprendidos.
—MARCO —gritó la recién llegada, algo que no le entendieron, ya que, no existía ningún Marco en el grupo.
—¿Es una clase de chiste barato o algo así?
Preguntó Dominic, el muchacho más delgado de los del grupo, intentando que fuera con burla, pero solo le salió la voz temblorosa.
—Ya verán en 3... 2... 1... —la rubia continuaba confundida.
—POLO.
Devolvieron al unísono otras cinco voces que no reconocieron, a excepción de la de Allyson, que la había conocido en ese encuentro. Ahí estaba de nuevo, esa memoria reproduciéndose en la cabeza de la ojiazul, solo que esta vez evitó sonreír y quedó expectante al igual que todos los demás.
—¿Qué mier...
Fue callado con la hoja de un cuchillo siendo clavada en el muslo del que parecía de "mayor rango", la bajita sonrió por su puntería del momento y este gruñó adolorido.
—No termines esa frase —habló ella.
—¡Eso!, no hagas enojar a la monja —dijo la ojiverde de manera divertida, las demás incluyendo a Estefanía se rieron, también la felicitaron por el tiro certero que había efectuado.
—¡Eso es, Ally, buen tiro!
—Acabemos con esto.
Esta vez habló la chica rubia y alta, respondía al nombre de Dinah. Las cinco dejaron ver varias armas apuntando a Tomás y su grupo.
—AGÁCHENSE —gritó la morena, a lo que Estefa y la rubia le hicieron caso.
Ellas comenzaron a disparar pero el resto de los que se hallaban en la habitación no se quedaron atrás y varios disparos pasaron rozando a las chicas. Luego de un dar y recibir de plomo mutuo quedaban solamente Tomás y James.
—Phelia —llamó la jefa, ella volteó —, retrocede —mandó, ella iba a preguntar pero la mirada de Stef era serena, por lo que la escuchó.
—Van a morir todas hoy, esto se acaba aquí...
—Espera, solo para que lo sepas, ayer me di cuenta que no me estaba perdiendo de nada interesante haciéndolo contigo, con ella sentí todo el placer que no sentí a tu lado, fingí correrme y no me arrepiento.
—Uhhh, de repente aparecimos en un confesionario y yo ni enterada —añadió Stef para aligerar la tensión formada, parecía haber funcionado por un momento, pues las chicas rompieron a reír pese a que parecían más risas nerviosas que otra cosa.
Evans esbozó una gran sonrisa al ver a un Tomás casi sacar humo por las orejas mientras empezaba a temblar de pura rabia, sin más, dio un salto olvidando que seguía con el cuchillo clavado y se tiró contra ella, siendo interceptado por la misma Estefanía, que de un movimiento logró dislocarle la mandíbula y dejarlo tirado en el piso junto a James lloriqueando por el estado de su amigo.
—Aprovecha tus últimos segundos con él, esta ratonera huele a muerto —habló Camila sombría, este la observó extrañado al igual que la rubia.
—Hasta la vista, ¡ustedes, muévanse! —se escuchó mandar a Estefanía a las restantes.
Ambos abrieron grandes los ojos viendo cinco anillas en la palma de la de rasgos latinos y oyendo un pitido, Stef junto a las cinco chicas retrocedieron mientras Camila lanzaba las granadas. Ninguna necesitó de una segunda orden antes de huir escalones arriba, trabando la compuerta al pasar y cuando estuvieron en la calle dieron grandes y largas zancadas fuera de la zona, estando ya dentro de la camioneta no tardaron en oírse y sentirse las detonaciones, las chicas gritaban victoriosas.
—¡Eso fue genial, heriste su orgullo masculino, fue épico! —dijo Dinah haciendo reír a la nueva integrante por su entusiasmo.
—¡Su cara era un poema! Aunque el tal Roger no estará muy contento... —Concordó Stef riendo también, luego de bromear otro poco hizo las presentaciones pertinentes —. Chicas, Ophelia... Phelia, Camila, Lauren, Dinah, Normani y a Ally ya la conociste —señaló a todas las nombradas, se dieron la mano y se encaminaron fuera de ahí.
Llegando a la casa, Estefanía la presentó al resto del equipo, se cayeron bien todos... Al parecer había sido bien recibida en sus filas, seguido de eso, como era algo tarde ya, cada quien se retiró a su cuarto, mientras Ophelia se hallaba en la suya, pensaba en cómo fue que perdió a su familia en aquel accidente pactado por los ahora apodados sureños, la rabia la invadía ante tales pensamientos, las lágrimas no tardaron en comenzar a bajar como cascadas de sus azules ojos, se pellizcaba y rasguñaba los brazos tratando de olvidar la sensación de vacío que la llenaba cada vez más, pero nada se comparaba a ese dolor, ni siquiera los gritos que desgarraban sus cuerdas vocales cada vez que recordaba eso, dolía igual que la primera vez.
Probó desquitarse con la colcha y los almohadones pero nada era igual, un nudo se había instalado en el final de su garganta, de su boca no salía ruido alguno, pero, Drew que se percató de algo, tomó la decisión de ingresar en la habitación, la rubia no presentó objeción pero tampoco fue que le dijo nada, lo observó en un silencio incómodo, silencio que rompió el peliceleste sin saber muy bien qué hacer o decir.
—¿Te encuentras bien? —preguntó suavemente, la chica negó. Seguido de ese gesto, Drew simplemente apretó a la rubia en un abrazo que calladamente sintió que le hacía falta. Ella se dejó abrazar pero sin devolverlo dejó que sus acuosas mejillas mojaran el hombro cubierto por la negra camiseta —. Quiero hacerte saber que puedes confiar en mí tanto como en los demás chicos... ¿Me quieres contar qué te puso así?
Hizo el ademán de sentarse y atraerla a su regazo pero ella en un rápido pero suave movimiento se soltó y se quedó de pie frente al chico, no le apetecía esa situación y se lo hizo entender de una u otra manera.
—Perdón, Drew, pero lo menos que quiero hacer ahora es recordar ese suceso... Tal vez en otra ocasión.
Él entendió, besó la mejilla de ella al levantarse y se fue, cerrando la puerta detrás de sí. Ophelia pensando y reflexionando se iba quedando dormida hasta que, sin saber en qué momento, obtuvo la caprichosa visita del señor de los sueños, Morfeo, él junto al calor abrasador de las mantas dejaron a la chica profundamente dormida en segundos...
***
En algún lugar marítimo del globo se hallaba Daniel Winchester igualmente con alguna de sus conquistas en un catamarán de tamaño importante, un choque de copas, una corta charla y un hambriento vistazo habían bastado para que, en un rápido movimiento los dedos de este se hubieran aferrado al corto cabello de la chica y lo jalaran con fuerza hasta que su cuerpo quedara en el suelo, a continuación entre graves gruñidos que parecían de algún tipo de insaciable animal y órdenes pronunciadas de una forma que se percibían como inentendibles, Winchester efectuó otro tirón de cabello que desencadenó aquel acto, no sin antes haber generado un quejido ahogado y quizá algo adolorido de parte de su acompañante, extrañamente, la chica a pesar de ello parecía gozar un poco de esa clase de dolor pues su cuerpo reaccionaba por sí mismo de una manera bizarramente positiva.
—No te retuerzas y no grites —cortó el aire tenso con la voz bastante áspera pero también algo serpenteante el jefe del Británico Norte.
Con otro apretón más a su pelo color borgoña a la vez que otro jalón por el otro lado, provocó que ella no tuviera más opción que obedecer a su ahora "señor", ese era su rol como la sumisa entrenada que era, ¿cierto?, los movimientos de Daniel se podían describir como bruscos, y, en una escala del uno al diez, la muchacha que respondía al nombre de Trinity habría dicho probablemente que fácil era un nueve. Sin embargo, a pesar de su brusquedad, no carecía de algo de elegancia y tacto, una cosa que a él le llamaba la atención de ella era que acataba sus órdenes en silencio y disfrutaba haciéndolo, se limitaba a liberar sus expresiones y tensiones con la sola exhalación, la respiración errática y su pecho hinchándose una y otra vez de manera veloz mientras tenía su cara presionada contra el edredón que el chico tan descuidadamente había dejado caer antes de atraerla.
Manteniendo su mano en la corta cabellera lograba controlar la movilidad de la chica mientras con la otra la despojaba de su única prenda sobrante simplemente rasgándola, aunque, tuvo el pensamiento de ubicar las partes de la prenda con cuidado en el extremo contrario del edredón, acto seguido, esa misma mano emprendió camino hacia uno de sus glúteos el cual apretó con manía y sin algún tipo de aviso previo se introdujo en su parte trasera de tirón provocando un sobresalto y un grito ahogado de parte de su acompañante que se mordía el labio para suprimir sus quejidos, él esperó unos segundos antes de dar inicio a un vaivén de caderas donde se escuchaba su cuerpo chocar con el ajeno una, dos, tres... a decir verdad, Trinity en ese momento no era capaz de contar cuántas veces se introdujo y chocaban toscamente sus cuerpos, pero desde donde tenía enterrada la cabeza, lo recibía en su interior sin rechistar y de algún modo se resignaba a solo recibir.
Si alguien le preguntaba cuáles eran sus deseos en esa circunstancia dada, diría, tal vez, que ella quería llegar a conocer a ese ojiazul que le resultaba cada vez más misterioso, le atraía y no podía explicar el porqué, pues sus tratos eran solamente sexuales y sus encuentros momentáneos, él le pagaba una buena cantidad pero ella no buscaba quedar con él por interés monetario, por descabellado que podría oírse, ese hombre frío y calculador con sus elegantes a la vez que bruscos movimientos hacían a Trinity sentirse deseada y querida de la forma más rara (enfermiza, dirían algunos) posible, pues el hecho que la recompensara simplemente para aceptarlo en su interior las veces que él considerara, la hacía sentirse única aunque, muy en el fondo tuviera claro que no era la única en ese plan.
Luego de otra tanda de un tanto dolorosas oscilaciones y que lo sintiera llenar su cavidad, supo que daría por terminado aquel encuentro que, tampoco deseaba que tuviera fin, igualmente, quién la escuchaba a ella, ¿cierto?, cuando sintió que su pelo era liberado y Daniel se ubicó unos metros más atrás, tuvo permiso de levantarse, al hacerlo, le hizo una reverencia, decir que lo podía considerar un Dios sería mucho decir, así que quedémonos con que lo consideraba como algo cercano a ello.
—Mr. Winchester, ¿todo de su agrado? ¿Necesita que le sirva para algo más?
—Vístete, John te escoltará a la orilla del muelle, una palabra de lo que has visto y se acabó todo para ti, ¿me has entendido?
Ni siquiera esperó a que la anonadada chica confirmara o dijera algo, solo dejó que el mencionado tomara a la muchacha del brazo y la subiera a una barca hinchable de motor para devolverla al borde de donde la habían recogido, Winchester luego de eso, se quedó planeando su próxima movida a la vez que se terminaba la botella de vino tinto trago a trago directamente del pico.
—Ed, organiza una reunión para dentro de dos días con Zapata, que diga él el sitio y la hora.
—Enseguida, señor.
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¡Hola mis buitrecitos del señor!
Espero que estén bien, nuevo capítulo por fin, sé que desaparecí, déjenme ser. He estado metida en otra cuestión (llamada procrastinación... okno) pero se hace lo que se puede. Decirles también que entré a una especie de concurso por si se quieren pasar por ahí a echar un vistazo. Me agrada que les vaya gustando la historia a pesar de que mis ritmos son algo lentos, háganme saber si existe alguna cosa que deseen leer o les parezca que requiere mejorar, estoy aquí para leerlos. Bueno, la yo se larga a sus sombras a procesar la escritura del próximo.
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Se les quiere y se les aprecia 💘
Con parte de mi amor ❤️
Tiniebla.
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