XIII
La joven delicadamente tomo asiento junto a sus pares. —. Es un placer señor Agreste, quería agradecer su disposición al revisar mi proyecto, lo envié a bastantes lugares, sin embargo, solo usted respondió. —. Dijo agradecida mientras de reojo miraba a Adrien, quien no podía retirar los ojos de la chica, la cual ya empezaba a sentirse incómoda.
— Marinette ¿cierto?— Asintió. —. Debes comprender que en nuestro dominio, tus habilidades no serán desprestigiadas, ¿No lo crees, hijo? — pregunto, pero no hubo respuesta. —. ¿Adrien? —. Al obtener silencio de nuevo, tocó el hombro del menor, este volteo rápidamente hacia su padre.
— ¿Si? — murmuró, perdido en sus pensamientos.
Gabriel dio un suspiro. —. Por cierto Marinette, este es mi hijo. Debes disculparlo, últimamente su mente está en otros lugares —. Dio un sorbo a su copa de vino.
— Oh, s-sí, ya nos conocíamos — Miro a Adrien y le dedicó una sonrisa y este pudo sentir como su corazón latía más fuerte a cada segundo, el efecto que esa mujer provocaba en él, era sobrenatural. —. Fuimos compañeros en secundaria — Rió internamente ante los locos recuerdos de aquellos días.
— ¿Puedes creer como hemos crecido? — El muchacho deposito sus mejillas sobre sus palmas, cual joven enamorado. —. Padre, ¿Recuerdas el sombrero del concurso? — Gabriel asintió. —. Bueno, ¡Tienes ante ti a la única diseñadora del modelo! — Señaló con sus manos a Marinette, y ella elevó su sonrojo ante el reconocimiento.
— Vaya... Pero si ha sido talentosa desde muy pequeña Madame —. En medio de su conversación, el mesero llegó y tomando orden de todos los comensales se retiró silencioso.
La conversación siguió, pero solo entre Gabriel y Marinette, por su lado, Adrien descaradamente se atrevía a mirar sin reparo a su opuesta de pies a cabeza.
Terminada la velada, Gabriel se levantó de la mesa, ellos lo imitaron. —. Bienvenida a Gabriel's señorita Dupain, confío en que su trabajo será de lo más profesional, espero verla mañana en el edificio. — Tomó su chaqueta y con un apretón de manos, cerró el contrato firmado hacía segundos, luego, sin nada más que decir se retiró del lugar.
Ella aún estaba perpleja, ¡Lo había conseguido! Su felicidad en estos momentos era indescriptible, quería gritar de emoción. De pronto sintió como unos fuertes brazos la envolvieron. —. ¡Felicidades! — Habló el dueño de aquella voz que la cautivaba y sorprendida, solo pudo murmurar un pequeño "gracias".
Sin duda el rubio era el más dichoso, podría ver a Marinette a diario mientras ella por su lado, sentía un huracán de sentimientos que creía obsoletos.
¿Por qué demostraba este repentino interés?
No estaba en sus planes el trabajar para su antiguo amor, pero realmente necesitaba un trabajo. Odiaba depender de sus padres, ya mucho habían hecho por ella.
Envió el proyecto a la empresa de los Agreste como última opción, nunca imaginó que terminaría siendo la primera.
— ¿Quieres que te acompañe a casa? — preguntó, bastante interesado en la respuesta.
— N-no hace falta, créeme, la lluvia está por cesar — Agitó las manos en el aire. —. Nos vemos en el trabajo, jefe. — Guiñó uno de sus ojos. ¿Acaso eso había sido un coqueteo hacia el rubio? Quedó tan inmerso en ese pensamiento que no cayó en cuenta cuando Marinette salió del lugar.
¿De verdad creía que se daría por vencido tan fácilmente?
Salió apresurado e indicó a su chofer que se retirara. Corrió a todo lo que sus piernas daban tras la mujer y logró alcanzarla en un semáforo cercano.
Marinette sintió como una sombra se posicionaba sobre ella, elevó la mirada y se encontró con una gran sombrilla. —. ¿Qué dices? Como en los viejos tiempos. — Sonrió. Con un nerviosismo incontrolable la chica intentó tomarla pero él se la arrebató de las delgadas manos. — Está vez te acompañaré hasta casa —. Y aquella frase bastó para que Marinette aceptara la cruel realidad.
Adrien Agreste aún la tenía a sus pies.
Permaneció callada casi todo el camino, hasta que el chico de ojos verdes dejo el orgullo de lado y dio la primera palabra.
— Así que... Estuviste en Shanghai... — dijo mirando hacia el frente. Ella sentía como su corazón se aceleraba cada vez más.
— ¡S-si! Vivo en Shanghai... digo, no, vivía en Shanghai, ahora vivo aquí contigo... qui-quiero decir no contigo, si no que yo en mi casa y tu en tu casa pero ambos en la misma ciudad... Dios, soy un desastre. — Cubrió su rostro con ambas palmas producto de la vergüenza.
Adrien se detuvo en seco, acababa de darse cuenta que ella aún balbuceaba a su lado, le encantaba. La observo de pies a cabeza, es como sí nunca se cansara, lo había hecho por horas en el restaurante y podría hacerlo todo el día si se le diera la oportunidad, sintió unas ganas inmensas de abrazarla, besarla y decirle lo mucho que la amaba aún. Pero quizás iba muy rápido, intentó calmar su respiración dando un largo suspiro. —. No has cambiado en nada, Marinette — Acaricio con cuidado la mejilla de su contraria, ambos se estaban dejando llevar, quizás por los sentimientos, quizás por el vino que consumieron durante la cena, no lo sabían con exactitud. Pero el roce de sus pieles despertaba algo incontrolable dentro de ambos.
La chica cerro los ojos, disfrutando de los fríos dedos de Adrien sobre su suave piel, una sensación que para ella, significaba mucho más que una simple caricia. Él, sin ninguna cosa más en su mente que la azabache, se fue acercando lentamente a sus labios.
Era algo que ambos habían deseado por años, sentían que el destino los había vuelto a unir, pero, contradictoriamente, él mismo, puede ser engañoso e incierto. Marinette abrió asustada los ojos, un fuerte ruido vino desde el teléfono de Adrien, quien de inmediato tomó distancia.
La muchacha volteó hacia la calle para evitar que el chico viera la expresión que no podía sacar de su rostro en ese momento; una gran sonrisa acompañada de rojas mejillas que incluso en la oscuridad de las calles era difícil de ocultar.
Adrien sacó torpemente el dispositivo de su bolsillo, contestando la llamada entrante.
— ¿Lila? — Tapo su boca y se llamó estupido más de cien veces en su interior. La sonrisa que adornaba la cara de Marinette había desaparecido. —. Acabo de salir del trabajo, papá me invitó a cenar con... Sí, estoy por llegar a casa, está bien, compraré sushi en el camino... — Marinette intentaba no escuchar, cada palabra rompía un poco más su corazón, despojándola de sus fantasías e ingresando lentamente a la realidad. Logró concentrarse en otra tontería, Se fue alejando de la conversación, acercándose lentamente a la calle, cerró sus ojos mientras pequeñas gotas de lluvia hacían cosquillas en su nariz, ya casi no escuchaba la voz de Adrien.
Un auto pasó a su lado, salpicando un gran charco a sus pies, empapándola completamente, dio un gran grito, alarmando al rubio. —. ¡Oh no! ¡¿Estas bien?! — La ojiazul asintió temblando por el frío que se apoderaba de su cuerpo, mientras al otro lado de la línea, Lila preguntaba histérica por la chica que acompañaba a su esposo a estas horas. Al parecer había escuchado claramente aquel grito.
Adrien no le dio más vueltas al asunto y colgó. —. Lo lamento — Intentó depositar su chaqueta sobre los hombros de la chica, abrigándola.
— N-no tienes porque disculparte, no fue tu culpa. — Rechazó la acción, devolviendo la prenda a las manos de su dueño. — De-deberías tomar un taxi, la panadería está pasando la esquina, nos vemos en el trabajo, Adrien.
No le permitió decir nada, caminó velozmente sin voltear hasta entrar al domicilio, al contrario del muchacho, quien la observo hasta asegurarse de que cerrara la puerta tras ella.
Cuando la perdió de vista dejó caer el paraguas al suelo y apoyo su espalda contra la muralla de ladrillos, cubrió sus ojos con una de sus manga y sonrío ampliamente. — ¿Que haré contigo, Marinette? — miró al cielo unos segundos, recogió la sombrilla, cerrándola. — ¡Taxi! — grito y las llantas frenaron en seco dando el típico sonido. Abrió bruscamente la puerta, y de la misma forma se sentó.
Ahora estaba más que seguro; lo que ella sentía por él era de todo menos odio.
¡Gracias por leer!
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