XI
Punto de vista de Marinette
Sus ojos brillaban junto a las luces de la ciudad, por alguna extraña razón, ese simple instante me hacía inmensamente feliz.
— ¡Mari, desde aquí se puede ver todo París! — Gritó Hugo con entusiasmo.
Las vigas estaban condenadamente frías, pero por suerte se me había ocurrido resguardar el calor corporal de mi pequeño bajo bastantes capas de ropa, por el momento no parecía importarle el frío.
Caminaba con suma torpeza entre el metal, mientras yo me preguntaba de dónde habría sacado aquel coraje. —. Cariño, con cuidado. Debes tenerlo incluso si tú madre es LadyBug y puede... ¡Atraparte! — Lo tome entre mis brazos con fuerza, abrazando su pequeño cuerpecito al mío.
— Él vendrá ¿Verdad? — Pregunto mirando hacia el final del monumento.
— Eso espero... — Respondí.
Luego del inesperado ataque de celos por parte de Chat Noir, creí justo que se enterara de la verdad. Hugo era mi hijo y no podría ocultarlo por siempre, además, él estaba impaciente por conocer al héroe del que tanto le había hablado.
Sin embargo aquel felino tardó mucho más de lo esperado, no pudiendo evitar que Hugo cayera dormido entre mis brazos.
— ¡Marinette! — Oí desde unas vigas más abajo. —. ¡Leí el mensaje! ¡¿Dónde estás?! — Sonreí recordando el pequeño post-it que había dejado sobre mi balcón con claras instrucciones de vernos en ese lugar.
Con la ayuda de su bastón comenzó a subir. — ¡Mari-! — Cerró sus labios de inmediato al ver el dedo sobre mi boca que clamaba silencio. —. L-lo siento. — Corrí mi cuerpo muy lentamente y le indique que se sentara.
— No te preocupes, tiene el sueño pesado. — pase mi mano por la mejilla de Hugo.
— No me disculpaba por eso...— Una vez a mi lado, apoyó su frente en mi hombro. —. Hablaba de nuestra discusión de ayer... Sé que fui un imbecíl, no debí gritarte... pero... de verdad pensé... — Una notoria vergüenza se hacía presente a través de las rojas mejillas. —. p-pensé que...— Sus ojos alternaban entre Hugo y yo.
— Basta Chat, ya entendí. — Miro con ojos suplicantes, pendiente a mi respuesta. —. Y claro que te perdono, debí ser clara contigo desde un principio. — Agregué.
— Era él, ¿cierto? — Pregunto mirándolo. —. ¿Era él quien trataba de abrir la puerta? — Asentí. —. Vaya... Así que tú eres Hugo. — Revolvió su cabello amistosamente. —. Que dichosa ere My Lady, yo jamás tuve un hermano... — ¿Hermano? ¿Pensaba que Hugo era mi hermano? —. Aún así no comprendo de dónde viene lo rubio... Bugaboo, ¿Imaginas si tú y yo tuviéramos un bebé? — Hizo una osada pregunta tomando su mentón, coqueteando. —. ¿Sería rubio o azabache? — Ambos reímos.
— Creo que eso no pasará gatito... Además, te equivocas. — Dije, segura de mis palabras.
— ¿E-equivocarme? ¿Se puede saber porque princesa? — Arqueó una ceja, mientras yo me metalizaba para su próximo berrinche tras mis palabras.
— Hugo no es mi hermano, Chat...— Sus pupilas se contrajeron y en secuencia sus orejas se elevaron en el aire. —. Él es mi hijo. — Aguantó la respiración por un par de segundos.
— ¿Qué? — Preguntó, incrédulo.
— Ya te lo he dicho, Hugo es mi hijo. — Repetí, nos quedamos en silencio un momento, hasta que él, estalló en risas.
—Comprendo, comprendo. Buen chiste, Bugaboo. — Volteó hacia mí y bajo sus orejas. —. Es una broma, ¿verdad? — Negué. Él dio un suspiro y bajó su mirada.
— ¿De verdad crees que bromearía con algo así? — La mueca que se formó en mis labio pareció convencerlo.
— ¿Como sucedió esto? — Susurró.
— Vamos Chat, estamos bastante grandes para saber cómo se hacen los bebes. — Miré hacia un lado avergonzada.
— ¿Su padre está en Shanghai? — Dijo, aún sin mirarme.
— No, él no está. — Sentencié.
— ¡¿Murió?! — Preguntó casi gritando.
— No, él no murió, simplemente no está, nunca estuvo... — Me miró directamente a los ojos, tomo mi cara y acaricio mi mejilla.
— ¿Quién te hizo esto Marinette? Dime, ¿Quién fue el cobarde? — Apretó sus puños. —. Lo mataré. — Entre-cerró sus ojos, reteniendo la rabia que emanaba.
— ¡Basta Chat! No lo llames cobarde... Él jamás supo de la existencia de Hugo, jamás le conté acerca de mi embarazo. No fue su culpa que Hugo creciera sin un padre, si no que fue mía, yo soy la única cobarde aquí. — Exclamé convencida y demasiado arrepentida.
Después del encuentro entre Hugo y Adrien en el Louvre no podía sacarme de la cabeza la posibilidad de una relación padre e hijo entre ambos y dolía, dolía porque sabía cuán imposible era.
— No digas eso princesa, tú eres de todo menos cobarde; Eres hermosa, una gran madre, inteligente, hermosa, talentosa, hermosa, maravillosa, ¿ya dije hermosa? —. Comencé a reír, limpiando una que otra lágrimas mientras seguía con su juego. —. Cualquier hombre estaría orgulloso de formar una familia a tu lado, créeme porque... No sabes cuánto me hubiese gustado ser el padre de ese pequeño... — Esto ultimo me dejó sin palabras, Chat Noir lograba abrirme los ojos, sacarme desde lo más oscuro del agujero, me hacía ser feliz, me ayudaba a darme cuenta de la cosas que brillaban en la vida. Gracias a él, permanecía cuerda. —. ¡Q-Quiero de-decir, q-que tú y yo y e-el... — Balbuceaba palabras incoherentes. Supuse que no pensó antes de decir lo anterior.
— Shhh. — Puse un dedo sobre sus labios y cerré mis ojos, aguantando las lágrimas puesto que sus palabras me habían conmovido hasta él borde. —. Gracias.— Sonreí.
El silencio inundó el ambiente una vez más. Él parecía perdido en sus pensamientos, mirando a nada más que mis ojos, supuse que aún intentaba procesar la información.
— Bu-bueno, es bastante tarde Bugaboo, deberías irte a dormir. — Ordenó, levantando su dedo índice cuál padre, me puse de pie, tambaleante con Hugo sobre mis brazos. —. ¿Puedo llevarlo? — preguntó.
Lo mire confundida, no es que Chat Noir no fuera de confianza, pero su petición se me hacía algo extraña. —. S-supongo. — Dije recargando el peso de Hugo sobre sus brazos.
Y de un momento a otro, Chat saltó desde lo más alto de la torre, ayudándose con su bastón para no caer de seco sobre el suelo. Me puse histérica y corrí tras ellos.
Hugo comenzó a gritar, pero ese miedo rápidamente se convirtió en fuertes risas. Creo que estaba disfrutando el paseo.
Llegamos al balcón de siempre y el pequeño bajó de sus brazos. —. ¡No puede ser! ¡Eres Chat Noir! — Dijo mientras abrazaba su pierna.
Al verme corrió en mí dirección. —. ¡Pero miren quien ha despertado! — Le abracé mientras él intentaba contener su felicidad por la situación.
— ¿Viste eso Mari? Chat Noir me cargo por los aires, ¡Es el mejor día de mi vida! — Grito eufórico.
— ¡Claro que lo vi! Fue genial, pero ya es tarde, Chat tiene que marcharse y tú debes dormir, ¿no es así? — Reaccionó con un puchero, Chat apoyó mi dictado, convenciéndolo. Finalmente se rindió y decidió obedecer.
— Dios, si que tiene tu energía. — Se acercó a él. — Hugo, quiero que sepas que ante cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo... ¿Lo entiendes? — El menor, asintió frenético mientras se alejaba luego de un gran abrazo a su héroe. — Dime, ¿Por qué no te llama mamá? — Observamos como Hugo, se metía lentamente en la casa, sonriendo y agitando su mano en señal de adiós para Chat, mientras él imitaba la acción.
— Traté de evitarlo. Si se enteraban de que era mi hijo, me quitarían la beca... Al final se acostumbró. — Restregué mis ojos. —. Aún cuando le digo que me llame mamá, para él, sigue siendo "Mari".
— Princesa. — Llamó mi atención. — Solo quiero que quede claro; no conozco a nadie más fuerte y valiente que tú, eres una excelente madre, que nadie se atreva a decir lo contrario... Pues entonces, se las verá conmigo. — Terminada su frase, besó mi mejilla.
Quedé inmóvil y reaccioné solo para verlo saltar hacia otro edificio, guiñando uno de sus ojos.
¿Por qué aquel beso se me hacía tan familiar?
¿Por qué ese beso de pronto se me hacía tan cálido?
¡Gracias por leer!
❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro