VI
Punto de vista de Marinette.
Admitir que mi encuentro con Chat Noir fue maravilloso sería poco en comparación a latía mi corazón con solo recordar sus brazos envolviéndome tal y como lo hacían años atrás. Hacía tanto tiempo que no sentía esa alegría, tranquilidad y seguridad que sus ojos verdes proyectan, misma que encendía un abrazador calor hogareño en la chimenea de mi alma.
En sus brazos, era una verdadera princesa, nada podría dañarme mientras estuviera cerca.
Lamentablemente la despedida era necesaria, ya no era una chiquilla de quince que iba a lloriquearle al chico de la máscara cada vez que era rechazada, tenía un hijo que amaba y debía cuidar de él.
Aunque me doliera, no tenía tiempo para estar jugando a la superheroina otra vez.
Unos suaves cabellos rubios fueron los encargados de mi despertar, provocando pequeñas cosquillas en mi nariz.
Allí estaba, tan pequeño, con sus dos ojos cerrados y su peculiar aroma a bebe que aún conservaba.
Hugo fue producto de un embarazo no deseado en circunstancias bastante particulares, las cuales, a pesar de ser difíciles, aún recuerdo con algo de nostalgia.
A los 18 años, dado mi destreza en el diseño, creatividad y sentido de la estética, fui aceptada en el espectacular "IFA París" Una de las más prestigiosas escuelas de moda, no sólo en el país, más bien en el mundo entero. En palabras del mismísimo Gabriel Agreste; "Aprenderás la forma Francesa de ver la moda como un arte".
Era básicamente como un sueño para la ingenua muchacha de dieciocho años con un mes y medio de gestación, del cual se enteró justo después de aceptar la propuesta.
Siempre agradeceré a mis padres por todas esas oportunidades que me dieron y sobre todo por ser tan comprensivos ante la situación.
Lamentablemente cuando todo parecía ir de maravilla, a mis oídos llegó la noticia de que los cupos dentro de la sede presente en París se habían agotado.
¡Pero no se preocupen! Porque IFA te da la oportunidad de viajar a otro país, completamente sola, donde no entiendes ni una palabra de lo que dicen y con un bebé dentro.
Así fue como mamá tuvo que mover todos sus contactos para poder conseguir una buena y sobretodo, barata habitación en Shanghai, lugar donde se encontraba el campus más accesible para mí en estos momentos, dado que las clases comenzaban en algunos meses, dándome tiempo para relacionarme con lo que sería mi nueva vida en los próximos años.
Shanghai... Con el debido tiempo pude amarlo. Conocí gente maravillosa, personas que no dudaron en ayudarme con el cuidado de Hugo. Aveces mamá iba por semanas, dejándome algo de dinero y llevando a su nieto hacia París, al menos, momentáneamente para que la torpe de Marinette pudiera pasar su curso.
Odiaba vivir de favores, pero no tenía otra opción, lo menos que quería era pedir dinero al padre de Hugo, claramente Adrien Agreste no tenía tiempo para ello.
Me causo mucho daño, demasiado, por lo que volver a mirarlo a los bonitos ojos que se gastaba no estaba para nada dentro de mis planes.
Opté por desaparecer de su vida antes de que mi vientre fuera visible y la cascada de preguntas cayera sobre mi.
Pasaron los años y fue cuando me enteré de su osado matrimonio, confirmando al instante que solo fui un juego, dado a que la que exhibía un anillo dorado en su anular, era Lila Rossi.
Finalmente logré aceptar que aquellos sueños de quinceañera jamás llegarían.
Cada experiencia, cada caída me ayudó a crecer inmensamente como persona, con un pequeño hijo accidentalmente bilingüe, luché contra las noches de llanto, luché contra la angustia y la soledad hasta que finalmente lo logré, pude lucir mi hermoso título de "Diseñadora de vestuario."
Estaba orgullosa de mí misma y agradecida inmensamente con él mundo, al final todo había salido de maravilla.
Pero aún así, me sentía como una extraña en Shanghai, jamás pude dejar caer mi raíces sobre aquellas tierras, después de todo mi hogar siempre fue París, así que cuando surgió la oportunidad de volver a Francia, sin dudar la tomé.
Me fascinaba la idea de formar un hogar, comenzar a trabajar, comprar una casa quizás. Esta vez nada me detendría, ya no era débil como hace años, esa Marinette desapareció y nada en el mundo podría hacerla volver.
Bajé la pequeña escalera desde lo que era mi antiguo cuarto con Hugo en brazos, mis padres lo recibieron con un desayuno repleto de cuantos postres pudieron poner sobre la mesa y junto a un amoroso abrazo lo guiaron hasta el árbol de navidad que se encontraba en un costado de la sala.
Bajo el pequeño pino habían variados regalos de diferentes formas y tamaños, efectivamente todos y cada uno de ellos eran para Hugo. — Se volverá un consentido aquí. — afirmé, lanzando una mirada acusadora a mis padres, ellos solo se limitaron a reír sin más.
Tenía mi mente perdida en el delicioso desayuno mientras veíamos a Hugo abrir cada una de las cajas y entonces, el recuerdo de que aún guardaba su presente llegó a mi mente.
— ¡Creo que es hora de abrir el regalo de mamá! — Anuncie efusiva para luego subir enérgicamente las escaleras. Abrí la maleta donde aún estaban todas nuestras pertenencias y me maldije por no sacarlas antes.
La salsa hoisin que había traído para mi padre se había derramado dentro, afortunadamente solo en la esquina inferior derecha, sin embargo y para la mala suerte de Hugo, en ese lugar estaba su regalo.
Completamente empapado, levante el pequeño disfraz de ChatNoir en el que había estado trabajando hacía noches y el pánico no dudo en apoderarse de mis ideas.
¿Qué clase madre era si no tenía un regalo para él en Navidad?
Confiando en mi buena suerte, me vestí lo más rápido que pude y salí a escondidas, esperando a que alguna tienda estuviera abierta.
La casa de mis padres quedaba justo en una esquina bastante cerca del centro de la ciudad, así que, si corría no tardaría mucho en volver.
— Querida suerte, no me abandones hoy. — Susurré al universo, con la esperanza de hallar un letrero que no tuviera un gran "Cerrado" escrito sobre él.
Para ser franca, la suerte estuvo más distante que nunca ese día, ya que, en cuanto volví mi mirada hacia el frente, me encontré con dos ojos esmeralda, tan abiertos como los míos.
Era aquel chico que podía devolverle el color a mi mundo con una sola sonrisa, paseando tan despreocupado como lo recordaba, luciendo ese aire juvenil que lograba hacer temblar mis rodillas y en cuanto nuestros ojos se encontraron, la Marinette de hace 6 años volvió, al igual que todos esos sueños de quinceañera.
No puedo creer que haya cambiado tanto mi forma de escribir;; me está costando traducirlo al nuevo idioma Jo xD
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