IX
Punto de vista de Adrien:
El reloj dio las 09:00 a.m y ya me encontraba en la entrada principal al Louvre. No tenía ni la menor idea de que hacía allí, pero algo en esa mañana me impulsó hacia el aclamado museo.
No dormí, me arrepentía de cada palabra dicha hacia Marinette y necesitaba verla otra vez, aunque ella no tuviera idea de mi presencia, conservaba la esperanza de que Adrien podría subirle un poco el animo. Además, aunque lo negará, en el fondo necesitaba ver al hombre que en estos momentos permanecía a su lado.
No sabía a qué hora aparecería, así que me aseguré y estuve desde que el museo abrió sus puertas, paseando, atento a sus ojos azules, después de todo, debía asegurarme de que nuestro encuentro fuera de lo más casual.
El reloj dio las cuatro en punto y la ansiedad me atormentó como no lo había hecho en toda la jornada. —. Ella no vendrá ¿verdad? — murmuré hacia el techo, esperando que mágicamente una respuesta llegara desde el cielo hacia aquel ingenuo chico que llevaba más de medio día sentado en uno de las bancos de mármol distribuidos por los múltiples pasillos del establecimiento.
Por mi cabeza pasaron millones de teorías, millones de escenarios posibles a partir de nuestro encuentro, pero en ninguno ella estaba ausente.
Pasaron las horas y comencé a aceptar las cosas; tal vez el museo era tan grande, que entre tanta gente, encontrarnos sería un milagro. Y aún así, tenía la esperanza de que mi mala suerte se fuera por ese día.
Me levante y emprendí un improvisado paseo por los grandes pasillos, después de todo, ni yo recordaba la última vez que me había dado un tiempo para admirar el bello arte que caracterizaba esta parte de Francia.
Mis pasos me llevaron hasta las obras más famosas, esas que daban rostro al museo, fue así como me encontré cara a cara con el enorme cuadro de Paolo Veronese, "Las Bodas de Cana"
Expectante de la belleza y dificultad del cuadro, comencé a meditar sobre mí mismo y me di cuenta de lo triste que era mi vida, viviendo en un falso amor, anhelando otro, donde quizás ni siquiera era correspondido a esas alturas.
¿Y si Marinette ya tenía una familia? ¡¿Y si tenía hijos?! ¡¿E incluso un hámster?!
Una presión en mi pierna me saco de aquellos pensamientos tan rápido como llegaron. Bajé mi vista y me topé otra vez con sus ojos verdes, sonreí. —. ¡Adrien! — Exclamó, contento, abrazándose a mi.
— ¡Hey... amigo! — Indagué entre mis memorias, pero por más que lo intentara no podía recordar el nombre del pequeño. —. ¿Qué pasa? — Revolví su cabello —. ¿Volviste a perder a tu madre? — Ambos reímos.
— No. — Saco su diminuta lengua de forma burlona, se me hacía tan familiar... demasiado, para ser honesto. —. Ella debe estar cerca. —
— ¡Hugo! — Escuché a lo lejos, reconociendo la delicada voz al instante. Busqué junto a un nerviosismo brutal con mi vista, apartando al niño de mi lado, lo último que quería era que pensara que ya era padre. —. ¡Hugo! — volvió a gritar, volteé, esperando ver a ese tal Hugo, al cual tanto llamaba. ¿Sería más guapo que yo? ¿Su cabello era negro? ¿Rojo tal vez? ¿Acaso más agradable? ¿gracioso? Imposible, nadie era más gracioso que Chat Noir... ¡¿Y qué había de sus ojos?! —. ¡Hug-! — No terminó su llamado, pues nuestras miradas se cruzaron quedando ambos estáticos.
— ¡Aquí estoy! — Mire al niño, quien levantaba enérgicamente su brazo, indicando su posición, y entonces recordé su nombre.
Pude notar que el pequeño broche que ella había comprado, yacía puesto en el pecho del menor. —. Hugo... — Susurré e inmediatamente todas las piezas se unieron en mi cabeza por arte de magia, nunca antes me había sentido tan estupido, había hecho sentir mal a Marinette por una simple confusión, es más, a partir de esa confusión, se formó una gran e innecesaria discusión innecesaria entre ambos.
Marinette comenzó a caminar hacia nosotros, demasiado cautelosa, como una niña pequeña que acababa de cometer una travesura.
Mire a Hugo, para luego volver a ella, repetí esta acción más de cuatro veces y por mi cabeza solo pasaba una frase. — No la llames mamá, no la llames mamá, no la llames mamá... —
Las Bodas de Cana :
Por si alguien lo desconoce, este es el Louvre:
¡Gracias por leer!
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