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Le cadeau d'anniversaire

—Entonces, ¿lo estás pasando bien? —preguntó Aiolia con interés.

Oui, je m'amuse très bien, merci —respondió Camus muy animado, pero al ver la cara de desconcierto de Aiolia, añadió: ­—Me lo estoy pasando muy bien, gracias.

—¡Ah, qué bien! Y eso que vamos a la mitad del día. Aún falta nuestro festejo —dijo Leo con una enorme satisfacción.

—¿En serio? No estarán tomándose demasiadas molestias, ¿verdad? —preguntó Camus con algo de preocupación. Las fiestas de cumpleaños que organizaban sus hermanos (sobre todo si los responsables eran Leo, Cáncer, o ambos) terminaban en borracheras épicas.

—No, no, ¿cómo crees? Será algo muy sencillo. Mu, Aldebarán y Shura prepararán algunos bocadillos. Bueno, Aldebarán dice que te preparará algo francés, que de seguro te gustará mucho. Death, Dohko y yo nos encargaremos de las bebidas (Camus sonrió forzado y tragó saliva) y mi hermano y los gemelos están buscando, ya sabes, comida ligera...

—Se están proveyendo de toda la chatarra que sean capaces de encontrar, —interrumpió Deathmask —desde pizza hasta chips. Shaka, que es un aburrido de primera, está preparando veggies. ¡Veggies! Porca miseria! —resopló con fastidio.

Camus sonrió con una expresión entre feliz y preocupada. Ahora mismo iba subiendo las Doce casas, después de haber compartido una sencilla, pero deliciosa comida de cumpleaños, con los ancianos de Rodorio y lo chicos y chicas a quienes solía dar clase de danza. Había disfrutado a morir una horiatiki y una spanakópita deliciosas. Luego le habían servido musaka, que acompañaron con un poco de retsina. Y había concluido con baklavas. Aunque para entonces ya no se sentía capaz de tragar ni un grano de sal, pero dado el esfuerzo de sus anfitriones, le pareció una grosería inmensa rechazar el postre. Ahora, la perspectiva de una comilona preparada por Aldebarán (porque tratándose de él eso sería justamente) y del fiestón loco que seguramente tenían proyectado Leo y Cáncer (con la mano maestra de Dohko interviniendo aquello era de temer) la celebración le parecía más allá de sus fuerzas.

—Estamos planeando reunirnos hacia las 6 o 7 de la tarde, en Escorpio. No te preocupes, no tocaremos Acuario para nada. Bien sabemos que odias el desorden... y no queremos que nos congeles el trasero si rompemos algo —­dijo Aiolia con una sonrisa de oreja a oreja.

—Además, ¿para qué destrozar tu casa, cuando Milo está ahí preparándote tu sorpresa de cumpleaños? —añadió Deathmask con una maldad infinita.

Camus, que escuchaba con una sonrisa plácida en el rostro, la cambió por una mueca de preocupación y de inmediato volvió la vista a Cáncer.

—¿Cómo dices? ¿A qué te refieres con "sorpresa"? —inquirió el pelirrojo con voz ominosa. Death ensanchó su sonrisa mientras Leo tragaba saliva y miraba al albino con reproche —Milo sabe perfectamente que tiene prohibido cocinar en mi casa. Dime que no está cocinando.

—De acuerdo... no te lo diré —respondió Deathmask con sorna. Camus abrió unos ojos enormes y enrojeció, presuntamente de ira. Aiolia se alarmó al pensar en la integridad física de Milo.

—Tranquilo, Camus. Milo no será tan tonto para cocinar en tu casa si se lo prohibiste...

—Puesss... —insistió Deathmask sin quitar la sonrisa torcida de su rostro y la vista de la figura del francés, que enrojeció visiblemente más.

—Si me disculpan —dijo Camus dando media vuelta y reiniciando el ascenso —tengo cosas qué hacer antes de la reunión —Aiolia tragó saliva pensando en si requerirían que Dohko sacara a Milo de un ataúd de hielo.

—No, no, no; espera Camus, estás exagerando —dijo Aiolia mientras iba detrás de él. El francés se detuvo, volvió sobre dos de sus pasos y se detuvo justo frente a Leo, que se quedó tieso con un pie a medio levantar para ascender otro peldaño.

—¿Exagerando? ¡Exagerando! ¡La última vez que cocinó en mi casa tuve que limpiar salsa boloñesa del techo! ¡Del techo! Comment diable a-t-il pu faire une telle barbarie? (1)

—Ahmm... bueno, el tipo es creativo... —masculló Leo con una sonrisa nerviosa. Deathmask soltó una risotada. Acuario apretó los dientes y la temperatura bajó sutilmente. Aiolia y Cáncer se alarmaron de inmediato.

—Bueno, pero qué susceptible eres, francesito. ¡Ya cálmate! Te juro que tu rubio tonto no hizo ninguna barbaridad en tu sacrosanta cocina. ¡Faltaba más! —exclamó Cáncer, entre tranquilizador y ofendido ­—Yo mismo lo supervisé, y como sabes, puedo vivir en un muladar, pero no cocinar en uno —Camus empezó a tranquilizarse y la temperatura volvió a ser la de antes. —Demoni con i festeggiati! No aguantas nada... (2)

Camus, ya no tan rojo (ni tan enfadado) carraspeó.

—Gracias por tranquilizarme... y por supervisarlo. ¿Dicen que a las 6 o 7 en Escorpio? Allí los veré entonces. Ahora, si me disculpan... —y continuó subiendo apresuradamente.

—¡Por supuesto, nos vemos a las 6! —se despidió Leo agitando cándidamente una mano. Deathmask empezó a carcajearse —Y ahora, ¿a ti qué te pasa?

—Será un milagro si los vemos antes de medianoche. —respondió Cáncer entre risas maliciosas —Yo mismo acompañé a Milo a comprar el "regalo"... el maldito pervertido quería asegurarse de que no había riesgos médicos elevados...

—¿Qué? ¿Pues qué le compró?

—Que Milo te cuente mañana, o un día de éstos. Digamos que estos dos van a "jugar rudo", por decirlo de una manera inocente —respondió Cáncer mirándose las uñas. Leo abrió desmesuradamente los ojos y sus mejillas adquirieron un leve sonrojo.

—¡Diablos, Milo! —susurró Leo mientras miraba no sin malicia hacia arriba, al onceavo templo.

Mientras tanto, Camus había ido subiendo apresuradamente, sin detenerse más que lo necesario cuando alguien se acercaba a saludarlo. Respondió breve y "efusivo" a Virgo (recibió la ceremoniosa felicitación de Shaka con una inclinación de cabeza), se detuvo a conversar unos minutos con Marín y Shaina en Escorpio (donde, en efecto, se llevaban a cabo los preparativos de la reunión), recibió con una sonrisa estupefacta los cordiales abrazos de Seiya y Shun mientras Shiryu e Ikki se limitaban a ofrecerle un apretón de manos. Hyoga, por su parte, se le abrazó unos instantes de la cintura y dejó entre sus manos un paquetito de chocolates Alionka, a lo que Camus sonrió con una ternura infinita. A la altura de Capricornio se encontró con Shion y Saori, que bajaban rumbo a Rodorio, y recibió las felicitaciones de ambos: un tanto solemne de parte del Patriarca y francamente cariñosa por parte de la diosa.

—Mañana te entregaré tu regalo, Camus —dijo Saori con gran alegría. —Conociendo a los chicos, y especialmente a Milo, no te dejarán mucho tiempo libre hoy. Pero mañana eres mío: me acompañarás a comer, jugaremos ajedrez y bailaremos un poco.

—Sí, Mademoiselle, como tú quieras.

Justo al salir de Capricornio se topó con Afrodita, que bajaba hacia Escorpio con un gran ramo de rosas. Antes de continuar el descenso, Piscis le entregó a Camus una rosa especialmente bonita, perfumada y rozagante.

—No se marchitará en todo el año. Pero debes cambiarle el agua todos los días, ¿de acuerdo? —y después de esas instrucciones, le permitió continuar el camino hasta su casa.

Al entrar a Acuario, Camus no notó nada fuera de lugar. Todo se veía tan pulcro y ordenado como lo dejó al salir, a media mañana. Luego del primer "regalo de cumpleaños" de Milo (le recetó una cogida apoteósica) salió más bien apresuradamente hacia Rodorio, para llegar a tiempo a la pequeña comida que sus estudiantes y los ancianos le habían preparado. Sin embargo, por mucha que fuera su prisa se aseguró de que todo estuviera en su sitio. Aunque invitó a Milo a acompañarlo, éste declinó alegando que estaría ocupado en otros preparativos. Debió sospechar que tendrían que ver con la estufa, pero luego de la tremenda trifulca que le armó al rubio amado de su corazón después de la última incursión en su cocina, creyó que nunca más tendría que preocuparse. ¡Ah, qué error! Como si no conociera a Milo y su amor por la adrenalina...

Al entrar a su modesto comedor, sobre la mesa, se encontró con una imagen digna de un bodegón renacentista: una fuente con ratatouille, unos palitos de pan y un plato con madeleines. Sonrió con ternura. Nunca había visto una comida tan elaborada de parte de Milo, que por lo general se limitaba a hacer sándwiches y ensaladas. Soltó un suspiro de satisfacción y se reprendió a sí mismo por pensar mal del hellenoi; se dirigió a la cocina, y nada más detenerse en el umbral, la temperatura en el templo descendió.

—Milo, scorpión crètin! Où est-ce que tu es? —gritó con voz estentórea y furiosa, mientras entraba y salía de las habitaciones que conformaban el área residencial de su templo. Al final entró en su propia habitación y ahí encontró al hellenoi cabrón: con la camisa a medio quitar, la bragueta del pantalón abierta y la cara, el cabello y las manos cubiertos de un polvo blanco: harina, seguramente. Milo, al verlo, se sobresaltó un poco primero y le sonrió provocativamente después. (3)

Oh, la lá, monsieur le français. Comme c'est merveilleuse que tu sois arrivé... (4)

—¡Ah, no! ¡Después del desastre que dejaste en mi cocina no me vas a endulzar el oído! Hellenoi crètin! ¡Hay harina por todas partes!

—Bueno... al menos no es salsa boloñesa —dijo Milo acercándose felinamente al francés sin borrar la sonrisa de sus labios. —Además, no es harina, mi amor, es azúcar glass... ¿quieres probar? —dijo mientras acercaba la mejilla empolvada a los labios de Camus quien, efectivamente, comprobó que aquello era azúcar. —Las made... lo que sea... quedaron deliciosas. ¿No te apetecen?

—Pues... pues... gracias por prepararlas, pero... —Camus empezó a atragantarse con las palabras a medida que Milo se le acercaba: le tomó una mano (la que sostenía el paquetito de chocolates, del cual quedó despojada) y se la pasó tortuosamente por el pecho, permitiendo que el pelirrojo sintiera los músculos. —¡Basta, Milo; no hace ni medio día que follamos como posesos!

—¿Ah, sí? Mira, qué cosas... parece que no me exorcizaste de manera efectiva, porque tengo al diablo adentro aún... —y bajó la mano del francés hacia su entrepierna, para que sintiera el ariete que le estaba creciendo. Camus se sobresaltó un poco y Milo se le restregó descaradamente contra una pierna mientras le mordisqueaba el lóbulo de una oreja. —Oye, pero qué bien hueles... —y aspiró profundo el cabello del francés mientras éste cerraba los ojos, un poco aturdido por la cercanía del rubio y sus indiscretos avances. —Hueles a... rosas —y le quitó de la otra mano la flor que le había dado Afrodita al tiempo que la dejaba con cuidado sobre una mesa—, a pan fresco... a... —abandonó el lóbulo y dejó un rastro de besos y mordisquitos en el mentón —ah... no sé a qué hueles, pero estás delicioso, me haces agua la boca...

—Milo...

—Estás tan apetitoso que si no te devoro ahora mismo moriré de inanición...

—¡Ya basta, Milo!

—¡Ash, Keltos, por Athena! ¡No es más que la triste cocina! —gritó el rubio frustrado mientras Camus se lo sacaba de encima —¡Anda, mon coeur! ¡Follemos y luego me tendrás de esclavo el resto del año fregando las putas paredes y los malditos trastos! Además, ¡valió la pena! ¡Te aseguro que el maldito guiso de rata de Disney me quedó delicioso, igual que las galletitas raras esas!

—Death dijo que te había supervisado —dijo Camus enfurruñado.

—¿Y cómo crees que habría terminado tu casa si Deathmask no hubiera estado vigilándome? —Camus se lo pensó un momento y su gesto se suavizó un poco— Qué difícil eres de contentar, de veras. Yo sólo quería prepararte algo delicioso con mis propias manos, ¡con mis propias manos! ¡Eso y follarte hasta enloquecerte! Pero me la pones difícil, Keltos cabrón, muy, muy difícil.

Y se cruzó de brazos muy indignado.

Camus torció la boca y resopló. Observó un momento a Milo, que no perdía la pose de diva ofendida y esperaba impaciente una satisfacción. Lo dejó ahí, parado en medio de la habitación mientras entraba al baño para luego salir con un vaso con agua, en el cual colocó la flor de Afrodita. Luego se le plantó a Milo justo en frente y le tomó las manos. Lo obligó a mirarlo.

—Gracias por la comida. No la he probado, pero luce deliciosa —dijo, y luego le plantó un beso breve en la comisura de los labios. —Efectivamente te tendré de esclavo, pero solo hasta que mi cocina quede limpia. Y ahora, harás bien en ducharte, porque nos esperan en tu casa entre 6 y 7 de la tarde para la celebración que nuestros hermanos han preparado.

Milo sonrió de oreja a oreja y le plantó un beso largo y profundo a Camus, luego lo soltó, así aturdido como lo dejó.

—Muy bien, tomaré un baño. Me pondré muy guapo. Tú no, porque ya estás que te caes de bueno. —dijo al tiempo que le estrujaba una nalga, cosa que sonrojó al francés. —Pero eso sí, no te perdonaré que no pruebes mi comida antes de que Aldebarán te atiborre de lo que sea que haya preparado, y sobre todo, antes de que te dé la follada de tu vida con el regalo que te compré este año. ¡Ya verás que me lo agradecerás entre gritos y alaridos! ¡No puedo esperar más!

Quoi? Cris et cris? ¡Pues que te traes entre manos? —preguntó Camus alarmado. (5)

—Ah, sí, entre manos —repitió Milo en medio de risitas tontas. —Ven, monsieur Keltos; abre tu regalo —y le entregó una caja forrada en papel kraft y anudada con una cuerda de yute.

Camus miró aquella caja, decorada de una manera tan burda (Milo siempre se esmeraba en ello, esta era la primera ocasión en que le entregaba un paquete tan desprolijo). Soltó el lazo de la cuerda y empezó a desplegar el papel. Al final, tuvo ante sí una caja de cartón que abrió sin más. Al ver el contenido, puso cara de desconcierto al tiempo que sentía que las mejillas y la entrepierna se le calentaban. Milo sonrió con suficiencia.

—Sabía que te iba a gustar. —aseguró con un ronroneo mientras le besaba una oreja —Feliz cumpleaños, mon coeur, mon amour...

Camus sostuvo con la mano derecha un artefacto alargado y con la punta roma, que simulaba perfectamente la forma de un glande.

Bálanos... —susurró Camus, a lo que Milo se mostró estupefacto para luego soltar una risita boba.

—Sí, supongo; bálanos, bellota... no creí que conocieras la referencia.

—¿Bromeas? Me ofende que me creas tan mal ratón de biblioteca...

—Ratoncito sensual de biblioteca... ¿entonces, estrenamos tu regalo de cumpleaños? —dijo al tiempo que empezaba a besarle el cuello y le masajeaba el pecho con una mano y el pene erecto con la otra. Camus suspiró y se entregó a la intensa sensación de los labios y las manos de Milo en su cuerpo. Soltó el masajeador anal en la caja y se volvió hacia su rubio acompañante, mientras le tomaba el rostro con ambas manos y le devoraba los labios, hambriento. Milo soltó un suspiro de satisfacción y se dejó guiar a la cama. —Sabía que no podrías resistirte... —aseguró entre jadeos mientras Camus se le echaba encima en la cama sin dejar de besarlo intensamente; sintió un mordisco en la clavícula y la mano del francés estrujarle suavemente los testículos, por lo que gimió con voz gruesa por el deseo. —Sólo de imaginarte atado a la cama, retorciéndote de placer con el... bálanos metido en el culo mientras te hago la mamada de tu vida, sin poder hablar por la mordaza... ¡por la verga de Zeus! ¡Voy a venirme ahora mismo sin necesidad de tocarte! —dijo mientras sentía que Camus le tomaba las manos y las ponía sobre su cabeza, para luego percibir un frío que al principio no resultó incómodo pero luego creció en intensidad. —Oye, oye, ¡espera! ¿Qué estás haciendo? —gritó al darse cuenta de que Camus le había congelado las manos por encima de la cabeza y se las había dejado unidas al cabecero de la cama. El francés lo miró con ojos extraviados, sonrió torcidamente.

Ah, mon Hellen! Qu'est-ce que je fais? Tu veux le savoir? Je vais te faire l'amour comme un démon... (7)

—¿Qué? Oye, espera un momento... soy yo quien va a follarte como si fuera el fin del mundo, ¡ese es tu regalo de cumpleaños, Keltos tramposo!

Ah, mais non, mon coeur. C'est moi qui va te manger cette soirée. Et tu sais une chose? Tu vas l'adorer! (8)

—¡No señor! ¡Eso sí que no, monsieur! ¡He dicho que te cogeré como si estuviéramos en el apocalipsis zombie, y así será! ¡Te enloqueceré de placer! ¡Así que suéltame, suéltame aho...mmhjjm!

Camus le colocó, sin muchas contemplaciones, la mordaza entre los labios. Milo no fue muy cooperativo, pero al final mordió la suave pelota de goma. Empezó a removerse y a tirar unas cuantas patadas mientras las ropas le eran arrancadas sin piedad y continuó dando de coces hasta que Camus empezó a masajearle el pene. Milo entonces se calmó y se entregó a la sensación de la cálida y suave mano de su Keltos sobre el sexo.

—Anda, hellenoi, amour de ma vie. ¿En serio, me traes este... paquete de deliciosas perversiones y pretendes que no sea yo quien las estrene, y en ti? ¿En qué estabas pensando? ¿En que iba simplemente a dejarme marear por tus besos y permitir que me inmolaras en mi propia cama? Ah, no... non, mon amour... vas a... ponerte colaborativo, vas a... permitirme enloquecerte de placer y después... si eres lo suficientemente complaciente y bueno... tal vez te dé el culo para que te diviertas un rato. Ça va bien?

Y escurrió los dedos hacia el perineo del rubio, quien se sobresaltó y luego se relajó, al sentir un dedo de Camus colársele en el ano. Casi sin pensarlo, abrió las piernas y se dejó acariciar por el francés.

—Así me gusta. —dijo el francés al tiempo que le besaba primero la barbilla para bajar luego por el cuello y detenerse en las tetillas. Milo empezó a gimotear con laxitud —¿Me permites fijarte los pies a la cama? Di que sí, porque igual lo haré, pero me gustaría contar con tu buena voluntad. ­—Milo rodó los ojos —No, no seas grosero. Puedes negarte si quieres, será más divertido. —el rubio abrió los ojos todo lo que pudo: nunca creyó que le encontraría un lado tan perverso a Keltos. —Pero es de caballeros pedir permiso, ¿me explico? —Milo suspiró, primero resignado, luego divertido, y asintió. Camus, a su vez, sonrió complacido. —Très bien. Entonces, ¿me permites seguir el itinerario que habías propuesto?

Se levantó de la cama y Milo lo escuchó hurgar en la caja. Luego sintió que sus pies eran fijados con amarras a la cama, de manera que quedó expuesto y con las piernas abiertas. Suspiró con nostalgia. Y pensar que hasta hace unos cuantos minutos esa era la deliciosa postura en que pensaba tener a Camus... luego sintió los dedos del pelirrojo (quien le sonreía tiernamente), embadurnados de lubricante, colarse en su recto. Milo tendió la cabeza hacia atrás y gimió larga y roncamente, mientras Camus continuaba con la caricia interna, le mordisqueaba el pecho y masajeaba lenta y vigorosamente su glande. Luego sintió los dedos retirarse y dejó escuchar una serie de sonidos inarticulados para manifestar su contrariedad al respecto. Sin embargo, las quejas fueron acalladas y sustituidas por gemidos sonoros cuando inmediatamente después sintió como una vara suave y enhiesta invadía sus carnes, y luego de unos segundos, ésta empezaba a vibrar y a estimular deliciosamente su próstata. La sensación, que se iba extendiendo como una ola y hacía que le hormiguearan todas las terminaciones nerviosas, se le reflejó de inmediato en la verga, que se le puso dura como roca y que de pronto fue engullida por la boca voraz y ansiosa de Keltos.

Justo entonces ambos perdieron completamente la cordura. Milo empezó a gemir ronca y desesperadamente, como si la vida le fuera en ello, y Camus se le aferró de la cintura y lo succionaba y engullía como una bestia enloquecida de hambre y frenesí. Pero no sólo percibir el masajeador y la boca enfebrecida de Keltos tenían a Milo fuera de sí: la mano que sostenía la vara la movía de un lado a otro, la sacaba y metía, la retorcía sobre sí misma como si fuera un tornillo y, cuando sentía que el placer lo mataría, la retiraba casi por completo, dejándolo con una sensación de vacuidad desgarradora. Con la otra mano le sostenía fuertemente la cadera y así se facilitaba el trabajo oral: el rubio sentía claramente como los labios cálidos lo succionaban, chupaban, tragaban... y así fue hasta que no pudo más y se liberó en la suave lengua de su francés, quien gimió de satisfacción. Sólo entonces Milo suspiró aliviado y sintió como Camus lo liberaba de su boca, y como le soltaba las amarras: se sentía extenuado y mareado de placer. Con lo que no contaba era con que Camus aún no estaba satisfecho, y sin poder o querer impedirlo, sintió como le sujetaba un tobillo y se lo ponía en un hombro, para luego sentir el pene durísimo del francés abrirse paso en su cuerpo. La intensidad de la embestida lo hizo gemir de sorpresa y placer nuevamente.

—Así, mon amour... así... vuelve a gemir así, s'il te plaît... por favor, por favor... te lo ruego... vuelve a gemir así... gime así para mí, gime así por mí, s'il te plaît, s'il te plaît —suplicó Camus enloquecido.

Milo gimió extenuado y Camus, con un gruñido ahogado, se liberó finalmente entre las carnes suaves y estrechas de escorpio. Le soltó el tobillo y se dejó caer sobre él, respirando entrecortadamente. Sin recuperar el aliento aún, le soltó la mordaza al rubio y le besó con desesperación los labios, al tiempo que este le correspondía enloquecido.

—Ah, por la diosa... por la diosa... —masculló Milo— ¡Has estado magnífico! ¡Has estado magnífico! ¿Qué demonios te ha pasado? ¡Aún estoy alucinando, Keltos cabrón!

Camus le acarició dulcemente el rostro y, tocando el hielo en sus manos, permitió que se disolviera y que el tacto helado y frenético de su amante le recorriera la espalda. Si bien Milo estaba gloriosamente desnudo, él muy apenas se había despojado de los pantalones y la ropa interior. Se le acurrucó en el pecho mientras suspiraba cansado.

—En cuanto te sientas con fuerzas para ello, —susurró Camus somnoliento —puedes castigarme como te venga en gana. Tienes mi permiso amplio. Incluso puedes usar el látigo ese que incluye el juego de bondage...

—¿Lo que yo quiera? —dijo Milo, interesado de inmediato.

Oui, lo que tú quieras...

—¿Puedo incluso usar mi aguja escarlata para enloquecerte un poco? —preguntó malicioso. Camus sonrió torcido —Después de todo, tú me congelaste las manos, Keltos cabrón...

—Ya te dije que lo que tú quieras... mon amour, ma vie, mon coeur... —musitó débilmente el pelirrojo para caer inmediatamente dormido. Milo lo abrazó fuertemente y le llenó la frente de besos. También se durmió unos instantes después.

­___

—¿Cuándo carajo piensan llegar esos dos? —preguntó Leo de mal humor. Deathmask soltó una carcajada mientras los gemelos y Aiolos lo miraban con extrañeza.

—Todo depende de a qué hora terminen de celebrar. —dijo Shion con una botella de cerveza en la mano y un trozo de pizza en la otra. Todos los presentes lo miraron con expresión interrogante o consternada, Dohko soltó una risotada irreverente. Shion cerró los ojos un momento y añadió: —Parece que su libido no da para más el día de hoy. Aunque tal vez los subestimo... no lo sé...

—Que lleguen cuando les dé su regalada gana. La fiesta igual está buenísima. —dijo Shaina bebiendo de un vaso que Aldebarán le pasó solícito. —Gracias, torito, eres un sol.

—Claro, —añadió Marín con la cerveza apoyada en la pernera de sus jeans —no es como si pensáramos en irnos aún, digo...

Milo y Camus entraron en ese momento en el templo de Escorpio. Un coro de gritos de júbilo, burla y silbidos los recibieron. Los que pensaron que el francés se iba a apenar se llevaron un chasco: el pelirrojo sonrió de oreja a oreja ante el bullicio.

—¡Hasta que te dignas a llegar a tu propia fiesta, francés petulante! Nos estábamos aburriendo sin ustedes dos.

—¡Sí, claro! ¿Aburrido tú, en una borrachera? —respondió Milo en medio de una carcajada —Aunque debe ser cierto, porque todavía hay alcohol —añadió mientras le pasaba a Keltos una botella de cerveza.

—Preparé bouillabaise, Camus, y sopa de cebollas, foie gras, macarons y crépes. Creo que todo me ha quedado delicioso, pero aquí el único paladar francés es el tuyo, así que tú juzgarás...

—Estoy seguro que te has lucido, Aldebarán, gracias: lo probaré todo. Gracias a todos: me han dado tanto, hoy y cada día. Lo aprecio mucho y deben saber que los llevo en el corazón. Aunque no lo demuestre mucho, sepan que así es...

Todos guardaron silencio y miraron anonadados a Camus: no solía ser muy expresivo, y esa era sin duda la primera vez que les decía con todas sus letras lo mucho que los quería.

—Me asustas, Camus. ¿Estás bien? —preguntó Deathmask. —Demuéstrame que eres el keltoi insípido que todos aquí amamos. Abre la boca y enséñame tus empastes: quiero comprobar que no eres un ente del espacio que ha tomado la apariencia de mi hermanito... (9)

—Camus no tiene ni un solo empaste. No con su obsesión compulsiva por el aseo personal. —dijo Milo con una sonrisa evocadora en los labios —Nunca te enterarías si un extraterrestre ha tomado su lugar.

—¿Cómo nos enteraríamos de que no eres tú, Camus? —cuestionó Mu, para seguir con la broma.

—Seguramente ignoraría a Milo. —respondió Camus sin dudar.

—Me ignoras con frecuencia. —dijo Milo con voz falsamente enfurruñada.

—Sabes que no es cierto. —contestó el francés luego de dar un trago a su botella. —Si fuera así, no me habría comido tu ratatouille.

—¿Te la has comido toda? ¡Por eso no tenías prisa en bajar, estás bien saciado! —dijo Deathmask con una risotada maliciosa, que hizo que a muchos les subieran los colores al rostro, incluido Milo.

—Qué envidioso eres, Death. Sólo por eso, no te permitiré probarla. —respondió Camus con un sonrisa torcida y voz meliflua, que hizo que Cáncer y Escorpio se atragantaran con su cerveza. Nadie supo muy bien de qué iba el chiste (muy local) entre esos tres, por lo que prefirieron reír y luego continuar la velada. Deathmask se carcajeó, bebió de su cerveza y se acercó a la pareja.

—Te estás volviendo osado. Me gusta. —le palmeó el brazo al francés. Feliz cumpleaños, ragazzo. Que florezcas cada día más. Te quiero. —y se retiró a donde Afrodita y Shura conversaban.

—Yo también te quiero, Keltos. Y también me gusta que seas más osado. De hecho, me encantaría ver más de tu osadía en cuanto nos quedemos solos...

—De aquí en adelante, cuenta con que esa osadía será ton cadeau d'anniversaire, mon amour. Y que te lo entregaré todos los días —dijo para robarle un beso rápido y retirarse hacia la mesa dispuesta por Aldebarán, no sin antes haberle propinado una fuerte nalgada.

Milo se le quedó viendo, con las mejillas ligeramente enrojecidas y una sonrisa boba y feliz en los labios. Luego, se le reunió en la mesa.

____

¡Feliz cumpleaños, Camus!

Bueno, en México todavía es 7 de febrero :P

Y bien, esta es mi colaboración para festejar a don Camus. Espero que cuando menos les arranque una carcajada, y si quedó demasiado subido de tono, pues ¡no me arrepiento de nada!

Van las aclaraciones, como es mi costumbre. Creo que las más ligeras se comprender, porque son muy transparentes, porque se trata de platillos típicos de Francia o Grecia (hablo de unos chocolates Alionka, que son típicos de Rusia) o porque los mismos personajes se encargan de aclararlas. Van las más complejas, casi todas del francés:

(1). Comment diable a-t-il pu faire une telle barbarie?:  ¿Cómo diablos hizo semejante barbaridad?

(2). Demoni con i festeggiati!: Diablos con el festejado (en italiano).

(3). Milo, scorpión crètin! Où est-ce que tu es?:  Milo, escorpión cretino, ¿dónde estás?

(4). Oh, la lá, monsieur le français. Comme c'est merveilleuse que tu sois arrivé: Oh, la lá, señor francés. Qué maravilla que hayas llegado...

(5) Quoi? Cris et cris?: ¿Qué? ¿Gritos y gritos? (¿Gritos y alaridos?)

(6) Bálanos: Bellota (en griego).

(7) Ah, mon Hellen! Qu'est-ce que je fais? Tu veux le savoir? Je vais te faire l'amour comme un démon: Ah, mi Hellen. ¿Que qué hago? ¿Quieres saber? Te hare el amor como un endemoniado...

(8). Ah, mais non, mon coeur. C'est moi qui va te manger cette soirée. Et tu sais une chose? Tu vas l'adorer!: Ah, pues no, corazón mío. Soy yo el que te va a comer esta tarde. ¿Y sabes qué? ¡Lo adorarás!  

(9) Deathmask se refiere a la película La cosa de otro mundo. Una de mis favoritas, by the way...

Por favor, perdonen los dedazos y faltas de ortografía que se hayan colado: prometo corregir a la brevedad. 

Los créditos de las imágenes son para sus creadores, que desgraciadamente no sé de quiénes se trata, pero que sin duda son grandes artistas.

Y pues ya. Gracias por leer. Abrazos amorosos para tod@s y de nueva cuenta, feliz cumpleaños para don Camus.

Se agradecen las lecturas, los votos y el amor. Besos.

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