9.- Acuerdos
Aria
Me paso toda la noche despierta, apenas y puedo conseguir algo de sueño así que escucho perfectamente el momento en el que Kyle vuelve. Su colonia me golpea, lucho por mantener los ojos cerrados y convencerlo de que me encuentro dormida y vaya que es una tarea bastante complicada porque lo único que deseo ahora es salir de debajo de las sábanas y dejarle saber lo mucho que detesto su actitud.
Sí, pasé un par de horas sintiéndome miserable pero luego el sentimiento se convirtió en algo mucho peor.
Ira.
Estoy furiosa, furiosa con mi familia, con mis padres por meterme en esto, con Kyle por formar parte de esta maldita locura, pero sobre todo, estoy tan furiosa conmigo misma por seguir tolerando que todo el jodido mundo pase sobre mí.
La ira dura muchísimo más tiempo en mi sistema, así que cuando la alarma suena a la mañana siguiente, aguardo porque Kyle salga del baño para poder encararlo.
—Vaya, ¿qué haces despierta tan temprano? —inquiere frunciendo las cejas —te ves...
—Tenemos que hablar —arquea la ceja, parece sorprendido con lo firme de mi voz, sin embargo, se recompone colocando esa estúpida sonrisa maliciosa en sus labios.
—Ah, ¿sí? ¿Sobre qué?
Desbloqueo la pantalla del celular y le enseño la imagen, la fotografía que tengo clavada en la mente. Tal vez el idiota esté considerando que estoy celosa de que se haya dejado ver con otra mujer, pero lo que en realidad sucede, es que me niego a ser humillada por mi esposo.
—No voy a tolerar esto.
—Aria, por favor —una risa brota de sus labios —debo advertirte que los comportamientos celosos son intolerables...
—Y las infidelidades también —interrumpo —no voy a tolerar que hagas esto. Si quieres tener sexo con otras mujeres, bien. Pero no voy a permitir que me humilles de esta manera, que me dejes como una estúpida delante de todo el mundo.
Su rostro se endurece cuando reconoce mi tono retador. Da un paso hacia adelante, no se ha colocado el saco pero aún con una simple camisa blanca y unos pantalones de vestir luce tan imponente. Elevo el mentón cuando se acerca demasiado, por mucho que ahora quiera retractarme, no lo hago.
Le dije a Lauren que no estaba dispuesta a averiguar los límites de la paciencia de Kyle, bueno, estoy a punto de descubrirlo.
—No es tu problema con quien salgo y como lo hago —dice con autoridad.
—Se convierte en mi problema cuando toda la maldita prensa habla de eso. Cuando mi imagen es manchada por tu falta de consideración hacia mí. Tu esposa.
Una risa brota de sus labios, ronca, sarcástica, carente de humor.
—Bueno, esposa, creo que te has dado cuenta que lo único real de este matrimonio, es el nombre —ladea la cabeza —no vengas a mí con tus ridiculeces, no te metas en como manejo mi vida...
—No —Kyle arquea la ceja —esto definitivamente no voy a tolerarlo.
—¿Y se puede saber qué harás al respecto?
Es mi turno de sonreír.
—Tienes razón, esto no es un matrimonio real, ¿cierto? Así que no nos debemos fidelidad. Tal vez podemos decirle a todo el mundo que tenemos un matrimonio abierto. Estamos en el siglo...
—Tú jodidamente no harás eso —jadeo cuando sus manos se posicionan a los costados de mi cuerpo —no te atrevas a considerar estar con otro hombre, Aria.
—¿Por qué? ¿A caso tú puedes tener sexo con otras mujeres pero yo no lo tengo permitido?
Sus ojos se estrechan, sus manos aprietan a los costados de mi piel mientras se inclina hacia mi cuerpo, su aliento choca contra mi rostro y me siento tan pequeña delante de él.
—Eres mía, Aria —sus labios rozan los míos —te lo dije, por voluntad o no, eres mía. Y eso quiere decir que si otro hombre se atreve siquiera a mirarte con deseo, va a lamentarlo por el resto de su vida. Lo arruinaré por completo y detestará el siquiera haberte dado un segundo de su atención. Tú, querida, eres absoluta y completamente mía.
Hay una firmeza cruda en sus palabras, la ira estalla más fuerte en mi pecho, con una fuerza que no puedo prever.
—¡Vete a la mierda! —exclamo zafándome de su agarre.
Mis ojos arden, la furia me quema por dentro tanto que las lágrimas se vuelven incontenibles.
—Vete a la mierda, tú y tu jodido machismo de mierda —siseo —me exiges obediencia y fidelidad cuando tú no eres capaz de ni siquiera mostrarme una pizca de consideración. Cuando llevo tres semanas en esta casa y no te has atrevido ni siquiera a darme el lugar que me merezco.
Me acerco, sosteniéndole la mirada a pesar de las lágrimas.
—Sé que me odias, Kyle, sé que detestas mi sola existencia pero te recuerdo algo, fuiste tú quien me trajo aquí, fuiste tú quien nos unió de por vida. Tú nos metiste en esto y no sé que ideas retorcidas tengas en tu maldita cabeza pero voy a dejarte algo en claro.
Tiene la mandíbula apretada, las manos en puños a los costados de su cuerpo y los labios apretados en una fina línea.
—No voy a darte absolutamente nada. Ni mi respeto, ni mi lealtad, ni mi obediencia. No voy a darte nada de mí mientras tú no me entregues algo a cambio.
Permanece en silencio, sus ojos sobre los míos, la energía fuerte brotando de él advirtiéndome que estoy jugando con fuego. Y que tal vez, estoy a punto de quemarme.
—No te conviene iniciar una guerra conmigo, Aria. La perderás.
Esta vez, la sonrisa que cruza por mis labios no es amarga, ni sarcástica. Es triste.
—Te equivocas ahí, esposo —doy un paso hacia atrás —esta guerra yo ya la perdí. No tengo nada más que puedas quitarme, y ¿sabes que es lo que pasa cuando alguien no tiene nada más que perder?
Su cuerpo se tensa, vuelvo a sonreír, porque claro que sabe la respuesta.
Lo que pasa, es que llegamos a un punto de no retorno. Un momento casi parecido a la locura, nada importa, uno en donde sabes exactamente que harás, y como lo harás.
Y por la forma en la que su mirada cambia, entiendo que él sabe perfectamente a lo que me refiero.
Kyle.
No dejo de pensar en sus palabras, no puedo olvidar la manera tan firme en la que se enfrentó a mí, como si estuviese completamente decidida a no dejarse doblegar.
—Se te comienza a salir de las manos —Josh suspira antes de dejarse caer en el asiento frente a mi escritorio —sabes que, si quieres ganar esto, debes comenzar ya.
—Creí que sería más sencillo —echo la cabeza hacia atrás.
Josh se ríe, el sonido me irrita consiguiendo que vuelva a mirarlo.
—¿Más sencillo? Amigo, te casaste con una mujer a la que detestas, odias a su familia, toda tu familia la detesta igual, ¿creíste que esto sería fácil? No puedes simplemente convertirla en tu esposa y esperar que ella haga todo lo que dices. No funciona así.
—Lo que investigamos sobre ella...
—Kyle, ella obedecía a su padre porque ese hombre podía destruirla. No dudo en arrojarla a tus brazos aún sabiendo de lo que eres capaz —me recuerda —Aria conoce a su padre, sabe el monstruo que es. Si nunca se negó es porque seguramente le tenía tanto miedo como para siquiera considerarlo.
—¿Estás tratando de decirme que tengo que ser un monstruo con ella también?
Mi amigo maldice, se incorpora y pasa la mano por sus risos antes de mirarme.
—Si alguien te obedece por miedo, en cuanto encuentre protección con algo o alguien, te traicionará.
Vuelve a acercarse, apoya las manos sobre el escritorio y se inclina hacia mí.
—Pero si le das protección, si te ganas su confianza y haces que crea que reamente tiene seguridad contigo, entonces tendrás su absoluta lealtad. Kyle...solo tienes que ofrecerle lo que siempre ha estado buscando. Protección. Un sitio seguro.
No respondo.
—Haz que se de cuenta que estar a tu lado es lo mejor que puede hacer. Esconde al monstruo por un tiempo, solo hasta que tengas su confianza. Si la obligas a hacer algo, corres el riesgo de que te traicione apenas alguien le de una salida segura, debes conseguir que ella lo haga por voluntad.
—Eso no formaba parte del plan.
—Bueno, tu plan apesta —resopla —si continúas, Aria terminará encontrando un aliado y te aseguro que no dudará en escapar de ti.
—Quiero ver que lo intente.
Josh se ríe. Sacude la cabeza y vuelve a tomar asiento.
—Amigo, en serio te aprecio. Pero la estás subestimando.
Las palabras de Henry, el abuelo de Aria, vuelven a mi mente. Él dijo exactamente lo mismo.
Probablemente Aria traicione a su padre sin chistar, pero a su abuelo...
Es evidente que lo aprecia, que lo quiere. No puedo obligarla a traicionarlos, no sin correr el riesgo de que encuentre ayuda y termine jugando en mi contra.
Josh tiene razón. Debo lograr que Aria se ponga de mi lado, y me ayude sin darse cuenta.
Y para eso... joder.
Para eso tengo que ceder un poco ante ella.
Vuelvo a casa tarde, creo que encontraré a Aria dormida pero cuando llego a la habitación, ella está sentada en el balcón. Con la misma tableta sobre su regazo.
—Estás despierta —se sobresalta. Apaga el artefacto y gira hacia mí.
—No puedo dormir.
—¿En serio? Yo creí que querías ser una buena esposa y esperarme despierta.
Sonrío con diversión ante la mueca de desagrado que coloca en los labios.
Me deshago del saco y aflojo la corbata. Parece que Aria disfruta mucho mirarme, sé que intenta ser discreta pero en realidad no hace un buen trabajo. Soy consciente como sus ojos siguen cada uno de mis movimientos, y como se obliga a si misma a apartar la mirada cuando me he desecho de las prendas.
—Tengo algo que decirte. Ven aquí.
Hace lo que le pido, ingresa con pasos lentos hasta detenerse a menos de un metro de donde me encuentro.
—He pensado en tu petición de esta mañana —comienzo, eso me da toda su atención. Sus ojos chispean con algo parecido a entusiasmo —lo he pensado mucho en realidad, y creo que tienes un punto.
—¿Lo tengo?
—No puedo arriesgarme a arruinar nuestra imagen —concedo —en cierta parte, eres mi esposa ahora así que si tu imagen se arruina, la mía también. Así que, escucha bien porque solo lo diré una vez, no habrá otras mujeres en mi cama, si quieres fidelidad, puedo dártela.
Parece sorprendida, como si no esperara esa confesión en lo absoluto.
—Pero quiero algo a cambio.
Me acerco, el sonido de mis pasos se deja escuchar entre nosotros, mi mano viaja hasta su cintura, ella jadea cuando la atraigo hacia mí y choca contra mi pecho.
—Delante de todos, te mostrarás como una mujer enamorada, les harás creer que este matrimonio es lo que siempre quisiste, serás la esposa perfecta. A puerta cerrada, puedes comportante como gustes.
—Puedo hacer eso —dice lentamente.
—Sé que si —sonrío —a partir de ahora comenzarán tus funciones como la señora Beckham. Irás a las reuniones en las que se te requieran, irás a eventos sociales, te reunirás con las esposas de mis amigos, serás lo que se espera que seas a partir de este momento.
Asiente lentamente, he descubierto que la faceta de ella más salvaje y gruñona me gusta más, pero si quiero que mi plan funcione, deberé resignarme a no verla mucho.
—Necesito un estudio —dice tratando de crear distancia entre nosotros. —Para...para mis diseños. Quiero un espacio.
—Habla con Ceci, que te enseñe la casa y escoge el espacio que mejor se te acomode.
Vuelve a asentir.
—Creo que hemos llegado a un acuerdo, ¿no es cierto? Mientras ninguno lo rompa, no tendremos nada de que preocuparnos.
La suelto, ella se aleja y sonrío. Le doy la espalda para meterme a la ducha y una vez dentro, mi sonrisa se vuelve más grande, más sincera.
Voy a tener a mi esposa rendida a mi voluntad. Es solo cuestión de tiempo.
Y cuando eso ocurra, podré cobrar al fin todos los años de sufrimiento que su familia nos hizo vivir.
Aria no tuvo relación en eso, pero pagará, al igual que yo lo hice, el precio de llevar la sangre de toda su familia.
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