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5.- Los días del resto de mi vida

Aria.

Todo ha sido un maldito caos.

Uno que está acabando conmigo.

La fiesta de compromiso, la visita de mi Kyle, la boda...el buscar el maldito vestido...

Bueno, lo último en realidad no fue complicado. En realidad, no puse demasiada atención en los modelos. Después de todo, sabía perfectamente que aún cuando portase el vestido de mis sueños, no me sentiría bien, una simple prenda no haría la diferencia.

Lauren estuvo en poco decepcionada a decir verdad, para ella, si que hacía la diferencia el tener el vestido de ensueño. Pero para mí, da exactamente lo mismo.

Después de todo, estoy lo suficientemente cabreada como para permitirme pasar horas en búsqueda de un vestido que odiaré de igual forma. No pude hacer nada para borrar la sensación en mi sistema que la visita de Kyle dejó, sin embargo, eso no se compara en nada con lo que sus palabras hicieron.

"El mundo del modelaje no se perderá de mucho"

Me he repetido que el hombre es un completo imbécil, y que fastidiarme es lo que más placer le da. Lo sé por las expresiones placenteras que no se molesta en disimular cada que dice o hace algo que sabe que me lastimará.

Me reprendo a mi misma por siquiera darle más importancia, Si lo ignoro, desaparece, ¿no es eso lo que hago con cada cosa que me lastima? ¿No es así como he sobrevivido a mis padres y hermanos?

Así que, siguiendo mi propio consejo, cierro los ojos he intento ignorar el hecho de que ahora porto un vestido blanco de novia, de varios miles de dólares, y que estoy a punto de convertirme en la esposa de un hombre que me detesta.

Ahora mismo podría estar en París, modelando todos los diseños que las marcas habían hecho para mí. Rodeada de los reflectores, sintiéndome feliz.

Pero no. Estoy aquí, siendo una novia.

—Aria...

—No digas nada, por favor —miro sobre mi hombro, encontrándome con su mirada grisácea.

Compartimos el mismo color de ojos, pero por alguna razón, una que conozco bastante bien en realidad, nuestras miradas son tan distintas. Lauren ha alcanzado la libertad mientras yo estoy condenándome por mi propia voluntad.

—He sabido que este día llegaría Lau, solo...—sacudo la cabeza —solo que pensé que sería diferente.

Un suspiro brota de mis labios mientras giro hacia ella por completo. Sus ojos me recorren, soy consciente de la sonrisa que se forma en sus labios, como se curvan hacia arriba y sus ojos tienen un brillo distinto.

—Luces bellísima, eres la novia más bonita que he visto —sonríe con sinceridad —¿estarás bien?

—Lo estaré —respondo con seguridad —y no te pongas sentimental porque me harás llorar y no queremos arruinar este maquillaje.

Gracia al cielo consigo recomponerme antes de que mi padre entre. Tiene el gesto que siempre lo acompaña, tan frío y distante. Apenas mira a Lauren y ella entiende casi de inmediato que es momento de marcharse.

Cuando nos quedamos solos, el silencio nos envuelve, llenando por completo hasta el último rincón de la habitación.

—No me equivoqué contigo —dice de pronto —sabía que podía confiar en ti.

—No me queda otra opción, ¿cierto? —finjo una sonrisa —siempre lo has dicho, esto es lo que tengo que hacer.

—Aria...

—No te preocupes, padre. Puedes confiar en que no saldré corriendo de la iglesia si eso te preocupa. No le daré motivos a Kyle Beckham para asesinarnos.

Me aclaro la garganta, camino hasta colocarme a su lado y lo miro con firmeza.

—¿Es hora?

Como si mis palabras fueran señal para que todo comenzara, la música se deja oír. Estamos en una habitación que conecta directamente con el pasillo principal, que a su vez conduce hasta la entrada de la iglesia.

Mis nervios, los cuales hasta ahora había podido mantener dentro del límite, explotan sin consideración.

Mientras avanzo, siguiendo la música, soy consciente de todas las cosas que perderé al entrar ahí. Nunca pude llamarme dueña de mi vida, lo que estoy haciendo ahora es la prueba de ello, pero al menos, soy consciente de que tenía libertad. Poca...pero la tenía.

Ahora... ¿qué me espera viviendo con un hombre como Kyle Beckham? ¿Un hombre que encuentra placer en verme sufrir?

No sé como mis pasos siguen siendo tan firmes y estables, las costuras del vestido pican contra mi piel, siento algo clavarse en mi espina y no sé si es solo por la sensación de pánico o realmente alguien ha dejado olvidada una aguja.

¿Puede una aguja asesinarme?

Cuando las puertas se abren y revelan el pasillo, contengo la respiración. Mantengo los ojos fijos, nunca titubeo, camino con firmeza tratando de no buscar apoyo en el brazo del hombre que me conduce pero es inútil, termino haciéndolo solo para encontrar una fría reacción.

Mis ojos lo captan, porta un traje completamente negro, incluso la corbata es del mismo color. Kyle Beckham es impresionante al natural, pero ¿ahora? Ahora su imagen consigue estremecerme por completo.

El hombre que aguarda por mí al final del pasillo no profesa amor por mí, no tiene la mirada iluminada con amor, sus ojos no brillan por haber visto entrar al amor de su vida.

No. Sus ojos destellan con una pizca de victoria, porque ha conseguido lo que sea que quería con esta unión. Sus ojos brillan con malicia, su sonrisa no es de un hombre enamorado, es uno que sabe bien que sus motivos no tienen nada que ver con el amor.

¿Y yo? Yo soy solo una simple pieza que ambos bandos usan para acabar con una guerra que ninguno comenzó. Un "acuerdo de paz" que terminará en dos días o menos si este hombre decide asesinarme.

—Contrólate —la autoritaria voz de mi padre se deja oír y solo entonces soy consciente que me estoy aferrando a su brazo y del temblor de mis manos.

No hay compasión o empatía en su voz, solo desdén.

Las bodas deben ser felices, ¿cierto? Una boda debe de ser considerado probablemente el mejor día de una mujer, de un hombre, de una pareja. Pero esta boda no significa nada de eso ni para mí, y estoy segura que tampoco para el hombre que extiende la mano hacia mi cuando me detengo frente a él.

Mi padre no se molesta en decir nada, entrega mi mano con un movimiento brusco, Kyle la atrapa, pronto sus dedos se envuelven alrededor de mi palma casi como una cadena, tira de mi cuerpo obligándome a avanzar hasta detenernos frente al hombre que oficiará nuestra boda.

Sus ojos me enfocan, sus pupilas se dilatan y de su boca sale un:

—¿Todavía lo aceptas, cariño?

Por primera vez me estremezco ante su sonrisa, ante la manera en la que esos labios se curvan hacia arriba. Sus facciones son duras, perfectas, hay tanta belleza como maldad en él.

—Lo acepto, cariño.

Sé que esa es la respuesta que esperaba, su mano aprieta la mía, giramos hacia el padre y que Dios me ayude a salir viva de esto.

No sé cómo es que puedo soportar la ceremonia. Mis pensamientos están en todos los sitios, excepto en el aquí y en el ahora.

Apenas y puedo pronunciar el "sí, acepto", y colocar en anillo en el dedo correspondiente sin dejarlo caer sobre la alfombra. Es como si mi cuerpo supiera que hacer pero mi mente no lo procesara por completo.

—Puede besar a la novia.

Las palabras del padre cortan mi respiración, Kyle sonríe, parece realmente ansioso por cumplir la indicación del padre. Se acerca, quiero retroceder pero no lo hago, me mantengo firme ante él.

Su mano viaja hasta mi espalda baja, me apega a su cuerpo y sin darme oportunidad de reaccionar, sus labios se posan sobre los míos.

Es un contacto frío, jamás he sido besada con amor, en todas mis relaciones, nunca sentí una conexión especial.

Pero de algo estoy segura...

Nunca había sido besada con desdén, con repulsión.

Nunca fui besada con odio.

Kyle Beckham fue el primero, como sus labios fríos se encontraron con los míos por un par de segundos antes de apartarse, antes de soltarme como si mi cuerpo le resultara intocable, y la manera en la que su rostro adquirió esa seriedad, fue todo lo que necesité para saber que había entrado al mismísimo infierno.

(...)

Luego de la ceremonia, pasamos a la parte trasera de la villa en donde un inmenso jardín nos dio la bienvenida. La decoración es preciosa, se respira un ambiente de alegría, el aroma de las flores me envuelve y me hace sentir libre, ligera.

He intentado convencerme que esto no es tan malo después de todo. Que puedo manejarlo, solo necesito...tiempo.

Sin embargo, probablemente tiempo es lo último que mi querido esposo tendrá la consideración de darme.

Me duelen las mejillas de tanto sonreír, mi rostro está cansado de dar sonrisas falsas y risas fingidas, si por mi fuera, les dejaría saber a todos que esta no es una boda, sino un funeral. Desgraciadamente, como muchas otras cosas, no se me es permitido.

No sé en realidad que es lo que me incomoda más, el fingir que estoy feliz, o el tener que soportar a mi nuevo esposo todo el rato siguiéndome como una sombra. Realmente creí que podría salvarme de estar a su merced esta noche, pero cuando la organizadora dice que es momento del baile de novios, sé que no debo esperar mucho.

Kyle parece estar en su ambiente natural, dando sonrisas y charlando con los invitados. Sus gestos parecen tan sinceros que por un momento comienzo a cuestionarme si realmente me detesta tanto como dice hacerlo.

Mientras caminamos a la pista, siento su agarre firme en mi espalda, como si tuviera la sospecha de que puedo salir huyendo, no lo hice antes, ¿por qué lo haría ahora?

—Espero que estés disfrutando de la fiesta, esposa —elevo la mirada, fijándome en sus ojos.

Está erguido en toda su altura, manteniendo una perfecta pose para bailar. Incluso parecen movimientos naturales, sus manos descansan tranquilamente en mi cintura mientras que con la otra mantiene entrelazados nuestros dedos.

Durante la ceremonia no tuve demasiado tiempo para admirarlo porque estaba lo suficientemente ocupada tratando de controlar mis nervios, pero ahora, con la música suave sonando mientras nos balanceamos como una perfecta pareja enamorada, me permito hacerlo.

Tiene la barba perfectamente recortada, su cabello está peinado hacia atrás de una manera que lo deja muchísimo más apuesto. Ya lo he dicho antes, tiene el rostro de un Dios, pero el alma de un monstruo.

—Por supuesto —respondo con una sonrisa fingida.

—Si soy sincero, realmente creí que te acobardarías en el último momento —sonríe —pero tienes agallas.

La molestia se enciende en mi pecho. Él me sostiene más cerca de su cuerpo, me hace girar, sabe perfectamente como conducirme. Cuando me encuentro de nuevo frente a él, elevo el mentón.

—¿Agallas?

—Sí, no cualquiera hubiese aceptado esto. Pero tú lo hiciste.

Me río con amargura, probablemente ante los ojos de los invitados estemos dando una adorable imagen de recién casados, la novia riendo por algo que su amado ha dicho, bah. Si tan solo supieran...

—Realmente nadie me dio opción —confieso —lo sorprendente es que tú seguramente si tuviste mil opciones para evitar esto pero aun así decidiste seguir adelante. Un "acuerdo de paz", es así como lo llaman, ¿no es cierto?

—Acuerdo de paz —repite lentamente. —Tal vez pronto descubras que no todo lo que las personas dicen es real, querida.

—¿Qué...?

—Bienvenida al primero de tus peores días conmigo, esposa.

La música se detiene, él se inclina hacia adelante, empujándome. Me sostiene contra su pecho, afianzo mi agarre en su brazo porque de lo contrario es seguro que acabo contra el suelo. Los aplausos nos llenan, los vítores de alegría que estallando a nuestro alrededor.

Mi estomago se contrae, la respiración se me corta y todo mi cuerpo reacciona con alerta. El pulso se me dispara, estoy segura de que probablemente toda la sensación de nervios explota pero tomo cada sentimiento aterrador...y sonrío.

Y ninguna otra sonrisa me había dolido tanto como esta. 

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