27.- La verdad detrás de la máscara
Aria.
Tardamos siete horas en llegar a Ámsterdam, una más en localizar el departamento que Lauren había conseguido rentar, así que hace poco más de ocho horas que abandonamos Washington, sin equipaje, sin absolutamente nada más que los documentos necesarios, y dinero en efectivo.
Lauren se encargó de todo, les dijo a sus padres que iría a una pasarela en Venecia, los señores Rogers no tuvieron ni una sola sospecha. Tampoco fue complicado sacar el dinero que tenía de mis cuentas, no todo, evidentemente, solo el necesario para poder mantenernos mientras ideaba un mejor plan.
Estaríamos un tiempo en Ámsterdam, luego encontraría un destino mucho más alejado para poder mantenernos seguros.
No sería complicado. Tenía experiencia trabajando, podíamos hacerlo.
Sin embargo, no es eso lo que ha dejado una sensación inquietante en mi pecho. Es el hecho...que he abandonado a Kyle.
Que he huido sin dejar un rastro, el hecho de que llevo a su hijo en mi vientre y probablemente él no lo sepa nunca. No tengo intenciones de volver, sé lo que nos espera a mi hijo y a mí si se me ocurre pisar Washington de nuevo.
Para este punto, Kyle ya se debe de haber dado cuenta de mi ausencia. Lauren dijo que debíamos dejar los teléfonos en casa, para evitar que los rastrearan, no usamos tarjetas de crédito para evitar nuestro rastro y conseguimos nuevos números de celular, en todo caso, no tengo a nadie para comunicarles en donde me encuentro.
Debíamos conseguir identidades falsas, o al menos, Lauren dijo que eso sería lo más seguro si quería asegurarme de que Kyle nunca nos encontrara. Todo ha sido tan apresurado, demasiado rápido que mi mente apenas está adaptándose al hecho de que estamos lejos de todo.
—¿Estás bien? —Lauren se sienta a mi costado —tenemos una semana para tener todos los detalles, he hablado con alguien que puede ayudarte con los documentos de identidad falsos, los necesitarás.
—Tienes que volver —le recuerdo.
—Lo haré hasta asegurarme de que tú estás bien —su mano envuelve la mía —luego tienes que ir a otro sitio, uno en donde ni siquiera a mí tienes que decirme, ¿de acuerdo? Cuando todo esté seguro entonces podremos hablar otra vez.
Un suspiro tembloroso abandona mis labios. la fragilidad me envuelve y hace que mis ojos se llenen de lágrimas.
—Oh, Dolly...
—¿Por qué soy yo la que tiene que terminar huyendo? —mi voz se rompe —¿por qué tengo que ser yo la que modifique toda su vida? ¿La que se tiene que conseguir identidades falsas por el mundo para evitar que su esposo la encuentre? Todo esto es tan injusto.
—Lo es, es tan injusto pero...ahora puedes tener la libertad que tanto quisiste —una sonrisa suave me da un poco de confort —si Kyle es inteligente, te dejará en paz.
—¿Qué hay de si no descansa hasta encontrarme?
—Eso significa dos cosas —Lauren toma una inhalación —o su ego de hombre hará que te persiga para no sentirse abandonado...
—¿O...?
—O en realidad ya te quiere como para no desear dejarte ir.
Mi corazón sufre un vuelco ante la idea. Sí, puede que tal vez Kyle llegue a sentir una pizca de aprecio por mí, pero en cuanto se entere del embarazo...todo ese aprecio desaparecerá si es que alguna vez lo siente.
—Kyle no es capaz de querer a nadie —expreso con decepción —lo único que le importa es su venganza, hará lo que sea para conseguirlo. Probablemente ahora esté aliviado de mi ausencia. Tal vez su distancia se debía a que estaba buscando la manera más sencilla de deshacerse de mí.
—Aria...
Me incorporo deteniendo las palabras de mi amiga.
—¿Y sabes qué? Le he facilitado el trabajo. Así que a partir de ahora, no volveré a mencionarlo. Ni a pensar en él. Kyle va a obtener su venganza y yo estaré muy feliz lejos de él. Nosotros estaremos bien sin él.
Tomo una inhalación profunda, este es el modo en el que debió de haber sido siempre. Kyle y yo nunca estuvimos destinados a estar juntos, y no importa lo mucho que quisiera que las cosas fuesen diferentes.
Esto es lo que tenemos.
Y tengo que aceptarlo.
Las ocupaciones que tengo los días siguientes me impiden pensar en Kyle, o en mi apresurada huida. Me he pasado las horas buscando el siguiente destino, uno lo suficientemente alejado, uno en donde nadie piense en buscarnos.
Por el dinero no me preocupo, podría seguir vendiendo mis diseños de forma anónima, o con una nueva identidad. Hay miles de casas de moda en el mundo que están en búsqueda de nuevos diseños cada día.
Entro a la habitación en donde Lauren se encuentra guardando sus pertenencias en la maleta.
—¿Estarás bien? —me observa con una pizca de preocupación —confío en que podrás cuidarte sola.
—Lo estaré —le aseguro —recuerda, es probable que si Kyle está buscándome, quiera hablar contigo y solo Dios sabe de lo que es capaz.
—Por eso encontrarás un destino mañana, ¿verdad? —insiste —no sabemos si ya ha averiguado que tomamos un vuelo para Ámsterdam, han pasado seis días, tenemos ventaja pero es mejor que te muevas. Mientras más terreno abarques, más probabilidades tienes de que no te encuentre.
—No te preocupes por eso, he elegido uno —miento porque aún no tengo idea de a donde iré, pero debo averiguarlo pronto —¿a qué hora sale tu vuelo?
—Mañana temprano —cierra la maleta y suspira —no te enviaré ningún mensaje hasta esperar que tú lo hagas, ni siquiera tengo el número registrado así que no tendrán forma de rastrearte.
—Somos unas genios para escapar, ¿no es cierto? —ambas reímos —tal vez debimos de haberlo hecho antes.
—Nunca es tarde para buscar la libertad.
Compartimos una sonrisa, tal vez es esto lo que debí de haber hecho hace años, pero lo importante ahora es que al fin lo hicimos. O al menos, lo hice.
Lauren sugiere que tomemos un paseo y compartamos las últimas horas que nos quedan juntas porque no sabemos cuando volveremos a encontrarnos, si todo sale bien, en un par de días estaría recogiendo mi identificación falsa y viajando a otro país.
Tal vez pasen un par de años antes de que pueda volver a verla.
Ámsterdam tiene un clima cómodo en esta época del año, así que apenas y tenemos que tomar unas chaquetas que conseguimos en una tienda local para poder salir. Me he vuelto adicta a la gastronomía holandesa, los postres son mi cosa favorita y aunque he renunciado al café por el embarazo.
Embarazo.
Me es difícil pensar que ahora llevo una vida dentro de mí, la idea ahora ya no me parece aterradora, Lauren dijo que podía venir cuando la fecha del parto se acercara, sé que no se le dificultaría inventar cualquier cosa para poder llegar.
Tengo siete semanas de embarazo, lo que corresponde a la segunda vez en donde Kyle y yo tuvimos sexo, esa en donde acudimos al ginecólogo para evitar justamente lo que ocurrió. Parece que la pastilla del día siguiente...no fue del todo efectiva.
Pasamos la tarde en una cafetería cercana, pido un Van Stapele, un postre al cual me he vuelto adicta. Es una especie de galleta de chocolate esponjosa rellena de chocolate blanco, la acompaño con un simple vaso de agua para no acabar en un coma diabético, y consumimos nuestro tiempo conversando de cualquier cosa, como si fuésemos dos simples turistas disfrutando de la ciudad.
Esa noche, no consigo dormir tan rápido como las noches anteriores, doy vueltas en la cama intentando imaginar el futuro que me esperaba, siempre he escuchado que las decisiones más impulsivas son las que más feliz te hacen, y por alguna razón, creo que esta ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Nunca pude vivir con libertad, ahora la estoy saboreando a cucharadas pequeñas porque temo que se acabe.
Apenas puedo dormir un par de horas antes de que la alarma de Lauren suene, prometí acompañarla al aeropuerto así que lo hago, pedimos un Uber y montamos todo en el coche que nos lleva directo al aeropuerto.
—No debes permanecer demasiado tiempo aquí —dice cuando llegamos —no sabemos si hay alguien viendo...
—Quiero despedirte —sonrío —déjame esperar el tiempo que sea necesario junto a ti.
No luce demasiado convencida, pero acepta. Mientras aguardamos, le muestro los diseños que tengo en mente, ella insiste en que debo buscar un nuevo destino y que no demore demasiado tiempo en hacerlo, dice que París podría ser buena opción para mí aunque está demasiado cerca de Washington.
Le prometo que la llamaré una vez que las cosas estén tranquilas, y nos despedimos cuando el momento de embarcar llega. Lauren hace un esfuerzo sobrehumano para no llorar pero yo no tengo la misma suerte.
—Cuídate, Dolly, ¿quieres? Y recuerda que no importa lo que pase, llámame si necesitas cualquier cosa.
—Lo sé —la abrazo con fuerza —te quiero.
—Y yo a ti.
La miro hasta que atraviesa las puertas, y solo me marcho cuando la pierdo de vista. He traído la tableta así que no vuelvo directo al apartamento, sino que camino hasta uno de los canales menos transitados de la ciudad, y me coloco al borde, mirando a las personas pasear en las balsas o simplemente pasear en bicicleta.
Tomo ese momento de relajación para diseñar, he notado que mis diseños se han vuelto más coloridos en los últimos siete días, más atrevidos, he diseñado más que en el último mes y eso solo me deja saber que tomé la decisión correcta.
Nadie debería estar en un sitio que los obliga a apagar sus sueños.
Pierdo la noción del tiempo mientras estoy ahí, han pasado aproximadamente tres horas hasta que decido volver al departamento. Tengo las rodillas entumecidas así que decido caminar, es un trayecto algo largo pero el clima es cómodo, por lo que simplemente me quito la chaqueta, y continúo.
Esta noche compraría los boletos para Santorini. Italia sería probablemente el último sitio en donde Kyle pensaría en buscarme, luego probablemente me mudaría a Moscú. Mientras más lejos mejor.
Saludo a nuestras vecinas, un par de mujeres mayores con las que he hablado un par de veces y subo las escaleras hasta nuestra puerta. Introduzco las llaves quitando el cerrojo, y empujo.
Apenas he dado un paso dentro, cuando noto que algo va mal. No tengo tiempo de reaccionar, alguien cierra la puerta detrás de mí y todo mi cuerpo se paraliza cuando reconozco ese par de ojos celestes, tan fríos y calculadores, todo mi interior colapsa cuando esa sonrisa aparece mientras apunta a Lauren con un arma y dice:
—Hola, querida. ¿Me echaste de menos?
Kyle.
Pasé los últimos siete días sintiéndome en el mismísimo infierno. Aria pareció esfumarse, lo único que supe es que había tomado un vuelo con dirección a Holanda, pero ¿a que parte? Sabrá Dios.
Los padres de Lauren no sabían mucho, más que su hija había ido a Venecia a una pasarela, cosa que claramente era mentira.
Las dos mujeres eran astutas, no habían comprado nada con las tarjetas de crédito, lo que hacía imposibles seguirles el rastro.
No he dormido mucho, la barba sin recortar y las ojeras debajo de mis ojos muestran mi demacrado estado, me he aferrado a esa hoja de papel como si fuese lo último que me queda de ella.
Aria se fue, huyó llevando a mi hijo en su interior.
Un hijo.
El sentimiento que eso me provoca sigue siendo intenso, uno con el que no puedo luchar. He llamado a Antoni para saber si él puede ayudarme de alguna forma, pero sus cuestionamientos no pudieron ser contestados.
"Si quieres que haga algo más, dime porque tu esposa huyó sin decirle a nadie"
Cuando no lo hice, me colgó el teléfono.
Sé que ella no pudo desaparecer. Y solo lo confirmé cuando Aston Frederick, un hombre que se dedicaba a crear identificaciones falsas me llamó para decir: "Creo que sé dónde está tu esposa".
Cuando te pasas la vida huyendo de alguien como Henry Anderson, te obligas a hacer contactos. Esos contactos, no siempre son los más sanos, ni legales. Pasé años tratando de salvar a mi madre y a mi hermana, antes de tener el refugio de los amigos poderosos de mi padre, tuvimos que conocer la oscuridad.
Así que aquí estoy, mirando como Lauren camina hasta la puerta de abordaje. No he visto a Aria, pero no hace falta, porque sé que su amiga me dirá exactamente en donde está.
Le hago una seña a uno de mis guardias para que se acerque justo en el momento en el que ella está por abordar. Estrecho la mirada hacia ellos, Lauren parece sorprendida ante la cercanía de un extraño, pero pronto lo entiende.
El guardia se acerca aún más, diciendo exactamente lo que le he pedido que dijera. Cuando Lauren voltea, se encuentra de lleno conmigo.
—Señorita Rogers, creo que tendrá que perder su vuelo —murmuro acercándome.
—Voy a gritar y...
—No hará falta, si lo haces, ten seguridad de que no tendré piedad con tu amiga cuando la encuentre —mi voz suena firme a pesar de mis mentiras —sé que se pidió una identificación falsa. Tengo el nombre: Sidney Ward. Un nombre peculiar, va bien con ella.
Lauren palidece.
—¿Vendrás con nosotros? Y me dirás exactamente donde se están hospedando, o créeme, Lauren, vas a lamentarlo.
—No me harás daño —dice pareciendo demasiado segura de eso. —No le hiciste daño a Aria, no eres...
Una risa divertida brota de mis labios.
—No le hice daño a Aria porque es mi esposa, pero ¿tú? Podría tomarte para chantajear a tus padres, tienen una buena alianza con los Anderson y por lo que sé, tú si les importas. Y ellos creen que estás en Venecia, así que dime, ¿Quién tiene más que perder? Sería una noticia impactante para Aria saber que su mejor amiga ha desaparecido, considerando su estado. ¿No lo crees?
—Lo sabes...
—Claro que lo sé —me inclino hacia ella —ahora vas a venir con nosotros sin armar un escándalo, y vas a decirme exactamente lo que quiero. O juro que no seré indulgente con tu amiga ni con el hijo que está esperando. Y si no lo seré con ella, ¿Quién me impide serlo contigo? No significas absolutamente nada para mí. Puedo dejarte ir pero te aseguro que habrá alguien esperándote en Washington. Aria no pudo escapar de mí, mucho menos tú.
Eso me es suficiente para que ella venga con nosotros, mi corazón se acelera cuando ella nos conduce por las calles de Ámsterdam, cuando nos detenemos frente a un complejo de departamentos, me preparo para verla de nuevo.
Tengo que emplear toda mi fuerza de voluntad para no bajar corriendo y comprobar si ella realmente se encuentra en casa. Entramos sin llamar la atención y mi pecho se hunde cuando encontramos la casa vacía.
—¿En donde está?
—No lo sé, nos despedimos en el aeropuerto, tal vez salió a caminar, le gusta hacerlo.
—Bien, entonces aguardaremos aquí.
Las siguientes tres horas es como haber sido sumido en una espera que resulta casi una agonía. No he podido mantenerme tranquilo, no puedo dejar de mirar por las cortinas esperando el momento en el que ella aparezca.
Porque...tengo que verla.
He pasado una semana bastante jodida en su ausencia, Aria ahora es parte indispensable de mi día, estar sin ella es una maldita tortura, una que ya no soporto, así que cuando la cerradura suena anunciando que alguien está por entrar, mis latidos se aceleran.
Mi mano se envuelve con firmeza contra la empuñadura del arma, Lauren se estremece pero la acción no tiene nada que ver con que quiera poner una bala en su cuerpo, sino porque necesito desesperadamente algo a que aferrarme para no sentir que caigo al vacío.
La puerta se abre, y ella aparece. El sentimiento de echarla de menos cae sobre mí como una maldita roca, le toma dos segundos recomponerse, y a mi me toma un tiempo que parece una eternidad armarme con la apariencia de frialdad para no correr a su encuentro y abrazarla.
Para no postrarme a sus pies y suplicarle que nunca vuelva a abandonarme.
Sus ojos destellan con temor, noto la tensión en su cuerpo y jodidamente quiero decirle que deje de temerme, que justo ahora no quiero hacer nada más que abrazarla y decirle el hijo de puta que he sido con ella, que probablemente merezco que se vaya lejos, pero no es algo que ahora pueda tolerar.
Mucho menos sabiendo su estado.
Sabiendo que espera un hijo mío.
—Hola, querida. ¿Me echaste de menos? —mi voz suena firme aunque lo cierto es que creo que puedo sufrir un paro cardiaco justo ahora.
Nunca se me ha complicado fingir, pero cuando se trata de mi esposa, todo mi autocontrol se esfuma, se me escapa de los dedos como si fuese arena, aun cuando trato desesperadamente de aferrarme a algo...no pasa nada.
—Kyle...—su voz brota temerosa, da un paso hacia atrás pero es perfectamente consciente que no puede huir.
Me obligo a mi mismo a dejar de sentirme débil en su presencia, me acerco, colocando el arma tan cerca de Lauren que ella vuelve a estremecerse.
—Te subestimé muchísimo, tengo que admitirlo —la sonrisa que pongo en los labios me quema en el pecho —aunque no fue muy inteligente comprar una identificación falsa, de no haberlo hecho, tal vez no te hubiese encontrado.
—¿Cómo...?
—Escapé por años de tu abuelo, Aria, ¿realmente creíste que no tenía contactos que se encargan de desaparecer las identidades de las personas que quieren escapar?
—Déjala —exige señalando a su amiga —ella no tuvo nada que ver...
—No, me temo que ella tuvo mucho que ver en esto. Lo hicieron juntas, así que, si no quieres que nada le pase, vas a venir conmigo.
—No hablas en serio.
—Estoy hablando muy en serio justo ahora, Aria. No voy a dejarte ir, así que o sales conmigo por las buenas, o voy a tener que llevarte arrastrada de vuelta a Washington, tú decides.
—Me lo prometiste —espeta olvidándose de su temor.
—Sí, pero te dije claramente que eso sería una vez que obtuviese lo que deseo. Nunca dije que antes, tú fuiste quien decidió escapar creyendo ingenuamente que nunca te encontraría.
—Kyle, por favor.
Creí que sus suplicas serían satisfactorias para mí. Pero ahora solo se sienten como un sonido insoportable.
—Tú decides, querida.
En realidad no tiene oportunidad de elección y lo sabe, sus hombros se desploman, aprieta los párpados y cuando la miro lucir casi destrozada por tener que volver conmigo, mi parte racional grita que la deje ser libre.
Lo merece después de todo lo que le has hecho pasar.
La voz en mi cabeza grita con tanta fuerza que no puedo ignorarla, me cala en la mente haciendo que mi agarre en el arma sea mucho más fuerte. Aria debe interpretar eso como una señal, intercambia una mirada con su amiga antes de soltar un suspiro que suena como una especie de rendición.
—La próxima vez juro que no vas a encontrarme —advierte.
El alivio se siente como un golpe imprevisto, sonrío, disimulo muy bien el jadeo aliviado que me invade cuando ella dice aquello, trato de armarme de nuevo con esa máscara de frialdad que siempre ha venido conmigo, pero que ahora se siente tan incómoda de portar.
—Soy yo el que jura que no habrá próxima vez, ahora...andando. Que hay un avión privado esperando por nosotros.
No aparto el arma de Lauren, por si decide de último momento querer escapar. Pero sé, por la forma en la que me mira, que si Aria tuvo alguna pizca de afecto por mí...la ha borrado de su sistema en este maldito instante.
Nueve horas después estamos de vuelta en casa.
Casa.
El lugar no tiene mucho que ver con esa palabra en realidad. No he estado mucho tiempo aquí desde que ella huyó, me la he pasado haciendo llamadas, hablando con toda la gente con la que nunca imaginé volver a tratar, intentando encontrarla.
Al final volvió a casa, pero es como si no lo hubiese hecho siendo la misma mujer que se fue.
Quiero decirle tantas cosas pero a la vez no me atrevo a decir ni una sola palabra. Teniéndola en frente, a solas...me vuelvo un jodido cobarde.
—Tenías que ir por mí, ¿no es cierto? —me enfrenta cuando llegamos a la habitación —tenías que traerme de vuelta a este sitio.
—Aria...
—¿No podías solo olvidarte de mí como has repetido que lo harás? ¡No me necesitas en lo absoluto! ¿Por qué estas tan empeñado en hacerme infeliz?
Mi boca se amarga ante su reclamo. Nunca antes había tenido esta incomodidad al discutir con ella, sospecho que muchos de mis sentimientos se deben a la conversación que mantuve con Josh, conversación que nunca debió de haber existido.
—No debiste abandonarme —el reproche es innecesario, soy perfectamente consciente de eso porque ella tiene todo el derecho de querer alejarse de mí.
Una risa irónica abandona sus labios.
—¿De verdad te crees con el derecho de reclamarme eso? Seguro pasaron horas hasta que notaste que me había ido, ¿no es cierto? Porque estabas lo bastante ocupado ignorándome luego de que incluso te salvara la vida.
—Bueno, nadie te obligó a interponerte en el camino de una bala que era para mí.
El dolor estalla en sus ojos, un dolor real, crudo, que se combina con la decepción. Soy consciente de como sus pupilas se humedecen, como contiene las lágrimas y lucha por no romperse frente a mí.
—Debí dejar que te mataran —dice con tanto desdén que eso se me clava en el corazón —debí dejar que esa bala acabara contigo, nunca debí creer que merecías siquiera un poco de mi gentileza.
Siempre supe que Aria nunca podría darme un sentimiento sincero, pero escucharla decir con tanta sinceridad lo mucho que ahora me detesta...nadie me preparó para eso. Estoy acostumbrado a recibir el odio de muchas personas, pero no de una mujer que me importa tanto.
¿Y porqué siquiera ahora me importa? Es mejor que me odie, me lo repito siempre, es mejor que desee estar lejos de mí.
Ahora lleva a tu hijo.
El pensamiento se siente como una nueva puñalada, volviéndome mucho más débil de lo que pude imaginar, mis manos se aprietan, mis uñas se clavan en las palmas mientras trato de mantenerme sereno, firme, mientras me aferro a la imagen que siempre les he vendido a los demás pero que con ella me da tanto trabajo mantener.
—Claro, me deseas muerto ahora porque así podrás tener a tu hijo en paz, ¿no es verdad?
Palidece en ese instante, me doy cuenta demasiado tarde de las palabras que he escogido y quiero darme un puñetazo.
—Kyle...
—¿Qué? ¿Creíste que no lo sabría? —una risa amarga brota de mis labios —no fuiste lo suficientemente lista como para llevarte los análisis.
El miedo vuelve a su mirada, todo rastro de fortaleza se ha ido para ser sustituido por una mirada casi...aterrada.
¿Aterrada de mí? ¿O de la idea de lo que cree que puedo hacerles?
—Déjame tenerlo —sus palabras llenas de suplica caen sobre mí como un balde de agua fría.
Mi mente se nubla y de pronto, es como si el peso de todas las acciones que he tenido con ella desde que se convirtió en mi esposa cayera sobre mí de forma tan brutal que no estoy preparado para soportarlo.
Odio verla llorar, detesto mirar los ojos llenos de dolor que opacan el color de su mirada. Y cuando escucho el sollozo que suelta...algo en mí se apaga.
—Yo sé que me detestas —su voz rota se clava en mi corazón, no como una cuchilla, sino como miles que se incrustan en el órgano y lo dejan sangrante, casi agonizante.
Quiero hablar, quiero detenerla pero ni yo mismo sé cómo.
—Sé que me detestas tanto pero por favor...no lo detestes a él. No tiene la culpa de nada, sé que lleva mi sangre y la de toda mi familia, pero llevará la tuya también.
La suplica en su voz me desgarra el pecho, me aprieta la garganta tan fuerte casi al punto de asfixiarme. Me destroza porque ella cree que sigo odiándola.
—Por favor, Kyle. Déjame tener a mi bebé.
¿Su bebé? ¿Por qué duele tanto que ella no lo considere nuestro?
Ella debe reconocer algo en mi expresión porque se aleja casi aterrada.
—Si me dejas tenerlo, te juro que haré lo que desees, cualquier cosa...—continúa sollozando.
Me siento caer al vacío, como si alguien tomase mi cuerpo y lo arrojase por un acantilado. ¿Qué tan jodidamente despiadado he sido para que ella tenga que suplicar para poder tener a nuestro propio hijo?
¿En qué clase de jodido monstruo me he convertido?
—Aria...—mi voz brota tan inestable, casi en un susurro que estoy segura de que ella no lo ha escuchado.
—Por favor, Kyle, nunca te he pedido nada, solo...solo...
—Aria —esta vez mi voz sale más firma, autoritaria, tanto que consigue que su voz se desvanezca. —Para de una maldita vez, no soporto tus súplicas.
Cierra los ojos y su expresión de dolor es el golpe final. Mi fortaleza cae, no puedo seguir alzándome ante ella.
—Querida... ¿por qué estás suplicando por nuestro hijo?
Lo suave de mi voz hace que se atreva a mirarme, el alivio en sus ojos me hace querer echarme a llorar, ¿Cómo no me di cuenta del daño que le estaba haciendo? ¿De lo mucho que estaba lastimándola?
—¿Me crees un monstruo para odiar a alguien que lleva mi sangre? ¿A alguien que es parte de mí? Sé que lo merezco, pero por favor...no me coloques tan bajo.
Esta vez el sollozo que brota de ella me obliga a acercarme, no rechaza mi cercanía, la siento aferrarse a mí y el mismo dolor me traspasa.
—Lo siento tanto —susurro rodeándola con mis brazos, dándole la seguridad que no sé si encuentra en mí —lamento tanto ser un hijo de puta que no te merece. Pero no creas, Aria, ni por un segundo...que puedo odiarte a ti o a nuestro hijo.
Se aparta, su mirada encontrándose con la mía, reflejando esa esperanza que yo necesito porque no tengo una maldita idea de lo que ocurrirá ahora.
—Creí que no tolerabas tener hijos míos.
Sonrío con tristeza.
—Ojalá pudiera borrar mis palabras del pasado —extiendo la mano hasta su rostro, eliminando el rastro de lágrimas —nunca te obligaría a deshacerte de él, tampoco a tenerlo. Eso siempre va a ser elección tuya, querida.
—¿No nos odias?
Acaricio el costado de su rostro una vez más.
—¿Aún no lo notas? Nunca te he odiado, Aria. Tienes todo de mí, menos mi desprecio.
—Kyle...
—No tienes que creerme, solo necesito saber que no huirás de nuevo. Al menos...al menos necesito saber dónde estarás la próxima vez que quieras alejarte de mí.
—Esto no cambia nada, Kyle...
Mi pecho se hunde ante la decepción.
—Lo sé.
—Cuando acabe, me iré con él, o con ella...no puedo...
—Lo sé —me aclaro la garganta —pero mientras tanto, déjame cuidar de ti como debí de haberlo hecho desde el principio.
No dice nada, el silencio en su respuesta. Sus ojos dicen que no cree en mis palabras, ¿por qué lo haría? ¿Por qué confiar en mí luego de tantas mentiras?
Pero no necesito que lo crea ahora, Josh tiene razón, tengo que mostrarle lo que puedo ser, enseñarle que no soy el hombre que ella cree.
Y lo haré, aún cuando tenga que pasar el resto de mi vida, rogando por su perdón.
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